A esta altura del partido es clarísimo que el desarme de las Lefis no salió bien. Más allá de las explicaciones, que tienen su lógica, lo cierto es que en los últimos 35 días hubo muchos cambios. Tres subas de encajes, idas y vueltas con la posibilidad de encajar con bonos, dos licitaciones sorpresas, ventanillas de liquidez, cambios de horarios, etc. Está muy bien cambiar, implícitamente reconocer que las cosas no salieron bien y buscar que salgan mejor. Esperemos que los últimos cambios puedan hacer dos cosas: bajar la volatilidad de las tasas y, aunque sea marginalmente, bajar el nivel de la tasa. Recordemos que sacaron las Lefis de 29 y la tasa hoy vale más de 75% en un momento en donde la inflación va bien y la actividad no necesita ser enfriada. Quizás no estaba tan mal sacar las Lefis, pero el timing, en la mitad del tema de las retenciones y con las elecciones por delante, no fue ideal.
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La prioridad es contener el dólar. Con un traspaso a precios tan bajo, vale preguntarse si tamaño apretón monetario se justifica. Es contrafáctico, pero parece exagerado. Suena más al Peluca con sus teorías que a un equipo que se caracteriza por la experiencia de mercados y su pragmatismo. Pero es mucho más difícil estar ahí que comentar desde la tribuna. Eso ya lo sabemos. Pero la tribuna tiene un rol. El riesgo electoral es un factor que probablemente el Gobierno sobreestima en sus discursos, pero seguramente no es cero. Los bancos no deberían ser vistos como culpables. No porque sean carmelitas descalzas, sino porque el rol del banco es ganar plata, no apoyar los objetivos de política. Una de las máximas de la política económica es que es un ajedrez. Si jugás con blancas, tenés que siempre pensar cómo moverán las negras diez jugadas para adelante. Culpar a las negras de querer ganar la partida no hace sentido. Otro detalle: la demanda de dinero (clave para que baje el dólar) también depende en parte de la volatilidad de tasas.
Con todo esto, la tasa alta va a impactar en el nivel de actividad porque el crédito va a sufrir y la cadena de pagos se pondrá más pesada. Es cierto que en la Argentina el sistema pesa menos que en otros lados y el dolor será menor. Pero también es cierto que hasta ahora la magnitud del aumento de tasas fue muy fuerte. Probablemente el impacto no haga cambiar el voto de muchos, y seguramente las prioridades del Gobierno cambien en noviembre. Pero hay un riesgo ahí.
La inflación fue el punto más alto de la semana. El dato de 1,9% estuvo bastante en línea. Nosotros decíamos 2%, el REM del Banco Central estaba en 1,8%. Pero el mejor número fue la inflación núcleo, que salió en 1,52%, lo más bajo desde noviembre de 2017. Chapeau . Dio 1,9% porque los precios estacionales que ayudaron un tocazo en mayo y junio con deflaciones subieron 4% en julio. Lógico y esperable. Los datos de empleo formal de mayo fueron relativamente buenos, con incremento de puestos de trabajo por segundo mes consecutivo. Se pierden en la industria, pero se recuperan en otros sectores, especialmente en el comercio.
Para esta semana esperamos los datos fiscales de julio, que descontamos vendrán con un lindo superávit primario. Veremos los datos de comercio exterior de julio, en donde queremos ver si siguen bajando las importaciones, y veremos el PBI de junio, que podría venir con una mejora pequeña contra mayo o estable.
Obviamente seguiremos el affaire tasa de interés, evolución de préstamos y todo lo que pase en el poscierre de listas. Un tip para los encuestadores: sigan la venta de entradas de Homo Argentum. Con el endoso de Milei la verán muchos y tantos otros no irán, aunque se mueran de ganas. Metan el dato en el modelo, que quizás tenga algo de capacidad predictiva.
Hasta la semana que viene.
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