LEO ACHILLI
Diario del Mundial

#18 | En la puerta de la final

Argentina mereció ganar y será finalista, pero volvió a mostrar que todavía no tiene la templanza necesaria para manejar los partidos.

Cuartos de final: Croacia 1(4)x1(2) Brasil
Cuartos de final: Argentina 2(4)x2(3) Países Bajos 

Empiezo por un pronóstico. Argentina será finalista. Hasta ahora vengo acertando con la selección nacional y creo que esta vez voy a acertar también. Pero quiero decir otra cosa que ya dije: no entiendo por qué hay que sufrir de esta manera. Y voy a decir una tercera cosa. Argentina es muy superior a Holanda pero, una vez más, esa falta de templanza en algunos momentos y algunas ideas absurdas del técnico lo ponen al borde del precipicio.

Si el partido de hoy hubiera terminado a los 80 minutos, mi comentario habría sido que Scaloni había acertado un pleno. Efectivamente, hasta ese momento era el fácil y merecido ganador del partido, no solo en el resultado sino en el planteo. Holanda le había ganado a Estados Unidos con la subida de los laterales. Hoy fueron los laterales argentinos los que dominaron las bandas y Holanda se mostró completamente incapaz de crear situaciones de gol, mientras que un gran pase de Messi había permitido el gol de Molina y luego un penalcito cobrado a Acuña le dio a Messi el segundo gol, que parecía definitivo. Argentina jugaba bien, tocaba, Messi estaba en una gran noche, Mac Allister era su ayudante perfecto, Molina y Acuña subían y bajaban y los tres centrales no tenían fallas. 

Argentina tenía que seguir así hasta el final, pero Scaloni sacó a tres jugadores que habían jugado muy bien (Romero, Acuña y Julián Alvarez) para poner a Pezzella, Tagliafico y Lautaro Martínez, bajo la eterna y errada suposición de que los cambios son cambios de muñecos y olvidarse de que cuando un jugador tiene un buen partido, es muy probable que su presencia hasta el final sea positiva. Su colega Van Gaal, por el contrario, había hecho un cambio lógico. Puso al segundo tanque en cancha, Weghorst (ya había puesto a Luuk de Jong), mandó a Van Dijk de tercer nueve y se puso a tirar centros. 

Argentina tenía que seguir así hasta el final, pero Scaloni sacó a tres jugadores que habían jugado muy bien.

Paréntesis: un recuerdo de Weghorst. En el último mercado de invierno de la Premier League, el Burnley peleaba la permanencia y decidió traer a Weghorst del Wolfsburg por 12 millones de libras. Weghorst jugó 20 partidos, metió dos goles y el Burnley se fue al descenso. Me había dejado la impresión de ser un grandote (mide 1,97m) muy torpe al que nunca iba a volver a ver. Pero apareció en el momento menos pensado, haciendo el papel de Naninga, el gigante que llevó al alargue aquella final del ’78. Fin del paréntesis.

De pronto, de la nada, Holanda empezó a acertar con los centros y, en uno muy bien tirado por Berghuis, Weghorst la cabeceó adentro. Argentina sufrió un ataque de pánico: los suplentes no respondían, los defensores salían al voleo, cometían faltas innecesarias y Holanda buscaba el empate sin que Argentina reaccionara. Para colmo, Scaloni se quedó sin cambios, porque había usado todas las ventanas (tal vez en un error en la cuenta). Y el empate llegó después de un foul absurdo de Pezzella sobre los 10 de descuento en el que Kupmeiners buscó al grandote en medio de la barrera, este giró y la puso contra el palo. 

Debacle. La depresión en el equipo argentino era absoluta. Pero salieron a jugar el suplementario y Holanda se convirtió otra vez en el equipo fantasma y sin llegada del momento anterior a su reacción. Ahora, con Argentina parado en el campo de un modo normal, no encerrado atrás, no tenía cómo jugar la pelota. Los tanques le servían de poco. Y la Argentina se empezó a recuperar, hasta que en el segundo suplementario metió a su rival en un arco y estuvo a punto de ganar sobre la hora con un tiro en el palo de Enzo Fernández. Me pregunto por qué Scaloni esperó hasta los 15 del agregado para incluir a Di María, pero son detalles. En los penales, Dibu Martínez hizo lo suyo y Lautaro contribuyó con el gol decisivo. Así se restableció el sentido de realidad futbolístico que se había perdido en esos minutos negros.

Así se restableció el sentido de realidad futbolístico que se había perdido en esos minutos negros.

Si uno analiza el partido, salvo ese momento en el que Argentina perdió la brújula, su superioridad fue muy grande y demostró que tiene potencial para pelear el campeonato. Sigue debiendo una materia que es la templanza y esa deuda viene acompañada por la tendencia de los jugadores a pelearse y a victimizarse cada vez que las cosas se complican. No tiene sentido que Paredes le tire pelotazos al banco rival ni que Messi diga después del partido que el árbitro Mateu Lahoz quería que Argentina perdiera. O burlarse de los vencidos cuando termina el partido, que es de las cosas más bajas que se pueden hacer en el fútbol. Pero todo está dado para que estas minucias desaparezcan en el clamor de la victoria. Que hoy debió ser clara, contundente e indiscutida y terminó siendo traumática.

Brasil, afuera

Si Argentina cumplió mis pronósticos, Brasil los rompió, ya que lo tenía como el gran candidato. Por otra parte, nunca pensé en Croacia como campeón, aunque había sido segundo en el mundial anterior. Debo decir en mi defensa que siempre hablé bien de Croacia, aunque venía de una actuación deslucida contra Japón en octavos. Pero hoy volvió a ser ese equipo capaz de animarse contra cualquiera y repitió la costumbre de pasar de ronda en los alargues. Lo hizo con un poco de suerte (no demasiada), una tarde poco feliz de Brasil y, sobre todo, con una gran convicción para hacer su juego en cualquier circunstancia. 

Croacia juega muy bien. Tiene en sus filas a un fenómeno como Modric, que lo condujo en estos dos mundiales exitosos así como contribuyó enormemente a los éxitos del Real Madrid. Y tiene otros muy buenos jugadores, como Brozovic, Kovacic, Perisic, que ya venían de antes, a los que hay que agregar, de esta cosecha mundialista, al central Gvardiol, el lateral Juranovic y el arquero Livakovic. Pero el gran mérito de Croacia es el funcionamiento. Es la selección que mejor administra el ritmo, la más prolija para usar la pelota, y buscar los espacios vacíos. Y los croatas de estos años tienen ese temple de los grandes equipos que los hace aparecer en las difíciles.

Hoy lo hizo de dos modos distintos: primero, maniatando a Brasil, ganándole las pelotas divididas, esterilizando los ataques durante casi todo el partido, saliendo con la pelota bien jugada y contragolpeando cuando pudo frente a un equipo notable. Croacia neutralizó a Brasil hasta que el gran crack de sus rivales hizo el que seguramente sería el gol del campeonato si Brasil hubiese pasado. Eso ocurrió al final del primer tiempo del alargue. Pero cuando la clasificación de Brasil parecía decretada, apareció de nuevo Croacia, otra vez con esa garra para no darse por vencida y los medios para no estarlo.

Cuando la clasificación de Brasil parecía decretada, apareció de nuevo Croacia, otra vez con esa garra para no darse por vencida.

El de hoy fue uno de esos partidos en los que los análisis a posteriori resultan muy poco convincentes. Porque Brasil se puso en ventaja cuando parecía destinado al empate y Croacia empató cuando parecía destinado a perder. Y si Croacia apareció dos veces, Brasil fracasó dos veces: primero a la hora de imponer su juego, después a la de conservar el resultado. Brasil no tiene un gran funcionamiento, como Croacia. En todo caso, su funcionamiento es óptimo para los días de sol, pero no tan bueno para los de lluvia; es decir, para cuando sus grandes individualidades no estén en su mejor día. Y eso ocurrió hoy. El técnico Tite, insatisfecho con la prestación de los delanteros titulares (Raphinha, Vinicius, Richarlison), los fue reemplazando (por Antony, Rodrygo y Pedro) a partir de la idea de que los que estaban en el banco podían hacer el trabajo, una tentación que hemos discutido a lo largo de este diario. Brasil no estaba brillante aunque creó varias situaciones de gol durante el tiempo regular que no fueron suficientes porque Neymar definió mal, porque el arquero atajó, porque la pelota se fue cerca.

Pero Neymar, después de tirar una pared con Rodrygo y otra con Paquetá, eludió al arquero y la clavó arriba pareció asegurar el partido. Si Brasil hubiera clasificado, sería para todo el mundo la prueba de su excelencia futbolística, del nivel de su mayor crack, de la convicción del técnico y de la paciencia del equipo para esperar el momento. Gracias al empate croata y la posterior victoria en los penales, leo en las redes que Brasil es una mentira, un equipo de soberbios y petulantes de los cuales Neymar es el más representativo. Sin embargo, no sé cuándo volveremos a ver un fútbol tan lujoso y tan confiado en sus recursos, aunque la confianza haya resultado excesiva. Si algo cabe reprocharle al técnico y al equipo es que, cuando se puso en ventaja, hizo entrar a un jugador tan poco consistente como Fred, renunció al control de la pelota que le estaba dando la clasificación y permitió el ataque croata. Brasil se confió y lo pagó caro porque enfrente estaba Croacia, que llegó a la final en Rusia jugando tres alargues y ya lleva dos en Qatar. Pero, insisto, no creo que le gane a la Argentina. 

 

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Quintín

Fue fundador de la revista El Amante, director del Bafici y árbitro de fútbol. Publicó La vuelta al cine en 50 días (Paidós, 2019). Vive en San Clemente del Tuyú.

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