LEO ACHILLI
Diario del Mundial

#13 | Un mundial atípico

Terminó la fase de grupos y mañana empiezan los octavos. Ningún equipo ganó los tres partidos y se fueron Alemania, Bélgica y Uruguay.

Grupo H: Ghana 0x2 Uruguay
Grupo H: Corea del Sur 2×1 Portugal
Grupo G: Camerún 1×0 Brasil
Grupo G: Serbia 2×3 Suiza

 

El amarretismo futbolístico sufrió hoy una derrota enorme. Los uruguayos no aprendieron la lección y así les fue. Uso el plural porque lo que condenó a Uruguay no fue solamente la reiterada cobardía del técnico Alonso, sino esa cultura de la que ya hablamos, ese culto de la miseria elaborada durante demasiados años que el sucesor de Tabárez tomó como si fuesen las Tablas de la Ley. Es cierto que Alonso se obstinó en mantener fuera del equipo titular a De Arrascaeta en los dos primeros partidos y que si hubiera arrancado con él, la clasificación habría sido más factible. Pero durante demasiado tiempo Uruguay enterró su fútbol en la especulación, el desplante y la pequeña astucia como para poder cambiar de un día para otro. Hoy, una vez más, esa mentalidad de princesa venida a menos que se disfraza de Cenicienta para tener excusas le costó caro.

Uruguay – Ghana fue un partido raro, otro partido divertido de la tercera fecha. Ghana es otro de los equipos que salió a buscar el empate que lo clasificaba y quedó eliminado. En Uruguay, Alonso decidió finalmente hacer lo que todos le pedían, poner a De Arrascaeta de titular en lugar de Vecino. No lo ubicó como enganche, donde tal vez podría rendir más en otra clase de juego, sino como un cuarto volante tirado a la izquierda. Pero alcanzó con eso para que hubiera alguien a quien darle pelota y progresar en el campo sin tirar pelotazos. Los primeros minutos fueron de estudio, como se decía antes. Uruguay se veía mejor, pero sin crear peligro. Hasta que a los 17′, un ataque encabezado por Kudus (que parece llamado a ser uno de los grandes jugadores africanos de la década si abandona sus veleidades de estrella) terminó en un penal muy dudoso señalado por el VAR ante un choque del arquero Rochet contra el propio Kudus. Yo estaba convencido, como el línea señaló al principio, de que había offside en la jugada previa porque uno de los Ayew obstruía la visión del arquero. Pero después apareció el dibujo semiautomático y resultó habilitado por milímetros.

Allí, Ghana tuvo mala suerte porque Rochet le atajó el penal a André Ayew, como en 2010 lo había hecho Muslera contra el mismo equipo. Y el equipo, que había empezado el partido tratando de demostrar que sus jugadores tenían más habilidad y más dominio de la pelota que los uruguayos, se vino abajo anímicamente mientras que Uruguay se agrandaba por primera vez en el torneo. La templanza cambió de mano. Así fue como a los 26′ y a los 32′, llegaron dos goles de De Arrascaeta. El primero, cuando la empujó tras un tiro que el arquero no contuvo de Suárez (de buen partido), y el segundo mediante una excelente volea de rastrón tras una gran jugada en la que participaron Pellistri, Suárez y Darwin Núñez.

Mientras Uruguay vivía su sereno acceso a la clasificación, se anunció el segundo gol de Corea y pasó de la euforia a la desesperación.

Uruguay estaba para golear y los ghaneses, abatidos, estaban para irse. Mientras tanto, Portugal se había puesto en ventaja, pero Corea le había empatado. El técnico ghanés decidió echarle la culpa de la derrota a la familia Ayew y, para el segundo tiempo, reemplazó a los dos hermanos. Los cambios no mejoraron al equipo mientras que Uruguay insinuaba un tercer gol, aunque sin buscarlo con decisión. Como todo parecía más o menos asegurado, Alonso cayó en una trampa que podría llamarse “el espejismo de los cinco cambios”, un error en el que incurrieron muchos de sus colegas, a partir de la idea de que si se permiten cinco cambios, sería un pecado desperdiciarlos. Por eso, y también para reforzar el medio, sacó primero a Suárez y Pellistri para hacer entrar a Cavani y a De la Cruz; y después a Núñez (de opaco torneo) y a De Arrascaeta (imprescindible), y así limpió, como si fuera un pescado, el esqueleto ofensivo de Uruguay. El espejismo de los cinco cambios es una versión de la la paradoja del pelado (si uno pierde un pelo por día, no se nota, pero al final uno se queda calvo). Si se hace un cambio, el equipo sigue jugando igual, si se hace otro, lo mismo, etcétera. Pero, en verdad, si hace cuatro en pocos minutos, el equipo cambia y cuesta rearmarlo. Por eso muchas veces los cambios son contraproducentes, aunque haya algún jugador cansado.

Mientras Uruguay vivía su sereno acceso a la clasificación, se anunció el segundo gol de Corea y pasó de la euforia a la desesperación, como si ese tercer gol, que ahora era una necesidad imperiosa, hubiera sido antes un lujo innecesario. Aunque la clasificación dependió durante una hora de que Corea no hiciera otro gol, Alonso y el plantel actuaron como si no se hubieran dado cuenta. Con un equipo armado ahora para mantener el resultado, Uruguay buscó sin mucho criterio mientras que los contragolpes de Ghana se volvieron realmente peligrosos. Y así terminó el partido con Suárez desconsolado en el banco y Alonso pegándole gritos al aire.

A los 57′ había pasado algo que pudo cambiar el partido. Darwin Núñez entró al área marcado por Amartey, quien se tiró al suelo y alcanzó a tocar la pelota con la punta del pie mientras Núñez caía sobre su cuerpo. El arbitro alemán Daniel Siebert hizo seguir correctamente, pero su compatriota en el VAR Bastian Dankert lo llamó para que cobre un penal inexistente, como tantos que vimos. Sin embargo, por primera vez en el torneo, Siebert se mantuvo en la suya y no dejó que le vendieran una falta que no se había producido.

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El supuesto penal fue causa de dos actitudes bochornosas. En primer lugar, la de los jugadores y el cuerpo técnico uruguayo, que fueron a increpar al árbitro. En segundo lugar, y peor aún, la de Toti Pasman, quien proclamó con desvergüenza poco profesional que a Uruguay lo habían robado. No hubo nada de eso.

Nuestro corresponsal lisboeta, Francisco Ferreira, nos mandó sus impresiones sobre el otro partido y reiteró sus obsesiones sobre el equipo portugués: “Hay un pacto tácito en el que un equipo entero, con el aval de su entrenador, está sirviendo a Cristiano Ronaldo. Ronaldo está loco por batir uno de los pocos récords que le faltan: superar los 9 goles lusos en mundiales del gran Eusebio. Ahora Cristiano tiene 8 goles y somete al equipo a sus caprichos. Es una situación siniestra y el entrenador no tiene mano ni voluntad para contrariarla”. También cuenta Ferreira que el central António Silva, de 19 años (desde luego, del Benfica), es un fenómeno, que los volantes centrales deberían ser Vitinha y João Mário y que no entiende por qué el técnico comete la locura de insistir con William Carvalho, “que está lentísimo” (agrego que nunca fue muy rápido). Y que Cancelo debería jugar en la izquierda, algo que repite mucha gente, aunque a mí Cancelo nunca me termina de convencer en ninguno de los laterales. Finalmente, dice que los últimos 10 minutos de Corea no estuvieron nada mal. En ellos llegó el gol de Hwang Hee-chan, tras un gran pase de Son. En cuanto al primero, fue efectivamente culpa de Cristiano, que hizo un movimiento absurdo con el cuerpo y permitió un rebote del cual llegó gol del central Kim Young-gwon. “Cristiano es una nulidad absoluta”, insiste Ferreira.

Brasil no demostró juego bonito

Más tarde, decidí tomarme un descanso después de tanta tensión. Suponía que el segundo clasificado saldría del partido Suiza – Serbia, pero preferí ver Brasil – Camerún, aun cuando Brasil jugó con suplentes. Finalmente, Suiza ganó tres a dos, como correspondía al nivel que habían mostrado los dos equipos. Por lo que vi en el resumen, fue un partido muy entretenido y con grandes goles. Pero me lo perdí y no tenemos corresponsales en Ginebra para informarles.

Si Brasil – Camerún hubiese terminado 0 a 0, como estuvo a punto de ocurrir, este diario diría que fue lo más parecido a un partido amistoso que se vio en el campeonato. Pero el triunfo de Camerún en el descuento le agregó cierto morbo a la cuestión, aunque no desmintió del todo ese aire de ligereza. El gol de Camerún lo hizo nuestro amigo Aboubakar, al que recordaremos siempre por su genial actuación contra Serbia. Esta vez el gol fue un violento cabezazo tras centro de Mbekeli que dejó parado a Ederson. Lo que marca el tono del partido es que Aboubakar se dio el gusto de sacarse la camiseta aunque estaba amonestado, de modo que el Elfath, el árbitro de Estados Unidos, le dio la mano, lo felicitó por el gol, le mostró la roja y Aboubakar se fue sonriendo.

Dijimos en otras ediciones que Brasil tiene un gran plantel, pero también dijimos que no todos son jugadores geniales. Y hoy, con once futbolistas de elite pero nada más, no demostró juego bonito ni belleza, pero tampoco eficacia ni contundencia. La excepción acaso haya sido la de Antony, que hizo cien chiches para que los comentaristas lo critiquen, pero su exhibicionismo fue más entretenido que lo que hacían sus compañeros. Para colmo, Tite cayó también en el espejismo de los cambios y, después de hacer cinco, el equipo se fue quedando y sólo levantó después del gol de Camerún. Se ve que Tite quería hacer jugar a todos, pero sigo sin perdonarle que haya llevado, en lugar de a Firmino, a un grandote torpe como Pedro (al menos es lo que mostró hoy). A Brasil, perder el invicto le puede crear una merma en la moral. Veremos.

Si tantos equipos chicos lograron victorias contra los medianos y los grandes, fue porque consiguieron renovar su fútbol más de lo que lo hicieron sus adversarios.

Terminó la fase de grupos y mañana ya empiezan los octavos de final. Un par de días de vacaciones nos hubieran venido bien para hacer balance de conciencia y pensar en profundidad lo que pasó y lo que viene. Pero lo cierto es que este mundial, en el que ningún equipo sumó nueve puntos, Brasil, Argentina, Francia y España sufrieron derrotas, y quedaron eliminados Alemania, Bélgica y Uruguay, está resultando un mundial atípico, que empezó con muchos partidos chatos que mutaron en partidos llenos de alternativas y en el que, como fuimos viendo, a todos los equipos les cuesta mucho sostener un resultado. Hay que notar también que el juego fue muy limpio, los descuentos fueron molestos en algunos casos pero evitaron que se hiciera tiempo, y si el VAR se portara más sensatamente en los penales hasta podría ser un auxilio (aunque la regla del offside exige un cambio). Lo que también resulta claro es que, contra un equipo que se defiende, resulta muy difícil hacer un gol.

A grandes rasgos, se produjo un emparejamiento entre los equipos que yo no esperaba. En estos casos, suele decirse que la igualación fue hacia abajo, pero no me parece que haya sido así. Si tantos equipos chicos lograron victorias contra los medianos y los grandes, fue porque consiguieron renovar su fútbol más de lo que lo hicieron sus adversarios. En el balance hasta aquí, hubo un progreso en Asia y África, así como un retroceso en Europa. En América, Argentina y Brasil mantuvieron su estatuto de equipos importantes, Estados Unidos progresó y el resto empeoró. Para lo que viene, tengo un gran deseo: no tener que ver desempates por penales, esas emociones falsas que sólo sirven para que los jugadores que erran carguen sus vidas con un recuerdo insoportable.

 

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Quintín

Fue fundador de la revista El Amante, director del Bafici y árbitro de fútbol. Publicó La vuelta al cine en 50 días (Paidós, 2019). Vive en San Clemente del Tuyú.

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