La invasión sonora de Plaza Armenia ejemplifica el atropello institucionalizado: bombos y platillos que irrumpen en la vida cotidiana con financiamiento oficial.
Todo lo que le funcionó bien a Musk en sus aventuras en el sector privado podrían no resultar en el público. ¿Hay algo que —otra vez— él ve y los demás no?
El scroll infinito y el brutalismo político atrofian nuestra concentración, generando un ciclo adictivo donde las pantallas sustituyen la reflexión profunda.
El ultraje a las víctimas israelíes evidencia una barbarie que la antigua Ilíada ya advertía: cuando la civilización olvida los límites morales ante sus enemigos.