LEO ACHILLI
Diario del Mundial

#9 | El arroyo del medio

Decidirse a atacar no debería requerir de tanto coraje como cruzar el Rubicón.

Grupo G: Camerún 3×3 Serbia
Grupo H: Corea 2×3 Ghana
Grupo G: Brasil 1×0 Suiza
Grupo H: Portugal 2×0 Uruguay

Un resultado tres a tres como el de Serbia y Camerún hace pensar en un partidazo, porque los espectadores de fútbol somos como los que miden la calidad de un restaurant por el tamaño de las porciones aunque la comida sea indigesta. Y algo de eso hubo en ese espectáculo anómalo, cambiante y desparejo, el más disparatado del torneo. Incluso, antes de empezar: André Onana, el arquero titular de Camerún, fue separado del plantel o lo abandonó. La información no es clara al respecto, pero trascendió que tuvo un altercado con el técnico Song. No se sabe en qué consistió el altercado y, según una versión, Onana se fue porque no estaba de acuerdo con el planteo del equipo. Sería razonable que así fuera después de la tristeza y la rigidez con las que Camerún jugó contra Suiza. Onana tiene su carácter. Ex arquero del Ajax y ahora del Inter, es un personaje colorido, original para atajar (me hace pensar en el Loco Gatti), indisciplinado y polémico, que llegó a estar suspendido nueve meses por doping.

El partido empezó muy mal. Serbia, que se había defendido intensamente contra Brasil, recibía de su propia medicina. Camerún hacía lo mismo: defenderse y esperar la famosa pelota parada que en este mundial no venía siendo importante (hasta hoy). Y la pelota parada llegó: fue un córner tocado por alguien en el primer palo que Castelletto empujó en el segundo. Camerún siguió con su libreto, que incluía un buen número de simulaciones, protestas y falsas lesiones. Pero no contó con la astucia de Serbia que, a falta de otro recurso, empató en el descuento con otra pelota parada. Tiro libre de Tadić y gran cabezazo del lateral Pavlović. Desconcierto en Camerún que aprovecharon los serbios para pasar a ganar con un tiro débil de Milinković-Savić que el aquero no supo atajar.

Y empezó el segundo tiempo, que sería el más cambiante y absurdo del mundial. De entrada, Serbia se agrandó y empezó a tocar. Confiado y preciso, logró el tercero (por fin se le dio a Mitrović) después de una sucesión de pases sutiles. Una delicia de gol. Todo estaba dado para que Serbia hiciera lo que hizo Croacia ayer: golear y gustar. Pero Serbia no es Croacia. Y Camerún no es Canadá, sino un equipo, como venimos diciendo de los africanos, cuyos jugadores tienen adentro un crack dormido.

Y Camerún no es Canadá, sino un equipo, como venimos diciendo de los africanos, cuyos jugadores tienen adentro un crack dormido.

Y entonces entró Aboubakar. Vincent Aboubakar, 30 años, es su tercer mundial y hoy juega en Arabia Saudita tras una larga carrera en clubes europeos. En la primera que tocó, Aboubakar gambeteó a varios rivales y le taparon el tiro cuando estaba a punto de descontar. A esa altura, Pavlović había sido reemplazado por lesión y su sector en la defensa no estaba bien cubierto. Mientras los serbios pensaban en cuántos goles iban a hacer, Aboubakar apareció por allí y mostró por qué tenía el 10 de Bochini en la espalda. Recibió un pase largo, dejó sentado a un defensor y la empaló sobre el arquero con calidad exquisita. Fue el gol del torneo, mejor que el de Richarlison contra Serbia (destino serbio: que les hagan grandes goles). Fue tan bueno el gol que el VAR se apiadó y, aunque el línea señaló offside, usó sus algoritmos en bien de la humanidad y lo convalidó.

Dos minutos después, Aboubakar hizo otra gran jugada que culminó con un pase perfecto a Choupo-Moting solo, que la empujó a la red. Tres a tres, cuando Serbia iba camino a un triunfo cómodo. Camerún se había despertado. Su técnico, Rigobert Song deberá explicar, además de por qué se fue Onana de la concentración, por qué dejó a Aboubakar en el banco y sólo lo puso cuando el partido parecía irremediablemente perdido. Después, los dos equipos se volvieron a dormir y la última media hora fue casi tan mala como la primera. Pero me quedé pensando por qué una realidad futbolística tan rica como la que pueden demostrar estos futbolistas permanece oculta durante la mayor parte del tiempo. ¿No será que sólo soñamos que juegan bien y ese sueño los mantiene despiertos hasta que nos despertamos y, entonces, se vuelven a dormir?

El partido que Ghana le ganó tres a dos a Corea tuvo un resultado parecido al de Camerún y Serbia, pero un trámite completamente distinto. Fue menos espectacular aunque más lógico (y mejor, en definitiva). Los dos mostraron más consistencia. Fue el partido del centro, esa especie en extinción en la política. En el primer tiempo, atacaron continuamente los coreanos por la izquierda y el lateral Kim Jin-su la tiró 100 veces al área pero con poca suerte: siempre rechazó la defensa de Ghana. A los 24, el centro lo tiró en la otra área Jordan Ayew mediante un tiro libre; hubo un rechazo, un rebote y Salisu la mandó adentro. Ghana estaba arriba en su primer ataque. En el segundo ataque, tiró otro centro Jordan (hoy jugó de titular con su hermano mayor Andé, como alguna vez lo hicieron en el Swansea) y el que cabeceó fue Kudus, el que dice que es mejor que Neymar (es bueno en serio, además de bocón).

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Dos a cero, partido cocinado, pero no. El técnico portugués Paulo Bento mandó a la cancha a Lee Kang-in, el jugador del Mallorca. Bento es otro de los que debería dar explicaciones (más de eso abajo) en lugar de hacerse expulsar por reclamar más descuento (había dado diez minutos y se jugaron 11). A veces pienso que la condición para reclutar entrenadores en ciertos países es que vengan precedidos por una larga trayectoria de fracasos. El tal Lee cambió el partido: creó espacios con su movilidad y su juego que permitieron que un centro suyo y otro de Kim Jin-su le cayeran a Cho Gue-sung, que metió dos cabezazos formidables (Cho juega en la liga coreana, pero por poco tiempo). Con el envión anímico, Corea parecía tener más interés en ganarlo que Ghana, pero ganó Ghana con otro gol de Kudus: que conectó un centro (esta fue un centro por abajo) de Mensah, uno de los tantos buenos jugadores que tiene Ghana. Hasta el final, Corea buscó pero no encontró. Fue un buen partido, jugado de verdad, muy superior al supuesto partidazo de la mañana, aun con el gol de Aboubakar.

Y otro buen partido, un partido serio, fue Brasil – Suiza. Para Brasil era una gran prueba jugar sin Neymar. Y Suiza fue un rival a la altura, que lo marcó con armas más nobles que Serbia y lo atacó cuando pudo, cubriendo bien los espacios y manejando la pelota con criterio. Pero Brasil tiene una calidad individual, técnica y atlética, superior a la de cualquier equipo (sólo Francia se acerca). Ante todo, maneja mejor de la pelota, la sabe conservar y darle un destino. Aunque no todos los jugadores brasileños sean brillantes, aunque no tengan el genio de Neymar, ni la visión de Thiago Silva, ni la ductilidad inspirada de Casemiro para desdoblarse, ni el desequilibrio de Vinicius (sus cuatro pilares), dominan los recursos del juego. Y Brasil tiene conciencia de esa superioridad, así como de su historia. Lo raro de Brasil es que, con esa ventaja y esa tradición, siga teniendo miedo porque alguna vez perdieron un torneo que parecía asegurado y por eso es más cauteloso de lo que necesita.

Tite reemplazó al lesionado Neymar por Fred, quien entró en el lugar de Paquetá y éste se adelantó en el campo. El primer tiempo fue tenso y parejo. Brasil no podía entrar y Suiza se defendía con calma. En el entretiempo, el técnico sacó a Paquetá (que no había jugado mal) y puso a Rodrygo, más delantero. Y después puso a Bruno Guimarães, más volante central, por Fred. Y después sacó a Richarlison y a Raphinha para poner a Gabriel Jesús y Antony. Es decir, reemplazó a cuatro de los cinco jugadores más ofensivos, como si fueran intercambiables (pero no sacó a Vinicius, que no lo es). Tras un comienzo del segundo tiempo favorable a Suiza, que se acercó al gol, Brasil empezó a dar la sensación de que lo iba a terminar ganando aunque no creaba demasiadas ocasiones. El VAR le anuló un golazo a Vinicius a los 66, pero a los 83 el gol se produjo cuando Vinicius encaró hacia el área, Rodrygo la tocó con maestría para Casemiro, que le pegó fuerte y contra el palo, ayudado por un desvío. El plan había funcionado, aunque Rodrygo hizo no hizo mucho y Antony no hizo nada. Podría no haber ocurrido y el partido terminar en empate. El triunfo no fue consecuencia de los cambios sino de la convicción de ser mejor y tener un plantel muy poderoso. Brasil es el segundo clasificado.

El miedo es sonso

El tercer clasificado es Portugal, que le ganó a Uruguay. Imaginé a los dos técnicos yéndose a dormir abrazados a un pizarrón y soñando con que un rival encontraba un espacio libre. El que haya leído estas crónicas podía prever lo de Uruguay desde el partido anterior, la ausencia inexplicable de un volante ofensivo que señalara Leandro Buonsante en la transmisión y que aquí reprodujimos. Para enfrentar a los portugueses no sólo no puso al famoso volante que faltaba, sino que introdujo un central más y sacó a un delantero, para seguir insistiendo con un mediocampo en el que sobraba Vecino.

Del otro lado, conociendo a Santos, podíamos sospechar que Portugal tenía también algo más interesante que ofrecer. Eso es lo que sugirió en el entretiempo mi amigo Francisco Ferreira, crítico de cine portugués e hincha del Benfica, que me mandó este mensaje: “Ese viejo horroroso deja a dos de los tres mejores jugadores de Benfica (João Mário y Gonçalo, el tercero es Enzo Fernández) para que el viejo vanidoso desfile en el césped. Una tortura todo esto”. Ferreira suele exagerar, pero estoy seguro de que debe tener bastante razón. Santos, como Alonso, se aferró a sus viejos esquemas y además le regaló el equipo a Cristiano. También trajo a Pepe a la zaga central. Y Pepe, a los 39, no está impecable como Thiago Silva con 38.

El primer tiempo fue lo que se preveía. Uruguay nervioso y pegando patadas en nombre de la Garra Charrúa, largamente desacreditada como método para ganar partidos por la historia del fútbol posterior a 1950. A Portugal, sin llegadas, con apenas un poco más de ambición a favor de la movilidad de Bruno y de Bernardo, no le alcanzaba para mucho. En resumen, un primer tiempo horrible, como para molestar a todos los que nos gusta que el fútbol tenga más vida y menos cobardía. En el segundo tiempo, a los 6 minutos, entró alguien corriendo con la bandera del arco iris. La transmisión oficial apenas mostró el incidente. Pero se vio al valiente intruso, a alguien que lo perseguía y, después, al árbitro iraní recogiendo la bandera del suelo y llevándola por unos instantes en el hombro. Simpático.

A los 9 minutos hizo un gol Portugal, del que Cristiano quiso apropiarse pero fue claro que no tocó la pelota.

A los 9 minutos hizo un gol Portugal, del que Cristiano quiso apropiarse pero fue claro que no tocó la pelota y ésta entró directamente ante lo que quiso ser un centro de Bruno y se le coló al arquero. Alonso tardó 10 minutos más, pero finalmente sacó a Vecino y puso a de Arrascaeta. También sacó un central (Godín) y restituyó el delantero (Pellistri). Y Uruguay empezó a jugar mucho mejor. Mucho mejor de lo que había jugado y mucho mejor que Portugal que, muy retrasado, no podía recuperar la pelota y penaba ante cada ataque uruguayo. Hubo al menos tres que pudieron terminar en gol, especialmente un tiro de Gómez (otro de los ingresados) en el palo.

Pero Uruguay se cansó y Portugal hizo tres cambios pasados los ochenta. Antes había entrado Rafael Leão, que produjo poco y ahora entraron Palinha y Matheus Nunes, que ayudaron a controlar el medio. Portugal salió del sofocón, Uruguay dejó de crear peligro y a los 89 la mano siniestra del VAR le regaló un penal por una mano en posición absolutamente natural (no, J. P. Varsky, no creo que haya argumentos reglamentarios para cobrarla; ésa no es una posición antinatural, salvo en los planetas en los que la gente nace sin manos). El autor intelectual fue el canadiense Fischer, el mismo que había hecho cobrar el ridículo penal para Arabia Saudita contra Polonia que atajó Szczęsny. Entre este puritano y su técnico guarango, los canadienses dan una pobre imagen de su país.

Pateó Bruno (Cristiano ya había salido) y convirtió con saltito previo. En el largo descuento pudo ser goleada. Después de su segundo papelón, Uruguay todavía puede clasificar. Tiene que ganarle a Ghana y esperar que Corea no le gane a Portugal por la misma diferencia. Los hinchas uruguayos deberían hacer como nuestro amigo Ferreira y denunciar a su técnico por cobarde. El pobre Ferreira debe estar sufriendo ante la euforia de sus compatriotas. Le mandamos el pésame desde aquí.

Ya pasaron 32 partidos, la mitad del mundial, y no nos dimos cuenta.

 

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Quintín

Fue fundador de la revista El Amante, director del Bafici y árbitro de fútbol. Publicó La vuelta al cine en 50 días (Paidós, 2019). Vive en San Clemente del Tuyú.

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