LEO ACHILLI
Domingo

Más grande que Pelé

Una centennial les explica a los boomers quién es Taylor Swift.

Cuando se agotaron las entradas para los tres shows de The Eras Tour en River, los que crecimos coleccionando pósters en la TKM y descargando los temas de la rubia en el Ares escuchamos incrédulos a más de un baby boomer o Gen X preguntar: “¿Pero quién es Taylor Swift?”

De repente los swifties parecían salir de las alcantarillas. ¿Qué es esta fiebre a la que hasta Rodríguez Larreta quiso subirse para captar votos? Chicas organizando rituales tribales y acciones de agite colectivo con todos los condimentos místicos de una misa ricotera –pero con glitter y colores pastel–, intercambiando “brazaletes de la amistad”, disputándose los rangos y las banderas como barrabravas, combinando euforia scalonetista con hermandad feminista. Hasta el más metalero vio con simpatía cómo esta convocatoria con preponderancia adolescente y femenina asumía la gesta de dejar bien parado al público argentino. (Ah, otro día, otra coronación de gloria).

Decir que esto sólo se explica por el talento y el carisma de la cantante con apellido de hamburguesa se cae de maduro. Por eso, voy a intentar descifrar las razones por las cuales Taylor Swift no es una fórmula pop del montón sino un fenómeno popular sin techo, en el que vale la pena adentrarse. Are you ready for it?

Written and Directed by Taylor Swift

Antes que cantante y compositora, Taylor es una escritora brillante. De su cabeza salió un universo literario que no tiene nada que envidiarle a Marvel o a Disney Pixar. Su obra es una serie de subtramas que dialogan entre sí para contar su novela personal, que no es ficción pero tampoco autobiografía. Esa intertextualidad se plasma en los videoclips que interpreta y dirige: pequeñas películas donde no deja hilo narrativo suelto, con elementos recurrentes, realidades paralelas, easter eggs, sorpresas y mensajes encriptados que revelan una personalidad metódica y apasionada que está presente en cada detalle milimétrico de su creación.

Las letras de Taylor son un caleidoscopio desde donde explora la subjetividad femenina, busca y cuestiona su lugar en el mundo y se encuentra con sus alter egos, disfrazándose de múltiples identidades. Esta histriónica mujer hace de heroína y de némesis, de Cenicienta, de Wendy, de Julieta en el balcón. Cada era de su tour es un álbum, que representan los actos del show, desde Fearless hasta Midnights. Taylor se disfraza de cada una de sus yoes del pasado. Y a través de este juego de máscaras, que pasa por un amplio rango de subgéneros del pop (country, folk, rock, synth), narra la evolución de su personaje, que pasa de ser una adolescente rural común y corriente a convertirse en la america’s sweetheart, transitando el amor y el desamor, algunas facetas oscuras y otras con arcoiris, la resurrección y la redención. Pero las eras de Swift no son solamente etapas musicales, estéticas o de madurez de sus letras: son también situaciones y moods de la vida cotidiana. Entre sus fans es común decir frases como “estoy en mi reputation era”.

Las letras de Taylor son un caleidoscopio desde donde explora la subjetividad femenina, busca y cuestiona su lugar en el mundo.

Y acá entra otra de sus cualidades: haber sido pionera en la reivindicación de la femineidad girly. Este año todas nos vestimos de rosa para ver Barbie, pero a principios de los ’10, y en clara rebeldía con la estética dosmilera, no había nada más ridiculizado que los gustos y consumos culturales “de minita”. A Taylor estos condicionamientos nunca parecieron importarle, abrazando siempre su autenticidad sin importar lo estereotípica que fuera. Su iconografía con gatos, mariposas y vestiditos, sus expresiones visuales y estéticas románticas, con referencias a Shakespeare y a Fitzgerald, podrían considerarse una forma de resistencia durante el auge de las pick me girls que presumían “no ser como las otras mujeres”.

A pesar de sus múltiples identidades, Taylor Swift es genuina. Nuestra cultura, primero por misoginia, y luego en nombre del “empoderamiento”, muchas veces condena la expresión de la vulnerabilidad femenina. Nuestro dolor nos convierte en locas, despechadas, imprudentes, vulgares. Pero la pensilvana hace usufructo de su vulnerabilidad y se jacta de ser lo que Erica Jong llamaría una mujer sin piel. Por eso escribe principalmente sobre rupturas amorosas, expone sus traumas, furias, miedos y miserias a la luz del escenario. Bueno, siempre con cierto cuidado, no olvidemos que es una maniática del control. Pero así como puede personificar a una inocente y cándida Ricitos de Oro, también puede ser la psycho vengativa que te hierve el conejo. Se adelanta a las críticas, aplica la regla de destruir su ego antes de que lo hagan otros y se parodia a sí misma mejor que nadie.

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Creo que algo cautivante de Swift son sus dicotomías: nació para ser famosa, es ególatra y autorreferencial, pero a la vez se esconde de sus fans y expresa la fantasía de ser invisible. Desaparece de las redes sociales sin ninguna explicación y luego vuelve a aparecer como cualquiera de nosotras durante una crisis de ansiedad generalizada. Y eso, en tiempos de tanto postureo, es un bálsamo. En palabras de una amiga swiftie: “Dice lo que todas pensamos”. En una era de tanto autocontrol y represión emocional, la lírica de Taylor calza como un guante, es la historia de las pibardas. Esas chicas desatando su alegría y poniéndole el cuerpo al pogo pop más grande del mundo son la coronación perfecta de la polifonía que canta su ídola.

 

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Luz Agüero

Editora en Seúl. Licenciada en Comunicación Social y Periodista (CUP). Cordobesa. Trabajó en la comunicación del Club Atlético Belgrano y hoy es consultora independiente.

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