Charlas para socios

En busca del centro perdido

Una carta a Fernando Santillán en respuesta a su nota 'El alma de Occidente'.

Querido Fer:

Leí tu columna de Seúl y me acordé automáticamente de que fuiste uno de los primeros (y pocos) conocidos no judíos (junto con Martín Wilson, otro ser maravilloso que sufre y entiende lo que hay en juego… ¿será la sangre anglosajona?) que me escribió para ver cómo andaba después del 7O. Como sabés, me retiré de X a las semanas del 7O porque exponerse a la marabunta nazi es insalubre. Si el reality check de cada mañana, cuando abro los ojos, me revuelve el estómago y me da un tiro de ansiedad desde la base de la columna hasta el centro del cráneo sin cruzar posteos de la patota de los freeplastilin (sin la necesidad de responderle a uno que veo y si le respondo a uno, les tengo que responder a todos porque no se los puede dejar pasar, bloquear no alcanza, necesitan feedback, la gente que mira el timeline necesita leer por angustia o morbo cómo un tuitero como Pasante del Mossad los guarda en caja), decía, si ya me explota ese síndrome cada vez que me despierto sin X, imaginate con.

Así que me retiré de X porque no hay un método efectivo para voltear cuentas nazis para que no proliferen sus arengas, por el tema del freedom of speech, pero sigo hiperinformado, como te imaginás. Vengo usando ese tiempo, entre otras cosas, para recuperar la esperanza viendo florecer disidentes en el mundo árabe-musulmán, que si me preguntás, son los que van a salvar a Occidente en tiempo de descuento. Otro día charlamos y te cuento mejor.

Lo que quería decirte es que el texto me gustó y también me la paso llorando cuando me cruzo con historias como las de Bentley, que cuando estuve en Juno Beach hace mil años pensaba en eso mirando la playa, venirte de Canadá a los 20 para combatir nazis, salir del agua helada corriendo sin saber si en la primera milla se termina tu heroísmo sin siquiera cargarte a uno. Sacrificarse por Occidente antes de que te toquen la puerta. Y hoy, 80 años después, te tocan la puerta igual los bisnietos woke de esos freedom fighters, cosplayers de jihadistas, cacarean que globalize the intifada desde los campus hasta los downtowns de toda la OTAN mientras el sitio web de Schwab en la landing para abrir cuenta para invertir en la bolsa pone un dibujito de un usuario sentado frente a una compu, una silueta de mujer con hijab (si hay un tipo humano sin independencia financiera, casi que de ningún tipo, es ese, pero bueno, que nadie se ofenda, seamos inclusivos dice el flamante departamento de DEI).

Y dije, después le escribo a Fer. Estoy en el avión volando a Córdoba para ver a Cattáneo. Sigo leyendo Seúl, la nota sobre el suicidio del poeta Paul Celan, sobre lo que nos pesa la realidad cuando se te vienen encima los zombies y el punto en el que el suicidio se vuelve una opción. Yo, como Rust Cohle, el personaje de Matthew McConaughey de la temporada 1 de True Detective, “lack the constitution for suicide”. Además, a diferencia de Cohle, soy un optimista irredimible, un rabdomante de dopamina y serotonina, pero además me da mucha curiosidad saber qué viene después.

Ahora, no te miento, estoy asustado como nunca. Y te escribía porque te leo igual, pero me aferro a otra lectura del desempate que nos ofrece noviembre en Estados Unidos. Como me pasó con Milei y los milevitas, me agoté de putearlo y putearlos, pero lo terminé votando en el ballotage porque el riesgo de que renombrarán al CCK Centro Cultural Sinwar bajo el massismo era demasiado alto. A lo que voy: yo estoy también à la recherche du centre perdu, pero el plan de los que uno puede identificar que tienen la manija del partido demócrata es ganar y renunciar a Biden porque estamos todos de acuerdo en que no da más, y ahí gobiernan Kamala y los que habilitan al Squad. ¿Vos le darías las llaves de tu auto al novio cocainómano de tu hija? No, porque antes vas a ocuparte de que tu hija no tenga un novio cocainómano. Con el mayor respeto por los cocainómanos. Y por los demócratas. Y por los que aborrecen a “la extrema derecha”.

Tendría que dedicarle un texto aparte o mejor hagámoslo charla, estuve aprendiendo y conectando puntos interesantísimos, pero el resumen que te comparto es que el obamismo o leyó mal a Medio Oriente o son unos hijos de puta. Del lado occidental de los Acuerdos de Abraham sabemos algunas cosas: que Trump la campeonó con su yerno, que los sauditas estaban a punto caramelo y el 7O puso todo en stand by. Del lado de Medio Oriente tengo mucho para contarte sobre lo que vine sintetizando, de por qué quieren normalizar los vínculos con Israel, sobre todo si gana Trump. Pero yendo a lo que marcás de Trump y la OTAN y Putin, no te digo que sea todo kosher, pero hay mucho out of context. Tené en cuenta que Trump les explicó clarito a los progres alemanes que a Putin lo enriquecieron ellos comprando el gas que reemplazó a la energía de las centrales nucleares (otro día, no el mismo, otro, vamos a tener que hablar de Merkel también).

Tema aparte: estamos en un momento donde un cazador de nazis francés acaba de declarar que entre Mélenchon de La Francia Insumisa y Marine Le Pen, no duda en votar a Le Pen. Y Trump, payasadas al margen y con el asco que me genera el populismo (acordate de que tres semanas antes del 7O fui a una marcha en Tel Aviv contra el golpe judicial que quería hacer Netanyahu), lo que dijo no es que va a colgar a la OTAN, va a apretarles las tuercas a los gobiernos europeos que quieren freeridear el porcentaje de gasto en defensa en relación al PIB. Y al que se haga el distraído, que Putin lo invada. Polémico, sí. Pero a tortearse con el ayatollah los europeos no van, así que el consorcio de propietarios del Atlántico Norte se va a tener que ocupar de recaudar expensas extraordinarias para arreglar el tema con los rusos. Todos. Acá no hay posibilidad de esperar a cobrar juicios a los morosos, porque el Estados Unidos de Trump va a tener que financiar la extinción del islamismo. Es él, no hay otra, porque los demócratas los tienen adentro.

Así que nada, eso, Fer.

Ya está aterrizando el vuelo.

Te mando un abrazo y, cuando podamos, nos juntamos.

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Ezequiel Baum

Economista especializado en educación financiera. Autor de Ordená tu Economía (Aguilar).

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