Partes del aire

#96 | Tres historias de la vida en redes

Un meme revolucionario en 1848, el suicidio asistido de Kahneman, la nueva vida de Charlie Shackleton.

Hoy quiero compartir con vos tres historias, tres cositas que aprendí esta semana sobre Internet, la vida y la tecnología y que me parecieron interesantes.

1.

La primera pasó hace 175 años pero me hizo acordar al estado actual de las redes sociales. En enero de 1848 aparecieron en las paredes de Palermo, Sicilia, unos afiches que decían: “Dentro de tres días va a a haber una revolución. El momento de la libertad está cerca. ¡Sicilianos, prepárense para su liberación!”. El panfleto estaba firmado por un comité revolucionario (“Comitato Rivoluzionario”) y, en efecto, tres días después hubo una revolución.

Los palermitanos, curiosos, bajaron a la plaza a ver qué pasaba y las fuerzas del régimen borbón los estaban esperando, porque también habían visto los afiches. La represión generó un caos que terminó con la caída del rey Fernando II, la creación de una efímera república siciliana y la chispa para una oleada de revoluciones liberales en toda Europa.

Lo curioso de la historia es que el “Comitato Revolucionario” nunca existió. Los afiches los pegó, como una joda que quedó, un poeta sin mayores conexiones políticas pero con pasión por los memes. Es cierto que los sicilianos estaban cansados de los Borbones y que había un caldo de cultivo, pero nadie daba dos mangos por Palermo como centro revolucionario. Al menos eso es lo que dice Christopher Clark en su genial Primavera revolucionaria (Galaxia Gutenberg), de donde saqué la historia.

O sea que no hubo comité revolucionario, pero hubo revolución. Los vecinos chismosos, que fueron a ser testigos, terminaron peleando ellos mismos. El anuncio transformó en real algo que no existía. El meme se volvió realidad.

Todas estas cosas que pasaron en Palermo en 1848 pasan en estos días en las redes sociales si uno las mira desde la lógica de La rebelión del público, de Martin Gurri, mi libro favorito para entender la intersección entre Internet y política. Hay revoluciones que no necesitan comités revolucionarios, desde la Primavera Árabe a Black Lives Matter. Hay observadores curiosos que con dos clicks se pueden poner en primera fila de revueltas. Y las expectativas y premoniciones juegan un papel cada vez más importante para moldear los hechos. Si te dicen que hay revolución, apretá el pomo.

Un brindis entonces por Francesco Bagnasco, poeta y tuitero que pegó los afiches en Palermo, primer troll de la historia. (Sin final feliz: murió meses después en una cárcel del régimen0).

 

2.

Hoy se cumple un año de la muerte de Daniel Kahneman, durante décadas uno de los intelectuales más influyentes del mundo. En su momento le dedicamos uno de estos newsletters. Ganador del Premio Nobel de economía, a pesar de que era psicólogo, autor del exitosísimo Pensar rápido, pensar despacio (2011), donde resumió los aprendizajes de toda una vida, Kahneman nos enseñó que nuestras decisiones son bastante menos racionales de lo que creíamos. ¡Pensá despacio! Con eso le alcanzó para revolucionar la economía y la psicología.

En su momento la familia no dio detalles sobre su muerte, ni sobre sobre las causas ni sobre el lugar. Kahneman tenía 90 años, pero los que lo conocían decían que lo habían visto atento y activo. Lo que no dijeron es la noticia bomba que se conoció hace pocos días: Kahneman murió en un centro de suicidio asistido en Suiza, después de pasar unos días con su hija en París y visitar, como cualquier turista, museos y teatros, cafés y restaurantes.

En los días anteriores les había mandado un mail a sus personas más cercanas: “Esta es una carta de despedida a mis amigos para contarles que estoy viajando a Suiza, donde mi vida terminará el 27 de marzo”.

El mayo experto mundial en decisiones había tomado la decisión más extrema posible. ¿Por qué? Si Kahneman, que nos enseñó a dudar sobre nuestros impulsos, cedía al impulso más terrible posible, ¿qué nos queda a los demás?

La verdad sobre su muerte la reveló un ex colaborador de Kahneman, Jason Zweig, en un artículo en el Wall Street Journal que generó un enorme revuelo. El artículo se preguntaba lo mismo que yo: ¿por qué? ¿Por qué un tipo que se pasó décadas diciéndonos que está bien cambiar de opinión tomó una decisión de la que es imposible arrepentirse?

Para sus seres queridos, Kahneman lo explicó así: “Siempre creí, desde que era adolescente, que las miserias y las indignidades de los últimos años de la vida son innecesarios, y estoy actuando sobre esa creencia”. Acá hay algo más de detalle, también del mail de despedida citado por Zweig: “Todavía estoy activo, disfruto muchas cosas (excepto las noticias) y moriré como un hombre feliz. Pero mis riñones están en las últimas, la frecuencia de las lagunas mentales está aumentando, y tengo 90 años. Es hora de irme”.

Traduzco estas frases y me conmuevo un poco. No sé bien por qué. Sin dudas que la longevidad extrema, cada vez más frecuente, dará más relevancia a este tipo de preguntas. ¿Hasta cuándo vale la pena seguir? Soy liberal, defiendo el derecho a elegir la propia muerte, pero estas historias me dan un poco de tristeza.

 

3.

Charlie Shackleton es un crítico y director de cine británico que hace unos años, molesto porque la agencia calificadora de películas le pedía más de 1.000 dólares para aprobar sus películas, decidió invertir el peso de la obligación. Si a él, un cineasta independiente, lo forzaban a pasar por la agencia para estrenar sus películas de bajísimo presupuesto, eso quería decir que los “censores” también estaban obligados a ver cualquier cosa que Charlie les mandara.

Se le ocurrió hacer una película llamada Paint Drying (Pintura secándose), la principal metáfora en inglés para describir algo embolante. Juntó plata en Internet para hacerla lo más larga posible (la agencia cobra por minuto) y finalmente entregó una película 10 horas y siete minutos de una sola toma, sin sonido, con una imagen de una pared de ladrillos que de a poco va absorbiendo una mano de pintura blanca. En enero de 2016, a lo largo de dos días, los expertos de la BFCC vieron la película y entregaron su calificación: “Apta para todo público”.

El chiste podría haber terminado ahí (el del artista pobre que se toma una módica venganza contra el sistema), pero con los años la película tuvo una sobrevida muy particular. En Letterboxd, la red social de críticas de películas y series, los usuarios empezaron a usar la página de Paint Drying como una especie de diario íntimo colectivo. Entrada tras entrada (estuve horas leyendo anoche) con historias sobre matrimonios fallidos, redenciones heroicas, depresiones y benficiones, adicciones y quimioterapia: la vida misma.

Esto pasa todos los días, varias veces por día, en distintos idiomas. Ayer, por ejemplo, un venezolano llamado Daniel contó sobre sus problemas de depresión y pidió que le recomendaran películas para sentirse mejor. Enseguida le contestaron (Top secret, After life), porque una de las cosas más sorprendentes de la sección es que tiene muchos likes y comentarios.

A la película de Charlie no la vio nadie, salvo los censores de la agencia británica, pero sobrevive en Letterboxd como una pequeña comunidad de heridos y desesperados, comentaristas de trasnoche, soñadores y perdidos.

Si te gustó esta nota, hacete socio de Seúl.
Si querés hacer un comentario, mandanos un mail.

Si querés suscribirte a este newsletter, hacé click acá (llega a tu casilla todos los jueves).

Compartir:
Hernán Iglesias Illa

Editor general de Seúl. Autor de Golden Boys (2007) y American Sarmiento (2013), entre otros libros.

Seguir leyendo

Ver todas →︎

#95 | Sin ansia en Plaza Congreso

El peronismo y la izquierda necesitan un nuevo formato de “protesta social”.

Por

#94 | Tragedia más tiempo en Bahía Blanca

Dejemos pasar un par de días antes de buscar culpables.

Por

#93 | Los moderados terroristas

‘Zero Day’ es una serie tan confusa que ni siquiera se puede saber si es consciente de la novedad que presenta.

Por