En el peor momento de la última dictadura militar, Charly García se preguntaba “qué se puede hacer, salvo ver películas”. Pero esta propuesta de escapismo resignado era una finta para despistar, porque en el mismo disco, oculto en un tema de título aparentemente inofensivo (“Hipercandombe”), increpaba a los que insistían en hacerse los boludos: “Y si te asusta este canto final o no le encuentras sentido, podés cambiar el dial y escuchar algo más divertido”.
Este newsletter tiene el espíritu del escapismo resignado del primer ejemplo. Lo escribo mientras habla Cristina disfrazada de Manuel Belgrano y dice que “la inflación es culpa de la evasión”, y pienso que ponerme a hablar de cine y series es una manera de preservar mi psiquis, y si puedo contagiarte el entusiasmo por algo que ubique los dramas de este país y del mundo en un segundo plano por un rato, me doy por hecho.
Pero tampoco puedo hacerme el boludo, así que hoy no me va a quedar otra que contarte sobre las vicisitudes de una película que ilustra perfecto cómo estamos en el medio de una guerra ideológica entre dos bandos muy nocivos: la izquierda woke y la derecha conservadora. Perdón, puede sonar muy Corea del Centro, pero it is what it is. El invento revienta al inventor.
El 1ro de junio, coincidiendo con el comienzo del Mes del Orgullo Gay, el sitio conservador The Daily Wire estrenó online el documental What Is a Woman? (¿Qué es una mujer?). Se trata de una película sobre la cuestión del género y del transgénero en el que el comentarista político Matt Walsh la va de una especie de mezcla entre Michael Moore y Sacha Baron Cohen de derecha y entrevista activistas trans, académicos progres de universidades, psicólogos y demás con la intención de desmontar la idea de que el género es una “construcción social”.
Al final, luego de muchas vueltas, termina preguntando “pero, entonces, ¿qué es una mujer?”, y ante la imposibilidad ideológica de contestar algo tan sencillo como “una persona de sexo femenino”, terminan envueltos en tautologías y trabalenguas, muchos de ellos incluso ofendidos por la pregunta.
Lo menos interesante del documental es el cancherismo de Walsh, que en más de una oportunidad se burla de sus entrevistados como hacen Moore y Baron Cohen, que como son de izquierda lo tienen perdonado (aunque cada vez menos, es cierto). Walsh les habla a sus fans, que solo quieren ver cómo ridiculiza a una chica de pelo azul que dice que se autopercibe loba, pero en ningún momento tiene intenciones de descubrir algún tipo de verdad, por más que diga constantemente que eso es lo que busca.
Por eso yo, que me considero bastante antiprogre pero también antihomofobia, me encontré en más de una oportunidad del lado de los pobres entrevistados (que aparentemente fueron engañados para participar de las entrevistas). Por ejemplo, cuando en su intención de acorralar a la pediatra Michelle Forcier, Walsh le dice “si veo una gallina poniendo huevos y digo que es hembra, ¿le estoy asignando arbitrariamente el género u observando una realidad física?”, ella le contesta algo muy inteligente: “Las gallinas no tienen identidad de género. ¿Lloran las gallinas? ¿Se suicidan?”. Después la película, mediante el montaje, se burla de esas preguntas de Forcier, pero la verdad es que lo que dice es muy atendible.
Lo que sí resulta muy interesante e ilustrativo del estado de las cosas, es cómo algunos entrevistados, en lugar de contestar como Forcier, se ofenden por las preguntas, como si fueran preguntas cuya sola formulación fuera un insulto. Es el caso del Dr. Patrick Grzanka, profesor especialista en género y sexualidad de la Universidad de Tennessee, que se explaya sobre género en abstracto sin problemas, pero cuando Walsh mete la cuestión de los transgénero se pone tenso, cuestiona las preguntas y dice que ese lenguaje lo incomoda.
Pero más interesante todavía es lo que ocurrió después del estreno. El popular sitio Letterboxd, una red social sobre cine (podés encontrarme ahí), decidió ocultar el puntaje promedio de la película otorgado por los usuarios, y tampoco pueden verse las reseñas. Un cartel dice: “Debido al alto volumen de tráfico para moderar, las reseñas de este título están ocultas por ahora”. Esto pasa solo con esta película. Casi ningún crítico profesional publicó una crítica de la película, y Matt Walsh colgó en su cuenta de Twitter varios de los insultos que recibió por privado como cucardas. Es exactamente lo que los realizadores quieren.
Me molesta el lenguaje inclusivo y todo el circo de los pronombres, me molesta que J. K. Rowling sea cancelada por decir que los varones no menstrúan, me molesta que haya cosas que no se puedan decir, preguntas que no se puedan formular, pero quiero evitar la tentación de quedar del lado de gente como Matt Walsh, que se aprovechan de la estupidez de los progres para ridiculizarlos y llevar agua para su molino de conservadurismo rancio. Es un lugar difícil hoy, es cierto. Pero esta película conmigo logró lo contrario de lo que se propuso.
Nos vemos en quince días. Espero volver a hablar de películas.
Si querés anotarte en este newsletter, hacé click acá (llega a tu casilla martes por medio).
Si te gustó esta nota, hacete socio de Seúl.
Si querés hacer un comentario, mandanos un mail.