En el ítem Cosas Que Estuve Leyendo En Los Últimos Días agregué «La historia de tu vida» (1998), un cuento largo o novela corta del chino norteamericano Ted Chiang que inspiró la película La llegada (2016) de Denis Villeneuve. Llegué al cuento por la película. Y llegué tarde a los dos: la semana pasada.
No suelo leer ciencia ficción y seguro debo de estar perdiéndome muchas cosas. Pero, ya lo sabemos, hay demasiados libros y el tiempo es finito así que, en mi recorte personal, el género se ha quedado del lado de afuera.
Vi la película sin tener idea de qué se trataba. Doce naves extraterrestres llegaron a la Tierra (previsiblemente hay una en territorio estadounidense) y una experta en lingüística es convocada por el ejército para descifrar el idioma de los aliens. Quieren saber sus intenciones. Lo siguiente que tenemos que saber es que también llamaron a un físico y que −en el pasado, así comienza la película− la lingüista tuvo una hija que murió. Lo que me pasó después de verla es que nada me cerraba. ¿Por qué resuelve de una manera tan simplista como inverosímil el conflicto central? ¿Y cuál es ese conflicto? La radical imposibilidad de comunicación entre especies diferentes.
No sabemos cómo perciben y se comunican estos seres así que escribamos con un fibrón en una pizarra la palabra “humano” y listo. Así se resuelve.
Entonces fui a buscar el libro.
El autor
Nació en Nueva York en 1967 y parece que es un escritor de culto. Experto en informática, habitual redactor de manuales de software, se toma su tiempo para publicar ficción: en 30 años escribió 19 relatos, casi todos premiados (18, para más precisión).
No tengo muchas ideas para escribir historias. Si tuviera más ideas, las escribiría, pero por desgracia sólo me vienen a intervalos largos. Mi objetivo principal tiene que ver con plantearme cuestiones filosóficas y hacer experimentos mentales, intentando dilucidar las consecuencias de ciertas ideas.
Aunque es considerado un autor de ciencia ficción, hay quienes dicen que lo que hace es ficción especulativa y que por eso se emparenta con Borges, no tanto en la forma de su escritura sino en los temas: la cábala, el destino, el libre albedrío, las paradojas, la presencia o ausencia de Dios, el Oriente, la naturaleza del tiempo.
El cuento
Hay extraterrestres, pero son una excusa. No se trata de una invasión, no están en 12 sino en 120 lugares alrededor del mundo. No hay hipótesis de conflicto ni suponen un riesgo para la humanidad y esto marca una gran diferencia con su trasposición al cine. «La historia de tu vida» es más un relato de ideas y emociones que de acción, pone en jaque las concepciones sobre los modelos humanos de la física y es, ante todo, una pregunta sobre el lenguaje, la percepción del tiempo y el libre albedrío.
Está narrado en primera persona por una de las lingüistas convocadas para traducir el idioma alien, que va contando sus avances. Mientras esto pasa, la protagonista le cuenta a su hija fragmentos no cronológicos de la historia de su vida (la de la hija). Este formato narrativo dual es el gran hallazgo de Chiang, porque así logra entramar los avances científicos con los descubrimientos vitales de la hija desde la niñez hasta la edad adulta. Razón y emoción se equilibran perfectamente y no solo eso. A medida que avanzamos, se entremezclan.
La lingüista y el físico trabajan juntos, van ensayando hipótesis tentativas para conocer el idioma de los heptápodos (así llaman a los extraterrestres) y eso supone primero saber cómo perciben porque estamos frente a una especie completamente diferente. No es un detalle menor. La tarea es mucho más que una simple traducción o decodificación: se trata de resolver, desentrañar, comprender. Chiang conjuga la lingüística y la física de manera convincente. Esto sería suficiente mérito, pero la trama personal con la hija agrega una dimensión que va más allá de lo emocional y se convierte en recurso literario. Nuestra concepción del tiempo estalla junto con la de los personajes.
Los heptápodos no perciben el tiempo como nosotros. Para ellos no hay atrás ni adelante, no hay pasado ni futuro y así es su lenguaje: no lineal, todo el sentido junto en el mismo instante. Pero la palabra “instante” es también una referencia temporal, ¿cómo decirlo? Necesitaríamos expresarnos como ellos, percibir como ellos. Los heptápodos no hablan y escriben como si estuvieran diciendo algo nuevo, parecen actores interpretando un guión. Ya saben lo que van a decir, ya saben lo que van a hacer porque todo ya fue dicho y hecho en ese espacio infinito que es el tiempo para ellos. También es así el tiempo para la protagonista: sabe qué decir y qué hacer, sabe lo que ha vivido y lo que va a vivir.
Eso los lectores lo vamos descubriendo de a poco, pero no secuencialmente porque ya todo estaba dicho desde el inicio del relato. Dice la narradora a poco de empezar:
Sé cómo termina esta historia; pienso mucho en ello. También pienso mucho en cómo comenzó, hace sólo unos años, cuando unas naves aparecieron en órbita y unos artefactos aparecieron en las praderas.
¿Cómo sería la vida, cómo la viviríamos, si supiéramos de antemano lo que nos va a pasar? ¿Tomaríamos las decisiones que nos llevan hacia lo que está escrito aunque eso suponga dolor? ¿Es que tenemos alguna chance de no hacerlo?
En una conversación pública que tuvo en Buenos Aires el año anterior a su muerte, le preguntaron a Borges sobre la libertad:
Yo creo que el libre albedrío es una ilusión necesaria. En este momento me siento libre. Pero si usted me revela ahora que el momento en que yo dije “en este momento me siento libre” yo no podía decir otra cosa, yo acepto que no existe el libre albedrío. Pero necesitamos esa convicción de algo, quizás falso, para escribir. Es decir, tenemos que pensar que elegimos. Posiblemente seamos piezas, pero tenemos que pensar que somos los jugadores que mueven esas piezas.
Eso es lo que descubre la protagonista del cuento de Chiang, o lo que siempre supo. Y no es gratuita la referencia a Borges porque el eterno Georgie hace un cameo en el cuento. La lingüista repasa una fábula de Borges que le da pistas para pensar en nuestra concepción del tiempo a partir de las leyes simétricas de la física.
Los heptápodos no son libres ni están predestinados tal y como entendemos esos conceptos; no actúan de acuerdo con su albedrío, ni son autómatas indefensos. Lo que distingue el modo de consciencia de los heptápodos no es sólo que sus acciones coinciden con los acontecimientos de la historia; es también que sus motivos coinciden con el propósito de la historia. Actúan para crear el futuro, para realizar la cronología.
La película
Supongo que habrá sido un gran desafío la adaptación de este relato al lenguaje cinematográfico, atado a una secuencialidad mucho más limitante que la del lenguaje escrito. Tal vez por eso el guionista Eric Heisserer optó por engañar al espectador desde el comienzo con un falso recuerdo y guardarse la información para armar un desenlace imprevisto (plot twist , si prefieren). Chiang, en cambio, explota la potencialidad del lenguaje literario que le permite jugar con todas las variantes de la temporalidad sin limitarse a la analepsis y la prolepsis (flashback y flashforward, si prefieren). Dosificando correctamente información y secreto, lleva a los lectores hacia destino de manera tan sutil y paulatina que nosotros creemos que llegamos solos. No quiere sorprendernos.
Claro que no deben compararse obras en lenguajes tan diferentes como la literatura y el cine y no es lo que estoy haciendo. Sé que La llegada es una adaptación cinematográfica, que está considerada como una de las mejores obras de Villeneuve y que tuvo 8 nominaciones a los premios Oscar. Y también sé que no sé nada de cine pero fue así como llegué al libro y la comparación se hace sola.
Para cerrar, me quedo con la lectura de «La historia de tu vida» (muchas ideas, poca acción) y dejo guardados los otros cuentos de Ted Chiang en el ítem Cosas Que Tengo Que Leer Cuando Tenga Tiempo.
Nos leemos en quince días.
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