DANIEL SONZINI
Domingo

Puerto Madero, otro mundo

A 30 años de su inauguración, el barrio más nuevo de la ciudad es un símbolo de vanguardia, rascacielos e innovación, pero todavía aislado del resto de Buenos Aires.

En estos meses se cumplen 30 años de la inauguración de los primeros docks de Puerto Madero, lo que en esa época fue para los porteños como inaugurar el futuro. Todo era nuevo: un espacio urbano en contacto con el agua, que prometiera un gran impacto (que tuvo) en la economía local y en la percepción internacional de Buenos Aires, pero lo más impresionante era la experiencia que nos había dado de ver crecer algo nuevo –un barrio moderno, novedoso– en un lugar abandonado hacía décadas. Puerto Madero atrajo inversiones extranjeras y se convirtió en un espacio recreativo para residentes y turistas. Algunos de los íconos porteños más recientes, como el Puente de la Mujer, están ahí. Lo mismo que varios de los edificios más altos y los departamentos más caros de la ciudad. Y sin embargo, su éxito ha sido incompleto. ¿Por qué?

Su principal problema es la falta de integración. Aunque se encuentra en una zona privilegiada, a pocos metros del centro, no ha podido ni ha sabido conectarse con el resto de la ciudad. Al día de hoy, no tiene más transporte público que dos líneas de colectivo –y el breve experimento de un tranvía, hoy extinto, que duró un par de años–; su transitabilidad peatonal, por otro lado, no es lo suficientemente amigable. Uno podría decir que la falta de transporte público se debe a la falta de incentivos, a que los residentes tengan auto y no usen colectivo, pero son muchos los vecinos y turistas que visitan los parques, los restaurantes, la costanera y la Reserva Ecológica periódicamente. Hay demanda para este tipo de servicio. De existir, su integración a la red del transporte público fomentaría su desarrollo, generaría interés en otros sectores económicos, creando aún más oportunidades de inversión.

No hay nada mejor para el desarrollo de la ciudad que integrar zonas hoy desconectadas, mejorar la infraestructura urbana y extender los servicios públicos.

Un indicio de esto es el reciente desarrollo de Costa Urbana, un proyecto elaborado por IRSA en la abandonada Ciudad Deportiva de Boca Juniors. Este emprendimiento convertirá 71 hectáreas de terreno privado (hoy desperdiciadas) en un parque público de 50 hectáreas integrado a la Reserva Ecológica. Las 21 hectáreas restantes estarán destinadas a edificios residenciales, lo que, por supuesto, genera fuertes voces de protesta desde un sector de la política local.

Siempre habrá personas que se opongan a la creación de más y mejores viviendas, pero, mal que les pese a las posturas críticas, no hay nada mejor para el desarrollo de la ciudad que integrar zonas hoy desconectadas, mejorar la infraestructura urbana y extender los servicios públicos. Esto sólo puede llevarse a cabo si hay incentivos, inversión y demanda, y para eso se necesita construir en esos lugares que necesitamos, a su vez, mejorar.

De Pedro de Mendoza al Faena

Puerto Madero cambió completamente la fachada de la ciudad de Buenos Aires. Se convirtió en una suerte de laboratorio de innovación arquitectónica, en el que cada edificio cuenta una historia de vanguardia y funcionalidad. Posee símbolos urbanos indiscutidos como el Puente de la Mujer, obra de Santiago Calatrava, que conviven con otros tradicionales e históricos como la fuente Las Nereidas, de Lola Mora. Si bien es el barrio más nuevo, dentro de sus límites se desarrollaron varios de los acontecimientos más importantes de nuestra historia.

En la zona que hoy es Puerto Madero fue fundada por primera vez Buenos Aires, cuando llegó el conquistador Pedro de Mendoza en 1536 y asentó el Puerto de Nuestra Señora de Santa María del Buen Ayre. Ahí llegó también Juan de Garay 44 años después para fundarla definitivamente. El 11 de junio de 1826, donde hoy se encuentra la Dársena Norte, se libró el Combate de los Pozos, en el que triunfó sobre los brasileños la escuadra comandada por el almirante Guillermo Brown en una de las batallas de la Guerra del Brasil, que culminó dos años después con la independencia de la República Oriental del Uruguay.

A mediados del siglo XIX se construyeron ahí la Aduana y el muelle de Gerardo Bosch, a la altura de donde hoy se encuentra el Puente de la Mujer. Esta fue la primera estructura construida para organizar y amenizar la llegada y la partida de pasajeros, hasta la aparición del proyecto de Eduardo Madero, que fue aprobado por el Congreso Nacional en 1882 y financiado por la Baring Brothers. Fue terminado en 1889 con el atraco del acorazado Guillermo Brown en la Dársena Sur.

La Costanera vivió unos años dorados con sus cervecerías y el Balneario Municipal, hasta que la contaminación creció tanto que se hizo imposible seguir bañándose.

Sin embargo, el proyecto de Madero no estaba preparado para satisfacer el tránsito marítimo y el tamaño cada vez mayor de los buques. Esto hizo que quedara obsoleto en sólo dos años y el gobierno decidiera construir el proyecto del ingeniero Luis Huergo en el barrio de Retiro, que fue habilitado en 1911. En las décadas siguientes, los diques y silos del Puerto Madero quedaron abandonados, al igual que los depósitos, las grúas de carga y grandes terrenos baldíos. Sólo la Costanera Sur vivió unos años dorados con sus cervecerías y el Balneario Municipal abierto en 1918, hasta que la contaminación del Río de la Plata hizo imposible seguir bañándose en sus aguas.

Durante décadas se pensaron planes de revitalización, pero ninguno tuvo el suficiente impulso político para prosperar. El plan más ambicioso tuvo lugar durante la última dictadura militar, cuando se usaron como relleno los escombros de las edificaciones demolidas para la construcción de las autopistas urbanas. Entonces se ideó un nuevo centro cívico para la ciudad, hasta incluso una Ciudad Deportiva, que comenzó a ser construida por el Club Atlético Boca Juniors. Todo quedó paralizado y abandonado en cuestión de años, y los rellenos se convirtieron en lo que hoy es conocido como la Reserva Ecológica Costanera Sur.

Vanguardia y fragmentación

Recién en 1989, con la creación de la Corporación Antiguo Puerto Madero, se tomó por primera vez el impulso político de integrar y restaurar esa zona a la ciudad. Esta corporación, manejada por la Nación y la Ciudad, se hizo cargo de la comercialización de las 170 hectáreas y llamó en 1991 a un concurso nacional de ideas para crear el masterplan urbano. Los tres equipos ganadores se unieron para hacerse cargo, con el asesoramiento del ayuntamiento de Barcelona. La inversión estatal fue cercana a los 1.000 millones de dólares, la mayor hasta entonces en la ciudad de Buenos Aires.

La primera etapa del plan empezó en 1994, hace exactamente treinta años, con el reciclaje de los edificios de ladrillo en la zona oeste del puerto, donde antiguamente funcionaban los depósitos. En estos edificios se instalaron varios restaurantes y se creó un nuevo polo gastronómico que rápidamente fue aceptado por vecinos y turistas. Asimismo, se incluyeron oficinas y departamentos en las plantas superiores, proponiendo una mixtura de usos considerada innovadora en su momento. En 1997, comenzó la segunda etapa al este de los diques, y se abrieron calles y avenidas nuevas, plazas y parques, monumentos y paseos públicos. La Legislatura de la Ciudad decidió que todos estos elementos urbanos tuvieran nombres de mujeres argentinas relevantes de nuestra historia.

Puerto Madero, en 2024, no sólo es símbolo de vanguardia e innovación; también lo es, paradójicamente, de disgregación y fragmentación.

Así como hablar de Puerto Madero es hablar del pasado de nuestra ciudad, también es hablar de su futuro. No podemos preguntarnos cómo queremos que sea Buenos Aires de cara a las próximas décadas sin pensar en sus problemáticas actuales. Puerto Madero, en 2024, no sólo es símbolo de vanguardia e innovación; también lo es, paradójicamente, de disgregación y fragmentación. Es normal que el barrio más joven de la ciudad tenga falencias y errores; aún queda mucho por trabajar para mejorar sus problemas, integrarlo al resto de la ciudad e impulsar su desarrollo sostenible. La accesibilidad y conectividad de Puerto Madero dentro de sí mismo y hacia el resto de los barrios, su integración a la red de ciclovías y bicisendas, así como una mejora de su peatonalización y la construcción de escuelas públicas (actualmente hay un solo jardín de infantes) y hospitales públicos (no hay ninguno) son algunas de las políticas que el gobierno porteño debe tener como prioridad, en paralelo a los proyectos actuales relacionados con el desarrollo inmobiliario y los nuevos espacios públicos.

El proyecto de Eduardo Madero en 1882 fue el más ambicioso de su época. Luego de su abandono, el proyecto de recuperación de 1992 también representó la inversión más grande en su momento. Esto demuestra que no importa qué tan arriesgados o desafiantes puedan ser los proyectos, sino qué tan grande es la voluntad política para llevarlos a cabo. El desarrollo urbano, no sólo de Puerto Madero sino de la ciudad entera, depende más de las políticas públicas que de uno o dos empresarios benevolentes. Teniendo eso en cuenta es que podemos pensar el futuro de nuestras ciudades.

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Juan Ignacio Kinder

Arquitecto (UNLaM). Fundador de Revista Pliego. Influencer estético y arquitectónico.

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