La pregunta cae como lluvia ácida sobre el café en la tarde calurosa de febrero, cuando el foro está a punto de empezar y la audiencia merodea en los espacios abiertos del hotel tucumano. Sentadas en la barra del bar, sorbemos sendas infusiones meditabundas. ¿El mileísmo es populista? El interrogante no es original pero su eco golpea como un martillo en el centro de nuestras incertidumbres. Mi interlocutora la conspicua disertante que animará una tertulia liberal. Algunos pasan y la miran con los ojos abiertos. En media hora tiene que comenzar su presentación. Ahora otros ojos, los nuestros, hurgan en la borra del café buscando respuestas.
El nuevo teatro político nos tiene perplejas. Como si se tratase de un libreto escrito por dramaturgos random que no tiene sin ton ni son. A la trama no le falta el toque dramático de los personajes shakespeareanos, pero tampoco el humor absurdo de Ionesco. Contiene además una buena dosis de sinsentido de Sartre. Mi interlocutora es de las que han leído todos los libros de los que habla el presidente Javier Milei: Hayek, Mises, Friedman.
¿Es el mileísmo el nuevo peronismo? Interpela el coro griego que tenemos adentro. En resolver el enigma se nos van los afanes.
Ya hemos asistido al desembarco en las playas legislativas de la Ley Bases, un paquete que de cientos de reformas que es un homenaje a su mentor anacrónico, el tucumano Alberdi. La casta, sin embargo, ha salido a tirar mandobles y bajar incisos. A aferrarse a la caja, como Ulises al mástil. “Delincuentes”, “extorsionadores”, “nido de ratas”, son algunos de los epítetos proferidos por el presidente y performer libertario antes de que, en un gran coup de théâtre, se retirase por el foro llevándose la ley bajo el brazo, como un niño enojado la pelota. ¡Viva la división de poderes, carajo!
—¿No viste el documental “Cómo se convirtieron en tiranos” de Netflix?—pregunta una de nosotras. —En la serie hay un capítulo por dictador y por etapa. Conquistar el poder, acabar con tus rivales, gobernar mediante el miedo, controlar la verdad, crear una sociedad nueva, gobernar para siempre. Cada uno de los episodios está dedicado a los grandes tiranos, Hitler, Kadafi, Idi Amin, Stalin.
—¿No será mucho comparar al presidente con estos monstruos?
Silencio de radio. Imbéciles, delincuentes, extorsionadores, ensobrados. Suena de fondo la serenata de amor que el León le dedica a los hombres de prensa. ¡Viva la libertad de prensa, carajo!
—Milei insulta a los periodistas y responde a los ciudadanos por las redes. Además apela al concepto de gente de bien, defenestra ministros y cultiva la entronización de su figura. ¿Es un avatar, una máscara, un rock star o un republicano disfrazado de populista?
Por una dislocación cuántica del tiempo, quedamos atrapadas en el preciso instante de la pregunta y en ese triángulo de las Bermudas enclavado en la barra del hotel. Para nosotras es siempre febrero a las 6 de la tarde. Afuera el tiempo pasa pero permanecemos en el acto de sorber y cavilar.
Segundo acto
El 1 de marzo Javier Gerardo Milei llega al congreso revestido de atavíos republicanos y listo para dar su primer discurso inaugural del año legislativo. Se muestra en modo amigable. Incluso convida a todos los gobernadores a firmar un gran acuerdo nacional refundador en Córdoba. ¿Este es su verdadero rostro o el que usa en una de sus infinitas metamorfosis?
El resto del tiempo acaecen cosas. Seguidamente una lista de lo que sucede: los precios actúan como supernovas explotando en el aire, incluso los de las empresas de salud cuyos propietarios experimentan la hubris presidencial y deben retrotraer tarifas. Los paros se multiplican pero la calle se ordena gracias a Patricia Bullrich, las jubilaciones se deprecian a niveles inéditos y hasta el dólar se ha vuelto un refugio ineficaz contra la inflación más salvaje en décadas, la universidad convoca a manifestación extra large y multiplataforma. En el Ministerio de Capital Humano no la ven. Se caen los velos y el Estado deja ver sus pasadas vergüenzas en las formas más infames de corrupción. A cada día le basta su afán. Que los seguros, los comedores. Se hinca el bisturí más profundo que en el gobierno de la Alianza cambiemita. Se eyectan ministros y las torpezas se vuelven una forma de caminar. Se postula a Lijo. Se ajusta, se ajusta y se ajusta. Como en un inverosímil fenómeno de neuronas espejo, algunos de los cuadros más circunspectos de la nueva administración se copian de los adjetivos, sustantivos y verbos de la gramática disruptiva del presidente. No hay plata. Tres palabras que devienen mantra nacional. Casi un himno de guerra para los que estamos en el campo de batalla cotidiano. No hay plata.
Mientras todo esto sucede, una flor inesperada crece entre los escombros de un país siniestrado y se llama esperanza. Lo constatan azorados los gurúes de las encuestas para quienes la realidad no se acomoda a sus predicciones, como Milei no se acomoda al statu quo. Al contrario, el statu quo se acomoda más bien a él. Nosotras, paralizadas en el café sempiterno de febrero.
—No hay que equiparar a Milei a esos grandes dictadores. Perón, Mussolini, Stalin estaban, al fin de cuentas, hechos de la misma arcilla de la que estaban hechos Churchill, De Gaulle o Roosevelt, solo que en los propósitos eran distintos. La coyuntura era otra, la sociedad de la Segunda Guerra también.
—Son tiempos duros para los ecuánimes —dice una mientras termina su café. —No me gustan los modos de Milei pero sus medidas económicas no son las de un populista, aunque hay veces que parezca un kirchnerista de buenas ideas.
—¿Pero qué kirchnerista pregonaría desembozadamente que no hay plata y en el mismo acto anunciaría un plan de ajuste?
El tiempo finalmente progresa en minutos y segundos. Son las 6:25. La disertante se apresta rauda para partir. Su ponencia versa sobre la necesaria convivencia entre el liberalismo y el libertarismo. Los asistentes que antes giraban en círculo ya están en sus butacas. Llega la epifanía a la hora de la tarde.
—En suma si asumimos que Milei llevará a cabo las medidas necesarias para achicar el Estado, se quedaría sin una base sustentable de poder sobre la que construir un poder populista. Algo así como el rey del planeta del principito: un monarca sin territorio. ¿Qué clase de populismo es ese?
No. Definitivamente el mileísmo no es el nuevo peronismo. Comienza la conferencia.
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