Domingo, 1° de mayo. Nuestro ADN dice que es día de asado por partida doble. Lamentablemente, este año será una mesa con menos comensales. Mientras que en diciembre de 2019 comprábamos siete kilos de asado con 2.000 pesos (lo que, bajo la regla universal de medio kilo por persona, equivaldría a catorce comensales), hoy compramos sólo dos kilos (es decir, cuatro comensales).
Además, es un Día del Trabajador más triste: ya no alcanza con ser un trabajador formal para escaparle al fantasma de la pobreza (más del 15% de los trabajadores formales es pobre). Las crisis recurrentes de Argentina dejaron como resultado un mercado laboral cada vez más precario y menos inclusivo, que incluye menos trabajadores bajo la formalidad de la Ley de Contrato de Trabajo (LCT). Y, spoiler alert, el estancamiento del empleo tiene entre sus causas la alta inflación, que paraliza el crecimiento.
Ningún programa de Gobierno podrá funcionar sin la cohesión social que sólo puede dar una creación sostenida de trabajo privado. Es más, un buen termómetro para evaluar las políticas públicas de los próximos años será el impacto que tengan en materia laboral. Para ello, una macroeconomía ordenada será siempre la mejor (pero no la única) política generadora de trabajo privado.
Las malas primero
El empleo formal está estancado hace 10 años. El empleo formal registrado, el que más protege al trabajador, no crece desde 2011. De hecho, cae: 2021 cerró con 78.000 empleos privados menos que diciembre de 2011, con una población que creció un 11% en esos 10 años. Esto buscó ser compensado con empleo público, que aumentó en 800.000 puestos en el mismo período. Tener un trabajo formal privado parece cada vez más lejano.
Un club cada vez más selecto. Queda claro que el actual sistema laboral es para unos pocos: sólo un tercio de los trabajadores están bajo la LCT en el sector privado. Sólo el 28% de la población económicamente activa (PEA) son empleados privados registrados (es decir, cuentan con todos los derechos), contra el 31% de hace 10 años. Un 14% de la PEA son trabajadores del sector público, 25% de cuentapropistas, 23% de informales y 8% de desocupados. Es decir, hoy son más los trabajadores informales y cuentapropistas (10 millones) que los trabajadores formales del sector privado (6 millones).
Sólo la mitad de los trabajadores tiene, por ejemplo, paritarias. La otra mitad son cuentapropistas e informales.
Esto implica que sólo la mitad de los trabajadores tiene, por ejemplo, paritarias. La otra mitad son cuentapropistas e informales (sus ingresos se actualizan, pero menos), y para la mayoría la inflación relevante es la de alimentos, que hoy corre por encima de la inflación general (21% vs. 16% en el primer trimestre). En el primer trimestre de 2022 los asalariados formales le ganaron a la inflación, pero en 2021 perdieron casi 3 puntos de poder de compra en todo el año. Peor fue el impacto en informales (menos protegidos), que perdieron 7 puntos y están muy lejos de “ganarle” a la inflación (y más lejos aún de la inflación de alimentos, relevante para llevar el “pan a la mesa”). Por esto, según las Naciones Unidas, los trabajadores de la economía informal son dos veces más propensos a caer en la pobreza que aquellos formalizados.
Trabajar no garantiza no ser pobre. En la Argentina hay 1,5 millones de personas desocupadas, de las cuales más del 60% son pobres . También hay un universo de 10 millones de personas que tienen trabajo informal o son cuentapropistas, en donde la pobreza es del 45%, número que puede ir escalando con la aceleración de la inflación de los últimos meses. Pero quizás lo peor es que el 15% de los trabajadores formales privados (protegidos y amparados bajo la LCT) son pobres. Antes, la movilidad ascendente implicaba cierta linealidad entre educación, empleo de calidad y bienestar, asegurando un mejor futuro para las próximas generaciones. Hoy ese “camino lineal” se resquebraja.
Los jóvenes, los más perjudicados. Esta realidad frustra y desalienta, especialmente a los más jóvenes. El 51% de los desocupados argentinos tiene menos de 29 años . El desempleo en los menores de 30 años más que triplica al de los mayores de 30 años (17,2% vs. 5,4%). En un mercado laboral difícil, a los jóvenes se les complica más porque no pueden demostrar experiencia previa y porque el sistema educativo no los prepara con las habilidades demandadas. Según el INDEC, sólo el 69% tiene nivel secundario, y la cifra se agrava según los niveles de ingresos: entre los jóvenes del quintil más bajo, sólo un 43% terminó el secundario, mientras que el número asciende al 90% en el quintil de mayores ingresos.
Los obstáculos (no son pocos)
Macroeconomía tóxica. No hay generación de empleo posible con una macroeconomía inestable. Nadie planifica, nadie invierte, nadie genera trabajo. Una macro estable es condición necesaria e inexorable para la creación de empleo. Hasta el emprendimiento más chiquito hoy duda en agrandarse porque no puede planificar, y sin crecimiento e inversión no podemos esperar que aumente el empleo.
Alta litigiosidad laboral. En enero de este año había 276.102 juicios sin sentencia (4,5% del empleo privado formal), 78.696 iniciados en el último año, 32% más que hace 10 años. La industria del juicio limita el empleo, porque genera niveles de incertidumbre y costos que las pymes no pueden afrontar. El sistema de contratación tiene que proteger al empleado y también a la fuente de trabajo. El pasivo laboral de las pymes muchas veces es lo que las lleva a la quiebra, y una empresa quebrada es lo peor que le puede pasar al trabajador. No podemos permitir que a una pyme le dé miedo contratar un empleado más, eso perjudica a las empresas y, principalmente, a los trabajadores.
Sistema laboral argentino. Es rígido a la entrada, caro de mantener durante las relaciones laborales, e imprevisible y litigioso cuando finaliza. Por cada $100 que paga una pyme, aproximadamente $65 llegan al trabajador y $35 al Estado (suponiendo que el trabajador no paga Ganancias, excluyendo sindicales y otros cargos). El sistema laboral actual es rígido para el trabajador y desincentiva el desarrollo a través del cambio, en una época en la que el movimiento y la evolución son constantes.
Los deberes (nadie se puede hacer el distraído)
Antes de pensar en la lista de deberes, hay que dejar la hipocresía de lado. Reconocer la realidad antes descripta y dejar de etiquetar cualquier propuesta de cambio con rótulos que busquen descalificarla (“flexibilizador”, “precarizador”, etc.). Porque no hay peor flexibilización que la que ocurre de facto: desordenada, injusta, ilegal. ¿O no es flexibilización el aumento de la cantidad de monotributistas que en muchos casos disfraza una relación de dependencia? Todos debemos dejar de mirar para otro lado: los políticos, los sindicatos, las empresas, todos.
Estabilizar la economía. Argentina necesita poner fin a la volatilidad macroeconómica sufrida en los últimos 70 años, las crisis recurrentes nos trajeron hasta acá. Desde el retorno de la democracia la inflación promedio fue del 48% anual (sin contar la híper) y tuvimos 16 años de recesión. Una economía con alta inflación no sólo impacta al consumo, sino también al crecimiento, limitando la inversión. Además, la estructura tributaria actual también limita al empleo, con altos impuestos al trabajo, distorsivos desde su concepción.
Bajar la litigiosidad. Las multas deberían ser menores y ser genuinas sanciones al infractor y, por ello, el destinatario debe ser el Estado para fortalecer la sustentabilidad del sistema de la seguridad social y a la vez reducir los incentivos que tienen los abogados a litigar. En ese sentido, la indemnización debe ser previsible y exactamente equivalente a un sueldo por cada año de trabajo. Las multas y demás cargos deben ir 100% al Estado. Además, se deben suspender la doble indemnización y la prohibición del despido, que son barreras a la salida, pero fundamentalmente a la entrada, que frenan la generación de empleo. ¿Quién contrata si no sabe qué sucederá en el futuro?
Es hora de que las formas de contratación acompañen a las necesidades de este siglo.
Sistema laboral para el siglo XXI. Es hora de que las formas de contratación acompañen a las necesidades de este siglo. Y para eso no es necesario un cambio radical del orden jurídico actual, pero hay que fomentar la creación de empleo a través de modalidades promovidas de contratación principalmente para los jóvenes, por ejemplo. Las pymes que contraten jóvenes deberían tener incentivos impositivos (reducción de aportes y contribuciones) y también poder ampliar los períodos de prueba. Las relaciones laborales deben modernizarse para estar más acorde a los tiempos y la exigencia que requiere la competencia internacional y las nuevas modalidades de empleos. Además, debemos tener como norte un esquema como el que existe en otros países, donde el propio Estado tiene el incentivo de que el trabajador vuelva al mercado laboral y, en períodos de desempleo, gestione entrevistas laborales, capacitaciones, etc.
Apuntalar la formación y entrenamiento constante. La función de la educación es indispensable, tenemos la responsabilidad de darles las herramientas a todos los argentinos para que puedan atender el desafío de afrontar los cambios tecnológicos y prepararse para los trabajos del futuro. La inserción de los alumnos en el mundo laboral debe ser una prioridad. Por eso en la Ciudad de Buenos Aires desde 2022 se implementaron las prácticas laborales en el último año de la secundaria y se ha presentado en la Cámara de Diputados un proyecto para esto se aplique en todo el país. La experiencia educativa debe contemplar y garantizar una articulación con el mundo de la producción, de las organizaciones sociales, la cultura, ampliando nuevos ambientes de aprendizaje más allá del aula. También es necesaria la capacitación y entrenamiento a lo largo de la vida, porque el mundo laboral cambia muy rápido.
Las buenas (hay potencial ??)
Con una macroeconomía que se encamine a dejar atrás a la inflación y un crecimiento más sostenible, menos volátil y más predecible, el potencial de crecimiento argentino es enorme, especialmente en sectores generadores de empleo y divisas. Las empresas exportadoras pagan mejores salarios (20% en promedio y cuando el destino es país desarrollado la brecha se amplía). Por eso es muy importante apuntalar las exportaciones, que son las que generan divisas y permiten importar insumos para realizar otras actividades que a su vez generan más empleo. Hay que tener una estrategia pro-exportadora y pro-empleo.
Con una macroeconomía sana, muchos sectores intensivos en empleo (construcción, logística, agroindustria, economía del conocimiento, industria, entre otros) van a dinamizar la generación de empleo aun sin acciones específicas para esos sectores. Casi que están esperando una estabilización y mayor previsibilidad para invertir más, para crecer y generar empleo. Probablemente otros sectores intensivos en empleo como el turismo, alimentos diferenciados, energía, minería requieran además acciones específicas como inversión en infraestructura, simplificación de trámites y una estructura tributaria que incentive el empleo y la producción. Pero lo cierto es que el potencial es muy alto. Por ejemplo, Argentina tiene la mayor reserva mundial de litio, la segunda de shale gas, la cuarta de shale oil, y es top 5 en energía solar y top 10 en energía eólica. Un potencial que está a lo largo y ancho del país.
El objetivo (generar laburo y más laburo)
Como vimos, no es un objetivo fácil y hay que hacer los deberes, que son más fáciles de escribir que de impulsar. Pero la situación no da para más, hay que dejar de lado la mezquindad política y la hipocresía, dar los debates que hay que dar, entendiendo que será sin atajos ni soluciones mágicas. Se necesita un plan económico de estabilización consistente (porque con esta inflación no se puede crecer ni crear empleo), enfocado en aumentar la productividad (con mejor infraestructura, conectados al mundo, potenciando los sectores generadores de empleo y divisas).
Si me apuran y me preguntan un sueño para Argentina, es que haya más laburo (y si me dejan explayarme agrego “de calidad”, es decir, con la estabilidad y la protección que necesita el trabajador y la fuente de trabajo). Aun cuando ese sueño implique que quede demodé el trabajo de los economistas que dedicamos horas tratando de entender y explicar una economía que hasta ahora ha mostrado ser disfuncional para el bienestar de la mayoría de los argentinos.
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