La inflación salió relativamente bien. El 8,83% de abril fue un poco más alto de lo que los optimistas tenían en mente, pero estuvo en línea con el relevamiento del Banco Central, que tenía 9% como número mágico. La inflación núcleo fue de 6,3%, un buen número. Mayo viene mejor, pero hay un factor de inercia que no será gratis. Toto Caputo pisa las tarifas para esconderlas debajo de la alfombra, lo que puede mostrar un mayo mejor de lo que se merece.
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Otra realidad es que los números de opinión pública siguen bien. El miedo del equipo político parece verse en la necesidad de mostrar resultados rápidos para poder sostenerlo. Con la actividad, aunque abril fue mejor que marzo, será difícil obtener esos resultados. Entonces, hay que bajar la inflación a lo Boca. Curioso, porque en el equipo económico predominan los millonarios.
En lo monetario, el Banco Central bajó la tasa de interés por tercera vez en cuatro semanas. Ahora, la autoridad monetaria paga a los bancos solamente el 40% anual por la liquidez. Esto implica que los bancos pagan no más del 32% a los ahorristas y que los fondos de liquidez que se hicieron muy populares no arañan ni el 30% anual, es decir, menos del 2,5% mensual. La inflación está bajando y bajará más, pero nunca tanto, al menos en el corto plazo. Es decir, la tasa de interés queda muy negativa en términos reales, una de las maravillas que te permite el cepo.
En realidad, los muchachos del Gobierno no están tan locos. Lo que están haciendo es una reingeniería en el mercado tratando de que el gran deudor sea el Tesoro y no el Banco Central. La nueva arquitectura consiste en que las tasas que pagan los bonos del Tesoro de corto plazo sean más competitivas. En esta primera licitación el incremento mensual fue de 4,2%. Entonces, la lógica es que el dinero que hoy está en el Banco Central pase al Tesoro. Esto limpia el balance del Central, que ahora tendrá menos pasivos remunerados y por ende requerirá menos emisión monetaria, una de las obsesiones de Milei. Eso sí: el costo caerá sobre el Tesoro.
Monetariamente, no cambia nada. Es todo un poco más transparente, nomás. Lógicamente, para que el mercado funcione, el Banco Central se comprometió a comprar bonos para sostener el precio si la cosa se pone espesa. Es decir que el Banco Central no se desentiende por completo de la situación. Pero si las aguas están tranquilas, la tasa baja le permite al Banco Central emitir menos.
La otra perla de la semana fue el cuarto superávit seguido. Esta vez el superávit fue pequeño y muy acicateado por el impuesto PAIS, en particular lo cobrado por la emisión de Bopreales. Esta es otra de las concesiones del cepo. Si sumamos tasas bajas y recaudación adicional, entendemos por qué todos dicen que se quieren sacar el cepo de encima desde lo filosófico-intelectual, pero en la práctica es una especie de droga.
Donde se está poniendo áspera la cuestión es en la política. En este newsletter somos optimistas de que el Gobierno pueda sacar finalmente la Ley Bases, pero nada le está saliendo fácil en esta materia. Y eso que la opinión pública sigue firme. Imaginen si la situación fuera distinta. En esto se juega mucho más que en la discusión sobre el atraso o no del tipo de cambio, que, como dice Milei, es algo que los economistas no sabemos. Lo que no es bueno es la intolerancia con la crítica constructiva.
Para esta semana estaremos atentos a la música de la política porque es el riesgo más importante. En la economía tenemos el dato de la balanza comercial de abril que esperamos haya sido superavitario y los datos del PBI de marzo que serán feos, pero marcarán el piso del ciclo económico. Hasta la semana que viene.
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