ZIPERARTE
Nota mental

#6 | Los jóvenes idealistas

Los seguidores de Milei son tan fanáticos como los de Cristina, pero más ideologizados y menos irracionales.

Hasta hace poco yo pensaba que el que había formulado la teoría de que la Tierra giraba alrededor del Sol había sido Nicolás Copérnico en el siglo XVI, como me habían enseñado en la escuela primaria. Y es cierto que fue recién a partir de que se publicó su obra De revolutionibus orbium coelestium (Sobre las revoluciones de las esferas celestes) que la teoría heliocéntrica empezó a ser tomada en serio (de ahí la expresión “giro copernicano”, para cuando ocurre un cambio fundamental en la manera en que se concibe una determinada cuestión), pero hubo otra persona que ya había postulado esta idea apenas 18 siglos antes: el griego Aristarco de Samos. Esto no me lo habían enseñado en la escuela, o quizás sí y me lo había olvidado.

¿Cuán groso tenés que ser para darte cuenta de algo tan importante 18 siglos antes que todos, usando instrumentos astronómicos más que rudimentarios? Supongo que bastante, pero me parece que la mayor virtud que tenés que tener es la de estar dispuesto a que tus observaciones desmientan a tus prejuicios. Después de todo, Aristarco no hizo nada raro, ningún cálculo estrambótico, ningún razonamiento extraordinario. Solo observó el cielo a simple vista durante muchos días seguidos y siguió la trayectoria de los planetas, de la Luna y del Sol, vio la forma de la sombra de la Tierra en la Luna durante los eclipses, se dio cuenta de que la Tierra tenía que ser redonda, de que el Sol tenía que ser mucho más grande que la Tierra y de que la Tierra y los planetas tenían que orbitar alrededor del Sol. ¡Hasta dijo que las estrellas eran soles que estaban muy lejos!

Claro que la idea parecía delirante. ¿Cómo se va a mover la Tierra? Incluso hoy nos parece medio raro, cuando nos lo ponemos a pensar. Vamos a 100.000km/h alrededor del Sol, y el Sol (junto con nosotros y todo el Sistema Solar) va a 800.000km/h alrededor del centro de la Vía Láctea, que también se está moviendo, aunque ya se hace difícil saber a qué velocidad (según ChatGPT, algunas mediciones dicen que a 552km/s, lo que serían casi 2.000.000km/h). Muy probablemente 99 de cada 100 personas en el siglo III a.C. hubieran creído que estaban mirando mal o que estaban borrachas o confundidas o que no podía ser, que mejor irse a dormir y pensar en otra cosa. No Aristarco, que dijo: yo veo que la Tierra se mueve. Y se movía, nomás.

El lugar común de “ver para creer” es solo eso, un lugar común. La gente no siempre cree cuando ve. Claro que a esta altura en el ámbito científico eso está superado. O hasta ahí. Confirmé mis dudas en el capítulo de Sapiens en el que Yuval Noah Harari explica la Teoría del Reemplazo y la Teoría del Mestizaje. Según la Teoría del Reemplazo, el homo sapiens reemplazó por completo a los demás homínidos, por lo tanto, todos los humanos compartimos el mismo ADN y provenimos del mismo lugar: el Este de África hace 70.000 años. Según la Teoría del Mestizaje, en cambio, hubo cierta cruza entre los sapiens y otros homínidos, en cuyo caso algunos tendríamos lejanísimos ancestros neanderthales (por ejemplo) y otros descenderíamos de antiguos homo erectus.

Y este es el comentario de Harari que me quedó grabado:

En las últimas décadas, la Teoría del Reemplazo ha sido la más extendida en este campo. Tenía un respaldo arqueológico más sólido y era más políticamente correcta (los científicos no deseaban abrir la caja de Pandora del racismo al afirmar que existía una diversidad genética significativa entre las poblaciones humanas modernas).

Harari no aclara a qué se refiere concretamente con esa acotación entre paréntesis, pero si le creemos, debemos pensar que hubo gente que decidió no investigar ciertas hipótesis por motivos ideológicos.

Después Harari cuenta que en 2010 se mapeó el genoma neanderthal y se descubrió que ciertos habitantes de Medio Oriente y Europa tienen entre 1% y 4% de ADN neanderthal. Pocos meses después se hizo lo mismo con el genoma denisovano y se comprobó que algunos aborígenes de Oceanía tienen hasta un 6% de ese ADN. Dato, no opinión, como diría Marina Calabró.

Pero si hasta algunos científicos se rehúsan a observar la realidad por temor a lo que ésta pueda decirles, qué podemos esperar de quienes no tienen siquiera una mínima deuda con el método científico. Es decir: todos nosotros. Pues poco y nada.

En el mundo mezquino, bajo, abyecto de la actualidad política, algunas ideas nacen y se replican con facilidad porque parecen evidentes y nadie tiene muchas ganas de contrastarlas con la realidad. El MileiPalooza del otro día fue la oportunidad perfecta para que la pereza general diga que los fanáticos de Milei son iguales que los fanáticos de Cristina.

Es cierto que si hablamos de “fanáticos” hasta cierto punto son iguales, en tanto un fanático es aquel con una devoción irracional. Pero un fanático de Cristina la va a defender aun cuando está en contra de cortar calles y cuando dice que no es feminista y va a Miami. Me cuesta creer que un fanático de Milei lo siga bancando si viola alguno de sus dos o tres preceptos más básicos. Es un fanático igual de emocional pero más ideologizado, capaz de silbar a Marx y a Keynes. El fanático de Cristina podía gritar contra “los gorilas”, y si había un nombre propio era Macri o alguno más, pero las masas no gritaban contra Fukuyama o Milton Friedman.

Claro que es probable que, si Milei mañana entretejiera en su retórica una justificación para duplicar la planta permanente de La TV Pública, unos cuantos de esos fanáticos, quizás la mayoría, comprarían cual víctimas de Leonardo Cositorto. Pero es que es muy improbable que Milei hiciera una cosa por el estilo. Otra cosa es la velocidad de las reformas, que todavía no haya sacado el cepo, que pise el tipo de cambio y todas las chicanas con las que se lo quiera tirotear. Pero el norte económico está claro. (No me refiero a la estrategia para obtener los resultados, para eso podés leer el newsletter del Colo Borenstein de los lunes.)

Hay otra diferencia entre el fanático de Milei y el de Cristina. La observó inadvertidamente el humorista kirchnerista Podeti en este chiste en el que se burla de un libertario que defiende a Milei mientras se está ahogando. La vemos a diario en las entrevistas de los canales kirchneristas a los transeúntes que dicen que están felices de que suba el boleto de colectivo, y que replican las cuentas libertarias en X. ¿Dónde se ha visto un ministro de Economía aclamado como una estrella de rock por aquellos mismos a quienes, al menos hasta ahora, reventó su gestión económica?

Los fanáticos de Cristina no solo iban a la plaza por el choripán, que es una metáfora del empleo público en sentido amplio (quienes dependen del Estado no son solo los que trabajan en dependencias públicas, también los trabajadores subsidiados). También iban por el recuerdo de un bienestar económico ya lejano, el relato del de sus padres o la promesa de un beneficio en el corto plazo. Todo legítimo, por supuesto. Las supuestas felicidad y exuberancia peronistas se tratan de eso.

Los fanáticos de Milei van por una idea. Desde ya que el objetivo final es el bienestar económico también, pero la idea es anterior. Esto no es un elogio del gobierno de Milei, solo algunas ideas muy rudimentarias (etapa Aristarco de Samos) respecto de sus seguidores.

Termino con una escena de El padrino II. Michael Corleone está en Cuba en los días previos a la Revolución y es testigo del ataque suicida de unos rebeldes. Un rato más tarde, mientras come torta con sus colegas en una terraza, dice:

–Hoy vi algo interesante. Un rebelde estaba siendo detenido por la policía militar y, en lugar de ser capturado vivo, hizo explotar una granada que llevaba escondida en la chaqueta. Se mató y se llevó consigo al capitán del comando.
–Esos rebeldes son unos lunáticos.
–Puede ser. Pero pensaba… A los soldados les pagan para pelear, a los rebeldes no.
–¿Qué te dice eso?
–Pueden ganar.

Nos vemos en quince días.

 

Si querés suscribirte a este newsletter, hacé click acá (llega a tu casilla martes por medio).
Si te gustó esta nota, hacete socio de Seúl.
Si querés hacer un comentario, mandanos un mail.

 

Compartir:
Diego Papic

Editor de Seúl. Periodista y crítico de cine. Fue redactor de Clarín Espectáculos y editor de La Agenda.

Seguir leyendo

Ver todas →︎

#18 | Elogio de la desvergüenza

Algunas consideraciones sobre la victoria de Donald Trump.

Por

#17 | Un aporte más a la confusión general

El nuevo documental de Matt Walsh se propone desmentir la existencia del racismo sistémico en Estados Unidos. El resultado es desparejo.

Por

#16 | El toque humano

La inteligencia artificial es lo máximo, pero nunca va a reemplazar al hombre.

Por