ELÍAS WENGIEL
Domingo

El realismo grotesco de la UBA

Lejos de llamar la atención sobre la precarización laboral, los videos publicitarios de esta semana muestran a una institución alienada y escindida de la sociedad.

¡Hola! ¿Cómo están? Feliz Día del Niño para todos. Soy argentino, graduado universitario de la Universidad de Buenos Aires y ex progre, en ese orden. Soy Licenciado en Análisis de Sistemas de la Facultad de Ingeniería, una carrera que debería ser corta, pero que al día de hoy te tiene ahí en ese claustro un mínimo de cuatro años y medio (nueve cuatrimestres, incluyendo el CBC) con un plan diseñado originalmente en 1986 más algunas actualizaciones, la última de ellas en 2016. No hice el CBC porque en mi época había examen de ingreso, que era lo mismo que hacer el CBC pero resumido a los meses del verano. Si aprobabas y alcanzaba el cupo de la facultad, en marzo ya tenías claro lo que sería de vos el resto del año. Y si no, a volverse a casa y replantearse la estrategia.

Por esas crisis de la vida, a los pocos años de empezar dejé la carrera porque quería “algo más humanístico”, y decidí hacer el CBC para cursar Antropología en la Facultad de Filosofía y Letras, también conocida como Puan.  Dejé esta nueva carrera más rápido de lo que había dejado la otra, pero la experiencia me permitió saber cómo era el sistema del CBC y conocer un poco el funcionamiento de otra facultad de la UBA durante un tiempo, todo esto antes de volver a Ingeniería y graduarme muchos, muchos años después.

Cuando entré a la facultad, la UBA no era progre. En realidad, el progresismo tal como lo conocemos no estaba formulado del todo. Las facultades tenían distintas preponderancias políticas. Más liberales o de derecha las más técnicas, más de izquierda las humanísticas, mientras el peronismo de Exactas luchando en el viejo búnker creado por el Viejo Conductor era gracioso como el soldado japonés que seguía peleando la Segunda Guerra Mundial en 1972 en la isla de Guam.

Cuando entré a la facultad, la UBA no era progre. En realidad, el progresismo tal como lo conocemos no estaba formulado del todo.

Esto continuó más o menos de la misma manera durante los ’90, que fue cuando se gestó el progresismo más o menos como lo conocemos hoy en día: un disfrute pleno de los beneficios del progreso oponiéndose a ese mismo progreso en nombre de un estado de naturaleza imaginario. Era impensable en aquella época que esta ideología paradójica conquistara el poder como ocurrió en el nuevo milenio. La UBA como universidad estatal era la continuidad de algo mucho más enraizado e indiscutible en la sociedad: la educación brindada por el Estado era por lejos la garantía más seria de desarrollo personal y ascenso social. Fue mucho después de eso que el efecto dominó del colapso de la educación pública y un nuevo mundo del cual la Argentina se aisló arrastró también a las universidades públicas. Entre ellas, notoriamente la UBA, que se convirtió en una especie de fantasma del viejo Hamlet que merodea el castillo y anda tapando el olor a podrido en Dinamarca con un Glade muy berreta que le fabrica el enemigo.

Con el correr del tiempo me hice recontra progre y después renegué de eso, llegué a hacer un programa de radio en el que varias personas nos caracterizábamos como pensadores progres y decíamos cualquier verdura en forma de discurso progresista, lo cual podía confundirse con el discurso de verdaderos progresistas por más que el nuestro fuese sarcástico. En poco tiempo el discurso progre realmente existente demostró ser a prueba de sarcasmos, alcanzó a cubrirlo todo y así vivimos durante los últimos 15 años, llegando al pico en la pandemia con eso de “Hay todo un encadenamiento ¿no?”. Pero los picos son así: de ahí en adelante, solo se puede caer.

La Utopía resquebrajada

El progresismo vive en un estado de confusión que se aceleró hace cosa de un mes, y ya no sabe si es el progresismo-Jeckyll  que alberga dentro de sí al progresismo-Hyde; o el progresismo-Edipo que, huyendo de la predicción del oráculo, de repente tiene hermanos que son sus hijos; o el progresismo-narrador de El Club de la Pelea, que descubre que su enemigo es él mismo y que la solución es hacer estallar todo lo que está a su alrededor.

En esta coyuntura de un progresismo que no puede soltarle la mano a la dictadura más sangrienta y real que se consigue hoy en día, que comprueba que un militante de derechos humanos es tan falible que puede llegar a matar a su madre y echarle la culpa a la dictadura que terminó hace 40 años, que se da cuenta de que estuvo defendiendo una agenda feminista que era bastante machista y que hace cinco años votó al Mago de Oz, en este preciso contexto sale la UBA a ¿defenderse? con una campaña de spots publicitarios.

Los clips publicados el jueves y el viernes en la cuenta @UBAonline de X son cinco hasta ahora, todos de menos de un minuto y con el mismo texto de encabezado en el posteo: “Exigimos una recomposición salarial justa para nuestros/as profesores/as y para todo el personal no docente. Salarios dignos para quienes tienen la misión de garantizar una formación de excelencia para nuestros/as estudiantes. #CuidemosLoQueFunciona #CuidemosLaUba“.

La dirigencia de la UBA, envalentonada con el éxito aquel, acomete esta nueva campaña que dice ser por plata, pero que tiene todo el aspecto de campaña política en disputa del poder.

El slogan Cuidemos lo que funciona ya se había usado en videos hechos por la UBA en marzo, cuando se organizó lo que terminó siendo una marcha multitudinaria que en aquel momento hizo pensar a tantos que el gobierno de Milei tambaleaba. La dirigencia de la UBA, envalentonada con el éxito aquel, acomete esta nueva campaña que dice ser por plata, pero que tiene todo el aspecto de campaña política en disputa del poder. Si aquella vez se hizo una declaración de principios muy vaga apelando al pasado (“Acá se formó el arquitecto que hizo la casa de tu familia y el doctor que trajo a tu abuela al mundo”), ahora es todo presente. ¿Y cómo le cae al presente de la UBA el slogan Cuidemos lo que funciona?

Los clips tienen el mismo eje conductor: un trabajador más o menos precarizado atiende a un cliente y, en vez de referirse a los objetos de su servicio como lo haría cualquier trabajador normal, los describe con un discurso técnico universitario. El cliente (en uno de los casos es un colega) es siempre un sujeto pasivo que no habla y sólo presta atención, a veces impertérrito y a veces desconcertado o perplejo, como si se enfrentara a una persona desquiciada. Los trabajadores son un mozo de un restaurante, un repartidor de Rappi, una telemarketer, una quiosquera y un conductor de Uber.

Rápidamente y para que se entienda, el primer spot consiste en un mozo que va a abrir una botella de cerveza y describe con jerga de la física los distintos puntos de fuerza y acciones de la palanca que hace para abrir la botella. La telemarketer es psicóloga; la quiosquera, filósofa; el Uber, ingeniero; el Rappi, médico. Todos usan un  lenguaje técnico universitario para describir objetos del trabajo que están haciendo en el presente. El remate es siempre el mismo: “SALARIOS DIGNOS  – PARA QUE LOS PROFESORES PUEDAN ESTAR EN LAS AULAS”.

Me llegó el primer spot citado por alguien que lo elogiaba diciendo que era brillante y pensé en una publicidad de una universidad privada. Algo que en mi fantasía vende la educación superior como herramienta de desarrollo personal y crecimiento económico, aunque tantas veces se parezca a la venta de un auto usado. A este primer video de la UBA lo vi varias veces porque no lo podía entender. Reaccioné pensando en adolescentes hipotéticos que estuvieran evaluando ingresar a la UBA. En el ajedrez que jugué durante unos segundos en mi cabeza proyectando cinco jugadas hacia adelante, los candidatos huían despavoridos de un lugar que forma personas que, si tienen que trabajar de mozos, les explican a los clientes la ley de la palanca de Arquímedes a propósito de nada.

La maquinaria de la irritación

Me empezó a dar una sensación de horror sobrenatural, un horror black mirror, y al mismo tiempo una necesidad de entender qué era lo que me horrorizaba tanto. De cómo podía ser esta sensación que a veces me agarra de que en un fragmento narrativo breve hay tantas cosas que están mal que no las puedo enumerar. ¿Es que los actores no entienden lo que están haciendo y declaman? ¿Que no se entiende si es una publicidad comercial o política? ¿Que el universo que describe es antinatural? ¿Que se parece tanto a esas ficciones militantes producidas durante años por universidades conurbanas y que por suerte nadie nos obligó a ver? Es todo eso, pero no es el fondo de lo que me irrita, y recurro a mi irritación no como viejo quejoso, sino para ver qué hay en esa maquinaria irritante.

Todos estos spots, aunque muestran personajes en apariencia diversos, están mostrando personajes que tienen muchas cosas en común. Casi como si fueran el mismo personaje:

  • Todos le están explicando a su interlocutor algo que el interlocutor no pidió que le explicaran.
  • Todos tratan a su interlocutor asumiendo que no sabe lo que le están explicando.
  • Todos tratan a su interlocutor con condescendencia, como si fuera medio estúpido.
  • Ninguno de estos trabajadores precarizados merece estar ahí.
  • Los interlocutores medio estúpidos no merecen ser atendidos por gente tan excelsa.
  • El país está dado vuelta, porque los estúpidos son consumidores y la gente excelsa proveedores. Los Excelsos  enfrentan una injusticia flagrante.
  • La apatía o urgencia por huir de los consumidores ante las Verdades de la Ciencia y la situación precarizada de sus proveedores muestra que además son insensibles.
  • Ninguno de los trabajadores precarizados parece poder establecer un vínculo con la realidad y con su prójimo sino a través de su marco teórico.
  • Si a los profesores universitarios les sacan su trabajo de profesores universitarios sólo pueden trabajar en empleos precarios. No son capaces de conseguir ningún otro trabajo de mayor jerarquía ni de inventar un proyecto personal, como por ejemplo dar clases particulares (en las que, dicho sea de paso, sí tendría todo el sentido del mundo ese discurso académico).
  • No queda claro si los profesores devenidos precarizados son graduados de sus carreras, pero en caso de que lo sean, ni el médico ni la psicóloga ni el ingeniero pueden conseguir empleo en sus profesiones.

Escucho gente indignarse por la forma en que el spot del profesor de física devenido mozo parece sugerir que el trabajo de mozo es despreciable (o al menos indigno para un profesor). De manera mucho más despreciable lo trata al profesor en tanto que profesor al considerarlo incapaz de cualquier otra actividad creativa.

La forma en que los clientes mudos escuchan y reaccionan ante los profesionales de la UBA declamando es siempre la reacción de alguien que se encuentra con un desconocido que está muy mal, y de quien necesita escapar lo antes posible. Seguidos por el mensaje “Salarios dignos para que los profesores puedan estar en las aulas” me hace pensar que los videos son una amenaza: o nos dan más guita o te llenamos la vida de personajes dementes con los que vas a estar obligado a interactuar sin que puedas escaparte.

El realismo en el grotesco criollo

Me resulta curioso que en este universo distópico creado para los clips de la UBA estén ausentes los alumnos. No sólo no aparecen como personajes de estos relatos, sino que tampoco parecen ser tomados en cuenta como posible audiencia de los propios videos. De otra forma no se explica que se haya pensado tan poco en la impresión que pueda tener un alumno al ver que sus profesores son seres que no pueden establecer vínculos con la realidad como personas normales. En este punto es donde se podría argumentar que estas piezas son alegóricas como el teatro del absurdo. Ahí es donde todo se pone peor.

El mismo día que apareció el spot de la Cerveza de Arquímedes de la UBA, se viralizó un video de TikTok en el que se ve un primer plano de Leonel Nardelli, empleado de supermercado, atendiendo a una señora a quien sólamente escuchamos. La clienta le plantea a Leonel que el supermercado debería destinar un porcentaje de su mercadería para donarle a la gente que no tiene plata para pagar, y de paso le da toda una clase de moral de garantismo, cuestiona que el dinero se use en transacciones que implican necesidades básicas y formula en muy poco tiempo toda una breve teoría social, una que llega incluso a la punitividad cuando amenaza a Leonel con labrar un acta en la que conste que el establecimiento no está cumpliendo con una supuesta ley. En todo momento Leonel se muestra afable, contiene la risa y demuestra la seguridad de quien sabe que tiene a la ley de su lado. Sabe además que le están planteando un disparate, pero no pierde ni por un instante la amabilidad y la plena convicción de que esa situación no tiene por qué devenir en confrontación.

La señora que reclama que le den productos de supermercado sin pagar se parece mucho a los micromilitantes que se pusieron de moda en 2016, cuando el kirchnerismo tuvo que dejar el poder por primera vez y convenció a sus seguidores de que tenían que militar su vuelta en cada rincón de interacción social: comercios, dependencias públicas, medios de transporte, etc. La idea era propagar discursos que concientizaran a los presentes para boicotear todo lo posible al gobierno de Mauricio Macri. Para ellos era un trabajo que les demandaba mucha dedicación. Para sus oyentes, el tedio de tener que perder tiempo escuchando discursos políticos no solicitados.

La señora que reclama que le den productos de supermercado sin pagar se parece mucho a los micromilitantes que se pusieron de moda en 2016.

Tanto en aquella vieja micromilitancia como en esta nueva hay dos elementos que quiero destacar: por un lado, la idea de que una explicación forzada del funcionamiento de las cosas modifica la realidad, y por otro la idea de que en la confrontación social se hace justicia. La actitud de Leonel me hace pensar que esta forma de ver las cosas está perdiendo fuerza. Los receptores de aquellos micromilitantes pioneros de 2016 perdían la paciencia enseguida y muchos se enganchaban en la confrontación.

Traigo acá la anécdota de Leonel porque me impactó la coincidencia en el tiempo. Las publicidades de la UBA, entre tantas otras cosas, pretenden ser una especie de grotesco criollo. Pero terminan asustando con un realismo que resulta cada vez más frecuente en nuestra sociedad: el de personajes alienados con un discurso escindido de la realidad.

Tiendo a imaginarme intercambios y retruques por anticipado y presiento que si a los directivos de la UBA se les cuestionasen los spots desde la literalidad, ellos responderían que no son realistas, que son metafóricos, situaciones hipotéticas que no tienen nada que ver con una valoración de los personajes ahí expuestos. No leí nada al respecto, supongo que esa podría ser una respuesta. Pero los clips vinieron a traer algo bien realista por el lado de los personajes que busca defender: son muy verosímiles en su comportamiento alienado y el lugar que le dan a su conocimiento teórico. Es eso lo que a mí me asusta y me provoca rechazo. Se parecen mucho a personajes que uno puede ver en la vida cotidiana, personajes como la señora que increpa a Leonel en el supermercado por no regalar productos, personajes que suelen ser micromilitantes kirchneristas. Los profesores fuera del aula de los videos de la UBA parecen eso.

La difusión de estas piezas da cuenta de que la conducción de la universidad perdió completamente el norte y vive en un mundo paralelo que no se sabe bien dónde está.

La difusión de estas piezas da cuenta de que la conducción de la universidad perdió completamente el norte y vive en un mundo paralelo que no se sabe bien dónde está. Se olvidó de que su función social no es darles trabajo a unos docentes y no docentes, sino formar ciudadanos capaces de realizar trabajos exigentes. Que para eso la sociedad paga esos profesores y esa estructura gigantesca, los cuales son secundarios en la escena. Después vemos el tema de la excelencia académica, pero es muy difícil que exista el arquitecto que hizo la casa de tu familia, ni que hablar de que además ese arquitecto sea de la UBA. Están interpelando gente imaginaria.

Mi impresión es que una cosa es defender la educación pública y otra muy distinta es que la UBA fue tomada hace ya bastante por esta forma progre de ver el mundo, y ahí va recorriendo su devenir abrazada a ese mismo progresismo que se resquebraja sobre la marcha y va perdiendo piezas por el camino. La va a dejar de a pie, y cuanto antes logre eyectarse de esa fantasía, más fácil será la reconstrucción.

Cuanto más se intenta meter a la UBA en la realidad cotidiana, más forzada resulta esa relación que apela a la fantasía emotiva, porque la UBA se fue convirtiendo de a poco en una máquina de rechazar ciudadanía. Es cada vez más un amigo loco a quien uno adoró, que sabe muchísimo y tiene tanto para dar, pero que prefiere lumpenizarse, perderse en un basurero y mandarnos a todos a la mierda antes que tratar de entender que el mundo es lo que tenemos al día de hoy y no lo que él, nuestro amigo loco, se imagina que debería ser. Se lo digo con cariño.

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Eliseo Brener

Licenciado en Análisis de Sistemas (UBA), se gana la vida trabajando de eso en empresas privadas. Escribió durante muchos años en Los Trabajos Prácticos sobre obsesiones varias relacionadas con política, música y mandar los chicos al colegio. Una vez por mes pasa música en la radio.

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