Pocos analistas económicos, si es que hubo alguno, esperaban una baja de la inflación como la que se dio en los primeros meses del gobierno de Milei. La principal promesa de campaña parece estar materializándose a paso constante, con estimaciones de inflación de alrededor del 5% para mayo, según las principales consultoras. Llegó el aire tan esperado en un contexto que parecía llevarnos a una asfixia segura. La contracara económica es una recesión que se profundiza, jubilaciones atrasadas, obras frenadas y signos incipientes de un desempleo que empieza a crecer.
La pregunta que surge es: ¿se podría haber hecho de otra manera? No parecía haber mucho margen para evitar un ajuste fiscal profundo, incluso poniéndolo por encima de los ideales libertarios. Un caso claro es la suba del impuesto PAIS. Más que una contradicción con el dogmatismo libertario parece reflejar una conversación abierta en el seno del Gobierno y sus aliados. Ejemplos de esto son el aumento de las obras sociales que luego se retrotrajo, el equilibrio fiscal apoyado sobre los pagos atrasados a Cammesa, el ajuste de las tarifas que se retrasa para controlar el impacto sobre la inflación y probablemente el punto más relevante: seguimos teniendo cepo. El Gobierno parece estar ensayando sobre un plan que se delinea sobre la marcha con algunas certezas que lo sostienen: sin baja de inflación no hay margen para seguir planificando nada.
Milei logró un lugar en la política basado en gran medida en lo nítido de su mensaje. La idea de la política como actividad decadente cuyo objetivo principal es aprovecharse del pueblo no es nueva, pero hace tiempo que no tenía tanta centralidad en la conversación argentina. Después de 2001, el “que se vayan todos” decantó en una propuesta profundamente estatista y reivindicadora de la política como fue (¿es?) el kirchnerismo. Hoy vemos a nuestro presidente hablar de anarco-capitalismo en el mundo, repudiando la idea del Estado incluso frente a los principales referentes internacionales de las socialdemocracias modernas. “Los políticos son la casta y el estado te roba”, una certeza contundente. Cómo se lleva esta certeza con la necesidad de gestionar un país democrático es todavía una sucesión de incertidumbres.
Hoy vemos al presidente hablar de anarco-capitalismo en el mundo, repudiando la idea del Estado frente a los referentes internacionales de las socialdemocracias modernas.
Uno de los casos más resonantes es la propuesta del cuestionado juez Ariel Lijo para la Corte Suprema de la Nación: no somos la casta, pero la necesitamos. En términos de legislación, la misma contradicción surgió con la Ley Bases, que en su primera versión era conocida como Ley Ómnibus y no pasó el filtro de los políticos en el Congreso, quienes pretendieron ser escuchados para volver a tratarla. En cuanto a roles, el dialoguista Guillermo Francos fue nombrado, cerrando el primer semestre de gestión como jefe de Gabinete de la Nación, tal vez reflejando un reconocimiento pragmático de la realidad: los libertarios ahora también son políticos.
El verdadero apoyo popular
El gobierno de Milei trajo reformas valiosas a la mesa. La Ley de Emergencia Económica y el DNU para la reducción de ministerios fueron algunos de sus primeros pasos, generando un gesto hacia el electorado que esperaba que se tomara en serio la idea de que el Estado estaba siendo una carga muy pesada para el sector privado. Otro de los movimientos rápidos que tuvo el Gobierno fue la eliminación de las licencias no automáticas que impedían el normal funcionamiento de las importaciones, un paso hacia la normalidad. En el ámbito laboral, el Proyecto de Ley de Flexibilización Laboral y la Ley de Incentivos al Empleo Juvenil apuntan a modernizar el mercado laboral y fomentar la creación de empleo. Estos cambios son necesarios para mejorar la competitividad y reducir el desempleo juvenil en un contexto en el que el empleo registrado está estancado desde hace por lo menos una década. Finalmente, el controvertido Régimen de Incentivos para Grandes Inversiones (RIGI) trae a la mesa la conversación sobre la necesidad de grandes inversiones para el desarrollo de sectores críticos del país como pueden ser la minería y la energía.
Parece que, por el momento, la opinión pública acompaña las intenciones de Javier Milei, pero el tiempo es la variable incierta en estas cuestiones.
Parece que, por el momento, la opinión pública acompaña las intenciones de Javier Milei, pero el tiempo es la variable incierta en estas cuestiones. Aprovechar la luna de miel extendida parece crucial, ya que los primeros signos de cansancio aparecen. La amenaza de reducir en términos reales el financiamiento universitario generó una movilización que penetró en el electorado mileísta, las jubilaciones estancadas son un golpe profundo sobre una gran parte de la población y la pobre gestión de la política social, especialmente alrededor de las políticas alimentarias, ponen el ojo sobre la capacidad de los funcionarios de Milei para ser marineros eficientes en un barco que está en el ojo de la tormenta.
El Gobierno todavía es joven y, como cuando uno pasa de la adolescencia a la adultez, los dogmatismos que constituían la identidad pasan a erosionarse, cuestionarse e incluso dejarse de lado para empezar a tener lecturas basadas en una realidad cotidiana. Nos queda esperar que la madurez llegue pronto.
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