ELÍAS WENGIEL
Domingo

Contra la dolarización

Existe una alternativa más simple para terminar con nuestro caos monetario y, además, impulsar el desarrollo regional: una unidad monetaria basada en el real brasileño.

En su largo artículo favorable a la dolarización publicado en Seúl, los economistas Emilio Ocampo y Alfredo Romano la proponen como la mejor alternativa para acabar con la inflación en Argentina. La nota acierta en todo lo relativo al diagnóstico, en el sentido de que una reforma del estatuto del Banco Central en nuestro país no resulta suficiente para garantizar la estabilidad monetaria. Cualquier fundamento económico que se base en una ley, estando siempre a tiro de un cambio de las mayorías parlamentarias, plantea un horizonte temporal asegurado de sólo dos años y, por lo tanto, ineficaz para atraer inversiones de largo plazo.

La respuesta de Ocampo y Romano es simple: hay que dolarizar, para sacarle definitivamente la maquinita de imprimir billetes al Gobierno y así terminar con la economía populista e inflacionaria que nos carcome desde que Perón llegó al poder en 1946. Recordemos que la inflación anual promedio fue del 2% durante el medio siglo anterior a aquella fecha y que los pasillos del Banco Central estaban repletos el lingotes de oro (el equivalente a cinco años de importaciones), mientras que apenas seis años después ya estábamos en default y con una inflación que había superado el 50%.

Si las alternativas son seguir como estamos o la dolarización, entonces la mejor de las dos es la segunda, sostienen los autores. Y tienen razón. Al mismo tiempo, reconocen que el dólar configura un área monetaria subóptima y que el régimen monetario dolarizado no sería el mejor para la economía argentina. Pero no hay otro régimen, argumentan, y allí estriba la falacia de su argumentación. Para comprobarla, basta sacar la cabeza del balde argentino y contemplar el mundo: los países europeos del sur, como Italia y España, padecían el mismo problema inflacionario que la Argentina y lo solucionaron sacando la maquinita de imprimir del control de sus gobernantes y delegando la potestad en el Banco Central Europeo, cuyo control principal sigue siendo Alemania, y cuya moneda, el euro, es poco más que el marco alemán.

No hay posibilidad de que Argentina adopte el euro, pero sí existe un país que a los efectos pertinentes puede jugar el mismo rol que ha jugado Alemania en Europa: hablo de Brasil.

Desde luego, no hay posibilidad de que Argentina adopte el euro, pero sí existe un país que a los efectos pertinentes puede jugar el mismo rol que ha jugado Alemania en Europa: hablo de Brasil, cuya conducta monetaria ha sido muy superior a la argentina. Para comprobarlo, basta recordar que ambas monedas estuvieron alineadas con el dólar en la década del ’90 (un dólar igual un real igual un peso) y que hoy el dólar cotiza a menos de seis reales y cerca de 1.400 pesos. Es decir: que la devaluación argentina ha superado más de 20 veces la de Brasil.

Ya que el real sea tomado como moneda bilateral o como primer paso hacia una moneda regional del Mercosur, la divisa brasileña presenta enormes ventajas desde el punto de vista del área monetaria respecto del dólar. La primera es la convergencia de estructuras entre los socios principales del Mercosur, opuesta por el vértice a la total diferencia entre la de nuestro país y la de Estados Unidos. Esto lleva a que la Argentina esté sincronizada temporalmente con las necesidades monetarias de devaluación y revaluación brasileñas.

Un segundo argumento para la moneda regional es del tipo legal: la dolarización presenta una fragilidad parlamentaria menor que una ley que garantice la independencia del Banco Central pero, aún así, esa fragilidad existe, tal como lo demostró la salida de la convertibilidad en 2001. Podrá argumentarse que existe una diferencia entre convertibilidad uno a uno y dolarización, y es cierto. Sin embargo, también en los años ’90 se  decía que la convertibilidad era un régimen del cual era imposible salir, pero salimos, y de la peor manera.

Una divisa única del Mercosur podría adquirir rango constitucional a través de los acuerdos internacionales y los protocolos que rigen al bloque.

Un tercer argumento es que la constitución de un acuerdo bilateral y una posterior moneda regional facilitaría enormemente el comercio entre Argentina y Brasil y se encuadraría perfectamente en un futuro acuerdo Unión Europea-Mercosur, para de esa manera integrar al mayor bloque comercial del mundo en un escenario regido por sólo dos monedas. Una divisa única del Mercosur podría adquirir rango constitucional a través de los acuerdos internacionales y los protocolos que rigen al bloque. Además, si lo que se teme es la irrupción en el poder de corrientes populistas de izquierda, el dólar le será siempre una moneda hostil, mientras que una moneda regional sería mucho más difícil de demoler por ser parte de la estructura de su soñada Patria Grande.

Finalmente, otra ventaja considerable de un régimen monetario regional es la de evitar la acumulación de déficits inflacionarios. Si el actual gobierno argentino lograra bajar la inflación a un dígito que ronde el 8 % anual se lo percibiría como un enorme éxito, pero una cifra semejante duplicaría aproximadamente el número de inflación habitual en Estados Unidos, algo que no sucedería con Brasil y el real. Esta diferencia de cinco puntos de inflación anual, que hoy parece insignificante, configura necesariamente un escenario de sobrevaluación a mediano y largo plazo de nuestra moneda. Al 5 % anual, en sólo 10 años el atraso cambiario sería del 62 %. Un agujero negro en la competitividad internacional de nuestro país, que fue una de las causas, entre muchas, del fracaso y posterior caída de la convertibilidad.

Ventajas para todos

Las ventajas de un régimen monetario regional o bilateral regido directa o indirectamente por Brasil respecto a la alternativa de la dolarización me parecen evidentes para la Argentina. Pero, ¿qué sucede con nuestro vecino, qué interés podría tener en compartir su moneda, respaldada hoy por enormes reservas, con un vecino históricamente, caótico y desordenado en sus cuentas? Precisamente ése: si algo no le conviene a Brasil, es el permanente vaivén de la economía argentina y, sobre todo, sus políticas competitivas basadas en la devaluación. Son, como decía Keynes, políticas destinadas a empobrecer a los vecinos, y Brasil no es la excepción.

Por otra parte, si los brasileños quieren cumplir alguna vez su proyecto de convertirse en uno de los grandes actores políticos globales, no pueden demostrar falta de liderazgo y generosidad en la región. Si Francia y Alemania se alzaron de las ruinas a la que los había reducido el nacionalismo fue, precisamente, porque fueron capaces de dejar los recelos y animosidades y acordar una perspectiva de desarrollo común, beneficiosa para ambos países, para Europa y el mundo en general. No parece imposible que la dirigencia brasileña entienda que un acuerdo monetario con la Argentina sería un primer paso en la consolidación del Mercosur, el desarrollo de nuestros países y el liderazgo brasileño en la región. Nosotros tenemos todo para aprovechar esta circunstancia única que se presenta en nuestros países.

En un episodio poco conocido, los dos socios principales del Mercosur estuvieron a punto de crear una moneda común. Ocurrió en 2019, en medio de la corrida cambiaria que afectaba a la Argentina, y las tratativas involucraron a los entonces ministros de Economía, Paulo Guedes y Nicolás Dujovne. A pesar de las actuales escaramuzas dialécticas entre nuestros presidentes, la creación de una moneda única del Mercosur forma parte de los intereses estratégicos de ambos países. Después de casi 30 años de integración regional frustrada e inconclusa, es hora de que encaremos esta discusión decisiva para nuestro desarrollo y el de la región.

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Fernando Iglesias

Diputado Nacional (PRO-CABA). Su libro más reciente es El Medioevo peronista (Libros del Zorzal, 2020).

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