LEO ACHILLI
Diario del Mundial

#8 | Un domingo de sol

Después de un sábado cauteloso hasta la exasperación, hoy varios equipos salieron a hacer lo que tienen que hacer: jugar al fútbol.

Grupo E: Japón 0x1 Costa Rica
Grupo F: Bélgica 0x2 Marruecos
Grupo F: Croacia 4×1 Canadá
Grupo E: España 1×1 Alemania

Ayer, después del partido, Juan Manuel Trenado escribió en La Nación: “Lionel Scaloni y Gerardo Martino, más que entrenadores parecieron evaluadores de riesgo de una aseguradora. En el estado de situación actual para ambos, mejor pasar por cobarde que quedar eliminados, deben haber pensado. Los dos reformularon sus equipos con claras intenciones defensivas.” No lo conozco a Trenado pero me pareció acertado de su parte. Y valiente. No son las cosas que se dicen en los grandes medios después de una victoria.

La frase remite a la discusión que llevo manteniendo conmigo mismo (con la debida paciencia de los lectores), desde que Scaloni, cuando llegó a Qatar, dijo aquello de que los mundiales los ganan los cautelosos. Por hacerse caso casi deja a su equipo afuera. Una catástrofe de la que lo salvaron Messi, Enzo Fernández y el Tata Martino como entrenador del peor seleccionado mexicano que yo haya visto en un mundial.

Pero si bien la cautela produce cada tanto estas calamidades, sería necio no reconocer que es la modalidad más extendida entre los equipos que clasificaron para el mundial, lo que hace suponer que también lo es entre los que no clasificaron. La gran mayoría de los entrenadores prefiere, como dice Trenado, pasar por cobardes, aunque la contrapartida no sea quedar eliminados sino pasar por valientes. Que les reprochen haber ido a buscar el partido más allá de lo que aconseja la prudencia. Y esto vale para los equipos grandes, los medianos y los chicos.

Que les reprochen haber ido a buscar el partido más allá de lo que aconseja la prudencia. Y esto vale para los equipos grandes, los medianos y los chicos. 

Los resultados están más o menos a la vista, aunque todavía falta mucho. En alguna edición anterior decía que la imagen más representativa del torneo era la de los jugadores que salen, agotados vacíos y también enojados porque no los dejan seguir jugando. Todavía no se ha inventado la manera de eliminar la humillación de ser sustituido. Pero si hubiera una máquina capaz de medir estas cosas, se llegaría a la conclusión de que los jugadores sustituidos son, en general, los que más arriesgan, los que no se esconden detrás de jugadas simples. A menos que hagan dos goles, es la pérdida de una pelota lo que les sirve de excusa a los técnicos y lo que queda en la memoria de los comentaristas. Es terrible depender, sobre todo en el caso de los seleccionados nacionales, de un tipo que se gana el sueldo simulando que conduce a un equipo en el que los jugadores no entrenan juntos y tiene que hacerse ver, dar órdenes y administrar más castigos que premios porque la tribuna siempre reclama a otro. Los cinco cambios y los planteles más largos contribuyen a que esa tendencia se acentúe.

La vieja Bélgica

El torneo es tan irregular que solo un equipo ganó los dos partidos (y, con España, fue el único que tuvo dos buenas presentaciones). Pero eso no me disculpa por haber hablado tan bien de Japón y tan mal de Costa Rica después de sus primeros partidos. A Japón lo clasifiqué entre las buenas noticias del fútbol de estos años cuando, por lo visto hoy, es más probable que haya retrocedido con respecto a mundiales anteriores y que esta versión sea más cautelosa, más rígida y menos imaginativa. Los ingresos de algunos jugadores hábiles (Ito, Mitoma, Asano) no lograron cambiarle la cara. Los cinco cambios son difíciles de manejar y muchas veces parecen producto de una necesidad de cambiar algo, sin saber exactamente qué. 

Si Japón defraudó mis expectativas, Costa Rica, a quien descalifiqué después de la goleada contra España, volvió a ser la de otros mundiales: un equipo defensivo y lento pero paciente, prolijo, que muestra cierta elegancia en los desplazamientos y no tortura la pelota. Costa Rica esperó su oportunidad y, después de ir mejorando poco a poco, la encontró al final en su primer tiro al arco de la Copa, un zurdazo muy bien colocado por el lateral Fuller. Y así quedó en carrera, aunque tiene que enfrentar a Alemania. 

Bélgica la tiene difícil. En los últimos días circularon declaraciones de Kevin De Bruyne (tomadas de la entrevista que le dio a The Guardian) según las cuales su equipo está viejo y no puede pensar en ser campeón. De Bruyne, que en la entrevista se muestra como un tipo sincero y malhumorado, se quejó después del partido con Canadá de que lo hubieran elegido la figura del partido cuando había jugado muy mal. Y hoy jugaron peor, tanto él como su equipo. Marruecos les ganó merecidamente 2 a 0. Habíamos dicho que Marruecos estaba burocratizado pero tenía talento en sus filas. Hoy vimos jugar bien a uno de sus jugadores con chispa, Sofiane Boufal, un habilidoso que hoy está en el Angers tras peregrinar por varios clubes. Lo descubrí en el Southampton, le vi hacer goles de gran jerarquía, pero también suele ser el primero que sale. Y hoy no fue la excepción. El técnico lo sacó inexplicablemente cuando estaba haciendo un muy buen partido, como parte del revoleo de cambios. Sin embargo, después de esos cambios vinieron los goles. ¿Quién puede decir que el técnico se equivocó?

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Fue el partido de las cosas raras con los arqueros. Bono, el de Marruecos, se retiró por una descompostura después de cantar el himno. Y a Courtois le hicieron dos goles iguales en los que tuvo una gran responsabilidad. Dos tiros libres cerrados, uno de la derecha, otro de la izquierda, solo que el primero lo anuló el VAR porque Saiss fue a la pelota y estaba adelantado. En el segundo, Saiss la tocó y el VAR no se quejó. De todos modos, la actuación marroquí fue muy decente, mejoró largamente lo hecho contra Croacia. 

Whisky japonés

Y Croacia enfrentó a Canadá. Yo había hecho un chiste un poco pesado con los canadienses. Dije que mientras el whisky japonés era digno, el vino canadiense era tan malo como su fútbol. Más temprano, se vio que esta añada del whisky japonés se parecía más bien al Old Smuggler, pero estuve a punto de tener que presentar la renuncia a este diario y pedir perdón de rodillas. Eso fue al minuto del partido, cuando Alphonso Davies convirtió de cabeza el primer gol de Canadá en la historia de los mundiales. Unos minutos antes, Canadá había ganado por primera vez la Copa Davis. Entre Davis y Davies era el momento más glorioso de la historia del deporte canadiense. Y yo, desde este humilde diario, era el único comentarista al que el fútbol canadiense no lo había impresionado en lo más mínimo, mientras que el resto estaba ávido de ratificar los elogios que le habían hecho al equipo en el primer partido, aunque hubieran perdido con Bélgica. 

Por suerte San Luka Modric y sus muchachos vinieron en mi auxilio y no tuve que pedir el cambio. Tras unos minutos de vértigo impuesto por los norteamericanos, Croacia tomó el control del partido haciendo lo que los canadienses no saben, no comprenden, no les interesa: alternar las cortas con las largas, el ritmo lento con el rápido, saber cuando hay que acelerar y cuando hacer una pausa, asegurar el destino de la pelota antes que imprimirle velocidad a las piernas. Fue un partido entretenido: Canadá tuvo ocasiones, peleó en toda la cancha, fue estimulante verlos correr con tanto entusiasmo. Pero en lo que hace el juego, Croacia le dio una lección: defendió con serenidad, hizo circular la pelota, buscó espacios y desmarques, atacó con gran peligro desde la izquierda, el centro y la derecha. Fueron cuatro pero pudieron ser más. Se lucieron, entre otros, Kramaric (autor de dos goles), Modric, Kovacic y Perisic. Canadá está eliminado. Su técnico debería dejar de pretender que reinventó el fútbol usando herramientas de marketing.

El postre del día más entretenido en lo que va del torneo fue España vs. Alemania, dos equipos que me gustaría seguir viendo.

El postre del día más entretenido en lo que va del torneo fue España vs. Alemania, dos equipos que me gustaría seguir viendo. España pasará con seguridad y Alemania depende de que España le dé una mano ganándole a Japón. Lo de hoy fue muy bueno por ambas partes: es del mejor fútbol que se puede jugar hoy a nivel de selecciones. Los dos pueden perder o quedar eliminados, pero juegan a ganar y compiten 90 minutos a suerte y verdad. Es el fútbol que deberíamos ver siempre, salvo que los cautelosos han empiojado este espectáculo y un partido así resulta una rareza. Los dos tienen grandes jugadores, por supuesto. Pero no tienen grandes jugadores en todos los puestos. En ese sentido, son menos que los mejores equipos de clubes. En particular, no tienen grandes delanteros. Alemania tiene a Neuer, a Rudiger, a Kimmich, a Gundogan, a Musiala, a Sané (¿por qué no es titular?). España tiene a Rodri, a Laporte, a Jordi Alba, a Busquets, a Pedri. Pero para jugar de punta, Alemania no sabe si recurrir a Havertz, a Muller o a Fullkrug, tres estilos completamente distintos. España, en ese puesto alterna entre el yerno Ferrán (que es más wing) y Morata. Pero el juego fluye, no se detiene, se imagina y se marca, se toca y se retrocede, se frena y se arranca, pero siempre se juega.

España empezó mucho mejor, tocando y combinando. España sabe a qué juega. Alemania no está seguro, pero tal vez tenga más calidad individual. Así, emparejó y, más necesitado del triunfo, lo fue a buscar. A la hora de juego, España pareció frenarlo en seco con un gol en el que definió muy bien Morata tras gran pase de Alba. Hansi Flick hizo el revoleo de cambios habitual cuando se pierde y falta poco. Entró Niclas Fullkrug, un jugador de 29 años que anduvo en general por el ascenso y ahora juega en la Bundesliga para el Werder Bremen. Su gran temporada llevó a que lo convoquen por primera vez a la selección este año y fue el jugador de campo más veterano en debutar en la selección. JP Varsky estuvo gracioso comparándolo con los viejos tanques alemanes, un estilo que parecía pasado de moda. Fullkrug entró a llevarse todo por delante. Sané hizo dos grandes jugadas. En una, Musiala pateó al medio y sacó el arquero; en la otra Musiala la paró, giró y desde atrás llegó Fullkrug que le pegó un derechazo rotundo y puso el empate. Es el fútbol que le gusta a la gente. Pero solo a la gente que le gusta el fútbol.

Hoy el VAR no intervino. No hubo penariolas y solo apareció para ratificar lo que el ojo humano estaba en condiciones de ver sin su presencia. Mañana es el último día de levantarse a las 6 de la mañana. Me temo que voy a terminar extrañando este disparate. 

 

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Quintín

Fue fundador de la revista El Amante, director del Bafici y árbitro de fútbol. Publicó La vuelta al cine en 50 días (Paidós, 2019). Vive en San Clemente del Tuyú.

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