Otra semana en la que el Banco Central termina comprando reservas en el mercado. Fueron 101 millones a las que se suman los 86 palos de la semana pasada. No son números para festejar, pero dado que no estamos en la estación favorable y la soja viene para atrás, no está mal. También rebotaron los bonos y el riesgo país perforó los 1.500 puntos. Seguimos muy arriba de abril, pero siempre es mejor dar estos pequeños pasos que no darlos.
En el medio de la vorágine que consume al albertismo, empiezan de a poco a volver las discusiones sobre otros temas, aunque la tentación por ver el próximo video sea grande. Esta semana, el Peluca tiró que se puede crecer con cepo, pese a que él mismo dijo mil veces que no se podía. Obvio que no se puede. A lo sumo, una recuperación de lo perdido. Pero lo entendemos. El rol del funcionario es empujar el carro. A veces lo que se dice tiene sentido; otras veces hay que tener interpretaciones benévolas. Y con el Peluca esto se potencia porque ya dijo muchas cosas que no siempre van por el mismo camino. ¿Pero qué iba a decir? ¿Que con el cepo las reservas del Banco Central iban a estar siempre estresadas? Eso lo sabemos todos los analistas, pero no lo puede decir el presidente.
Por momentos, el mercado compra ciegamente. El jueves, los futuros bajaron pensando que no habría salida del cepo hasta que Mengolini dijera algo coherente. El viernes el mercado reculó. También subió la brecha. Nosotros creemos que salir del cepo tiene más beneficios que costos, lo dijimos mil veces. Pero entendemos los miedos, sobre todo respecto de la pérdida de apoyo político frente a una suba temporaria de la inflación. Lo que no tenemos es una solución que resuelva la ecuación política y económica al mismo tiempo. El Gobierno tampoco la tiene. Le dejamos eso a la NASA.
La inflación tiró un buen dato en julio. Fue de 4,03%, la más baja en 30 meses. Y se cumplió la promesa del Toto sobre que sería la más baja de su gestión hasta acá. La inflación núcleo subió apenas, mostrando también que de ahora en más bajar la inflación será un trabajo mucho más duro, más allá de que quizás en septiembre haya una baja de la mano de la reducción del impuesto PAIS.
Milei se agarró del dato de la inflación mayorista, que fue del 3,1% con una suba del 1% en productos importados y del 3,3% en nacionales. Pero eso es hacer trampa en el solitario. La mayorista se compone solamente de bienes que en buena parte siguen más al tipo de cambio. La apreciación cambiaria juega fuerte ahí. En este proceso, lo importante es alinear precios y que los servicios crezcan más fuerte que los bienes. En el IPC de julio vimos a los bienes crecer la mitad que los servicios. Milei conoce perfectamente este tema, pero acá también está empujando el carro. Las expectativas juegan un rol fundamental en la economía. Resumen: buen dato, pero falta un montón.
Los datos fiscales salieron en línea con lo previsto: superávit primario y déficit en julio. Era imposible conseguir un superávit total en julio con los pagos de intereses de los bonos en dólares. Adicionalmente, en julio se pagaron los aguinaldos que se pisaron en junio y lo mismo vale para los subsidios a la energía. Es decir, para conseguir el superávit de junio se manchó un poco el dato de julio. Pero, insisto, en lo fiscal hay poca controversia respecto de la buena gestión del Gobierno. Además, mientras bajan gastos en inversión, transferencias a provincias y otros, el porcentaje gastado en planes sociales sigue creciendo.
En términos de actividad seguimos viendo datos razonablemente buenos de julio. No para tirar manteca al techo, pero la economía algo recupera. Los márgenes son más apretados. Un problema, porque algunos pensaron que la protección que daban las SIRAS de Massa era eterna. Pero aún así la economía va.
Para esta semana estaremos atentos a las cuentas comerciales de julio y al PBI de junio, que no seguirá la tendencia de mayo, pero no lo vemos como desastroso. La política y los mercados no nos darán respiro tampoco.
Hasta la semana que viene.
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