LEO ACHILLI
Diario del Mundial

#2 | Descuento para todos

Primer día serio del Mundial. Inglaterra se lució contra el amarrete Queiroz, Senegal y Holanda se tiraron pelotazos, Estados Unidos y Gales corrieron hasta desplomarse.

Grupo B: Inglaterra 6×2 Irán
Grupo A: Senegal 0x2 Países Bajos
Grupo B: Estados Unidos 1×1 Gales

Tras el falso comienzo de ayer, hoy el mundial se pareció a sus predecesores. Hubo tres partidos que tuvieron distinto grado de interés y presentaron también sus anomalías, pero el espectáculo tuvo la intensidad que caracteriza al fútbol profesional jugado con un máximo de entrega. Fueron tres partidos muy distintos: una goleada en la que el ganador fue muy superior a su adversario y se lució a partir de que logró abrir el marcador, un triunfo muy ajustado en un partido entre picapedreros y un empate que reflejó las distintos momentos de lo que fue un despliegue físico demencial. 

Si algo tuvieron en común los tres partidos fue una novedad introducida por la FIFA: la decisión de medir el tiempo adicional de otra manera. No me queda claro cuál, pero debe haber una especie de fórmula por la cual los árbitros llegan a dar, como ocurrió hoy (sumando los dos períodos), 27 minutos de descuento en el primer partido y 12 tanto en el segundo como en el tercero. Salvo la lesión del arquero iraní que terminó en 14 minutos agregados al primer tiempo, los encuentros no tuvieran un exceso de demoras en relación a los que solemos ver cada fin de semana y terminan, en general (salvo, tal vez, en España), con adiciones menores a los ocho minutos. Es lógico que se intente evitar que los equipos hagan tiempo, pero jugar 55 minutos seguidos puede ser dañino para la salud. Es como si alguien hubiera pensado que, como se permiten más cambios (hoy incluso Irán hizo seis, porque los jugadores que salen por un golpe en la cabeza habilitan un cambio extra), el esfuerzo se reparte entre más jugadores, por lo que se los puede hacer correr un poco más. (La justificación es un disparate, pero no se me ocurre una más sensata.)

Queiroz pone el bondi

En Inglaterra-Irán se jugaban dos asuntos extra futbolísticos de los que se habló en los días previos. Por un lado, Harry Kane, el capitán inglés, iba a usar el brazalete del arco iris como reivindicación de la diversidad sexual prohibida por las leyes iraníes, pero circuló la versión de que por hacerlo iba a ser amonestado. Finalmente, Kane no lo usó y portó en cambio otro que decía: “No a la discriminación”. El equipo, además, hincó la rodilla como suele hacerse en la Premier League como invocación a la tolerancia. 

Lo de Irán era más serio. Irán es un país muy politizado que tuvo la desgracia de caer en manos de una dictadura teocrática que impulsa la represión interna y el terrorismo exterior. Pero también hay una oposición firme al régimen de los ayatolas y, en este momento, la gente sigue protestando en las calles desde que la policía asesinó a una mujer por no llevar el velo islámico de la manera correcta. Varios jugadores apoyaron públicamente las manifestaciones y, finalmente, el equipo entero resolvió no cantar el himno nacional como repudio a la violencia del gobierno. Es algo que difícilmente hubiera ocurrido en otros sistemas dictatoriales. Solo un personaje de barba, con aspecto de comisario político, cantó fervorosamente el himno en el banco de suplentes. Como sabemos quienes hemos visto las películas de Abbas Kiarostami, Irán es un país civilizado, pero capaz de condenar a seis años de cárcel a otro cineasta, Jafar Panahi, por expresar sus ideas. 

En materia de fútbol, Irán tiene también mala suerte. Así como le tocaron los ayatolas (y antes la dinastía Pahlevi), tiene como técnico al portugués Carlos Queiroz.

En materia de fútbol, Irán tiene también mala suerte. Así como le tocaron los ayatolas (y antes la dinastía Pahlevi), tiene como técnico al portugués Carlos Queiroz. Queiroz era ayudante de Ferguson en el United (donde dicen que le enseñó a su jefe cómo defender) y, en un momento, lo contrató el Real Madrid, de donde lo echaron rápido. Con el tiempo, recaló en la selección de Irán, con la que fue a dos mundiales. Los argentinos tenemos un recuerdo de cómo jugaba el ultra recontra defensivo Irán de Queiroz, al que solo un golazo de Messi sobre el final permitió quebrar en Brasil 2014. Queiroz se fue pero ahora volvió y su equipo sigue jugando igual. 

Por eso parecía que a Inglaterra se le iba a complicar el partido, sobre todo porque el técnico venía cuestionado, entre otras cosas por mantener de titular al capitán Maguire, pero también por no ser lo suficientemente ofensivo. Durante media hora parecía que los iraníes iban a lograr su propósito, pero primero un cabezazo de Maguire en el palo y, a los 35, un golazo de cabeza de Jude Bellingham tras centro de Shaw mostraron que eran más vulnerables de lo que parecía. Tanto que les terminaron haciendo seis.

Detengámonos en Belligham, que tiene 19 años y juega en el Dortmund (es el único seleccionado inglés que no juega en la Premier League). Hoy tuvo una actuación brillante y parece llamado a ser una de las figuras del torneo. Bellingham es un volante de gran despliegue, que quita tan bien como pasa. Tiene gol, tiene elegancia, tiene garra, tiene todo. Si con alguien se lo puede comparar en el fútbol actual es con Kevin de Bruyne, pero Bellingham recién empieza. En general, fue la tarde de Inglaterra. Al principio, no lograba penetrar la defensa iraní a pesar de un muy buen primer tiempo de Sterling (otro de los cuestionados). Pero después se lucieron casi todos los titulares, especialmente Bukayo Saka, autor de dos goles, y Kane, que no convirtió pero asistió dos veces.

Al final, cuando iban unos ridículos 10 minutos de descuento, el VAR, manejado por el uruguayo Leodán González, intervino para inventar un penal completamente ridículo.

Varios de los goles ingleses fueron muy bonitos. Pero también entraron bien los suplentes: Rashford, Grealish, Wilson y Foden, como para demostrar que el plantel es largo y que este puede ser su año. Irán hizo lo que pudo, que era poco (pero no tiene nada que ver con Qatar), incluyendo un lindo gol de Taremi, buen delantero del Porto. Al final, cuando iban unos ridículos 10 minutos de descuento, el VAR, manejado por el uruguayo Leodán González, intervino para inventar un penal completamente ridículo, que nadie vio y que el brasileño Claus debió haberse negado a cobrar, cuando todo el mundo se quería ir a su casa. Creo que vamos a seguir teniendo exabruptos como este, que me dejó de mal humor. Había sido un partido entretenido que no merecía el exhibicionismo de gente que quiere transformar a los árbitros en celadores de un reformatorio.

Correr como perseguidos

A última hora, después de conocer la goleada inglesa, jugaron entre sí Estados Unidos y Gales, los otros dos equipos del grupo angloparlante. Ambos parecían convencidos de que se jugaban la clasificación y jugaron en consecuencia: corrieron como si los persiguieran los ayatolas. Los norteamericanos corrieron más, porque ese es su estilo. De Estados Unidos están saliendo cada vez mejores jugadores, más hábiles, más capaces técnicamente. De hecho, el plantel norteamericano (incluyendo algunos que entraron de suplentes o no jugaron, como Reyna y Ferreira, al que anuncian como un fenómeno) es más rico que el de Gales. Estados Unidos tiene unos cuantos jugadores de calidad, como Tyler Adams, el volante defensivo del Leeds, el joven Yunus Musah (19) o Christian Pulisic, que jugó un gran partido y le dio un pase de gol perfecto a Timothy Weah, el hijo del viejo Weah (enorme jugador y presidente de Liberia), que definió con un toque de cara externa en el que se combinaron mágicamente la contundencia y la sutileza.

Eso fue a los 36 del primer tiempo. Eran más los norteamericanos y podrían haber aumentado, pero las costumbres nacionales los llevan, en esos casos, a defender corriendo mucho más que antes. Los galeses no son una cantera de talento, pero son gente futbolísticamente más refinada: saben hacer una pausa, manejar el partido, no desesperarse. Cuando los norteamericanos se retrasaron y se cansaron, también dejaron el resto y tuvieron situaciones para empatar. No lo lograron. O, dicho de otra manera, el árbitro catarí lo logró por ellos: cobró un penal contra Bale en el que el central Zimmerman no tocó más que la pelota. Otra diablura de los chicos de la cabina (en este caso, otro catarí). Bale le pegó con el palo de golf y el partido terminó empatado, con seis amonestados y doce acalambrados. La verdad es que fue un lindo partido.

Pelotazos neutralizados

No tan lindo fue el que, entre los dos del Grupo B, jugaron Holanda y Senegal para completar la fecha del grupo A. De nuestro conocido Louis van Gaal (el pobre padece de un cáncer agresivo de próstata pero sigue dirigiendo) no se puede esperar juego bonito ni un gran despliegue ofensivo. Y de Senegal, entrenado por el folclórico Aliou Cissé, que viene de ganarle dos finales a Argelia por penales y perdió a Sadio Mané, su mayor figura, tampoco. De modo que los dos salieron a neutralizar al contrario y a tirarse pelotazos. En Holanda, solo Frenkie De Jong intentaba conectar las líneas, pero a costa de un exceso de traslado y de despliegue que le fue haciendo perder precisión. En un momento del partido, me pregunté por qué dos equipos que alguna vez se destacaron por su frescura jugaban de un modo tan amarrete.

Se me ocurrió que en Africa, donde alguna vez supuse que estaba el futuro del fútbol, donde sus jugadores eran talentosos, atléticos y audaces, el fútbol ha crecido pero de un modo perverso: los equipos son más disciplinados pero menos libres y, por otro lado, muchos nativos africanos o descendientes de africanos terminan jugando para los países a los que emigró su familia. Por eso, los equipos del continente no despiertan mucho entusiasmo ni obtienen grandes logros. También me pregunté lo mismo por los holandeses: por qué la que supo ser una fábrica de grandes jugadores y un ejemplo de fútbol asociado y ofensivo, ha abandonado sus tradiciones. Si me piden una respuesta, no tengo la menor idea. De todos modos, a los 84 minutos De Jong, con su último momento de lucidez, le puso un gran pase en la cabeza a Cody Gapko (que me parece un buen jugador, aunque no tanto como dicen), falló el arquero Mendy (que viene fallando seguido en el Chelsea) y Holanda pasó a ganar cuando todo hacía suponer que ese partido de poquísimas luces terminaría cero a cero. Después, hubo un segundo gol tras otra falla de Mendy y el resultado terminó siendo muy mentiroso.

 

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Quintín

Fue fundador de la revista El Amante, director del Bafici y árbitro de fútbol. Publicó La vuelta al cine en 50 días (Paidós, 2019). Vive en San Clemente del Tuyú.

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