Partes del aire

#43 | Preguntame cualquier cosa

Algunas respuestas para los lectores.

¡Hola! Espero que estés bien.

Para este último newsletter del año, les pedí el martes que me pregunten cualquier cosa y la respuesta fue espectacular: más de 50 preguntas de los temás más variados, aunque con énfasis, lógicamente, en la situación política. Traté de no dejar nada afuera, fusioné las preguntas parecidas o sobre el mismo tema, acorté las que eran demasiado largas y pasé la tarde y la noche de ayer respondiendo. Espero no haber respondido cualquier cosa. Aclaración: casi no hay referencias al proyecto de ley ómnibus del gobierno porque las preguntas son anteriores y casi todas las respuestas también. Acá va:

 

Dada la alta inflación de estos meses y al menos un tercio de la economía en negro, ¿cómo se sostiene el consenso social que dé tiempo a que las reformas surtan algun efecto y no se genere algún grado de estallido social? –Fernando Durante

El presidente Milei lo viene sosteniendo con una tarea intensa de evangelización sobre la gravedad de la herencia recibida (a veces exagera un poco, pero no mucho) y bajando mucho las expectativas: todas sus promesas de paraíso son de acá a entre dos y 35 años. Si sus votantes del ballotage le creen, tendrá pocos problemas de estallido social genuino. Después de todo, fue elegido con una plataforma de cambio profundo y está ofreciendo cambio profundo.

Después está la cuestión de lo que se llama “la calle”, que no necesariamente es estallido social genuino sino más bien, como vimos estos días, marchas partidarias disfrazadas de reclamo social. Eso puede horadar algo la confianza en el gobierno, aunque los métodos de la llamada “protesta social” han sido tan vaciados por sus dirigentes que ya no deberían significar mucho.

¿Cuán parecido ves al personaje Dwight Schrute de la serie The Office, a nuestro actual presidente? –Alejandro Romero

Lo veo más parecido a su jefe, Michael Scott, gerente de la sucursal Scranton de la papelera Dundler Mifflin, un personaje con alma de actor, irritante pero convencido de que es una buena persona, y en general lo es. Un tipo que genera burlas iniciales pero después es respetado, que parece que hace todo mal pero al final tiene nobleza y es querido: un tipo con suerte a pesar de sí mismo, subestimado constantemente, que finge querer batalla pero al final, como todos, solo busca ser querido y admirado.

¿Por qué los argentinos no solemos reconocer la verdad ante hechos consumados? –Gustavo González

Los argentinos tenemos una extraordinaria capacidad de posponer las soluciones a nuestros problemas, aun ante evidencia contundente de que hacen falta decisiones urgentes. Hay que “evitar evitar”, me dice siempre mi psicólogo, citando a otro psicólogo más famoso cuyo nombre ahora no recuerdo. Los argentinos somos expertos en evitar, demorar, posponer. O procrastinar, en el lenguaje utilitario del siglo XXI.

Empezamos 2023 con alguna voces (cómo la de Campanella) pidiendo que JxC se institucionalizara cómo un partido. Lo terminamos con JxC al borde de romperse. ¿Cómo ves el futuro de la coalición? –Martín Mataus (Eduardo Aguilar, Ignacio Gorupicz, Osvaldo, Pablo González Catán, Alberto Chiarelli y José Sánchez hicieron preguntas parecidas)

Me gustaría responder esta pregunta dentro de tres o cuatro meses. El corazón de Juntos por el Cambio desde 2019 ha estado en sus interbloques en Diputados y en el Senado. Esos interbloques ya no existen, especialmente en Diputados, por lo que formalmente queda poco de JxC a nivel nacional (en las provincias la situación es mejor). Lo que queda es la historia compartida, algo de confianza entre dirigentes y, comparada con la del peronismo, una visión de país bastante similar. La novedad es la aparición de La Libertad Avanza, encima en el gobierno nacional, que crea una situación inédita para la coalición.

Yo siempre fui muy oficialista de Juntos por el Cambio, creía que era mucho más que un vehículo para derrotar al kirchnerismo, y defendí los intentos por salvarlo. Me parecía una pena perder algo que había llevado tanto tiempo construir. Aunque sigo creyendo que la construcción de mayorías (sobre todo las legislativas y en las gobernaciones) es un proceso largo y paciente, hoy soy menos optimista sobre el futuro de la coalición. Veremos. Los límites están menos claros de lo que parece y muchos dirigentes entienden que la inmensa mayoría de los votantes de JxC en octubre votó a Milei en noviembre y quiere que le vaya bien. Después en el medio está la política, que a veces es una fuerza liberadora y otras, inmovilista y paralizante.

¿Estás escribiendo algún libro? ¿Tenés algo en mente? –Matías Bauso

No, pero una de las razones por las que dejé de trabajar en la política después de diez años es para volver a escribir libros, algo que hice mucho en mis treintas pero dejé de hacer en mis cuarentas (culpo a la política). Veremos cómo me va en mis cincuentas, que empezaron hace dos meses.

¿Vos “veías” que se venía Milei? Quiero decir, ¿estaba claro que la mayoría quería un cambio y que JxC no lo expresaba? –Silvia Mercado (Luis Guillermon hizo una pregunta parecida)

Veía y no veía. O no quería ver, porque en política, sobre todo en campaña, uno confunde el pronóstico con el deseo. Veía una vitalidad, una energía social en ascenso, pero también repetía el mantra (correcto hasta hace cinco minutos) de que el sistema político argentino es inhóspito para los outsiders o los candidatos sin partido.

La segunda parte de la pregunta es la más interesante: al primero que le escuché decir que en los grupos focales salía con claridad que JxC representaba el “juntos” pero no el “cambio” fue a un consultor de campaña de JxC en mayo o junio. Por lo tanto, el surgimiento de Milei representaba un desafío de “primera magnitud” (diría Pagni) a la estrategia de JxC.

Finalmente creo que eso es lo que pasó: al revés de muchos analistas políticos, para quienes la figura de Milei canalizó un enojo contra toda la clase política, creo que una mayoría de votantes quería un cambio profundo para dejar atrás la era kirchnerista-populista. Y a JxC quizás no lo veían como culpable del problema pero tampoco como una solución, sobre todo porque había tenido la oportunidad de arreglarlo y no lo había arreglado. En una elección definida, como la de 2015, por cambio o continuidad (ni “dictadura o democracia”, como decía el peronismo, ni “grieta o diálogo”, como decían Schiaretti o Rodríguez Larreta) el cambio fue Milei.

¿Sigue existiendo la grieta? ¿A quiénes divide? –Darío González M.

Nunca me pareció útil la metáfora de la grieta, en parte porque no describía con precisión lo que estaba pasando en la política argentina y en parte, más importante, porque su uso podía llevar a estrategias políticas equivocadas. El desafío al resto del sistema siempre fue el kirchnerismo, que por una cuestión de simetría llevó a muchos analistas a encapsular a todos los demás en “el otro lado”. Lo que había, en realidad, era un grupo que quería imponer sus ideas anacrónicas e incorrectas sobre el resto del país. Y otro grupo, variopinto, no sólo político, que quería evitarlo. No había un punto medio superador entre ambas alternativas.

De todos los desafíos políticos que tiene el oficialismo para asegurar la gobernabilidad, cuál es –para vos– la batalla más ardua, la que le puede costar todo o casi todo: ¿sindicatos, movimientos sociales, gobernadores, la oposición, el Congreso? –Sofía Posleman

Todas esas corporaciones más empresarios (algunos), medios (algunos) y otros grupos menores. Esto muestra, ya que estamos, que un clivaje (palabra de politólogo) creciente en la política argentina es el de los ciudadanos contra las corporaciones y que no todo se explica en los ejes izquierda-derecha, populismo-republicanismo o peronismo-antiperonismo. Las corporaciones como actores sociales privilegiados, obstáculos para el cambio, dueños ocultos del Estado, es un fenómeno reciente, y del que hemos escrito bastante en Seúl.

Igual la batalla más ardua del gobierno de Milei, en mi opinión, la va a tener dentro de sí mismo, a la hora de tener una estrategia política única, coordinada, ejecutada consistentemente. Eso no será inmediato (es un laburo que sólo se aprende laburando), pero debería estabilizarse más temprano que tarde. Y debería tener alguna flexibilidad más amplia que ir siempre al choque, redoblar la apuesta, revolear la carta del referéndum, pedir amarilla ante cualquier roce. Se aprenderá en el camino. O no.

¿De qué manera, si es que la hay, ¿entendés que la inteligencia artificial puede incidir en las formas o contenidos de hacer política? –Marcelo de Palermo

Justo estoy en una fase bastante escéptica sobre la capacidad de los partidos políticos para “aprovechar” la tecnología en su favor. Creo que el ecosistema actual de las redes sociales, con millones de voces diciendo cada una lo suyo, al margen de las campañas y los gobiernos y los medios, es imposible de controlar y que la única diagonal es, como hizo Milei, ponerlos a trabajar para vos y hacerlos sentir los jefes del proceso. Pero es muy difícil, porque tiene que ser genuino y los partidos y los candidatos tienden a ver las redes y la tecnología no como un lugar de comunidad o militancia sino como un canal más de comunicación.

Dicho esto: IA. También soy escéptico de que tenga enormes efectos en el mediano plazo. Los modelos de lenguaje que estamos viendo en estos meses tienen algunos resultados espectaculares, pero en un campo de acción limitado. ¿Cómo podría pasar a la política? Quizás tu pregunta sugiere la posibilidad de armar mensajes hiper-segmentados, un uno a uno virtual del candidato con cada ciudadano. Yo no sé nada de nada, pero ya vi venir e irse dos oleadas del sueño de la micro-segmentación y al final sus resultados fueron dudosos. Algunos se entusiasmaban, otros tenían pánico: acordate del furor por/contra Cambridge Analytica, que terminaron siendo más vendedores de humo que ingenieros sociales. Yo veo muchos de estos procesos como modas pasajeras, que van dejando un sedimento. Sí veo aplicaciones de IA en la gestión pública, sobre todo en atención ciudadana, pero tampoco en el corto plazo y es otra conversación.

¿La clase media-alta argentina podrá algún día dejar de ser tan llorona? –Harry Ingham

Nuestra clase media-alta es, en efecto, muy llorona. Como todas nuestras clases sociales.

Sostengo que el gobierno de Milei no será un éxito extraordinario ni un fracaso catastrófico. Creo que va a terminar en una especie de “empate” que, en comparación con gobiernos anteriores, no sería un mal resultado, pero que va a requerir otra cosa en 2027. ¿Coincidirías con esta hipótesis? –Alejandro Sala

En principio no. Dada la herencia, la enorme fragilidad económica (olvidada en estos días de decretazos y megaproyectos) y la infinita ambición reformista del presidente creo que estamos en un escenario de “Gloria o Devoto”, cielo o infierno, todo o nada.

Ojo que también puedo opinar la contrario. De esta manera: de la Argentina contemporánea se dijo mil veces que estaba al borde del abismo, que la situación no daba para más, que la crisis era inminente, ¡que tenía que pasar algo! Y al final no pasaba nada: Argentina se las ingeniaba para eludir la crisis y las soluciones e insistir en su mediocridad, a mitad de camino de todo. O sea que por ahí tenés razón.

Como amante de esta ciudad y ex vecino, ¿qué esperas del nuevo intendente de San Isidro? –Ramón Lanús

Una de mis noticias favoritas de los resultados electorales de octubre, en una noche con pocas buenas noticias, fue el triunfo de Ramón Lanús en San Isidro. Porque sé cuánto trabajó para conseguirlo, cuánto le costó que le dieran la oportunidad de competir y porque terminó con una gestión familiar que llevaba más de medio siglo. Era hora de cambiar.

Sé que San Isidro tiene problemas urgentes, como la inseguridad, pero en el mediano plazo me gustaría verla retomar su lugar como capital y símbolo de la zona norte, hoy un poco perdido ante el crecimiento y el dinamismo reciente de Tigre. No tengo dudas de que lo vas a lograr.

¿Por qué a HRL le fue tan mal en las PASO en CABA, donde estaba en teoría su electorado base? –Nati Gelfman

Por la misma razón por la que creo que le fue mal en la elección nacional: porque pifió el diagnóstico sobre qué estaba pidiendo una mayoría de votantes en general y los de JxC en particular. Horacio creía (genuinamente) que el principal bloqueo al crecimiento argentino era la grieta y que el diálogo debía ser el camino del futuro. Y una mayoría de los votantes de JxC creía que el principal bloqueo al crecimiento argentino era el kirchnerismo. Votó a la que prometió con más claridad dejar atrás al kirchnerismo.

Me gusta el tema de la batalla cultural, que el gobierno de Cambiemos perdió por paliza. ¿Cómo crees que se plantea el problema ahora, teniendo en cuenta la siempre buena prensa que tienen los intelectuales de izquierda que mimaron o se refugiaron en los brazos del kirchnerismo? –Eduardo Tallerico (Fabricio González, Santiago García Vence, Fabricio González, Pablo Gaiano, Héctor López Irabedra y Aldo Rizzi hicieron preguntas parecidas)

Defino a la batalla cultural como la disputa por sentidos comunes en la sociedad en general y en las élites en particular. Si “la emisión no genera inflación” es una idea dominante, o al menos no ridiculizada, será imposible construir una macroeconomía como la de la mayoría de los países. Salir a pelear la idea de que la emisión sí genera inflación me parece, por lo tanto, un intento valioso. El hecho del propio Eduardo Belliboni, del Polo Obrero, lo admitiera ayer en televisión muestra de que este sentido común cambió.

No estoy de acuerdo, sin embargo, en que los intelectuales de izquierda siguen dominando la discusión en una mayoría de temas. Hay que quejarse menos. No sólo en economía (donde todas las encuestas muestran que el sentimiento de los argentinos viró desde el estatismo hacia el liberalismo), también en cuestiones como seguridad o derechos humanos. La Policía de la Ciudad está usando pistolas Taser en ciertos contextos y a nadie se le mueve un pelo. El discurso rígido que había impuesto el kirchnerismo sobre los ‘70 hoy está resquebrajado: se les puede reclamar por qué las organizaciones guerrilleras siguieron poniendo bombas y matando gente después del regreso de la democracia, por ejemplo, y tampoco pasa nada. Y así con un montón de temas. El proteccionismo, por ejemplo. O la necesidad de tener empresas públicas.

Aun así, sospecho que vamos a una guerra de trincheras, por motivos que exceden a la situación política argentina e incluyen la ideologización de muchos ámbitos de la vida social y la masificación de las redes sociales. Estarán los convencidos de un lado y los convencidos del otro tirándose granadas retóricas (esperemos que sólo retóricas) al infinito, sin progresos evidentes. A veces alguno ganará un metro, otras veces lo ganará otro. Igual valdrá la pena, porque sería peor no hacerlo. El caso de los ataques de Hamas contra la población israelí es una muestra de un debate quizás estéril pero indispensable.

¿Corre Milei hoy el riesgo de terminar como Aníbal Ibarra, destituido por un juicio político, tal como afirmó Verbitsky en una nota después de la última elección? –Sergio Delgado

Prefiero ni hablar del tema. Yo quiero que a Milei le vaya bien en la que para mí es su tarea principal (y el corazón de su mandato electoral): bajar la inflación, ordenar la macroeconomía. Y quiero que le vaya bien porque si le va mal la vamos a pasar todos como el culo.

¿Es verdad que no tomaste notas durante la presidencia de Macri? ¿Saldrá alguna vez Cambiamos II? –Pablo Mazza

Es verdad. Después de dos años tomando notas durante la campaña, que fueron la base de Cambiamos, quise empezar mi rol como funcionario 100% comprometido con la responsabilidad que significaba. Y no estar en cada reunión pensando “qué buen libro que voy a escribir con esto”. Igual en algún momento me gustaría escribir algo sobre aquellos años.

¿Cómo fue que en los ‘90 se instaló la cumbia y desde entonces nunca dejó de ocupar el centro cultural también en clases medias y altas? ¿Perdieron el rock, el folklore y el tango o ganó una transformación social que venía con ritmo de cumbia incorporado? –Angel Sabatini

Un poco de las dos cosas, supongo. Por un lado, hasta los ‘90 el mango de la sartén de los consumos culturales lo tuvo la clase media. Las publicidades de la tele le hablaban a la clase media, los programas existosos tenían familias de clase media, los valores que se expresaban eran los de un país que se sentía de clase media.

A fines de los ‘90 eso cambió, por la transformación social (la crisis del modelo aspiracional de la convertibilidad), por el cambio político (la exaltación de lo marginal y villero del kirchnerismo) y también por cambios más amplios en todas las sociedades, marcados por las crisis de autoridad y de confianza y el fin de los consumos masivos gracias a Internet. Todo esto, combinado con la idea, todavía vigente, de que ya no hay artes altas y bajas, consumos sofisticados y consumos populares, llevó a esta fragmentación y aplanamiento en el que vivimos: cumbia en todas partes, pero también géneros nuevos en ascenso y otros en etapa de madurez, como el rock, que va camino al consumo de nicho donde están hace tiempo el tango y el folklore. (Todo esto me lo acabo de inventar, pero creo que algo hay. Lo seguiré pensando.)

Las medidas propuestas en estos días por Milei, ¿fueron implementadas en otros países? ¿Con qué resultados? –Ricardo Schusterman

El contenido sí; la forma, más dudoso. Esto no es una valoración del contenido ni de la forma, pero sí puedo decir que buena parte del plan anunciado por Luis Caputo hace unos días, como muchas de las reformas contenidas en el DNU y en el paquete anunciado ayer (del que leí poco), toman como referencia marcos regulatorios habituales en otros países, a veces desarrollados y a veces incluso de nuestros vecinos. Pero estos países acumularon estas reformas durante varios años, consolidándolas y apisonándolas, dándoles legitimidad y respetadas por todo el arco político. Hay algo en el pum-pum-pum regulatorio de estos días que se me escapa, quizás no lo entiendo. No veo la necesidad de mezclar temas tan distintos en un solo proyecto, porque dificulta la posición de diputados que aprobarían muchas cosas pero no todas, y siento que algunas de las reformas buscan arreglar cosas que no están rotas o no es tan urgente arreglar, como la lista sábana.

¿Qué le recomendaríamos al “peronismo bueno” (si eso existiese) para remontar toda las pifias que lograron persistentemente ejecutar y celebrarse entre ellos? –Emanuel Pedraza

Ah, el peronismo racional, ese animal mitológico que seguimos invocando. Yo les recomendaría dos cosas, pero porque me convienen: 1) que se resignen a la macroeconomía estándar, la que se aplica en casi todo el mundo, porque es el único piso sobre el cual pararnos para después discutir otras cosas, y 2) que acepten que son un partido político legítimo, popular y representativo, pero no la encarnación del pueblo ni de la Nación. Eso les permitirá a ellos y a nosotros vivir más tranquilos, sin la tensión constante de vivir en el abusmo de la derrota total.

¿Creés que lo mal que lo estamos pasando es consecuencia de los gobiernos anteriores o que en realidad a nadie le importa la gente y la finalidad es cambiar figuritas para seguir enriqueciéndose? –Malka Guel

Más bien lo primero. No me resigno a abandonar mi fe en la política y los políticos como herramienta y vehículos principales (aunque no únicos) de la transformación social. Mi experiencia es que una mayoría de los actores políticos combinan idealismo y cinismo en dosis variables, pero ninguno es 100% cínico (y tampoco 100% idealista). Si tuviera que elegir un mix ideal, metería dos tercios de idealismo y un tercio de cinismo (al que llamaría, si tuviera que vender esto, “pragmatismo”).

¿La Argentina se divide en tercios en el esquema político nacional? –Walter Villalba

Es una hipótesis de moda. Y la foto dice eso. Pero creo que está todo muy en el aire. Veremos.

¿Qué opinás del “no la ven”? –Oscar Flores

No me gusta, pero la entiendo. Es la borrachera de las primeras semanas en el poder, cuando todo son posibilidades y los errores todavía son invisibles. Pero es una actitud defensiva, que divide a la gente entre iluminados (los que la ven) y ciegos (los que no), con demasiado énfasis en la cuestión de fe. Pronostico y deseo que con el tiempo esta euforia se irá aplacando.

¿No sentís que este gobierno es un ‘all in’ furioso? Lo digo porque si sale mal queda pegado el PRO y ahí se va cualquier chance de ser un país normal. –Martín Rubén Cerfoglio

Esta pregunta llegó antes de la presentación del megaproyecto de ley. Ahora, la respuesta indudable es que sí, que el gobierno está en un all in furioso. Como soy bastante miedoso en cuestiones de estrategia política (“prudente”, diría alguien que me quiere), esta aceleración regulatoria, o desregulatoria, me da un poco de vértigo. Abre demasiados frente de batalla, iguala proyectos centrales con accesorios y proyectos bien pensados con otros que parecen hechos más a las apuradas. Pero el mundo es de los valientes y yo no soy uno de ellos.

Con respecto al PRO, Sebastián Mazzucca, autor de Seúl y uno de los politólogos argentinos más prestigiosos (enseña en la Universidad Johns Hopkins, en EEUU), dice que un riesgo central de un eventual fracaso de Milei es el desprestigio generacional del liberalismo como propuesta política. Veremos. Siento que estamos en medio de un vendaval y que todavía es difícil mirar algo con nitidez.

¿Qué busca Milei enfrentado al Congreso? ¿El clima de beligerancia lo beneficia? ¿Juega acaso con el desconcierto y confusión de sus adversarios? –Roberto Starke (Pablo Mugica hizo una parecida)

Ojalá haya una estrategia política detrás de todo esto. Quizás la haya. Una estrategia podría ser “tiramos todo esto para que nos aprueben el 50% de las reformas y con eso nos conformamos”. O, menos atractiva: “Tiramos todo esto para que nos lo rechace el Congreso, probar que la vieja política ‘no la ve’ y mandamos un referéndum”. No lo sé. Mi hipótesis, incluso después de haberlo sufrido desde adentro, es que cuando un gobierno se ve caótico casi siempre es porque es caótico. Pero veremos.

Bueno, hasta acá llegamos. Mil gracias a los que mandaron preguntas, me ayudaron a pensar. Y disculpas a los que se quedaron afuera, pero son casi las dos de la mañana y no doy más. A los demás, gracias por leer y un muy feliz 2024. Nos estaremos viendo. ¡Abrazo!

 

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Hernán Iglesias Illa

Editor general de Seúl. Autor de Golden Boys (2007) y American Sarmiento (2013), entre otros libros.

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