LEO ACHILLI
Diario del Mundial

#3 | Confesiones de un crédulo

Cuando Arabia Saudita le dio vuelta el partido, Argentina perdió la confianza y debutó con una derrota sorpresiva. La buena noticia es que México y Polonia parecen peores.

Grupo C: Argentina 1×2 Arabia Saudita
Grupo D: Dinamarca 0x0 Túnez
Grupo C: Polonia 0x0 México
Grupo D: Francia 4×1 Australia

Tengo buenas noticias. Vi el 0 a 0 entre México y Polonia. Pocas veces vi equipos tan malos, tan mezquinos, tan faltos de talento y tan poco generosos. Jugaron un mundial como quien cumple con una tarea comunitaria por haber violado la ley. Atacaron con dos y defendieron con nueve, no hicieron más que tirar pelotazos y los jugadores estaban siempre separados por 50 metros. Si tienen buenos jugadores, nunca se va a notar jugando así. El partido fue una mala noticia, pero la buena es que Argentina les tiene que ganar a los dos, incluso por más de un gol de diferencia. Así de malos son México y Polonia.

Y ahora hablemos de Argentina, de lo que pasó temprano esta mañana y se convirtió en uno de los resultados más sorpresivos de la historia de los mundiales, sólo superado por Estados Unidos (1) – Inglaterra (0) en Brasil 1950. Y acaso igualado por Argentina (0) – Camerún (1) en Italia 1990. Pero ese debut desastroso tuvo, al menos, un atenuante: ese día, los cameruneses le pegaron hasta a la madre. Pero, además, la decepción fue mayor porque la unanimidad en el pronóstico era absoluta. (Alguien podría dejar de leer acá aduciendo que la unanimidad no puede sino ser absoluta, pero sean buenos, fue un día triste y estoy cansado).

Contemos rápidamente el partido. Arabia Saudita sorprendió al mundo planteando un sistema defensivo que pareció no sólo anticuado sino suicida. Un 4-4-2 con tres líneas casi juntas y muy adelantadas, con la idea de defenderse provocando el offside, pero sin contar con que los jugadores argentinos tenían la precisión suficiente como para meter pases en profundidad que dejaran a un delantero solo frente al arco. Pero ni siquiera pareció que eso iba a ser necesario, porque a los dos minutos el VAR inventó otro penal-VAR por un supuesto agarrón a Paredes. Convirtió Messi con clase y Argentina se dedicó a tirar esas pelotas filtradas a las que invitaban los árabes. En una de ellas, a los 26 minutos, Lautaro Martínez convirtió con elegancia después de un pase de Papu Gómez. Pero el VAR semiautomático lo anuló por el lóbulo de una oreja.

En algún momento, un saudita tiró un caño espectacular. No puede identificarlo, pero debería haberlo hecho y anotado el minuto: fue la señal de que ellos estaban tranquilos.

De pronto, Argentina empezó a fallar los pases sin que hasta allí los árabes se hicieran notar por otra cosa que por su estrafalario (y fallido) sistema defensivo. Argentina no hacía circular la pelota, no sorprendía desde atrás y los jugadores empezaron a conformarse secretamente con el resultado. Nos fuimos al descanso con la sensación de que Argentina terminaría goleando, aunque molestos porque había algo que no funcionaba bien, como si el equipo no estuviera preparado para enfrentar una innovación táctica tan esquemática por parte del rival. En algún momento, un saudita tiró un caño espectacular. No puede identificarlo, pero debería haberlo hecho y anotado el minuto: fue la señal de que ellos estaban tranquilos. Y lo ratificaron a los dos minutos y a los siete del segundo tiempo con dos golazos, dos definiciones de gran categoría que ustedes seguramente vieron.

Allí se acabó el partido, aunque faltaba un tiempo entero. La Argentina perdió la confianza que le quedaba y lo que parecía fácil se transformó en imposible. ¿Por qué pasó? No tengo una respuesta. Lo cierto es que pasó y el juego se desinfló sin la confianza. Messi dejó de ser el héroe resplandeciente que empezaba un mundial consagratorio y volvió a mirar el piso, a fallar los pases, a errar los tiros, a perderla en la gambeta. Me pregunté, incluso, si Messi estaba bien físicamente para jugar. Los demás (con la posible excepción de Gómez y Di María) lo imitaron, incluso en cuanto al estado físico. Cinco minutos más tarde, a los 14′, Scaloni hizo tres cambios juntos, como si se hubiera inspirado en Groucho Marx: “Si no les gusta el equipo que puse, acá tengo otro”. Los cambios sonaron bartoleros y no resultaron. El que hizo después tampoco. Ni siquiera vale la pena hacer nombres. Los árabes se fueron retrasando, hicieron cada vez más tiempo, simularon lesiones, pegaron alguna que otra patada (no muchas). Argentina tuvo un par de ocasiones de gol, pero sólo porque, a esa altura, los rivales también se pusieron nerviosos ante la inminencia de un triunfo colosal.

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Confieso que no fui de los que creyeron de entrada en Scaloni y me pareció apresurado el triunfalismo de la scaloneta. Pero al final, los resultados y la confianza que el equipo demostró a partir de la Copa América me terminaron convenciendo de que mi escepticismo era un prejuicio, aunque el entrenador no me cayera simpático y el núcleo duro de su vestuario tuviera algo de esas patotas que se agrandan contra los débiles. Supongo que me debe haber convencido, sobre todo, la recuperación de Messi en estos meses. Siempre quise que Messi tuviera su mundial. Pero es posible que haya confundido mis deseos con la realidad. Es más, creo que debería haber previsto que algo de esto podía pasar. Me transformé en un crédulo y ahora soy un crédulo frustrado. Estoy en penitencia.

No vale la pena hablar más del tema. Por lo pronto, no tengo mucho para decir. Argentina tiene que jugar mejor que hoy y con dos rivales tan precarios en perspectiva, deberá clasificarse. Después, seguramente, empezará otra historia.

El fútbol fue de Francia

No solo hubo un 0 a 0. Hubo dos. Pero el de Dinamarca y Túnez no fue tan malo como el otro. Fue simplemente el resultado de dos equipos cautelosos (a esta altura es el lema del torneo) que no mostraron herramientas para superar al adversario. Dinamarca había hecho una buena Eurocopa, en la que atacó, hizo circular la pelota, mostró jugadores interesantes y dejó una gran imagen. Lo de hoy fue un pálido reflejo de ese equipo, aunque se le sumó Eriksen. Túnez resultó otro equipo africano rocoso, no desprovisto de técnica, capaz de jugarle de igual a igual a Dinamarca, pero sin un ápice de imaginación.

Hay un jugador danés que me resulta un misterio: Mikkel Damsgaard. Tiene 22 años y en la Euro hizo dos goles memorables y un par de chiches como para calificarlo entre los elegidos. Cuando terminó la Euro, lo miré en el Sampdoria, donde era suplente, hizo dos goles en dos temporadas y no se destacó. Ahora es suplente en el Brentford, donde no hizo goles y jugó unos pocos minutos. Hoy entró un rato y volvió a demostrar que tiene talento, pero parece ir en camino de perderlo.

La cuota de fútbol del día estuvo a cargo de Francia, que goleó a los siempre simpáticos australianos. Francia era una incógnita después de tantas bajas, y tal vez lo siga siendo, pero hoy pasó muy bien la prueba del debut. Iba perdiendo a los 8′ después de una gran definición de Craig Goodwin tras gran desborde y pase de Mathew Leckie, un viejo conocido de los mundiales. Pero el gol australiano fue una desgracia con suerte: se lesionó el lateral izquierdo Lucas Hernandez (el que juega en el Bayern Munich) y entró su hermano menor Theo (el que juega en el Milan), que para mí es un jugador superior, que además encara por la punta como un wing.

Australia es un rival débil que deja jugar, pero Francia lució robusta a pesar de que la defensa no parece muy firme.

El gol despertó a Francia, Dembélé empezó a desbordar por derecha, Mbappé por izquierda, Griezmann enlazó las líneas, Theo picó al ataque, Giroud fue una amenaza permanente y Rabiot (un jugador que no suele convencerme) jugó un gran partido. Del medio para arriba, solo Tchouaméni se mostró más bien tímido. A los 26′ empató Rabiot de cabeza tras centro de Hernandez y Francia empezó a crear jugadas de gol. Giroud (el jugador al que todos amaban criticar porque salió campeón sin meterla) concretó dos y Mbappé la restante. Pero pudieron ser más porque Francia se mostró contundente. Australia es un rival débil que deja jugar, pero Francia lució robusta a pesar de que la defensa no parece muy firme. Pero es un equipo para ver, incluso parece más agresivo que en el mundial anterior.

La FIFA nos sigue regalando espectáculos más largos de los programados, es como los bises en los conciertos. Será para compensar la falta de fútbol: nos dan cantidad en vez de calidad. Y el VAR sigue haciendo de las suyas. Hoy no sólo le regaló el penal a Argentina sino también uno a Polonia, que Lewandowsi fabricó y Ochoa le atajó. Pero hubo un tercero: fue a favor de Dinamarca por una mano no sólo incobrable sino indigerible. El mexicano del VAR (Guerrero) llamó al mexicano del campo (Ramos) para que la pite, pero Guerrero se plantó y dijo no. Lo felicité mentalmente, pero me pareció raro que entre mexicanos se pisaran los tamales. Al final resultó que la razón para no cobrar el penal no fue que la mano fuera un disparate, sino que cuando fue al monitor vio un empujón previo del delantero y con eso salió del paso.

Los cuatro partidos seguidos me dejaron arruinado.

 

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Quintín

Fue fundador de la revista El Amante, director del Bafici y árbitro de fútbol. Publicó La vuelta al cine en 50 días (Paidós, 2019). Vive en San Clemente del Tuyú.

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