Los que tenemos algunos años estamos acostumbrados a que diciembre sea siempre un lío. Si bien aún estamos a mitad de mes y no hay que cantar victoria antes de tiempo, da la sensación de que viviremos la fiesta en paz, como decían nuestros abuelos. Más allá de los logros macroeconómicos indudables, como el superávit primario y la inflación más baja en cuatro años, hay que reconocer que la situación social no es cómoda. Pero algo cambió en la sociedad: hay más paciencia. Una reflexión que leí por ahí, de alguien que no la pasa bien, decía: “Estamos igual que el año pasado, pero antes íbamos para abajo. Ahora vamos para arriba”. Esa esperanza, sumada a la total falta de credibilidad de quienes empujan los problemas de diciembre, probablemente nos juegue a favor de un fin de año más tranquilo.
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En la macro sobresalió el 2,43% de la inflación de noviembre. Por primera vez, el valor se acercó mucho al 2% de devaluación más la inflación internacional. Si el dólar no hubiese subido a 6,05 en Brasil, sería mejor todavía, porque recordemos que mirar el dólar solamente nos da una versión parcial de los acontecimientos. En cualquier caso, el dato de inflación fue muy bueno: la inflación núcleo, es decir, la que marca la tendencia, quedó en 2,7%, una baja de 20 guitas respecto del 2,9% de octubre. Dio 2,4% porque hubo deflación de precios estacionales, algo que se revertirá en diciembre. Probablemente este mes haya una pequeña suba en la inflación, algo que nadie ve como grave. Mientras quede debajo del 3%, podremos decir que es un buen dato.
Los datos de actividad de este cuarto trimestre ya no mejoran como en el tercero, pero van para arriba. En noviembre se vendieron más motos y se produjeron más autos, pero en indicadores como los despachos de cemento seguimos flojos. Tampoco anduvo bien la faena de carne. Sin embargo, el crédito sigue su vuelta triunfal con un crecimiento sólido, aunque no tan exuberante como hace un par de meses. La economía caerá alrededor del 3% este año, lo que no es un mal dato, dado que todos pensábamos más en 3,5% hace algunos meses. Para el año que viene queda un arrastre de 2 puntos, con lo cual el pronóstico de 5% no es tan optimista. En términos de empleo, esta semana se confirmó que el sector privado generó puestos de trabajo tanto en agosto como en septiembre. El sector público tuvo pequeñas caídas, como en el resto del año.
El desafío estará dado por la heterogeneidad sectorial. Es claro que no todo el mundo sentirá los efectos. El gobierno reconoce que la Argentina está cara en dólares, pero no hay demasiado que pueda hacer al respecto en el corto plazo. A largo plazo, promete más productividad con una nueva arquitectura que incluya menos regulaciones, trámites y curros, y por otro lado, menos impuestos. Pero, dado que el equilibrio fiscal es lo que le da credibilidad al gobierno, no se puede pensar en una baja de impuestos inmediata.
Además, el problema está en que muchas provincias y municipios, de hecho, subieron impuestos. El gobierno dice tener casi lista una reforma tributaria que les dará más potestades fiscales a las provincias. Esto sería un gran paso, pero la dificultad estará en aprobarla en el Congreso. La experiencia muestra que las provincias eficientes quieren más potestades porque tienen la legitimidad para cobrar impuestos, mientras que las ineficientes no. Si hacemos la cuenta, no es claro que haya suficientes manos a favor.
Para esta semana tenemos muchos indicadores. El lunes sale el PBI del tercer trimestre, que nos ayudará a confirmar o no los buenos datos de los indicadores mensuales que ya tenemos. El martes conoceremos los precios mayoristas y el costo de construcción. El miércoles, el desempleo y los datos de exportaciones e importaciones de bienes de noviembre. Y toda la semana seguiremos con el sainete político. No tenemos extraordinarias ni presupuesto, pero las internas en el peronismo y el gobierno invitan al pochoclo.
Hasta la semana que viene.
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