ZIPERARTE
Domingo

No hay plata,
frase ganadora

Hace bien Milei en insistir con la cuestión fiscal, porque será el ancla de su plan antiinflacionario.

(Esta nota fue publicada en nuestro Anuario 2023 en papelque nuestros suscriptores recibieron gratis y podés comprar en Mercado Libre.  Y fue escrita en la primera semana de diciembre, antes del cambio de gobierno.)

Javier Milei encontró la retórica que explica el clima de época. El “No hay plata” se convirtió en el cliché que es pronunciado ahora por todos. Martín Menem la usó cuando asumió como presidente de la Cámara de Diputados y veremos a otros personajes subirse al discurso. ¡Chapeau! Nos encantaría ser Noruega, pero no, somos esto. Un país que lleva 14 años seguidos de déficit y que perdió todo acceso al crédito, con la excepción de los pesos presos por el cepo. Más allá de lo fiscal, la economía está rota y la herencia que recibe Milei es bien peor que la recibió Mauricio Macri de Cristina Kirchner.

La captura de pantalla de Milei con el zócalo de “No hay plata” apareció en todos los chats familiares (obviamente incluyendo el mío) con consignas como “igual a lo que dice papá” o frases similares. Esto es muy importante porque más allá de la chanza, lo que Milei propone es algo que en todas las casas y todas las empresas se hace, pero por alguna razón nunca conseguimos hacer en el Estado. Es decir, gastar en función de lo que generamos. Diría que es un buen principio.

Es precisamente esto lo que nos llevó junto a Gabriel Llorens a escribir el libro Puede Fallar al ver los problemas de comunicación que tenían los ministros de Economía al tratar de explicarle a la sociedad, o a sus propios partidos, la importancia de la restricción presupuestaria. En este caso no es sólo el ministro. Es el Presidente alineado detrás del ministro. Otra coincidencia con los ´90.

Varios goles

Milei hizo otra cosa bien. Bajó las expectativas de corto plazo. Habló de la estanflación con la que su gobierno convivirá por 18 meses. Creemos que la recesión con inflación puede ser más corta si es que las cosas salen bien, pero al menos no va a tener un problema de expectativas desmedidas como quizás tuvo el gobierno de Macri. Milei ya pateó la pelota más allá del famoso “segundo semestre”. Paradójicamente creemos que el segundo semestre de 2024 puede ser el comienzo de la mejora. Esperemos no haberlo quemado.

Una tercera cosa que hizo bien fue vender esperanza de cambio. Aunque la inflación no baje rápido ni la economía florezca para marzo, hay un sector no tan pequeño de la sociedad que está entusiasmado con el conjunto de reformas microeconómicas que propone Milei. Simplificación de trámites, desburocratizaciones, reforma del Estado, cambiar la forma en que se registran los autos, abrir la economía, desmantelar curros y bajar el gasto de la política. Lo de la política todos sabemos que no es macroeconómicamente importante, pero es clave para la legitimidad de todo el resto. Es el espíritu de la mejor cara de los ´90 (hay otras). La mejor cara es esa que simbolizó el decreto 2284 de 1991 conocido como “La desregulación”. Bajar las expectativas está bueno, pero hay que vender esperanza. La sensación de una economía más normal y libre es parte de este proceso.

Lo que Milei propone es algo que en todas las casas y todas las empresas se hace, pero que nunca conseguimos hacer en el Estado. Es decir, gastar en función de lo que generamos.

Hasta acá la previa. Ante la pregunta de cómo va a estar la economía en 2024, la respuesta es “complicada”, que no es lo mismo que la famosa muletilla kirchnerista de “es más complejo”. Cualquier estrategia anti inflacionaria primero hará subir la inflación porque no hay anclaje de expectativas sin alineación de precios relativos. Si esperás que haya devaluación, no vas a dejar tus precios quietos. Lo mismo si el costo del transporte o de la energía sube. La devaluación, las subas de tarifas y la desaparición de la inflación reprimida van a hacer que la inflación en los primeros meses vuele. Esto lógicamente implica un problema social porque habrá que ver la velocidad de ajuste de los ingresos. Por eso, aunque la cosecha pinta bien y habrá buenos números por ese lado, el efecto de ajuste fiscal y mayor inflación inicial seguramente harán que la actividad económica esté deprimida.

Aunque no se notara tanto porque la CGT no hacía paros ni nada de eso, ya hay una depresión en marcha. Septiembre fue el primer mes en más de tres años en el que el empleo privado formal en relación de dependencia cayó. Todo de Massa, pero el efecto lo hereda Milei. Los restaurantes están llenos, pero la economía no crece. La incertidumbre era total en la previa del traspaso y muchas firmas están trabajando a media máquina por falta de insumos, algo que no se resolverá de la noche a la mañana.

El esquema cambiario y monetario no lo conocemos aún mientras escribimos estas líneas, pero está claro que el dólar tiene que ser lo suficientemente alto como para acumular reservas y salir de la situación de Banco Central con más de 10.000 millones de reservas negativas. Mientras no se recomponga esa situación, la credibilidad no será plena. Ahí la discusión es si una devaluación fuerte al principio con el objetivo de que sea la única puede ser mejor que ir más despacio, abrir el cepo más lentamente y en el proceso seguir cobrando el impuesto PAIS para tener alguna palanca adicional en la cuestión fiscal. Muchos preferimos la primera. Shock cambiario, overshooting y que acumulen dólares rápido. El miedo a mayor inflación es quizás desmedido. Va a haber mucha inflación de todas maneras y si el dato de enero es 20% o 23% no cambiará la gobernabilidad ni la popularidad de Milei y su equipo.

Si no se logra una baja sustancial del déficit, la situación no será sostenible. Por eso el mensaje de «no hay plata» es clave. Va en línea con la «Economía de Guerra» de Alfonsín o «El Estado está quebrado» de Menem.

Pero es cierto que para opinar asertivamente hay que estar adentro y conocer todas las restricciones. Nunca se puede implementar todo lo que a uno le gustaría. En donde hay unanimidad entre mercado, academia y Gobierno es que la política fiscal será el ancla del plan de estabilización. Si no se logra una baja sustancial del déficit, la situación no será sostenible. Por eso el mensaje de “no hay plata” es clave. Que nadie espere la olla de oro al final del arco iris. Esto va en línea con la “Economía de Guerra” de Alfonsín en la previa del Austral o “El Estado está quebrado” de Menem.

La convicción de Milei parece a prueba de balas. El riesgo no es la convicción del Presidente. El principal riesgo parece estar en la gobernabilidad. Eso parece explicar toda la moderación de Milei y la configuración de los distintos puestos de poder. Hay para el “cordobesismo”, para el peronismo no kirchnerista y para el PRO, incluso relegando a algunos personajes que venían acompañando a Milei desde hace tiempo. Se quedan Marco Lavagna en el Indec y Flavia Royón en Minería, pese a haber trabajado con Massa hasta el 10 de diciembre.

Los pronósticos para 2024 son de una caída del 2% en la actividad, inflación del 215%, dólar a 1900 pesos, desempleo en torno del 8%. Pero nada de eso es tan importante como saber cuánto recorte de gasto público conseguirá hacer Milei. En el escenario base, Milei arranca con un déficit inercial que bien contado es de 4 puntos del PBI. Es decir que de no hacer nada, el déficit sería de 4% del PBI en 2024. Nuestra esperanza es que eso se transforme en un déficit de 0,7%, es decir, un ajuste de 3,3 puntos. Eso alcanzaría para generar una buena dosis de credibilidad y una baja de la inflación que podría estar entre el 4 y el 6% mensual hacia fines de 2024. Y quizás más importante, se pueda pensar en acceder al mercado en 2025 para refinanciar las deudas que vencen, no para tomar nueva deuda.

La convicción de Milei parece a prueba de balas. El riesgo no es la convicción del Presidente. El principal riesgo parece estar en la gobernabilidad.

Milei habla de bajar 5 puntos. Y está bien que sea más ambicioso. Nos conformamos con 3,5 puntos porque creemos que la calle y la política no se la harán fácil. Habrá una luna de miel al principio en el Congreso, pero como indefectiblemente se va a equivocar en alguna medida, nos imaginamos a buena parte de la política esperando con cuchillo y tenedor y la servilleta colgada en el cuello. El caldo de cultivo estará porque ser opositor con estanflación es mucho más fácil que haber sido opositor en 1993 con la economía volando o en 2004 con las tasas chinas de Néstor.

Con esto estoy tratando de decir que si la convicción está (no lo dudo) y el cociente entre aciertos y errores es alto (lo veo probable), la llave del éxito lo tendrá la política en sentido amplio. El Congreso, los gobernadores, las organizaciones sociales y los sindicatos con sus 27 paros generales a gobiernos no peronistas sobre un total de 42 en estos 40 años de democracia. Vale aclarar que el peronismo gobernó 28 años y otras fuerzas, 12. También es cierto que el sindicalismo perdió mucho predicamento y empleados formales. Pero no lo subestimemos.

El otro tema relevante a seguir es que cortar 3,5 puntos o 5 es difícil en serio. El gobierno federal gastó 20,4% del PBI y gastará algo menos de 20 puntos en 2023. Pongamos 20 como número fácil. De esto hay casi 8 puntos que van a seguridad social, en donde es muy difícil cortar por encima de lo que hicieron Alberto Fernández y Massa. Quedan 12 puntos que se dividen en subsidios, infraestructura, transferencias a provincias, salarios, universidades, gastos de operación y política social. Es decir que si conservadoramente se bajan 3 puntos de gastos hay que cortar 25% del gasto del gobierno federal. ¡Si queremos bajar 4 puntos, es un tercio! Subir impuestos no parece una opción. Quizás lo mejor sea dar vuelta la baja de impuesto a las ganancias personales de Massa (que apoyó Milei). Eso desfinanció a las provincias y también algo al gobierno nacional.

En síntesis, empezamos un año con esperanza de cambios. Parece haberse aplicado el Teorema de Baglini. La moderación de Milei y su armado sui géneris generan esperanza de cambio. El desafío económico es gigante y el desafío político mucho más, pero sí se puede. Yo que Javier, empiezo a buscar la versión siglo XXI del “Estamos mal, pero vamos bien”.

 

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Andrés Borenstein

Economista jefe de Econviews. Profesor de economía (UBA y UTDT). Conductor del podcast 'La economía en 3 minutos'.

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