LEO ACHILLI
Diario del Mundial

#10 | Lo previsible y lo incierto

Empieza a cerrarse la primera fase y los equipos que no especulan tienen su premio. Pero hay que recordar que al fútbol no se juega siempre a la misma velocidad.

Grupo A: Países Bajos 2×0 Qatar
Grupo A: Senegal 2×1 Ecuador
Grupo B: Inglaterra 3×0 Gales
Grupo B: Estados Unidos 1×0 Irán

Buenas noticias. La prédica de esta página contra el amarretismo futbolístico está dando resultados. Hoy se confirmó que el arquero Onana abandonó la concentración de Camerún porque estaba harto de que el técnico Song no le permitiera al equipo salir jugando, sino sólo con pelotazos largos. También se supo que hubo una rebelión en el plantel uruguayo contra el técnico Alonso: los jugadores le exigieron que cambie su planteo miserable para que el equipo juegue a atacar por primera vez.

Por otro lado, confirmando otra afirmación rotunda de este Diario del Mundial, Dale Johnson, conocido periodista de la ESPN en inglés y especializado en analizar las decisiones del VAR, tuiteó que el penal cobrado contra Uruguay fue un disparate absoluto. Johnson muestra una foto tomada de las indicaciones de la IFAB a los árbitros (la IFAB o International Board es el organismo que se ocupa del reglamento del fútbol) como ejemplo de mano que no debe ser sancionada. La foto muestra una jugada idéntica a la que provocó que el VAR canadiense y el árbitro iraní cobraran lo que no debían. Atención relatores y comentaristas: después de la prueba aportada por Johnson, no se puede seguir diciendo que hay argumentos reglamentarios para pitar ese penal.

Esta mañana, me encontré en El País con una carta del escritor mexicano Juan Villoro que forma parte de una correspondencia que mantiene en ese medio con Martín Caparrós. Allí se lee lo siguiente: “Por desgracia, la cultura de la cancelación va en aumento. En Rusia se acudió 20 veces al VAR mientras que tan sólo en las dos primeras jornadas de Qatar hubo más de diez goles anulados, entre ellos tres a Argentina en el mismo partido, que valían la serenidad de un pueblo”. No sé por qué se convoca a los escritores para ocuparse de lo que no entienden. En pocas líneas, Villoro se las arregla para mezclar la cancelación, el pueblo y el VAR a partir de información falsa. No es cierto que el VAR se use desproporcionadamente más que en Rusia y es menos cierto que a Argentina le hayan anulado tres goles contra México. El gol anulado por el VAR fue uno y los otros dos fueron offsides muy claros detectados por el línea pero sólo sancionados cuando terminó la jugada. Lo mismo ocurre con la mayoría de esos diez goles que menciona Villoro. Antes del VAR, la gran mayoría no hubiera existido, porque el línea habría levantado antes la bandera y el árbitro detenido el juego (ahora, en cambio, se la deja seguir hasta que la jugada termina). En esos casos que dice Villoro, el VAR no anuló nada, simplemente convalidó la decisión de los árbitros. Pregunto: ¿es tan difícil entender algo tan simple, que cualquier que mire fútbol seguido entiende perfectamente? Y, por último, ¿es necesario meter al pueblo en todo esto?

No sé por qué se convoca a los escritores para ocuparse de lo que no entienden.

Lo de meter al pueblo en el fútbol no es sólo un problema de Villoro. Hoy, antes del partido entre Ecuador y Senegal, un comentarista ecuatoriano de DirecTV afirmó con voz enfática que “la pelota hace patria” y que “era la hora de los humildes”. Es una desgracia que al nacionalismo argentino, al uruguayo y al brasileño, males que los amantes del fútbol sufrimos desde siempre, se vayan agregando los nacionalismos de pequeños países (en materia deportiva). ¿A quién se le iba a ocurrir que los canadienses o los ecuatorianos iban a llegar al mundial agrandados y vociferantes, como si los avalara la calidad de su selección en esta época o en alguna otra? La peste de mirar el fútbol con la bandera tapando los ojos se extiende por todo el planeta.

Pero quienes comentan fútbol y suelen adoptar un tono imparcial no deberían caer en estos excesos. Aceptemos que no pueden evitarlo cuando se trata de su país, ¿pero cómo se explica que se suban al carro del nacionalismo ajeno? No encuentro razones para haber escuchado en estos días cantar loas a esos canadienses o ecuatorianos y, sobre todo, a sus técnicos: el inglés guarango que hizo jugar un partido con temperaturas bajo cero o el argentino trajeado que pasaba en estas horas por filósofo por haber llevado sus planteos defensivos a otras latitudes.

Estos son los cuatro días mundialistas que menos me gustan, porque hay que elegir entre dos partidos simultáneos y me pierdo de ver nada menos que ocho partidos, algunos de los cuales pueden ser interesantes. Pero en este caso, elegí los partidos de resultado incierto contra los muy previsibles.

Empecé con Senegal – Ecuador y dejé el otro, porque supuse que Holanda no iba a tener dificultades para ganarle a Qatar, como finalmente sucedió. Le ganó dos a cero con un golazo de Gapko (que se está transformando en figura del torneo) y una atropellada de Frenkie de Jong. Holanda arrancaba con cuatro puntos y dos goles de diferencia, igual que Ecuador. Senegal con tres y Qatar ya estaba afuera. De modo que, descontando la victoria holandesa contra una selección paupérrima, Senegal pasaba sólo si ganaba y Ecuador necesitaba apenas empatar.

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Me dispuse a ver un planteo temeroso de Alfaro y, por supuesto, fue lo que vimos. Pero hubo dos cosas muy notables en el primer tiempo: la superioridad técnica de los senegaleses en todas las líneas y su crónica falta de puntería y de eficacia frente al arco. Jugaba bien Senegal, desde Koulibaly en adelante y especialmente los tres delanteros, Ndiaye, Dia y Sarr. Pero se perdieron varios goles y daba la impresión de que Ecuador, aun superado, iba a aguantar bien. Allí intervino el árbitro Turpin para inventar otro penal para la lista negra de la infamia. Pateó Sarr y la puso contra el palo. Fue hacia el final del primer tiempo y se fueron al descanso uno a cero.

En el segundo, se dieron vuelta los papeles. El que necesitaba un gol era Ecuador, que se paró más adelante, mientras que los senegaleses se amontonaban atrás y rechazaban fuerte y para arriba, como si no dispusieran de jugadores capaces de manejar la pelota. Por más que Valencia no estuviera en su plenitud física y Ecuador sea un equipo muy mediocre, no lo es tanto como para que le regalen la pelota y lo dejen atacar continuamente. En estos casos, siempre hay una pelota parada salvadora. La pelota parada suele ser el único recurso de los equipos malos pero así, como la buscan para atacar, no la saben defender. Y eso fue lo que ocurrió: córner cerrado de Plata, peinada del central Torres y Caicedo apareció totalmente solo en el segundo palo para empujarla porque un senegalés lo habilitaba sobre la línea. Ahí pensé que Ecuador clasificaba. Sin embargo, a los dos minutos, se volvieron a invertir las cosas. La pelota parada fue para Senegal y el que la defendió mal fue Ecuador. Tiro libre de Gana Gueye, dos defensores que se chocan, la pelota le queda a Koulibaly y el grandote del Chelsea, que solía ir a buscar bien al área en sus tiempos del Napoli, le pegó con autoridad fuerte y cruzado. Dos a uno.

Faltaban unos cuantos minutos (26 con el descuento) y Ecuador buscó pero no encontró: de hecho, no llegó nunca. Ya no sólo le faltaba fútbol sino también convicción, mientras que Senegal entendió que, de vez en cuando, convenía salir de atrás con un pase en lugar de reventarla. Así se fue Ecuador del torneo, con cierta tristeza y dejó la sensación de que no estuvo a la altura. No es una actuación enorme ganarle a Qatar y sacarle un cero a cero a Holanda. Pero enorme fue la excitación y la promesa finalmente incumplida de ver surgir a un equipo desde fuera de la élite. No sólo no fue, no pareció que pudiera ser.

Choque de civilizaciones

Para el segundo turno, elegí ver Estados Unidos vs. Irán, descontando esta vez que Inglaterra le ganaría a Gales, lo que también ocurrió. Fue tres a cero, con dos goles de Rashford y uno de Foden. Ambos fueron titulares por primera vez, y acaso Southgate haya encontrado la formación adecuada. En nuestro partido, Irán pasaba con el empate, situación favorita para Carlos Queiroz, que planteó un 4-4-2 con los dos cuatros muy juntos, dejando solos arriba a Taremi y a Azmoun para que se las arreglaran como pudieran.

Estados Unidos, del otro lado, fue a buscar el partido desde el control del medio campo con Musah, Adams y McKennie, la subida por los laterales de Dest y Robinson, mientras que los delanteros Weah, Sargent y Pulisic entraban, salían y se cruzaban. La velocidad la tenían garantizada, el esfuerzo también, pero la duda era si les iba a dar la precisión para vulnerar a la defensa de grandotes que dispuso Irán. Es que no sólo se trata de rondar el área, de pasar rápido, de patear al arco y de tirar centros. El sistema basado en la velocidad corre el riesgo de ser estéril si no aparece el desequilibrio, el pase con ventaja, el metro ganado a la defensa. Estados Unidos no tuvo grandes llegadas, pero le alcanzaba con una en la que se dieran esas condiciones.

Y la jugada llegó a los 37, cuando McKennie recibió la pelota cerca de la mitad por la izquierda, vio que picaba Sergiño Dest  por la derecha, le tiró un pase largo y perfecto par que entrara a la carrera. Dest la cabeceó al medio después de un pique y por allí entraba Pulisic a toda carrera, que la tocó muy bien de derecha y convirtió cerca de la línea. Un gol práctico, estético y memorable, que dejó a Estados Unidos en octavos de final y a Pulisic lesionado al chocar con el arquero después del remate.

Un gol práctico, estético y memorable, que dejó a Estados Unidos en octavos de final y a Pulisic lesionado al chocar con el arquero después del remate.

En el segundo tiempo, Irán se fue adelantando de a poco y Estados Unidos retrasándose de a poco, mientras el técnico Berhalter sacaba delanteros y ponía defensores. Ya faltando 15 minutos (hubo diez más de descuento), el esquema defensivo americano era más cerrado de lo que había sido el iraní al principio: nueve atrás, el tanque Haji Wright solo arriba y Aaronson (el del Leeds) de enlace. Pero Irán no tenía ni la dinámica ni los movimientos que habían mostrado los americanos en esas circunstancias. Se limitó a tirar centros a la olla que los defensores rechazaron cómodamente y se fue quedando sin cambios y sin piernas. Le quedó como consuelo haber metido el segundo mejor caño del campeonato, después de aquel del saudita. Lo hizo el 17, Gholizadeh, que juega en Bélgica. No les faltan condiciones a los iraníes, pero hace tiempo que solo juegan al queirozbol, un sistema de dos marchas que se ha quedado anticuado.

La convincente actuación de Estados Unidos, la cada vez más extendida presencia de sus jugadores en Europa y el progreso de la MLS hacen pensar que este equipo puede llegar a competir algún día y hasta pasar alguna ronda más en Qatar (Holanda no parece un rival imbatible). Pero, una vez más, quiero recordar que el fútbol no puede alcanzar un grado de excelencia si se lo juega a una sola velocidad, por más que sea rápida. Los americanos deberían recordar la historia de su publicidad y aprender a hacer la pausa que refresca.

El partido venía precedido de un gran morbo asociado a la rivalidad política. Pero fue absolutamente limpio, leal y noble. Dirigió muy bien Mateu Lahoz, el español charlatán que ayudó a pacificar los espíritus.

 

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Quintín

Fue fundador de la revista El Amante, director del Bafici y árbitro de fútbol. Publicó La vuelta al cine en 50 días (Paidós, 2019). Vive en San Clemente del Tuyú.

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