It’s never bad to be early, except in death and taxes.
–Jimmy McGill
Hay una frase de Foucault que siempre me gustó: “Se trata de llegar a ser lo que uno verdaderamente es”. Me informa mi amigo Luis Diego Fernández que está tomada del subtítulo de Ecce Homo, de Nietzsche: “Wie man wird, was man ist” (“Cómo convertirte en lo que eres”, asegura el Google Translate). Me gusta sobre todo por lo que sugiere: que no es fácil ni automático “ser lo que uno es”, que requiere un movimiento consciente.
Pensé en esto mientras maratoneaba Breaking Bad y Better Call Saul durante estas vacaciones que me tomé del newsletter (incluí también El Camino, la película: mala malaza). Ya había visto Breaking Bad, pero quise volver a verla para recuperar detalles y lanzarme a Better Call Saul empapado en el universo de Nuevo México, el desierto de Chihuahua con sus cactus y serpientes, las mansiones narcos, los methheads, los moteles y las putas.
El nudo de las dos series es la transformación de Walter White y de Jimmy McGill en Heisenberg y Saul Goodman: el primero, un poderoso narco; el segundo, un abogado especializado en defender delincuentes apelando a estratagemas no siempre legales. Walter da la clave al comienzo de la serie, cuando les explica a sus alumnos de qué se trata la química: “Es el estudio de la materia, pero yo prefiero verla como el estudio del cambio en la materia”. ¿Pero cambian Walter y Jimmy o llegan a ser lo que verdaderamente son?
Viene al caso una escena extraordinaria de El padrino. Vito Corleone está convaleciente en el hospital después del atentado contra su vida. Michael lo va a visitar, descubre que alguien le quitó la custodia y comprende que en cualquier momento vendrán a rematarlo. Hasta ese momento Michael es un “civil”, conoce los negocios de su familia pero no participa de ellos. En esa escena empieza su transformación. Da órdenes: le dice a la enfermera que van a cambiar de habitación a su padre, y a Enzo, el panadero, que se quede en la puerta con la mano en el bolsillo como si tuviera un arma. Pasa un auto, Enzo y Michael, desarmados, miran a los ocupantes tratando de parecer amenazadores. Michael lleva su mano adentro del sobretodo. El auto sigue de largo. El peligro ha pasado. Enzo saca un cigarrillo, pero le tiemblan tanto las manos por el miedo que no puede prender el encendedor. Michael lo ayuda y observa sus propias manos cuando cierra el Zippo con una mezcla de sorpresa y resignación: él no está temblando. Ese es el momento en el que, parafraseando a Borges, Michael descubre para siempre quién es, muy a su pesar.
Hay transformación, entonces, como en la química, pero hay también una esencia que está desde siempre (como en la química). Hacia el final de Better Call Saul Jimmy le pregunta a Walter si se arrepiente de algo. Walter le dice que de haber renunciado a Grey Matters, la compañía que después valdría miles de millones de dólares. “Nada de esto hubiera pasado”, conjetura. Jimmy, en cambio, contesta una pavada. “¿De eso te arrepentís? –le dice Walt–. ¡Entonces siempre fuiste así!”. (Antes, Jimmy le había hecho la misma pregunta a Mike: “Me arrepiento de haber aceptado mi primer soborno”, contesta).
Mike y Walter se arrepienten, que es una manera de decir que ellos pudieron no haber sido eso en lo que se transformaron, pero Jimmy no. Paradójicamente, la serie les escamotea a Mike y a Walter la posibilidad de redención y se la concede a Jimmy, que sobrevive y puede purgar sus pecados, luego de reconocerlos, en la cárcel.
Pero más allá de lo que digan los personajes de ellos mismos, es un buen ejercicio tratar de descubrir cuál es el momento equivalente al del encendedor de Michael en la trayectoria de cada uno. Esta es mi opinión: en el caso de Walter, cuando deja morir a Jane; en el caso de Jimmy, cuando aprovecha la confesión de Howard y le echa la culpa de la muerte de su hermano. Hay una inescrupulosidad injustificable en ambas conductas que requiere de un cierto tipo humano especial. (En el caso de Mike, suponemos que ese momento sucedió mucho antes del comienzo de la serie).
El otro gran personaje es Kim Wexler. Ella es parecida a Jimmy, pero luego de su momento “encendedor de Michael” decide bajarse: cuando logra mentirle a la viuda de Howard con una convicción equivalente a la gravedad de la mentira. A veces el terror de descubrir quién se es es demasiado grande.
Casualmente estoy leyendo The Talented Mr. Ripley, de Patricia Highsmith, que toca el tema de la identidad y construye un personaje que bien podría ser un precursor de Jimmy McGill. O quizás no sea casualidad, quizás su lectura haya influido en mi interpretación de Better Call Saul. No lo terminé todavía y no sé para dónde va (no, no vi la película con Matt Damon), pero por ahora entiendo que Tom Ripley no existe, es un recipiente vacío sin conciencia ni moral, que solo es cuando es otro, por eso no tiene conflictos de ninguna clase, más allá de los obstáculos operativos que se le aparecen por culpa de las demás personas.
Por lo que sé, Highsmith era una misántropa bastante desagradable (antisemita, entre otras cosas), y es por eso mismo que sus cuentos y novelas están llenos de observaciones de carácter muy agudas y divertidas. Comprendí que era genial cuando me topé hace unos cuantos años con un ejemplar de Little Tales of Misogyny y leí el cuento “The Perfect Little Lady”, breve y salvaje. Lo acabo de releer (3,51 dólares en Amazon, aproveche señora) y no me sorprende cuánto se parece Thea, la niña protagonista, a Tom Ripley.
La última frase del cuento es de un cinismo ilimitado. Creo que la habilidad de Highsmith está en narrar una historia con detalles escabrosos sin adjetivar demasiado, monocordemente, pero lanzar de vez en cuando esas frasecitas filosas que nos recuerdan que hay una hija de puta que se está divirtiendo horrores con las barbaridades que nos está contando.
Un ejemplo que me hizo reír a carcajadas. Tom Ripley acaba de asesinar a una persona en un departamento en Roma. Su plan es emborracharse (lo suficiente como para ganar valor, pero no tanto como para no poder mantenerse en pie) y descartar el cadáver al costado de la Via Appia Antica. Luego le dirá a la policía que el muerto estuvo en su casa bebiendo con él gin y pernod, que se fue a la tarde y no supo más. Al mediodía encuentra la noticia en los diarios: “Decían que Miles [el muerto] aparentemente había estado bebiendo y, con el típico estilo periodístico italiano, enumeraban las bebidas, que iban desde americanos a whisky escocés, brandy, champán, hasta grappa. De todo menos gin y pernod”.
Una de las escenas clave de Better Call Saul es la de la cena en la que se conocen Jimmy y su cuñada Rebecca, la mujer de su hermano Chuck. Chuck es un abogado prestigioso, serio, aburrido (aunque canta muy bien “The Winner Takes It All” en un karaoke). Jimmy es un chanta comprador. Chuck le advierte a su mujer que su hermano puede ser un personaje molesto y extravagante. En la cena Jimmy empieza a contar chistes de abogados. La vergüenza ajena inicial se transforma en diversión, porque Jimmy es encantador. Rebecca queda embelesada y más tarde, en la cama, Chuck intenta contarle un chiste de abogados, pero no es lo mismo. Guionistas profesionales: nos contaron el carozo de una relación fraternal en una sola escena.
Como a Jimmy los chistes de abogados, a mí me gustan los de periodistas. Quizás por eso me reí tanto con el de Highsmith. Y hay otro que tuiteo en cada Día del Periodista. Es de The Sun Also Rises, la primera novela de Hemingway.
Bajamos al café. Había descubierto que esa era la mejor manera de deshacerme de mis amigos. Después de tomar un trago, solo tenías que decir “bueno, tengo que volver a escribir unos cables”, y listo. Es muy importante hallar huidas elegantes como esa en el mundo del periodismo, donde una parte tan importante de la ética es que nunca parezca que estás trabajando.
La primera vez que lo leí no solo me reí a carcajadas sino que también comprendí que había llegado a ser lo que era: periodista.
Nos vemos en quince días.
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