El 12 de junio del año pasado, la periodista y exsenadora María Eugenia Estenssoro escribió: “La gran diferencia del modelo uruguayo (en la lucha contra el Covid), descubrí, es que ellos se anticiparon al problema, actuaron con velocidad, el Estado no quiso hacer todo ni limitó al sector privado, y la política siempre actuó a favor”. Esto fue así, yo lo pude seguir de cerca viviendo en Montevideo. Tal vez al ser extranjera valoré desde el principio lo bien que se estaban haciendo ciertas cosas, lo que otros daban por sentado. Todo el tiempo comparaba con Argentina y las diferencias me hacían doler la cabeza. El Gobierno argentino dictaba una cuarentena obligatoria que se renovaba cada tanto y fue eterna, no se testeaba, ni rastreaba ni aislaba (salvo en la Ciudad de Buenos Aires), las escuelas estaban cerradas y la vacunación se realizó con serias fallas.
Claro que no eran comparables: Argentina no es benchmark y Uruguay es un país pequeño. Pero todo fue distinto desde el principio. Con sólo ver las primeras conferencias de prensa de los presidentes uruguayo y argentino, las diferencias sobre lo que se venía eran evidentes. Estaba tan asombrada y celebraba tanto el enfoque uruguayo que algunas personas que no me conocían me preguntaron si era blanca (partido de la coalición gobernante) o si era funcionaria del Gobierno uruguayo. Uruguay fue un paraíso en 2020.
El paciente cero
El viernes 13 de marzo se conocieron los primeros cuatro casos en Uruguay. A la tardecita recibí este mensaje de WhatsApp en el grupo de los padres del colegio de mis hijos: “Por favor, difundir. Sábado 7 de marzo. Casamiento tal & tal. Paciente cero recién llegada de Milán asistió al casamiento y hoy en día es el primer caso de coronavirus del Hospital Británico. Ya hay más de veinte personas que asistieron al casamiento que tienen síntomas (fiebre, tos y dificultad respiratoria). ¡Por favor, seamos conscientes! Si fuiste al casamiento, notificá a tu trabajo o universidad y solicitá la cuarentena. Recordatorio para los jóvenes: ¡aunque para ustedes esto sea una simple “gripe”, para los adultos mayores a 50 años puede ser muy grave! (Piensen en sus padres, tíos, abuelos, etc.)”
Una madre del colegio respondió que había estado en el casamiento. La respuesta fue empática: dos de las madres, médicas, le sugirieron qué hacer. El rastreo empezó desde el día 1 con el paciente cero. Esa noche el último mensaje del chat fue “En el paisito conocemos al paciente cero”.
“Si hay algo que hay que ser siempre y en estas épocas de crisis, es ser solidario, empático y saber que hay que cuidarse entre todos” fue la respuesta de otra madre. Me sorprendió esta disposición a ayudarse, sin quedarse esperando qué iba a hacer otro (el Estado, por ejemplo) para resolver lo que se venía. Otro grupo de padres del colegio creó un grupo de WhatsApp para ayudarse entre sí. Cada uno subía su publicidad, enlace, profesiones o servicios: algunos contaban a qué se dedicaban y otros lo que empezaron a hacer porque por un tiempo no iban a poder llevar a cabo sus trabajos habituales. Una familia empezó a hacer delivery de carnicería, otra a producir barbijos, otra a hacer postres y desayunos. Se armó una planilla con más de cien empresas, emprendimientos y profesionales.
La estrategia sanitaria
La estrategia sanitaria fue bastante clara desde el principio. No se minimizaron los riesgos y se planteó un camino a seguir. El confinamiento fue voluntario, no obligatorio, pero se exhortaba a la población a “quedarse en casa”. La mayoría que pudo lo hizo, por lo menos hasta la Semana del Turismo. Entre el 13 de marzo y el 12 de abril el país se frenó, aunque no fuera obligatorio ni estuviera penado por ley salir a la calle. El Gobierno apeló a la “libertad responsable”, entendida como civismo o responsabilidad ciudadana. Conversando con una amiga uruguaya tiempo después, me dijo que “los uruguayos somos así, cumplimos con lo que nos dicen, para bien o para mal, seguimos las reglas”.
Los resultados estuvieron a la vista. La tasa de positividad, casos activos y fallecimientos se mantuvieron bajos la mayor parte del año. Hacia junio, no había casos nuevos por día, con mil tests diarios. La construcción fue la primera actividad en reabrir, las escuelas –que habían cerrado por dos meses– estaban abiertas desde mediados de 2020, los shoppings también y se podía hacer actividad física al aire libre. El fútbol profesional volvió en agosto, cuatro meses después que las escuelas rurales. Había una vida casi normal.
Tetris: testear, rastrear, aislar. En febrero, un mes antes de la llegada del virus a Uruguay, dos instituciones empezaron a trabajar en un kit de diagnóstico del COVID-19: el Laboratorio de Virología Molecular de la Facultad de Ciencias de la Universidad de la República (Udelar) y el Laboratorio de Evolución Experimental de Virus del Institut Pasteur de Montevideo. Los virólogos Gonzalo Moratorio y Pilar Moreno desarrollaron un método diagnóstico mediante técnicas de biología molecular. Gonzalo Moratorio dijo: “Creo que de verdad tuvimos lo que se llama un tiempo de reacción que realmente valió la pena, ese poder estar conectado con diferentes colegas de otras partes del mundo nos hizo ver que la disponibilidad de reactivos y de distintos componentes moleculares para detectar al virus iba a ser un impedimento y un problema para nuestro país. Pudimos hacer llegar el testeo para todos”.
Desde el inicio, Uruguay tuvo una alta capacidad de testeo y la fue ampliando rápidamente. En contraste con Argentina, la capacidad de testeo no fue un factor limitante para controlar la pandemia.
El Institut Pasteur y la Udelar se asociaron a ATGen, una empresa biotecnológica uruguaya, para presentarse a un llamado de la Agencia Nacional de Investigación e Innovación (ANII) para el desarrollo de kits de diagnóstico. Con el apoyo de la ANII, el Fondo para la Convergencia Estructural del Mercosur (FOCEM) y el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), Uruguay desarrolló kits diagnósticos y consiguió una alta capacidad de testeo. Los kits se destinaron a la red de laboratorios de la Administración de los Servicios de Salud del Estado (ASSE). Desde el inicio, Uruguay tuvo una alta capacidad de testeo y la fue ampliando rápidamente. En contraste con Argentina, la capacidad de testeo no fue un factor limitante para controlar la pandemia, al menos durante el año pasado.
“Encontrás los casos, trazás los casos y los confinás, las tres cosas son necesarias”, explicaba Moratorio. La “Compañía de Rastreadores” o los “caza covid” fueron contratados por el Ministerio de Salud Pública. Su trabajo consistió en seguir el hilo de los casos: hacer el rastreo y llamados telefónicos a los contactos de los positivos, pedirles que se aíslen y coordinar el hisopado. En noviembre de 2020 había cien rastreadores dedicados a la búsqueda activa de casos.
La estrategia a la uruguaya. Desde el momento inicial hubo un trabajo conjunto entre los actores políticos, las autoridades nacionales y los científicos. En febrero, un mes antes del primer caso, el ministro de Salud Pública Daniel Salinas fue a aprender sobre el virus con Gonzalo Moratorio. Gustavo Salinas, hermano de Daniel, bioquímico del Pasteur, actuó de nexo. “Un día mi hermano me dijo: ‘Mirá que acá hay un equipo de gente liderado por Gonzalo Moratorio que es un rayo. Ellos te quieren explicar esto del coronavirus y cómo viene”. Me fui a la Facultad de Ciencia del Institut Pasteur a escucharlos. No tengo nada para perder, me dije, tengo mucho para ganar, de última aprendo algo. Termo, mate, libreta de tomar apuntes y a aprender todo lo que podía. Y la verdad que en ese momento tomé conciencia de la verdadera gravedad del asunto”, contaba el ministro.
Así lo contaba Moratorio: “En febrero, tres días antes de asumir, el actual ministro de Salud de la República me contactó. Yo no lo conocía. Me dijo que necesitaba aprender sobre el nuevo virus. Vino a las ocho de la mañana y se sentó frente a mí como un alumno. Fijate que él es de Cabildo Abierto (el partido de la derecha uruguaya liderado por Guido Manini Ríos, exjefe del Ejército). A mí no me importó y al ministro tampoco. Es que la salud está primero”.
Cuando Moratorio fue elegido por la revista Nature como una de las diez personas que ayudaron a darle forma a la ciencia en 2020, el ministro Salinas le dedicó este mensaje: “Felicitaciones PhD Gonzalo Moratorio, elegido como uno de los diez científicos del año por la prestigiosa revista Nature. Uruguay entero te lo agradece a ti, a tu equipo con Pilar Moreno Abyn y colaboradores del Institut Pasteur de Montevideo y Udelar”.
Según el ministro de Salud, dos elementos fueron claves en los resultados sanitarios: la infraestructura básica y el sistema de salud universal integrado y público.
Según el ministro de Salud, dos elementos fueron claves en los resultados sanitarios: la infraestructura básica (“Casi el 100 % de la población tiene acceso al agua potable, fundamental el lavado de manos”.) y el sistema de salud universal integrado y público. Cabe notar que en la fase expansiva del ciclo económico, Uruguay había implementado medidas sociales ampliando la red de protección social y un proceso de reforma en la salud que propició la integración de los sistemas público y privado. Por otra parte, el Covid irrumpió en Uruguay en una situación macroeconómica de estabilidad, con crecimiento del PBI ininterrumpido entre 2003 y 2019 y una tasa de pobreza (personas) del 8,8 % en 2019.
Los científicos sugieren, los políticos deciden. El presidente de Uruguay convocó al Grupo Asesor Científico Honorario (GACH) con el objetivo de dar “asesoramiento científico de calidad y conectado con la experiencia internacional para asistir a la toma de decisiones gubernamentales”. El equipo estuvo coordinado por el bioquímico Rafael Radi, y las áreas de trabajo estuvieron a cargo del médico Henry Cohen y el matemático Fernando Paganini. El grupo fue interdisciplinario, conformado por 55 científicos, y fue el encargado de proveer evidencia científica, analizar la bibliografía, la marcha de la pandemia y elaborar documentos con recomendaciones científicas al Poder Ejecutivo, con quienes se reunían con una frecuencia semanal. Los informes y las conferencias de prensa del GACH están subidos en el sitio web.
En la primera conferencia de prensa del GACH, en mayo, informaban que “por primera vez desde el inicio de la pandemia tenemos una serie de doce días seguidos, desde el 9 al 20 de mayo, con menos de diez casos activos reportados. Eso indica que la enfermedad, desde el punto de vista de su transmisión, está en una zona de relativo control”. No obstante, Radi advertía que “se puede descontrolar rápidamente por la alta contagiosidad que tiene. Es como estar jugando un partido en La Paz a 4.000 metros y estamos aguantando el 0-0, estamos bastante contentos, pero nos pueden golear en tres minutos”.
El GACH comenzó a trabajar el 16 de abril del año pasado y continuó funcionando hasta julio de este año. Su principal aporte, según el ingeniero Andrés Ferragut, fue “definir la estrategia testeo-rastreo-seguimiento: nos convencimos de que era una estrategia viable para Uruguay para mantener la epidemia controlada”. Otro aporte fue su impulso para conseguir vacunas.
Sus coordinadores aparecían en los medios de comunicación y advirtieron hacia fines del año pasado que la situación estaba cambiando: dado el incremento de los casos positivos desde noviembre, el sistema de rastreo aparecía insuficiente, y se veía un incremento de utilización de camas de CTI que requería de nuevas medidas. El Poder Ejecutivo implementó algunas de ellas.
En una entrevista el 30 marzo, luego de que se alcanzara un máximo relativo de casos el 22 de marzo, Radi llamó a “blindar abril”.
Los motores de la economía funcionando. A dos semanas del primer caso en Uruguay, la ministra de Economía Azucena Arbeleche daba una entrevista en la que interpretaba a la crisis sanitaria y económica como un shock “muy significativo pero transitorio” y remarcaba la importancia del día después: “La caída puede ser significativa, pero la salida también puede serlo”. También dijo, argumentando la imposibilidad de sostener un confinamiento obligatorio: “Se ha instalado una falsa dicotomía entre el cuidado de la salud por un lado y de la economía por otro; no se pueden parar los motores de la economía, que hoy está al servicio de la emergencia sanitaria y social”.
Si bien el nuevo gobierno había asumido con el mandato de austeridad fiscal, la irrupción de la enfermedad implicó un cambio de planes, con foco en la población más vulnerable. Se ampliaron el “seguro de paro” y los de enfermedad para los trabajadores con riesgo sanitario. También aumentaron los gastos en salud, asignaciones familiares y la asistencia social. Se tomaron medidas de apoyo a empresas para preservar la cadena de pagos. Se creó para esos gastos un “Fondo Coronavirus”, con recortes salariales provisorios de cargos políticos y funcionarios públicos de mayores sueldos. También se pidió financiamiento a organismos internacionales como el BID, el Banco Mundial y la CAF – Banco de Desarrollo de América Latina.
Cuando en abril el Presidente fue consultado sobre la posibilidad de gravar el capital para obtener recursos en medio de la emergencia sanitaria, lo descartó.
El economista Isaac Alfie, titular de la Oficina de Planeamiento y Presupuesto, sostuvo: “Pensar que el Estado va a ser el motor de la economía es un error”. Cuando en abril el Presidente fue consultado sobre la posibilidad de gravar el capital para obtener recursos en medio de la emergencia sanitaria, lo descartó: “Si esto fuera una competencia de ciclismo, al malla oro, al que va en la punta, el Gobierno pensaría en estimularlo para que pedaleara más rápido. Es el que va a hacer la inversión, va a dar trabajo. Hay que sacarle el lastre al que va a pedalear, al que va a traccionar la economía. El Estado debe preocuparse de los rezagados en esta crisis, que son los más vulnerables y han quedado más rezagados”.
Debe notarse, de todos modos, que los estados tienen un rol fundamental en la gestión de la pandemia. Son encargados de las políticas de largo plazo, teniendo en cuenta los impactos económicos y sociales, especialmente en las poblaciones más vulnerables. Un ejemplo son las necesarias políticas de reconversión para sectores y trabajos que quedarán golpeados incluso cuando el panorama sea de superación de la crisis.
Escuelas abiertas: lo primero que se abre y lo último que se cierra. Las clases se suspendieron desde el 16 de marzo de 2020. Las escuelas rurales volvieron a la presencialidad en abril del mismo año y las de Montevideo en junio. Hacia noviembre, un informe del GACH sostenía que los brotes en escuelas fueron poco frecuentes: “Los niños se contagian y enferman de Covid en menor proporción que los adultos. Los niños no son grandes transmisores. En los informes epidemiológicos del Ministerio de Salud Pública se expresa que los niños se ubican fundamentalmente al final de las cadenas, lo que orienta a que no juegan un rol importante en la transmisión de la enfermedad. Los niños rara vez son el caso índice y excepcionalmente causan brotes. Parece claro que el riesgo de daño por no acceder a las clases presenciales es mayor al de un eventual contagio por concurrir a la escuela, afectando especialmente a los niños vulnerables. Las escuelas, más que contribuir a la transmisión del Covid, reflejan la transmisión comunitaria”.
Cuando se dio la “verdadera” primera ola en marzo de este año, se suspendieron las clases presenciales tres días antes de la Semana del Turismo, hasta mayo. El presidente del Consejo Directivo Central de la Administración Nacional de Educación Pública (ANEP), Robert Silva García, dijo: “Defendemos la presencialidad en la educación como elemento insustituible del enseñar y el aprender, sobre todo en los niveles de menor edad”. La decisión de suspensión se tomó por la transmisión comunitaria y los funcionarios encuarentenados en los centros educativos. El plan de retorno a la presencialidad ya estaba planteado, comenzando por la primera infancia y el nivel inicial y en escuelas rurales. Las clases volvieron escalonadamente en mayo y junio.
La comunicación. La forma de comunicar también fue relevante. En las conferencias de prensa los funcionarios trataban de explicar de forma clara, a veces con metáforas futboleras, y responder preguntas de los medios. En la feria barrial donde yo compraba alimentos, los vendedores en los puestos estaban al tanto de “la nueva normalidad” que explicaba el presidente.
A eso se sumó la información disponible, precisa y actualizada diariamente. Genexus, una empresa de software uruguaya, desarrolló una la app CoronavirusUY, con distintos objetivos. Primero, con el bluetooth activado servía para notificar alertas de exposición, es decir, si alguien positivo había estado cerca de uno. Segundo, la actualización diaria de la información oficial de nuevos casos, casos activos y fallecidos. Tercero, fue una vía más para agendarse para la vacunación. Su CEO, Nicolás Jodal, dijo: “En marzo de 2020 tomé la decisión de ayudar, porque estábamos en pánico”.
El presidente Lacalle Pou salió en los medios de Argentina en horario central a mediados de julio explicando el ejemplo uruguayo de forma contundente. El contraste con la gestión en Argentina era evidente.
La recaída
Como había advertido el GACH, el partido no estaba ganado a pesar del éxito temprano en 2020. La gente comenzó a relajar las medidas de distanciamiento social porque estaba confiada en cómo se había manejado la pandemia. La propia geografía y la gran frontera seca con Brasil, con alto tránsito de personas, permitió la expansión de la variante P1, más contagiosa. Los casos comenzaron a subir en diciembre. El GACH recomendó medidas más estrictas y el Gobierno aplicó algunas de ellas. A medida que los casos comenzaron a crecer, fue más difícil realizar el testeo, rastreo y aislamiento, perdiendo el control que se había conseguido el año previo. Entre marzo y junio, se alcanzaron máximos en los casos y fallecimientos.
Vacunas. La baja incidencia de la enfermedad hacia octubre del año pasado hizo que se subestimara la necesidad de comenzar a vacunar rápido. El país se demoró en la llegada de las primeras vacunas, porque quedó rezagado en las negociaciones con los laboratorios y priorizó inicialmente el fondo COVAX. No obstante, una vez que llegaron las primeras vacunas en febrero, la vacunación avanzó muy rápidamente. El plan se estructuró en etapas, priorizando al personal de la salud, a los trabajadores esenciales, incluyendo a los docentes, y a los adultos mayores, con Sinovac, Pfizer y AstraZeneca.
Una vez que llegaron las primeras vacunas en febrero, la vacunación avanzó muy rápidamente. El plan se estructuró en etapas, priorizando al personal de la salud, a los trabajadores esenciales y a los adultos mayores.
Mientras tanto, en Argentina se descubría el “vacunatorio VIP” y renunciaba el ministro de Salud. Durante los meses siguientes, no habría segundas dosis de Sputnik V ni Pfizer porque el gobierno argentino alejó esa posibilidad, privilegió al “proyecto ruso” y a los socios locales, como Hugo Sigman y Marcelo Figueiras. Como escribió Joaquín Morales Solá: “La ideología y los amigos se impusieron sobre el necesario pragmatismo que indicaba la necesidad de comprar todas las vacunas posibles”.
Cuando se abrió la agenda para la población en general en Uruguay, en marzo, todos estaban ansiosos para que les llegara el aviso, pero había confianza en que había vacunas para todos. La organización de la vacunación fue motivo de orgullo. En julio se anunciaba que se abría la agenda para la vacunación con las terceras dosis de Pfizer a aquellos que habían sido vacunados con Sinovac, y se aplicaron desde agosto. “Impecable. Qué orgullo ser uruguayo. Recibiendo ya la tercera dosis. Un lujo”, fue el comentario de una conocida acá.
El plan avanzó a paso firme y hoy el 70 % de la población objetivo está vacunada. Con ello se anunció la reapertura de fronteras para propietarios extranjeros y para los extranjeros en general desde noviembre.
Lecciones aprendidas
En agosto de 2020, el blog del BID Ideas que cuentan publicaba una nota esclarecedora sobre la efectividad de los confinamientos en la región, describiendo el caso uruguayo. Señalaba que Uruguay pudo contener la propagación de la pandemia en 2020 manteniendo un confinamiento voluntario y una baja del PBI menor a la del resto de los países de América Latina. La estrategia de testeo, rastreo y aislamiento permitió mantener bajos los índices de contagios y fallecimientos durante la mayor parte del año. Entre las condiciones previas se destacan el sistema de salud integrado y universal y el acceso a agua potable, como también una macroeconomía estable y una tasa de pobreza baja. También jugó a favor que es un país donde la población tiene más confianza en el Gobierno que el promedio de los países de América Latina. Como hecho a destacar, cuando se cerraron las fronteras en marzo del año pasado, los uruguayos en el exterior fueron ayudados a volver a través de la operación “Todos en casa” y se ayudó a los no residentes a regresar a sus países de origen.
Aunque es difícil de medir ante una pandemia sin precedentes como esta, el plan uruguayo contra el Covid para haber sido bastante exitoso. De lo que no hay dudas es que sobresale si se lo compara con el argentino por su seriedad, su prolijidad, su enfoque integral y sus fundamentos científicos.
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