LEO ACHILLI
6 Meses Milei

Una de cal y tres de arena

El gobierno de Milei muestra una interesante virtud inicial, para nada menor, pero también algunos defectos de importancia variable que deberá corregir.

Los primeros seis meses de Milei mezclaron una de cal y varias de arena. Empiezo con la de cal, que es una sola pero muy importante: una llave que abre otras puertas.

A pesar de que en la Argentina vivimos bajo la hegemonía de un partido que desprecia el diálogo, hay muchos que insisten con los consensos. El problema no es tanto que en este país esa fórmula nunca dio resultado; el problema es la idea de consenso que manejan: una especie de seminario académico donde el presidente se sienta en la cabecera y dice “Muchachos, ustedes saben que así no podemos seguir”, y las corporaciones, complacientes y conmovidas, responden: “Tiene razón, señor presidente, estamos dispuestos a deponer privilegios y apoyar un plan de reformas”.

La existencia de consensos políticos a lo largo de la historia no se puede negar. Pero tengo muchas dudas de que alguno se haya forjado de esa manera. Y esto es algo que Milei parece haber entendido: los consensos se construyen con negociaciones, y las negociaciones no llegan a buen puerto si uno entra a la sala dispuesto a ceder en todo y con los pantalones bajos. Por eso, Milei se sube el precio: revolea un DNU con reformas urgentes que por los canales parlamentarios no se habría aprobado ni en un millón de años, retira la Ley Bases del Congreso al grito de “se rompe pero no se dobla”, amenaza a los gobernadores con cortarles el chorro si no apoyan la modernización.

Los consensos se construyen con negociaciones, y las negociaciones no llegan a buen puerto si uno entra a la sala dispuesto a ceder en todo.

Después les patea la pelota a su cancha, convocándolos al Pacto de Mayo bajo los auspicios de un dialoguista como Guillermo Francos. La estrategia no es simpática, no honra los modelos que encontramos en los libros y podría terminar en una catástrofe. Pero en el país de las patotas, la UIA y el “Gordo Mortero” quizás no haya otro camino. Mientras respete el Estado de derecho, lo aplaudo por intentarlo. Los consensos no son para timoratos ni cobardes.

Las de arena

Vamos ahora con las de arena. La primera es menor. La Argentina es un país donde los funcionarios se acostumbraron a duplicar cargos, como si su trabajo fuera una modesta ocupación part-time. Aun así, no da que el presidente de un país en llamas se dedique a viajar por el mundo para reunirse con celebrities de los negocios globales o presentar libros de su autoría. Tampoco que haga shows grotescos donde canta, baila y se festeja a sí mismo, remedando a Amado Boudou, Chávez y Abdalá Bucaram. La presidencia es un trabajo de tiempo completo. Lo otro es casta.

La segunda es ideológica y más importante. Milei se define como un anarco-capitalista devenido libertario. Pero en la práctica va tomando el perfil de un neoconservador. Sus funcionarios atacan el matrimonio entre personas del mismo sexo y prometen revertir la despenalización del aborto, olvidando que para los libertarios la propiedad sobre el propio cuerpo es un derecho sacrosanto del que se derivan todos los demás. Peor aún, en sus viajes, el presidente se pliega a actos partidarios de una fuerza como VOX, compuesta por nostálgicos del franquismo y la Santa Inquisición. Ningún liberal puede sentarse a la mesa con gente así. Milei tendría que aspirar a ser mejor que ellos. No sólo mejor que la falange 2.0, sino también que Orban, Bolsonaro y Trump. Siempre es bueno recordar que el liberalismo no fue un invento de los economistas austríacos sino un producto de la Ilustración. Los autócratas, los conservadores y los intolerantes fueron siempre sus peores enemigos.

La tercera también es importante: el trato a los medios. Desmentir información falsa está perfecto. Discutir ideas en las redes con los atributos de mando en la mano, no tanto. Pero exponer a periodistas desde cuentas multitudinarias es un gesto abiertamente iliberal, aun si se lo merecen. Porque entre cualquier comunicador y el presidente hay una enorme asimetría de poder, y una de las marcas de la sociedad abierta es la ausencia de intimidaciones que promuevan la autocensura. En esto Milei tiene todavía mucho que aprender del “mejor presidente de la historia”. Y también de Mauricio Macri. Ahí donde el poder no se autolimita, no hay plena libertad.

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Julio Montero

Filósofo y doctor en Teoría Política por University College London. Investigador de Conicet y profesor de la Universidad de San Andrés.

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