JOLLY
Domingo

Sheriff de góndolas

La Secretaría de Comercio puede ser un organismo potente para eliminar monopolios y dar más competencia. El gobierno prefiere usarla para bajar la inflación, algo que no puede ni debe hacer.

Desde el resultado de las PASO estamos viviendo un viaje al pasado a toda velocidad. Día tras día se anuncian medidas anacrónicas, que ya se probaron y sabemos que no funcionan: se cierran las exportaciones, para cuidar la mesa de los argentinos; se endurecen los cepos al dólar y al comercio exterior, que frenan la actividad económica; y, desde esta semana, se congelan los precios, después de lo anunciado por el flamante secretario de Comercio, Roberto Feletti. Lo grave es que Argentina no tiene margen para retroceder. Todavía no nos pusimos al día con la agenda del siglo XX y, si seguimos así, será cada vez más difícil contar con las herramientas para enfrentar los desafíos del futuro. Pero volviendo a la Secretaría de Comercio y dado el (inusual) rol preponderante que tiene en Argentina, vale la pena indagar sobre qué esperamos de ella en el siglo XXI.

Me adelanto al final. Controlar precios para bajar la inflación no es, de ninguna manera, parte de su misión. En el gráfico de abajo se puede ver que este recurso no es tenido en alta estima en la mayoría de los países del mundo. Sin embargo, en Argentina caemos en la tentación permanentemente. Y la confusión no distingue entre partidos políticos. Cuando la inflación sube, el teléfono del secretario de Comercio suena. Pero no hay manera de que un funcionario que no controla ni la emisión ni las cuentas públicas pueda resolver la inflación. Programas como Precios Cuidados pueden justificarse como medidas de transición paliativas para acompañar a las familias en contextos difíciles. Por eso hay que entenderlas como lo que son: instrumentos simbólicos que no frenan la inflación y que en condiciones normales no deberían existir. Casualmente, las encuestas siempre posicionan a Precios Cuidados y a Ahora 12 entre los programas más reconocidos y valorados por la gente. Todo un síntoma de la anormalidad en que nos acostumbramos a vivir. Con una macroeconomía ordenada esos programas no tendrían razón de ser.

Fuente: elaboración propia a partir de datos del Economist Intelligence Unit (EIU), que puntúa a los países entre 1 (extenso) y 5 (muy poco o nada) según el alcance de sus controles de precios.

Sobra decir que amenazar empresarios con la Ley de Abastecimiento o pasearse por los comercios con militantes y sindicalistas para forzar la baja de precios tampoco debería estar en el job description de un secretario de Comercio contemporáneo. Pero vayamos a lo concreto, ¿cuál es la relación entre una Secretaría de Comercio y los precios? La secretaría (o secretarías, cuando el comercio exterior e interior están en dependencias separadas) cuenta con herramientas, como la Comisión Nacional de Defensa de la Competencia (CNDC) o la política comercial externa, que pueden contribuir a que los mercados sean más competitivos. Cuando hay competencia los niveles de precios son más bajos, los consumidores tienen acceso a más y mejores bienes y servicios y los productores pueden adquirir insumos sin pagar de más. Si esas herramientas se utilizan correctamente pueden mejorar la situación de los consumidores y de quienes producen y ayudar al desarrollo económico del país. Hoy no lo hacen.

En las últimas semanas, por ejemplo, dos noticias mostraron el contraste entre una CNDC que trabaja por el bienestar de los consumidores y en pos del desarrollo y una sometida a la voluntad de un poder político que insiste en soluciones burdas y contraproducentes. Por un lado, los principales bancos argentinos terminaron de vender las acciones que les quedaban de Prisma, empresa líder en medios de pago electrónicos. A raíz de una investigación de mercado iniciada en 2016, la CNDC había concluido que Prisma podía estar abusando de su posición dominante y funcionaba como plataforma para coordinar estrategias comerciales de sus accionistas (los bancos). Por eso, en 2017 la CNDC aprobó un acuerdo en el que la compañía se comprometió a vender activos, algo que aumentó la competencia en ese mercado y benefició a millones de consumidores y miles de comercios que operan con tarjetas.

Hoy la política comercial externa tampoco funciona para promover la competencia y el desarrollo económico.

Por otro lado, nos enteramos que la CNDC dictó hace unos días una medida cautelar para evitar el cierre de una planta de Dow Chemical en Santa Fe. La intervención del organismo ocurrió luego de que la vicepresidenta Cristina Kirchner le pidiera públicamente al presidente Alberto Fernández que frenara el cierre. El uso político de un organismo técnico para prohibirle a una empresa decidir la continuidad de sus operaciones no sólo mina su credibilidad, sino que además envía una pésima señal a cualquiera que quiera invertir en Argentina.

Hoy la política comercial externa tampoco funciona para promover la competencia y el desarrollo económico. Está capturada por intereses de particulares y alejada de las necesidades de los consumidores y de quienes buscan producir y dar trabajo en nuestro país. Dos eventos de esta semana lo dejaron en evidencia. Desde que el comercio exterior quedó en manos del director ejecutivo de la fundación Protejer, la importación de indumentaria no para de caer y se encuentra en mínimos que no se veían desde 2007. Menos importaciones equivale a insumos más caros y también menos competencia. En otras palabras, cazar en el zoológico. El exceso de protección hace que mes a mes la ropa tenga margen para aumentar por encima de la inflación y septiembre no fue la excepción: el rubro de indumentaria y calzados se ubicó en el podio de los aumentos con una variación de 6% mientras que el nivel general de precios aumentó 3,5%. En esta semana también se viralizó un comunicado donde Fate explica a sus clientes las dificultades que podría sufrir su línea de producción por la falta de insumos importados. Y no es un caso aislado, son cada vez más las empresas, especialmente pymes, que encuentran obstáculos para operar en este contexto de discrecionalidad e incertidumbre. El cierre del grifo de las importaciones, tanto de bienes finales como insumos, limita la competencia, encarece y pone en riesgo los procesos productivos y espanta las inversiones que dan trabajo, todo lo contrario a lo que se necesita.

¿A qué tipo de Secretaría de Comercio deberíamos aspirar? Por empezar, una en la que no necesitemos saber el nombre de quien está a cargo.

Pero entonces, ¿a qué tipo de Secretaría de Comercio deberíamos aspirar? Por empezar, una en la que no necesitemos saber el nombre de quien está a cargo. La política comercial interna y externa tiene que enfocarse en que existan mercados justos, competitivos, transparentes e integrados al mundo. Eso no depende de que un funcionario funcione, depende de que las instituciones funcionen. La personalidad del secretario, si tiene más o menos carácter, si es más o menos firme, debería ser irrelevante porque no tendríamos necesidad de interactuar con él o ella. Los trámites de comercio exterior deberían poder canalizarse a través de una ventanilla única (VUCE), ágil y transparente. Un organismo de Defensa del Consumidor resolutivo y rápido debería atender los reclamos de los consumidores. Un organismo de defensa de la competencia, profesional e independiente, debería velar por el interés económico general. Y así con todo.

Pasaron casi dos años desde que empezó la pandemia. Nos dijeron que el bichito había puesto al capitalismo patas para arriba, pero cualquiera que mira lo que pasa en otros países sabe que eso no es cierto. Es acá donde el capitalismo está patas arriba, producto de las decisiones políticas y económicas del actual gobierno. Con 52,5% de inflación en el último año, chicos que abandonaron el colegio y pobreza en ascenso, no tenemos margen para seguir perdiendo el tiempo con recetas de 1970.

 

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Daiana Molero

Economista. MC/MPA Mason Fellow en Harvard Kennedy School. Pre-candidata a diputada nacional (CABA). Ex subsecretaria de Programación Microeconómica.

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