El domingo que viene empieza la nueva temporada de Curb Your Enthusiasm, la serie que viene haciendo Larry David hace poco más de 20 años después de terminar Seinfeld. El teaser es perfecto. Está el sol emergiendo detrás de la Tierra con la música de Richard Strauss a la manera de 2001: Odisea del espacio con un texto que empieza diciendo “El mundo ha cambiado…”. Después vemos que la Tierra en realidad es la cabeza calva de Larry David y la fanfarria ominosa de Strauss da paso a la marcha circense característica de la serie mientras el texto concluye: “…pero él no”.
Este adelanto nos revela eso que imaginábamos que iba a venir, que esperábamos que viniera: Curb Your Enthusiasm en la época de la cancelación, el humor en la época en la que no se puede ofender a nadie. Pero lo cierto es que la serie, como su protagonista, tampoco ha cambiado: uno de sus temas recurrentes siempre fue la torpeza de Larry David para cumplir con los códigos sociales, en particular aquellos que tienen que ver con el trato a las minorías.
Esto está ya en la primera temporada, en el noveno episodio: “Affirmative Action”. Larry y su amigo Richard Lewis se encuentran de casualidad con el médico dermatólogo de Lewis, que resulta ser negro, y Larry hace un chiste: “No sabía que estabas a favor de la acción afirmativa”. El médico, por supuesto, se ofende. En otra escena del mismo episodio, Larry se cruza en un restaurante con una mujer, también negra, que lo acusa de racista porque algunos años antes la entrevistó para un puesto laboral y no la contrató, y agrega: “En Seinfeld no había negros. Yo viví en Nueva York y está lleno de negros, pero en su show no había ninguno”.
La crítica de la mujer a Seinfeld fue la manera que encontró Larry David de aludir a las críticas reales que recibió en su momento la serie, y la trama con el dermatólogo negro, la manera de admitir que todos tenemos nuestros prejuicios y que lo mejor es reconocerlos y reírnos de ellos. Reírnos: ese fue siempre el norte tanto de Curb Your Enthusiasm como de Seinfeld. Puede parecer una perogrullada, pero como bien señaló en esta nota Andrea Calamari, hacer reír ya no parece la prioridad de las comedias.
El mundo woke, con su pretensión de modificar la realidad artificialmente, de negar obstinadamente las diferencias, de cancelar lo problemático, es lo opuesto al mundo de Seinfeld, en donde todo eso es la materia prima del humor.
Y reírnos sin dejar de reconocer la realidad, reírnos sin mentirnos. Mucho del humor de Seinfeld (quizás del humor en general) puede resumirse en que “es gracioso porque es verdad”: “Sos mucho peor que Ted Danson”, “Soy parecido a vos, sólo que exitoso”, por poner dos ejemplos. Creo que ahí está la clave de las diferencias entre el “mundo anterior” y éste. El mundo woke, con su pretensión irrealizable de modificar la realidad artificialmente, de negar obstinadamente las diferencias, de cancelar lo problemático, es lo opuesto al mundo de Seinfeld, en donde todo eso es la materia prima del humor.
Recuerdo un especial de Netflix que hizo mucho ruido en 2018: Nanette, de Hannah Gadsby. Era una especie de stand up que, si bien tenía algunos buenos chistes, se ponía serio y solemne al punto de que Gadsby decía que no podía hacer más comedia porque en su vida había sufrido todo tipo de abusos y maltratos por su condición de lesbiana y no podía ignorar eso que había definido su vida, pero tampoco podía usarlo como materia prima para el humor. Nanette es genial a su manera. Tiene un manejo de la tensión y un ritmo que te lleva de las orejas, Gadsby maneja el humor del espectador como una hipnotizadora profesional. Pero representa lo más nefasto del humor de hoy: la idea de que no te podés reír de cualquier cosa. Lo contrario de Seinfeld: como es verdad, no es gracioso.
Esa es la línea
La incorporación de Seinfeld al catálogo de Netflix seguramente traiga una oleada de nuevos espectadores, como pasó con Friends. Y quizás, como pasó con Friends, esta nueva generación vea la serie de los ’90 con los lentes de los ’20 y señale las cosas que “ya no se pueden decir”. Pero Seinfeld no es Friends. Toda su magia está en su autoconsciencia, en los metachistes, como el de Curb Your Enthusiasm y los negros. Siempre que Seinfeld se mete en terreno pantanoso, lo hace con pleno conocimiento de dónde está pisando y arma el chiste en torno a eso. Por eso me atrevo a decir que Seinfeld es incancelable.
El ejemplo más claro de esto se puede ver en el decimosexto episodio de la cuarta temporada: “The Outing”. La trama es esta: una estudiante de periodismo que entrevista a Jerry cree que George es su pareja y lo publica en el diario de la universidad, la Associated Press levanta la noticia de la “salida de closet” de Jerry y todo el mundo, incluida su familia, cree que es gay. “¡Fue por esos malditos kulotz que le compraste a los cinco años!”, increpa su padre a su madre. Jerry y George tienen que aclarar con desesperación que no son homosexuales.
Glenn Padnick, uno de los ejecutivos de Castle Rock, la productora de la serie, cuenta que cuando leyeron el guion les pareció problemático. Larry y Jerry prometieron revisarlo. Le dieron varias vueltas y llegó un momento en que Padnick sugirió que sería mejor directamente no grabar el episodio. Pero Larry y Jerry lo tomaron como un desafío. Se juntaron con Larry Charles, el escritor, y discutieron. ¿Cómo podían hacer graciosa la situación de que Jerry y George no quieren que los demás crean que son gays sin ofender a los gays? Charles dijo: “¡Pero si no hay nada malo en eso!” y Jerry, con su oído absoluto para la comedia, dijo: “Esa es la línea”.
El resto es historia. Cada vez que Jerry y George dicen que no son gays, agregan “claro que no hay nada malo en eso”. No sólo la línea se transformó en meme antes de los memes (la gente la repetía en la oficina, en las universidades, en los bares), sino que además lograron hacer el episodio sin sacrificar ni un poco de toda su gracia, reconociendo su foco de conflictividad y satirizándolo con una sola pincelada. Como dijo Jerry: “Logramos darle a la gente lo que quería y a la vez preguntarle: ¿esto es de verdad lo que quieren?”.
“The Outing” es el caso más célebre, pero hay otros. No voy a hacer un listado exhaustivo porque para eso debería volver a ver los 180 episodios (ojo, no es un mal plan) y porque prefiero que los que no la vieron los vayan descubriendo solos. Pero me viene enseguida a la cabeza el décimo de la quinta temporada, “The Cigar Store Indian”, en el que Jerry sale con una chica nativo-americana y se la pasa tropezando con expresiones racistas naturalizadas, como “indian giver” (así se le dice en Estados Unidos a la persona que da un regalo y lo reclama de vuelta). El momento cúlmine llega cuando quiere decir que tiene “reservas” para un restaurante y se frena porque la palabra hace alusión a las reservas indias; o cuando quiere decir que consiguió una entrada para el partido de los Knicks de un revendedor (scalper, en inglés) y se frena porque la palabra “scalper” también hace referencia a la costumbre de algunas tribus nativo-americanas de arrancar el cuero cabelludo de sus enemigos (scalping). Otra vez: alude al problema y lo satiriza en el mismo movimiento. Sí, hay expresiones racistas naturalizadas en el lenguaje, evitarlas se parece a caminar por un campo minado y si uno lleva el cuidado demasiado lejos se complica decir cualquier cosa. Si tenés una novia nativo-americana hay que hacerlo. Eso es gracioso.
El secreto de Seinfeld es que nunca toma partido. Se ríe desde afuera de los códigos sociales, de las reglas implícitas y arbitrarias.
Pienso también en el cuarto episodio de la sexta temporada, “The Chinese Woman”, en el que por un desperfecto en las líneas telefónicas Jerry termina hablando con una mujer que cree que es china porque se llama Donna Chang, pero luego descubre que su apellido real es Changstein. En aquel momento, la idea de “apropiación cultural” no estaba tan extendida como ahora, pero de eso habla el capítulo: Donna Changstein come comida china, toma clases de acupuntura, se hace llamar Chang y hasta en un momento parece pronunciar una palabra con acento chino. El episodio no critica la apropiación cultural, aunque se ríe de ella. “Vos sabés que no sos china, ¿no?”, le dice Jerry en un momento. Y cuando la madre de George, que estuvo recibiendo consejos matrimoniales por teléfono de Donna Chang, descubre que no es china, decide separarse de su esposo: “Pensé que me estaba aconsejando una china, no voy a recibir consejos de una chiquita de Long Island”.
El secreto de Seinfeld es que nunca toma partido. Se ríe tanto de la apropiación cultural como de los prejuicios de la madre de George. Se ríe desde afuera de los códigos sociales, de las reglas implícitas y arbitrarias. No dice que estén ni mal ni bien: existen, y si existen pueden ser materia prima para el humor.
Esta postura filosófica, y también ese movimiento magistral de hacer un chiste incorrecto al mismo tiempo que un chiste sobre lo incorrecto que fue el chiste, es lo que hace a Seinfeld no sólo una sitcom fuera de serie sino además un objeto que no creo que sea tan fácil de criticar para la policía ideológica. Seguramente sucederá o ya esté sucediendo (no quise googlear), pero no la van a tener tan fácil. Van a tener que pensar un poco. Nosotros, mientras tanto, nos vamos a estar riendo.
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