Nota mental

#13 | Los nuevos reaccionarios

El progresismo festeja el cierre de Twitter en Brasil.

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Hace un poco más de dos años, cuando Elon Musk compró Twitter, escribí una nota en la que pintaba el panorama y, en líneas generales, me ponía de su lado ante los ataques prematuros de la progresía mundial. Pero al final incluí un disclaimer: las big techs tienen demasiado poder, estamos a merced de la buena voluntad de un puñado de personas (sus dueños), tampoco pongo las manos en el fuego. ¿Cuál es la solución? Tal vez no exista.

Poco más de dos años después, creo que la nota se la banca bastante bien, aunque como siempre, ni muy muy, ni tan tan. No me vas a leer ahora pintando a un Elon Musk paladín de la libertad de expresión luchando contra un Alexandre “Lex Luthor” de Moraes.

En primer lugar, porque si Elon se rehusó a cumplir con el pedido del juez de bloquear ciertas cuentas de X, no fue por “absolutista de la libertad de expresión”, como le gusta definirse, sino porque es opositor al gobierno de Lula da Silva. Prueba de esto es que según un informe del año pasado de Rest of the World, con datos de la propia compañía, bajo la gestión de Elon se cumplieron más pedidos de censura por parte de gobiernos que en la administración anterior.

En segundo lugar, porque es válido el argumento de que una compañía debe cumplir con las leyes del país en el que opera. El propio Elon Musk dijo: “Por «libertad de expresión» entiendo simplemente la que se ajusta a la ley”. Pero tampoco es tan simple. Cuando De Moraes amenazó con meter preso al representante legal de X en Brasil, Musk cerró la filial en el país. ¿Sigue funcionando X en Brasil sin representación legal?

Evidentemente, es una pregunta tramposa. Sí, sigue funcionando, todos lo usan. Por eso De Moraes ordenó bloquearlo. El problema es que, a diferencia del cierre de cualquier otra compañía, el de X perjudica más a los usuarios que a Elon Musk. Y con un agravante: quienes tienen más recursos pueden burlar el bloqueo con trampas tecnológicas. Irónicamente, el PT lo está haciendo.

Algunos dirán, y me incluyo, que todas estas disquisiciones están bien para una charla de café o para discutir en una clase de derecho, pero acá hay que ser taxativo: está mal bloquear Twitter, no hay excusa posible, solo las dictaduras lo hacen. Bien, sea dicho.

Sí me gustaría detenerme en aquellos que vieron con simpatía la medida de De Moraes no por argumentos técnico-legales, sino porque consideran que X se ha convertido, bajo la égida de Musk, en una madriguera para odiadores de derecha y en una cloaca que arruinó la conversación pública; e imaginan con satisfacción que al menos algunos de ellos, algún João o algún Henrique, estarán sufriendo el síndrome de abstinencia de tuitear fake news contra Lula.

También están aquellos que apoyan la medida porque odian de manera vaga y general a las redes sociales, atrapados en ellas, incapaces de leer En busca del tiempo perdido sin distraerse mirando reels de Instagram. En lugar de adaptarse al mundo, quieren que el mundo se adapte a ellos, entonces fantasean con que las redes no existan para nadie, porque lo difícil no es estar afuera de las redes, sino estar afuera mientras los demás siguen adentro.

Cuando la gestión anterior de Twitter bloqueó la cuenta de Donald Trump, sus seguidores no fantasearon con el cierre de la red; se fueron a Truth Social. Obviamente, no funcionó (como tampoco funcionaron Threads, Bluesky ni funcionará ningún otro clon de X, porque una red son sus usuarios), pero ya es una perogrullada que la derecha elige la renovación y el progresismo, el camino reaccionario.

Es cierto: por más tecno-optimistas que seamos, la cuestión de las fake news y los discursos de odio es un problema real. Pero los problemas digitales no pueden tener soluciones analógicas. El bloqueo de X por De Moraes es ineficaz, además de incorrecto. Es un chimpancé tratando de enhebrar una aguja de coser. The cat is out of the bag.

Una de las mejores herramientas contra las fake news en Twitter son las Community Notes. Existen desde enero de 2021 en Estados Unidos, pero Elon Musk las amplió a todo el mundo cuando asumió (y también publicó el código, lo cual no es un detalle menor). Cualquier usuario (registrado con su teléfono) puede agregar contexto a un tuit ajeno, incluyendo la fuente. Otros usuarios pueden votar si esa nota es útil o no. Si muchos usuarios coinciden en que fue útil, la nota será visible para el resto. El sistema cuenta con mecanismos para evitar los sesgos: la nota solo será visible si usuarios que previamente estuvieron en desacuerdo en otras notas, ahora coinciden en que esta es útil. Como se ve, es cuestión de pensar un poco. Este es un ejemplo de cómo combatir un problema digital con soluciones digitales, no analógicas.

Los discursos de odio son un problema diferente. ¿Qué es un discurso de odio? ¿Existe el “derecho a ofender”? ¿Se puede hacer humor con ciertas cosas? Lo límites del humor. Ya me dormí. Soy judío después del 7 de octubre y les digo a todos: dejen de llorar.

X no se va a cerrar (Papá Noel no se va a morir). Y a menos que venga el apocalipsis o caiga un meteorito, vas a tener que hacerte a la idea de leer En busca del tiempo perdido parando cada media hora para chequear el celular. Si te ponés las pilas, será cada 45 minutos. La culpa es toda tuya.

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Diego Papic

Editor de Seúl. Periodista y crítico de cine. Fue redactor de Clarín Espectáculos y editor de La Agenda.

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