La última vez que nos vimos te recomendé el podcast de Joe Rogan con David Mamet. Después Mamet apareció en otros programas (Real Time with Bill Maher entre ellos) y Paul Schrader puso en Facebook algo muy gracioso.
MAMET. No me sorprendió cuando su carrera viró a la derecha. Siempre imitó al dramaturgo que más admiraba, Harold Pinter. Cuando Harold perdió su toque artístico, se entregó a la ultraizquierda. Hace años que Mamet no es un dramaturgo viable y siguió la misma trayectoria… solo que hacia la derecha. ¿Por qué? Porque ahí podía obtener más atención. Siempre fue una persona a la que le gustaba incomodar y pudo llamar más la atención alineándose con los ideólogos de Fox y Trump. Me hace acordar a un comentario de Mishima cuando le preguntaron por qué se había unido a la ultraderecha en los 60. Contestó con cierta rebeldía que lo hizo porque “la izquierda ya estaba llena”.
Schrader fue el guionista de Taxi Driver (iTunes), pero es mucho más que eso. Como director hizo, justamente, Mishima: A Life in Four Chapters, y a los 75 años (misma edad que Mamet) está en plena actividad. Sus dos últimas películas son más que interesantes: First Reformed (Movistar Play / Claro Video / Google Play / iTunes) y The Card Counter. Esta última es un oscuro relato sobre un veterano de la Guerra de Irak con estrés postraumático que se gana la vida jugando en torneos de póker gracias a su habilidad para contar cartas. Se está proyectando en el BAFICI: este jueves a las 21.40 h. en el Gaumont es la última función. Las entradas están agotadas, pero igual la película se consigue en algún lugar de la internet. No lo leíste en este newsletter.
No quiero tomar partido entre Mamet y Schrader. Yo los quiero a los dos (inserte meme). Pero me gusta que dos tipos talentosos, viejos cascarrabias, sean tan bocones. Además, es una buena oportunidad para volver a su obra.
Prometí la última vez tener dos buenas películas de 2021 o 2022 para recomendar hoy y, si soy exigente, debo decir que no tengo. La que más me gustó fue X, de Ti West. No está mal Spencer, de Pablo Larraín, pero me hubiera gustado haber visto algo mejor.
Ti West es uno de los grandes directores de terror de este siglo, pero no forma parte de esa corriente que podríamos llamar algo peyorativamente “terror elevado”. Hay un gran momento en la última Scream (Movistar Play / Google Play / iTunes) en la que Tara (Jenna Ortega) recibe el clásico llamado telefónico de Ghostface (Roger L. Jackson), en el que el asesino le propone un juego de preguntas y respuestas sobre cine de terror. Ella dice que le gusta The Babadook porque es “terror elevado”, a diferencia de la franquicia Stab, que es en el universo meta de Scream la versión ficticia de la propia franquicia de Scream. Tara nombra también a It Follows (Google Play / iTunes), Hereditary (HBO Max) y The Witch (Netflix). Podría haber mencionado Get Out (Movistar Play / Google Play / iTunes). Obviamente no a ninguna película de Ti West.
Ti West tiene la virtud de no pretender hacer “terror elevado”, pero no por eso sucumbir a lo berreta. Digamos que sus películas “se elevan” no por las referencias temáticas o la estética artie sino, nada más y nada menos, por la manera clásica y rigurosa de narrar. Es frecuente que uno se pregunte cómo se va a salir con la suya sin la originalidad de un Ari Aster o un Jordan Peele. Pero la originalidad está sobrevalorada o, incluso, puede ser un obstáculo para valorar una película. Ojo, mi opinión.
X es un slasher (ese subgénero del terror que consiste en un grupo de jóvenes que son asesinados uno por uno hasta que queda el último, usualmente una mujer) y sin los juegos meta de Scream ni la originalidad de It Follows logra asustarnos, sorprendernos, hacernos reír y finalmente hacernos agradecer que existe el cine.
Es el año 1979. Wayne Gilroy (Martin Henderson) es un productor de cine porno que alquila un galpón en una granja alejada para filmar una película. Lo acompañan su novia y actriz Maxine Mink (Mia Goth), la pareja de actores Bobby-Lynne (Brittany Snow) y Jackson Hole (Scott Mescudi), y un camarógrafo con aspiraciones artísticas, RJ Nichols (Owen Campbell), con su novia y asistente, la inocente Lorraine (otra vez Jenna Ortega, con destino de scream queen). El dueño de la granja es Howard (Stephen Ure), un viejo veterano de la Segunda Guerra que no sabe que van a filmar una porno y al que no le agradan esos jóvenes drogadictos y promiscuos. Howard vive con su mujer, una anciana espectral y medio zombie. Como nos mostró Stanley Kubrick en El resplandor (HBO Max) y Ari Aster retomó en Hereditary: no hay nada más terrorífico que un viejo en bolas. Los cuerpos, tema principal de los slashers y de toda película de body horror, acá cobran un nuevo significado por el contraste entre la juventud y la vejez de la carne.
¿Te lo vendí y querés ver más de Ti West? Hay poco en plataformas. En Netflix está el western In a Valley of Violence y para alquilar en Google Play y iTunes la anterior, The Sacrament. ¿El resto? Torrent, mi viejo.
Otra película interesante, pero un poco menos, es Spencer, la biopic de Lady Di que hizo Pablo Larraín. El director chileno, por alguna razón que se me escapa, se especializa en biopics de mujeres afligidas (bueno, hizo dos; suficiente para marcar una tendencia). Pero no cuenta esas historias de manera clásica. Prefiere hurgar en un momento clave de sus vidas y obtener así una especie de síntesis de su persona. (¿Son biopics, entonces?) Lo hizo con Jackie (Movistar Play / Google Play / iTunes), en la que se detuvo en el asesinato de su esposo John Fitzgerald Kennedy, y ahora con Spencer se detiene en la Navidad de 1991, el principio del final de su matrimonio con el Príncipe Carlos.
La Diana Spencer de Larraín y Kristen Stewart es una especie de millennial avant la lettre con problemas alimenticios que no sabe lo que quiere, pero sabe lo que no quiere: lo que está viviendo. Si le hubiera tocado trabajar en una oficina, también estaría hinchada las pelotas. Larraín es muy bueno para transmitir la claustrofobia de la familia real y Stewart colabora hablando siempre en susurros porque hasta las paredes oyen. Una princesa presa en su castillo.
No hay mucho más que eso en Spencer, pero la película me hizo pensar en otra cosa. En el newsletter pasado dije que los CEOs y founders de unicornios son los héroes y villanos de hoy. Me atrevo a ampliar la idea. De la misma manera que el enorme catálogo de personajes de Marvel y DC creados a lo largo de 80 años sirven como materia prima para cientos de películas y series, hay otro catálogo de personajes cuyos derechos no tienen dueño y los puede usar cualquiera: los de la vida real.
Tanto Diana Spencer (que está también a partir de la cuarta temporada de The Crown [Netflix]) como Mark Zuckerberg, Magic Johnson, Edward Snowden, Pamela Anderson, O. J. Simpson, Lucille Ball, Barack Obama, Diego Maradona y mil más son héroes y villanos que están ahí para ser usados como materia prima para contar historias.
Todavía esas historias tienen pretensión de veracidad, lo cual de alguna manera pone un límite a la creatividad. Un límite laxo, porque se pueden hacer genialidades igual, pero límite al fin. Pero ya va a llegar el momento en que alguien corte del todo con la obligación de contar la verdad e imagine realidades alternativas en las que se filtra un video porno de Donald y Melania Trump, o la Reina Isabel abdica para tener su propio programa de cocina en la BBC.
Nos vemos en quince días.
Si querés anotarte en este newsletter, hacé click acá (llega a tu casilla martes por medio).
Si te gustó esta nota, hacete socio de Seúl.
Si querés hacer un comentario, mandanos un mail.