LEO ACHILLI
6 Meses Milei

El ‘Mirror Universe’ y el rabino de Milei

Otra vez ajuste y recesión, pero al menos alineados con Occidente e Israel, es decir, del lado correcto.

Se cumplen seis meses de Milei al frente de la presidencia. Si me decías a esta altura de 2023 que en junio de 2024 iba a empezar un artículo con esta frase, hubiera apostado plata en contra. Menos mal que no aposté. Así y todo no se me ocurre nada mejor para definir el resultado de las elecciones del año pasado que el resultado de una timba: No tiene partido nacional, no puede juntar los votos, además está loco. No, no puede ganar.” ¿Ah, no? fijate cómo lo hacemos ganar. Y así, en segunda vuelta, la mayoría del país pegó un volantazo en dirección contraria a la que veníamos, de esos que el que vive en Argentina está acostumbrado.

En este viraje, además, se sumaron cositas nuevas en la conversación política. Sí, “cositas“, como se dice en las redes sociales, que son las nuevas protagonistas de la comunicación presidencial. Milei no sólo rompió el Teorema de Baglini, por el cual todo el que se acerca al poder va moderando sus propuestas: lo transformó en memes dibujados con IA en donde el protagonista es un león rodeado de ratitas. ¿Quiénes son los roedores al que en esas ilustraciones el felino mechudo les grita o los amenaza con la motosierra? Da igual: hoy son los senadores que le voltean la Ley Bases, mañana los periodistas que dijeron algo que no le gustó, pasado mañana tal vez el referí que pitó un penal dudoso contra Boca. Lo importante es nutrir al grupo duro del reino digital de estampitas con las cuales enfrentar el ajuste y encomendarse a las inversiones que ya vendrán, andá tomando asiento.

Porque, y para seguir con las alegorías pop a las que el presidente es tan afecto —ya sea un collage en donde aparece photoshopeado en el cuerpo de Napoleón o en el de un culturista sin papada—, estamos como en Star Trek: una parte del Gobierno en el universo nuestro de cada día, y la otra parte en el Mirror Universe, un espejo en donde las cosas y la gente son su reverso negativo.

Milei viaja por el mundo en una especie de Libertarian Evangelization Tour, en donde abre su carpetita y repite el mismo speech de mítines de campaña.

En esa bifurcación vivimos desde el día uno de esta administración. Por un lado, Milei viaja por el mundo en una especie de Libertarian Evangelization Tour, en donde abre su carpetita y repite el mismo speech de mítines de campaña, luego de paneles televisivos y, finalmente, del día de la asunción, en el que nos recuerda que la gente de los países capitalistas vive un 25% más que en el socialismo, entre otros datos de una enumeración que constituye a esta altura un rezo, una plegaria para que venga guita. Por el otro, el Gabinete chapotea en la realidad en lo que a veces parece la carrera en círculos de un pollo sin cabeza y otra una murga imposible, de no ser porque enfrente está el tren fantasma del que nos bajamos en octubre.

Pero, ¿cuánto dura el efecto del que se quema con leche y cuando ve una vaca, llora? No lo sabemos. Es fácil de entender por separado cada componente del torbellino que desató Milei cumpliendo lo que prometía y no cumpliendo lo que prometía, pero el efecto en conjunto marea como un lavarropas al que se le salió la cadena. Se dejó de emitir, con lo cual la inflación empezó a bajar, pero la recesión se profundizó y no da visos de repunte. La casta era el enemigo a vencer, pero resulta que el que decide quién es casta es Milei, por eso Scioli y Francos ya usan la gorrita del MAGA local y Lijo se encamina a la Corte. Tenían plan y tenían equipo, pero la Ley Bases salió de las carpetas de Sturzenegger y en el organigrama del Estado queda un 60% de massistas y de La Cámpora. No bajó ningún impuesto, pero la inflación es el peor impuesto y entonces, si la baja, de momento está bien.

Este contrapunto se registra en un nuevo género periodístico: el del movilero que sale a hacer preguntas retóricas al azar y el entrevistado casual que lo doma: “¿Cómo se siente cagándose de hambre con el nuevo gobierno?”. “Bien, porque ya me venía cagando de hambre con el gobierno anterior y ahora al menos tengo esperanza”. “¿Cómo le pegan los aumentos de tarifas?”. “Todo lo que pueda decir para arruinarte esta nota me parece bárbaro”. El horno no está para bollos y el presidente le da manija a la pelea retuiteando hasta el cansancio.

El 7-O

Ahora, en octubre de 2023 pasaron otras cosas. Mientras una multitud de jóvenes bailaba en el Festival NOVA, en Israel, la banda terrorista Hamas irrumpió en el país, persiguió a los judíos a cielo abierto, los asesinó a mansalva, violó mujeres, decapitó bebés, incineró a personas vivas, profanó los cuerpos de las víctimas como si fueran trofeos y los paseó por las calles de Gaza junto a los cientos de secuestrados que se llevaron de rehenes. Fue el pogromo más terrorífico que se recuerde desde la Segunda Guerra. No sólo mataron más judíos en un solo día que el récord nazi, sino que se filmaron haciéndolo en un frenesí macabro en el que también superaron al Tercer Reich. Los nazis cometieron los crímenes más aberrantes hasta ese momento, pero los ocultaban: sabían que eran criminales pero no querían mostrarse como tales. El terrorismo islámico, esta vez en las manos de Hamas, entiende que violar y matar judíos es algo a festejar, y qué mejor que subir ese material a las redes para que se viralice, asuste o bien sirva como material de reclutamiento.

Porque lo que descubrimos a continuación es que, lejos de solidarizarse con el país víctima del brutal ataque sufrido y apoyarlo en el rescate a los rehenes, muchos gobiernos de Occidente callaron y esperaron hasta que Israel respondiera para, con todas las piruetas dialécticas posibles, tomar partido por el terrorismo islámico. No, no exagero: hemos visto las marchas a lo largo de Europa y Estados Unidos de los encapuchados de siempre pidiendo globalizar la yihad, es decir la destrucción planetaria de todo aquel que el Islam radical considere un infiel. Hemos visto los acampes antisemitas en las universidades más caras de Estados Unidos, donde muchachos con cuatro comidas diarias piden que Palestina se extienda desde el río hasta el mar, arrasando el Estado de Israel, pero que, cuando se les pregunta, no saben de qué río ni de qué mar se trata y responden que Israel es un estado islámico. Hemos visto a la ONU hacer un minuto de silencio en homenaje al carnicero de Teherán mientras difundían cifras falsas de muertos para demonizar a Israel, que al final tuvieron que reconocer que son datos proporcionados por Hamas y, que por lo tanto son poco confiables. Lo que se dice una verdadera sorpresa.

Hemos visto a la ONU hacer un minuto de silencio en homenaje al carnicero de Teherán mientras difundían cifras falsas de muertos para demonizar a Israel.

Hemos visto desde ese domingo 7 a los medios de comunicación occidentales que alguna vez fueron prestigiosos publicando a veces verdaderos libelos de sangre contra los judíos. Hemos visto ataques a sinagogas y a judíos dentro de países en los que deberían sentirse seguros, y hemos descubierto, impávidos, la extensión mundial de un nuevo antisemitismo protagonizado esta vez por la izquierda identitaria, las ONG y el progresismo con disonancia cognitiva. En síntesis: el nuevo sentido común de la minoría ruidosa que fija la conversación, a nivel mundial, es la judeofobia.

¿A qué viene esta digresión en una nota sobre los seis meses de la presidencia de Milei? Bueno, a que con la misma carpetita que lleva en su gira de divulgación capitalista a los foros de un mundo en crisis, Milei se paró frente al Museo del Holocausto, en Jerusalén, y dijo: “No debemos callar ante la monstruosidad del nazismo. De forma similar, no podemos callar ante el nazismo moderno, hoy disfrazado del grupo terrorista Hamas”. Nadie lo puso más claro, y lo hizo en el contexto de su primera visita oficial a un país como presidente, para la cual eligió a Israel. Y si no es fácil ser judío hoy en el mundo, mucho menos es pararse del lado de Israel. Basta ver el veranito que se está comiendo Jerry Seinfeld, uno de las pocas personas importantes de la cultura que visitó a los familiares de los rehenes, y hoy tiene que aguantar en su gira que los muchachitos pro terrorismo islámico compren entradas a sus shows para putearlo cuando está en escena.

Pero se sabe de la fascinación que el judaísmo produce en Milei. Escribe en parábolas, tuitea en hebreo, se encomienda a las fuerzas del cielo del Libro de los Macabeos y otros detalles que le sacan ampollas a los nazis locales, que ya están reflotando el Plan Andinia e imaginan mochileros israelíes quedándose con la Patagonia.

Imaginate que nos gobernase un Pedro Sánchez que, para robarle votos a sus aliados de izquierda, premiase a Hamas por el atentado del 7-O.

Sin embargo, a mí me da un poco de tranquilidad. Imaginate que nos gobernase un Pedro Sánchez que, para robarle votos a sus aliados de izquierda, premiase a Hamas por el atentado del 7-O reconociendo un estado palestino por más que los diplomáticos españoles digan que ni en pedo se van de Israel.

Y, viendo la personalidad del señor que está sentado en el sillón de Rivadavia, su preferencia por moverse en medio de la diatriba y pescar en el quilombo, me da por pensar que el hombre más importante de Argentina es el rabino de Milei. Pensá por un segundo que a esta personalidad intensa, vociferante, con vocación de cruzado, lo agarraba alguien del lado oscuro de la Fuerza. En este momento quizás le estaría ofreciendo a Putin la Argentina como puerta de entrada de Rusia a América Latina. Pero un rabino vio a ese electrón errante, lo acercó a este lado y le dio marco talmúdico para un reboot espiritual. A ese rabino le debemos todo. O, al menos, lo más importante.

Hace años, al comienzo de un gobierno peronista, le preguntaron al Menchi Sábat qué opinaba de él. Hizo silencio, pensó un rato y respondió: “Éste es un país sostenido en una expresión de deseos”. Ha pasado mucho tiempo y hoy podríamos decir lo mismo. La mayoría de la gente, todavía, sólo espera que el gobierno baje la inflación. A mí me consuela, frente a la enésima espiral de la malaria y el suicidio de sociedades prósperas, que estemos del lado de Occidente y de Israel.

Me dirás que la vara está baja. Tal vez. Pero el mundo está en el subsuelo.

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Bernardo Erlich

Diseñador, humorista gráfico e ilustrador. Actualmente publica en Clarín y en la revista semanal VIVA, del mismo diario, e ilustra en el diario El Sol de Mendoza.

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