Octavos de final: Japón 1(1)x1(3) Croacia
Octavos de final: Brasil 4×1 Corea
No debe haber un hincha argentino que durante el primer tiempo entre Brasil y Corea no haya pensado que era imposible ganarle a ese equipo. El baile que estaba ofreciendo Brasil excedía largamente esas sucesiones de goles en pocos minutos que a veces produce un equipo, como ocurrió en España vs. Costa Rica o en Francia vs. Australia. Lo de Brasil era distinto: era un juego de lujo, de exhibición, de show que no se había visto en este mundial y habría que ir muy atrás en el tiempo para encontrar algo parecido. Brasil enhebraba en continuado pases, gambetas, desbordes, tiros con una precisión sutil e implacable, exhibía un muestrario de destrezas tanto en el manejo de la pelota como en los movimientos que partían de la recuperación de la pelota y llegaban a la definición frente al arco.
Era un fútbol con algo de circense, pero también con mucho de demoledor. Como dijimos en entradas anteriores de este diario, este equipo brasileño concentraba en su plantel, especialmente en su equipo titular, una capacidad técnica inédita para una selección nacional. Con Neymar nuevamente en la alineación y con jugadores como Thiago Silva, Marquinhos, Casemiro, Paquetá, Raphinha, Richarlison y Vinicius, Brasil puede hacer cosas que le están vedadas al resto y hoy las hizo, yendo y viniendo entre la firmeza en el quite, la simpleza del toque y la sofisticación del malabarismo. Nos dimos cuenta, por si no lo sabíamos, de que estábamos ante maestros en el arte del fútbol, futbolistas con los pies y la cabeza educados para decidir y ejecutar en el máximo nivel posible.
Vale la pena describir dos de los goles. En el primero, el zurdo Raphinha desbordó por la derecha y tiró un centro bajo; se pasaron los que venían por el medio y la pelota le llegó a Vinicius que entraba por la izquierda. Vinicius tiene 22 años, juega en el Real Madrid hace tres temporadas. Es un jugador de una habilidad, una valentía y un descaro poco comunes. Pero no había convertido ningún gol en el mundial, una meta difícil para cualquier jugador, sobre todo joven, que tiende a apresurarse cuando se le presenta la ocasión. Pero Vinicius no se apuró. Paró la pelota y esperó el momento justo para ponerla suave en el ángulo con un timing impecable y un supremo dominio de la escena. Y ahora el tercero: Richarlison se puso a hacer jueguito con la cabeza en el borde del área hasta que de pronto arrancó con un pase a Marquinhos, que la tocó para Thiago Silva (los dos defensores centrales estaban como delanteros); Thiago Silva puso un pase perfecto para la entrada de Rircharlison, que la paró con la derecha y definió bajo y cruzado con la izquierda. Fue la mejor jugada colectiva del mundial y, posiblemente el mejor gol, que rivaliza con el que Richarlison hizo contra Serbia, en una jugada mucho más individual.
Estábamos viendo un fútbol que producía una mezcla de deleite y miedo, pero no sólo por la posible suerte de la Argentina frente a este equipo.
Estábamos viendo un fútbol que producía una mezcla de deleite y miedo, pero no sólo por la posible suerte de la Argentina frente a este equipo. El miedo venía del abismo que se produce cuando se ve una superioridad tan grande que lleva a pensar que jugar el mundial es una frivolidad desde el punto de vista deportivo, algo que el fútbol de máximo nivel (a diferencia de la natación o el atletismo, en el que los grandes campeones ganan siempre) rara vez produce porque todo tiende a emparejarse de algún modo. En fútbol también se puede perder disponiendo de esa capacidad. Pero no el día en el que esa capacidad se pone en evidencia.
El segundo tiempo fue otra cosa. Brasil se empeñó en que hiciera un gol Raphinha, el único de los delanteros que no había convertido en el mundial. Más se empeñó Raphinha, pero él sí se apuró y desperdició varias oportunidades. Brasil fue aflojando la intensidad y no mantuvo la concentración requerida para repetir lo que había hecho en el primer tiempo. Y, por otro lado, Corea demostró una dignidad notable y buscó descontar hasta el final. El arquero Alisson ya había atajado pelotas muy difíciles y lo siguió haciendo hasta que Corea consiguió su objetivo con un gran zurdazo desde fuera del área del suplente Paik Seung-ho. A diferencia de los equipos que quedan eliminados, nadie le puede hacer un reproche a este equipo coreano que hizo un gran papel.
Me desperté pensando en lo tranquilos que habían sido los dos primeros días de la fase eliminatoria. Los cuatro favoritos ganaron merecidamente, sin grandes sobresaltos, aunque uno sufra siempre con las inseguridades argentinas. Supongo que lo mismo le pasa a los nativos de los otros países con sus equipos, porque el miedo se cuela por la brecha de lo que nos es demasiado conocido.
Esta mañana, descubrí que Lewandowski se fue de Qatar protestando porque el técnico polaco los hace jugar a la defensiva y le quita así la alegría al juego. Debe ser un problema venir del Bayern Munich y del Barcelona, cuya constante histórica es el ataque y caer en las manos de Czesław Michniewicz, apodado “El Mourinho polaco”.
Los que entienden eligen a Kane
A veces pienso que escribo para los que no siguen el fútbol, para los que sólo ven algún partido en los mundiales. Y que los que entienden de fútbol no están de acuerdo con mis comentarios. Eso me ocurrió hoy, porque ayer me entusiasmé con la actuación de Harry Kane en Inglaterra vs. Camerún, pero Jonathan Liew dijo en The Guardian que la gran figura del partido fue Phil Foden. Es cierto que en ese diario tienen una fijación con Foden y también que Liew escribe mejor de lo que ve el fútbol, pero igual me deprimí. Para colmo, en La Nación ignoraban a Kane y ponían por las nubes a Bellingham. Tal vez eso tenga que ver con las preferencias que uno tiene por ciertos jugadores a los que siguió durante años. En definitiva, creo que se trata de razones estéticas. Kane me pareció siempre la expresión de una inteligencia y una elegancia discretas, muy raras de ver en el fútbol, porque los jugadores con talento suelen agregar una cuota de exhibicionismo. Kane, por el contrario, es un caso de understatement británico. Es un poco como Benzema, que alguna vez dijo que juega para los que entienden. Foden (delantero de gran técnica) y Bellingham (volante de toda la cancha) son jugadores notables, pero prefiero a Harry y su comprensión del juego. Tal vez el relativo silencio en torno a su figura tenga que ver con que juega en el Tottenham y en la selección inglesa, dos equipos que nunca ganan nada.
Cuando estaba por empezar Japón vs. Croacia, leí que el técnico Moriyasu había prometido una batalla encarnizada de 120 minutos. Hubiera preferido que el partido se definiera en 90 minutos. No tuve suerte. Fueron 120 más los penales. Y la batalla encarnizada duró sólo 55, un tiempo y algo. El resto fue un bofe de partido. La primera parte fue pareja y poco vistosa pero entretenida. Los japoneses, reservando para después a dos delanteros explosivos como Mitoma y Asano, disputaron la posesión de la pelota y el control del partido. En esos minutos, pensé que Japón había pasado de grado como alumno de los mundiales y jugaba de igual a igual contra el último subcampeón. Con tres en el fondo, Endo como conductor, Ito como un carrilero peligroso, Kamada y su talento para conectar a sus compañeros, Doan como su delantero más incisivo y una presión continua, Japón era un equipo que competía sin necesidad de sorprender a su rival con cambios de tensión, como había hecho contra Alemania y España. Así se fue ganando al intervalo, con un gol sobre la hora de Maeda, un nueve de área petiso, fuerte y goleador, que tras un centro de Doan tomo un rebote y la mandó adentro. Mientras tanto, Croacia hacia lo de siempre: esperar, salir con prolijidad, manejar el medio y cambiar de ritmo en los últimos metros, pero sin tener una tarde particularmente lucida.
El segundo tiempo empezó más o menos igual, con Croacia un poco más adelante, pero Japón peleándole el partido sin necesidad de replegarse demasiado. Cuando nada lo hacía esperar, empató Croacia con un gran cabezazo de Perišić tras centro de Lovren, el último jugador del que uno esperaría una asistencia. Y allí el partido se pinchó para siempre. Los dos se fueron quedando atrás, los cambios japoneses no sorprendieron y el partido se encaminó a la prórroga y los penales sin que ninguno de los dos hiciera algo para tratar de revertir la situación. El técnico croata sacó a Modrić , a Kovačić y a Perišić y enfrentó el alargue con un equipo de escasas posibilidades ofensivas. Japón tenía algunos delanteros peligrosos, pero los dejó solos allá lejos y no los respaldó con la velocidad en la salida.
Vimos así lo peor que tienen los mundiales, esos tiempos suplementarios sin vida, con los jugadores cansados, sin energía, ni precisión ni ganas.
Vimos así lo peor que tienen los mundiales, esos tiempos suplementarios sin vida, con los jugadores cansados, sin energía, ni precisión ni ganas. Aportó lo suyo el árbitro americano-marroquí Elfath que pitó en exceso y ayudó a que el partido fuera más interrumpido. El aburridísimo espectáculo fue uno de los tantos que los mundiales nos dejan a lo largo de los años cuando ninguno de los dos está dispuesto a hacer un esfuerzo para ganar, ya sea porque no pueden o no quieren. Muchos proponen suprimir el agregado e ir directamente a los penales, pero eso les haría la vida más fácil a los equipos que salen a buscar el empate. Y, además, una cosa es eliminar la prórroga en el partido de hoy y otra, muy distinta, es hacerlo en una final, donde sería completamente anticlimático, porque allí sí que los jugadores están dispuestos a dejar todo.
Japón erró tres de los cuatro penales que pateó. Escuché a Juan Pablo Varsky decir que eso ocurrió porque el arquero Livaković había inventado una nueva manera de atajar penales. Si no entendí mal, pega un salto después de que salió la pelota y eso le da una ventaja. Para mí, los japoneses patearon muy mal y eso fue todo. El partido me dejó convencido de que Japón no termina de creer en sí mismo y a la mecanizada gestión impuesta por Moriyasu y a sus astucias tácticas, le falta esa dimensión que a tantos equipos les resulta inalcanzable: la mezcla de talento y confianza cuya ausencia no los deja pasar de grado y los termina condenando a un papel secundario en los torneos, aunque tengan alguna noche feliz. Es triste que un equipo se vaya así del mundial después de haber conseguido que se hablara de él. Croacia, en cambio, que ya dio ese salto, hoy se puede dar el lujo de sacar a Modrić y seguir adelante, aunque su fútbol sea más intermitente que hace cuatro años y no tiene esperanzas frente a este Brasil.
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