La implementación de la fase 3.5 no resultó como esperaba el Ejecutivo. El Banco Central discontinuó las LEFIs que absorbían la liquidez de corto plazo y las autoridades pensaron que el mercado se volcaría masivamente hacia las Lecaps, bonos del tesoro con plazos algo más extensos. Esencialmente creyeron que a los bancos les resultaría indiferente un papel a un día versus instrumentos de 15-30 o 45 días. No la vieron. La tasa corta se desplomó a niveles ridículos y para corregir esa distorsión tuvieron que salir a captar fondos pagando una tasa muy elevada. Bastante más alta que la vigente antes de desarmar el sistema. Todo esto en un contexto donde el dólar avanzó unos cuantos mangos, típico de momentos de incertidumbre.
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Sin dudas esto no era lo que buscaba el Ejecutivo. La volatilidad en las tasas tendrá su costo para la economía, pero eso no quiebra el modelo. Siempre supimos que habría inconvenientes de implementación que luego se corregirían. A los economistas nos preocupan más las cuestiones políticas como las derrotas en el Senado o los cambios en la opinión pública que un tropiezo en la ejecución de la política monetaria. Estamos frente a un equipo pragmático que sabe cuándo debe cambiar de rumbo. A veces, los malabares los realizan puertas adentro como cuando lanzaron la base monetaria amplia para sostener que no había emisión cuando sí la había y estaba justificada, sólo para no dejar en offside al presidente.
Más allá del paso en falso, las variables clave se mantienen saludables. La inflación de junio en 1,62% superó las expectativas. El índice núcleo en 1,7% marcó el menor registro en la era del Peluca. Creemos que los números de julio ya no serán tan favorables. Entre la nafta, los productos estacionales y algo de traspaso por la suba del dólar, la inflación podría volver a superar el 2%. Nada grave. Con todo, seguimos pensando que el año cierra en 28% o alguna décima menos, con el índice girando en el último trimestre a velocidad del 20%.
Lo fiscal continúa en orden. Otro superávit en junio. Hubo más recursos discrecionales para las provincias que claramente no alcanzaron para frenar a los gobernadores. Para infraestructura sigue sin haber un peso. Buenos registros en cuanto a subsidios. En los últimos 12 meses el 40% del gasto se destinó a jubilaciones y pensiones. Es claro que los jubilados cobran poco, pero el Estado entre jubilaciones y planes incluyendo los bonos de los jubilados destina más del 60% del presupuesto. Y esto incluye intereses.
La actividad como venimos señalando mantiene claroscuros. El crédito continúa avanzando pese al aumento de la morosidad. En la Argentina ya no hay “V corta”, pero tampoco recesión. Las importaciones muestran fortaleza, aunque cayeron en términos intermensuales por segundo mes consecutivo y la energía lidera la recuperación de las exportaciones, pese a precios más débiles. Se acumularon algunas reservas y con la mejora de la calificación de Moody’s debería reducirse el riesgo país. Sobre todo, si las autoridades consiguen estabilizar esta volatilidad que ellas mismas generaron.
Para esta semana, estaremos pendientes de los números del PBI de mayo que serán “más o menos” cuando se los compare contra abril, aunque en términos interanuales haya algunos que se golpeen el pecho. Habrá información sobre súper y shopping incluyendo el nuevo indicador del INDEC que incorpora elementos de los Purchasing Managers’ Index (PMI) —índices de actividad empresarial— que se usan en el exterior. Veremos las repercusiones del cierre de listas donde habrá heridos, despechados y mucha casta en todos los partidos.
Hasta la semana que viene.
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