Si el triunfo de Milei tomó a muchos por sorpresa, igual de novedoso resulta observar que el paso de estos meses recesivos, de pérdida de poder adquisitivo y cambios en el comportamiento de consumo de las familias, no parecen haber erosionado demasiado los niveles de apoyo al Gobierno. El tiempo pasa y la gente sigue acompañando. Hay un motor claro para ese apoyo: la esperanza. La sensación que depositó a Milei en el poder fue el hartazgo, pero la que sostiene las expectativas es la esperanza.
Es la palabra predominante que aparece cuando se les pregunta a los argentinos por sus emociones. Cuatro de cada diez argentinos se siente esperanzado por el futuro del país, y más de la mitad confía en que Milei terminará su gobierno con logros. Podría argumentarse que la espera de algo mejor por una parte de la sociedad es algo que acompaña el inicio de cualquier proceso político. Pero después de seis meses muy difíciles para el bolsillo de los argentinos, y de un sinfín de negociaciones legislativas, cambios en el Gabinete, discursos y acontecimientos políticos en general, sería difícil sostener que “todavía es el principio”. A esta altura, queda claro que el presidente Milei goza de más crédito que el común de los mortales. ¿Por qué?
Probablemente porque continúa representando algo nuevo. Y esta identidad indudablemente distinta, diferente a cualquier persona o administración que haya ocupado la Casa Rosada, genera comportamientos y expectativas distintas. Si los gobiernos anteriores fracasaron en lo que más inquieta a la gente, que es la economía, entonces algo nuevo tiene que ser mejor. Esa sensación, la idea de que el economista Javier Milei, el hombre que no tiene nada que perder, puede sanear la economía, es la que motoriza la esperanza. Es el edén posible. El premio al final del camino.
Esa sensación, la idea de que el economista Javier Milei, el hombre que no tiene nada que perder, puede sanear la economía, es la que motoriza la esperanza.
El camino no es fácil. En la última encuesta de Casa Tres registramos que el 53% declara que, en la actualidad, sus ingresos no le alcanzan para llegar a fin de mes. El 65% manifiesta haber resignado algún consumo. La economía está en el top of mind de las preocupaciones de los ciudadanos, los números de actividad y consumo corroboran el contexto recesivo. El dólar aumentó más de 20% en el último mes, el salario mínimo sufrió una pérdida real superior al 25% desde noviembre, y la economía caerá 2,8% este año, según el FMI. La velocidad y el momento en el que se dará la recuperación no encuentra consenso entre los economistas. Y, mientras no suceda ni se sienta la reactivación de la economía, el desempleo se convertirá en la principal preocupación de los argentinos.
No hay dudas de que el presente es entre malo y muy malo para la mayoría, pero tampoco hay dudas de que esas mayorías le dan crédito al presidente. No es el presente, es el futuro. Para el 60% de los argentinos, el Gobierno sabe cómo resolver las cuestiones económicas. La sensación es “estamos mal, pero vamos a estar mejor”.
Si hubiera que nombrar un centro de gravedad para la opinión pública de la Argentina en los últimos años, la inflación se ubicaría en primer lugar. Es el hecho maldito, eso que desordena las finanzas familiares, que abona la intranquilidad psicológica, que imposibilita la normal proyección de una transacción o del ahorro. La inflación fue uno de los caballitos de batalla de Milei en campaña. El dato concreto: si el IPC de enero registraba un alza de precios del 20,6%, en abril ese número fue del 8,8% (la de mayo se proyecta entre 4% y 5%). La percepción de sus votantes sobre ese hecho concreto es clara: el 75% de los votantes de Milei cree que la inflación está bajando. El fin de la inflación es el premio al final del camino, y Javier Milei es el vehículo para transitar ese camino.
La herencia que recibió Milei no necesitó ser explicada, esto es sin dudas la principal diferencia entre el gobierno de Milei y el de Mauricio Macri.
Desde que asumió, hay algo que está claro: la crisis , como nunca antes, es muy tangible para los argentinos. Se respira en las calles, en los negocios, se siente en los bolsillo de los trabajadores, en la informalidad, en las heladeras de los hogares y en las conversaciones familiares. La herencia que recibió Milei no necesitó ser explicada, esto es sin dudas la principal diferencia entre el gobierno de Milei y el de Mauricio Macri. El humor social tocó fondo, y ese “hasta acá llegamos”, explicó en parte la victoria de Milei en las elecciones del año pasado. Este conjunto de síntomas representa para el presidente una oportunidad. Cada cambio que haga, sea poco, pero demostrar que es el camino y que definitivamente genera una solución, da como resultado un sostenido apoyo social. Permite a la administración pública tomar decisiones antipopulares con la premisa de que, si se dan respuestas, serán aceptadas por la población a fin de ordenar la economía del país.
La política argentina deberá acostumbrarse a tener imágenes de presidentes y funcionarios partidos por la polarización. Un presidente como Milei, con un 50% de imagen positiva sostenida en el tiempo, es y será una gran noticia para el oficialismo. Esto marca el futuro en donde deberían concentrarse los jefes de campañas, los candidatos y los partidos políticos. Consolidar lo propio y conquistar en un escenario electoral una porción de los votantes del “centro” sin perder la identidad.
La gran pregunta que se hacía el círculo rojo, apenas empezó la nueva gestión, era cuánto tiempo puede sostenerse la esperanza sin un correlato en los resultados. Las respuestas a esa pregunta, con el primer semestre transcurrido, le muestran buenas señales al Gobierno. Una porción considerable de la sociedad dio y le está dando crédito al presidente. Apenas el 8% de los argentinos dice arrepentirse de su voto. LLA conserva niveles de aprobación altos entre quienes optaron por esa fuerza política tanto en primera como en segunda vuelta electoral. El electorado de Milei no se ha movido y conserva la esperanza en el futuro. Quedará ver cómo, en el camino hacia ese futuro, evoluciona el presente. Los resultados económicos son cruciales pero también la moderación en sus formas, las negociaciones en el Congreso y una actitud dura contra la corrupción condicionarán el transcurrir del próximo año y la posibilidad de enfrentar unas elecciones de medio término con éxito.
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