Domingo

¿Invasores o libertadores?

La historia oficial presenta a la Vuelta de Obligado como una batalla en defensa de la soberanía nacional, pero lo que defendió Rosas fue la caja de Buenos Aires en contra del resto del país.

Existe otra versión de la Batalla de la Vuelta de Obligado. No es a la que estamos acostumbrados, mucho menos por la cual se celebra el Día de la Soberanía Nacional, como el feriado del lunes pasado. La otra versión contempla datos y considera el episodio dentro de su contexto histórico. No es mi intención afirmar que acá está la verdad absoluta de lo ocurrido, pero sí me propongo darle voz y palabra a lo que está olvidado por el tiempo y la discordia. Me corresponde contarla. Es la versión del norte, de la orilla de los grandes ríos del Litoral, contra la perspectiva reinante en el viejo puerto de Buenos Aires. ¿Fue realmente un combate en defensa de la soberanía nacional o fue por una caja política? ¿Quién perseguía el botín de guerra? ¿Los comerciantes del mundo escoltados por la flota anglo-francesa o las lanzas de Juan Manuel de Rosas?

Primero, cabe recordar que nos dimos vida independiente como país a partir del impacto de una irresistible fuerza externa, una ola que reventó en nuestra orilla: la expansión del comercio marítimo que en el Río de la Plata llegó encabezado por expediciones militares de Inglaterra. Luego, que aquel fue el tiempo en el cual prosperaron ciudades-puerto que en muchos casos habían quedado postergadas. En América, de Boston al Río de la Plata, las antiguas colonias y virreinatos comenzaron a rebelarse contra las metrópolis europeas por la libertad de comerciar y para dar fin al abuso impositivo. Las interminables distancias y los pronunciados accidentes de la geografía sudamericana convirtieron a los ríos navegables, por lo tanto, en la principal vía de transporte antes de la explosión de los ferrocarriles. Por mares y ríos floreció el comercio; la navegación trajo prosperidad y ofreció ventajas a los pueblos de orilla por sobre aquellos alejados del agua.

Aquel comercio también fue sinónimo de recaudación. Aproximadamente un 90% de los ingresos del fisco de Buenos Aires, por ejemplo, provenía de su aduana y los impuestos al comercio exterior. Más comercio significaba más recaudación, y eso más riqueza y poder al Estado recaudador. Los aranceles de la aduana de Buenos Aires se votaban en su legislatura, sin darle representación a las demás provincias. Rosas no rendía cuenta de los gastos a las provincias. Los fondos recaudados no volvían; es decir, Buenos Aires se enriqueció con aquel régimen de manera desproporcionada.

Corrientes se paró sola frente a las hordas de Rosas para ganarse el título que le daría Esteban Echeverría en ‘Dogma socialista’ de “Primer Pueblo de la República”.

Corrientes fue una de las tantas provincias argentinas que protestó contra el régimen dictatorial de la Confederación. Sus dirigentes persiguieron de manera insistente, pero sin éxito, que se convocara a un congreso nacional constituyente a fin de que se terminaran las injusticias. En 1838, la provincia habilitó de forma unilateral sus puertos para que atraquen barcos extranjeros, una decisión que precipitó el enfrentamiento. En febrero de 1839, el gobernador de Corrientes, Genaro Berón de Astrada, le declaró la guerra a Rosas.

Escribió Bartolomé Mitre: “Ni una sola voz contestó del Plata a los Andes a ese grito valeroso de redención”. Corrientes se paró sola frente a las hordas de Rosas para ganarse el título que le daría Esteban Echeverría en el Dogma socialista de “Primer Pueblo de la República”, y el de Jorge Luis Borges de “lugar donde está la Patria”. La provincia fue derrotada por los aliados de Rosas en la sangrienta y cruel Batalla de Pago Largo, uno de los episodios más bárbaros de nuestra historia. Los vencedores pasaron a degüello a 800 prisioneros y asesinaron al gobernador con vileza propia de salvajes. La primera orden fue prohibir que buques extranjeros atracaran en los puertos de Corrientes. Luego la provincia padeció los degüellos, asesinatos, violaciones y saqueos. Pero Corrientes no se rindió. De aquella barbarie nació una gesta de cuatro campañas militares que puso en estado de beligerancia continua a la provincia por más de una década.

El comercio del mundo

En aquel contexto de guerras intestinas, entre la discordia generada por el fisco, más precisamente en 1845, un convoy de buques mercantes partió de Montevideo rumbo a los puertos de Esquina, Goya, Corrientes y Asunción con el fin de comerciar directamente y así darle cauce a la producción estancada por la guerra y el bloqueo de los ríos. En lo que conocemos popularmente como la Vuelta de Obligado, cerca de San Pedro, Rosas intentó impedir que el convoy cruzara a comerciar río arriba sin pasar antes por la aduana de Buenos Aires. Hubo una batalla, a fines de 1845, después de la cual los barcos mercantes lograron seguir río arriba. Las famosas cadenas de Obligado no habían sido puestas contra el “invasor”, sino contra Corrientes.

De enero a junio de 1846, el convoy estuvo fondeado en el Río Paraná integrado por cien buques de diversas nacionalidades. El manifiesto de carga nos muestra que había 42 argentinos, 40 orientales, 1 paraguayo, 8 norteamericanos, 5 franceses, 2 ingleses, 1 danés y 1 hamburgués. La permanencia fue pacífica. No invadieron ni saquearon, más bien enriquecieron las arcas de la provincia. Fueron muy bien recibidos por los correntinos, que vieron en aquel convoy la esperanza de libertad y prosperidad que les fuera negada por sus compatriotas.

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Aquel intercambio comercial incrementó enormemente las rentas públicas de Corrientes y ayudó al esfuerzo de guerra de la provincia. Mantilla nos cuenta que las rentas provinciales en 1843 habían sido de 74.626 pesos y, en 1844, de 53.931. Y que únicamente con dicho intercambio comercial la provincia recaudó en impuestos aduaneros otros $141.800.

El 2 de enero de 1846, la población de Goya ofreció un baile de gala en honor a los visitantes que llegaron del exterior. Rosas, por su parte, envió un gran ejército con el objetivo de adelantarse al convoy y tomar posesión de toda la producción estancada en la provincia por el bloqueo de los ríos. El 25 de enero de 1846, el oficial inglés James Sullivan advirtió que los niños y mujeres de Goya se refugiaron en los barcos por miedo a las represalias de las tropas de Rosas. La población masculina se hallaba en el ejército correntino, lejos de ahí. Sullivan detalló la tristeza que le produjo ver incluso a las familias más humildes aterrorizadas, sin nadie que las proteja o asista en aquel dramático momento. El capitán inglés, Charles Hotham, se pronunció como “amante de la causa correntina”. Frente a Esquina escribió al entonces gobernador, Joaquín Madariaga, respaldando su política de asegurar la libre navegación del Paraná para el comercio del mundo. Pero Madariaga entonces resistía en solitario.

Los hombres libres

La libertad de comerciar que guiara a la Revolución de Mayo en Buenos Aires pasó a ser bandera del pueblo correntino y Buenos Aires, convertida en metrópoli, se halló defendiendo el mismo proteccionismo colonial que combatiera en los albores de la emancipación argentina. Alberdi nos cuenta que la recaudación de Buenos Aires durante los años en que Rosas cerró los ríos se duplicó, favoreciendo su crecimiento respecto a las demás provincias. En 1851, Buenos Aires se quedó con dos tercios de todas las rentas nacionales con menos de un tercio de la población nacional. La desproporción de la recaudación condujo al despilfarro del gasto público. Sólo un ejemplo: Buenos Aires, con una población de 200.000 habitantes, pagaba sueldos a 698 oficiales y 15 generales, mientras que Estados Unidos, con 14 millones habitantes, a 300 oficiales y tres generales.

La recaudación de Buenos Aires durante los años en que Rosas cerró los ríos se duplicó. La desproporción de la recaudación condujo al despilfarro del gasto público.

A los constantes abusos sobre la recaudación se sumaron los fuertes quebrantos de los exportadores, como el caso de los saladeros de la provincia de Entre Ríos, impedidos por las reglamentaciones dictadas por Rosas de vender sus productos directamente por metálico. La situación en la Mesopotamia se acercaba a su desenlace con el pronunciamiento de Urquiza.

Es lícito preguntarnos quién en realidad buscaba el botín de guerra: ¿los comerciantes del mundo escoltados por los buques anglo-franceses o el monopolio comercial de Rosas? ¿Quiénes eran los amigos de Corrientes? ¿Rosas, empobreciéndola con su aduana y el bloqueo de los ríos? ¿O el convoy, enriqueciéndola con el comercio libre en sus puertos? ¿Fueron invasores o libertadores?

En agosto de 1846 se firmó el Tratado de Alcaraz, que concretó la paz entre Corrientes y la Confederación Argentina. La provincia volvería a integrar la Confederación, pero sin aceptar el artículo 2 del Pacto Federal de 1831 respecto a las diferencias con Gran Bretaña, Francia y la República Oriental del Uruguay.

El gobernador Joaquín Madariaga fue derrotado en 1847 y murió exiliado en Brasil sin ver la victoria en Caseros. Dejó como parte de su legado una ciudad a la que bautizó Paso de los Libres, cuando volvió del exilio en Brasil para libertar la provincia y la República Argentina en 1843. El paso sobre el Río Uruguay por donde cruzaron hombres libres.

 

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Juan Pérego

Abogado e historiador.

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