El acuerdo con el FMI entró en trabajo de parto. Se sienten las contracciones y van preparando la epidural. Ya sabemos que son 20.000 millones, es decir unos 6.000 millones limpios de los vencimientos de los próximos cuatro años. Pero la novedad es que el desembolso inicial podría ser mayor a los 6.000 millones, lo que dejaría a la Argentina con reservas positivas y un poco más de aire. Pero hay otras cosas importantes que aún necesitamos saber: en esencia, cuál será la política cambiaria para los próximos meses.
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Para resumir las posiciones, el Gobierno está cómodo con el esquema actual hasta las elecciones; el FMI quiere más flexibilidad cambiaria. Hace tres meses parecía que el poder estaba todo del lado de los Toto boys; hoy pareciera que Washington recuperó fuerza en la discusión porque la Argentina entró en una situación más estresada y necesita recuperar la confianza lo antes posible. Todas las posiciones son recontra entendibles. No hay buenos y malos acá. El Gobierno no quiere hacer olas justo en el año electoral y el FMI no quiere que se usen las reservas para defender un tipo de cambio que no les cierra.
El Banco Central vendió dólares en nueve ruedas consecutivas y las reservas brutas ya están en 25 mil millones y pico. Subieron otra vez los futuros del dólar y se creó una angustia que probablemente se podría haber evitado. Que suban los futuros implica que hay gente dispuesta a pagar una tasa de interés alta por cubrirse de una devaluación. El hecho de que el Gobierno emitiera un bono dólar linked debería haber ayudado, pero el viernes los futuros volvieron a subir. Algunos pensaban que el Banco Central intervendría, pero hasta donde se sabe no lo hizo. Como dijimos en otros episodios, los fundamentos de la economía argentina son buenos. Hay superávit fiscal, buen crecimiento, recuperación de salarios y el déficit externo de 2025 no será grande. Es cierto que el Gobierno comunicó mal la historia del Fondo desde el principio, y el sainete de esta semana con las declaraciones de Toto y la vocera del FMI tuvieron olor a movidas de apuro.
En este contexto, la pregunta que se hacen algunos es si el Gobierno aún puede mantener su plan A: no hacer cambios mayores en el crawling peg y recibir dinero sin ofrecer nada en el corto plazo. La respuesta no la tenemos. Salir del cepo es sin duda incómodo y riesgoso, pero también tiene sus ventajas. Hoy hay menos oferta de dólares de la que habría si no hubiera ataduras cambiarias. En un esquema simplificado podemos pensar que si los Toto boys consiguen cambiar el ánimo del mercado más o menos rápido pueden aspirar a seguir con su plan A y volver a poner el genio en la botella. Si no, habrá que buscar otras arquitecturas. También es cierto que abrir el cepo en una situación de baja confianza no es una buena idea. Nuestra visión siempre fue que abrir el cepo era menos grave de lo que algunos creen. Pero obviamente hay que hacerlo en un momento de buena onda. Si no, es poner el dedo para que te lo corten. Ahí radica la idea de hacerlo después de las elecciones: llegas con más meses de superávit, una economía más robusta y probablemente con un buen resultado electoral.
En la economía real, sobresalió el dato del PBI de enero que fue mejor de lo esperado. Un crecimiento de casi 0,6% mensual y 6,5% contra enero pasado. Aun si en los próximos meses la economía se desacelera a 0,3% por mes, el crecimiento puede estar cercano al 6%. Los datos de febrero auguran un crecimiento secuencial probablemente inferior al de enero, aunque hay que tener cuidado con las desestacionalizaciones de este año porque este año Carnaval cayó en marzo. Los números de los analistas que usamos software enlatados no siempre capturan bien esa sutileza. En febrero volvió a cerrar la cuenta corriente con déficit, con pocos pagos de importaciones, lo que debe explicar la alta demanda de dólares de marzo. Lo bueno de los números externos de febrero es que el Banco Central intervino en el contado con liqui un poco menos de lo que estimaba el mercado y consumió menos de la mitad de las reservas de enero.
Para esta semana lo más importante será ver si el Banco Central cambia la onda y empieza a recuperar reservas de la mano de una cosecha que no fue mala y precios de petróleo que subieron un par de dólares. El martes sale la recaudación de marzo y el lunes Milei se podrá golpear el pecho con el dato de pobreza que seguramente bajó fuertemente respecto al primer semestre del 2024.
Hasta la semana que viene.
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