Quiero empezar agradeciendo a Hernán Iglesias Illa por invitarme a participar en esta edición especial. Formo parte de otra revista (Panamá Revista), con la que Seúl, desde su aparición, ha sostenido una rivalidad productiva, rica e intermitente. Desde Panamá siempre hemos saludado ese debate honesto de ideas, que creemos necesario en esta Argentina en crisis.
Ahora así, a las cosas. Voy a intentar reflexionar sobre los que considero son los dilemas y desafíos principales que enfrenta la actual administración y la política en general: la nueva sociedad, la política libertaria, la economía política emergente y el espacio para una nueva oposición.
Empecemos por lo que constituye la mayor fortaleza de la experiencia libertaria hasta aquí: su relación con la sociedad. Lo haré formulando una hipótesis: la sintonía con la sociedad no se explica sólo como consecuencia de la radicalidad política usada por Milei para interpretar el malestar social ante las élites gobernantes, sino que expresa un consenso social desde abajo, que considera que existe un colapso operativo de la política tradicional y una crisis terminal de la economía, que inevitablemente se solucionan con un nuevo sistema de representaciones políticas (una política de los sin voz) y un conjunto de reformas estructurales ortodoxas (un capitalismo popular).
Estamos transitando la configuración embrionaria de una nueva mayoría social silvestre.
Dicho de otra manera, estamos transitando la configuración embrionaria de una nueva mayoría social silvestre. No se trata de la “mayoría silenciosa” que la política tradicional imaginó: un cuerpo dócil y desradicalizado capaz de ser operativizado verticalmente para sostener una posición centrista en la elección de 2023. Se trata de una nueva mayoría que opera reticular y viralmente a partir del vacío que deja la descomposición del Estado y sus dos grandes coaliciones, y que hoy, circunstancialmente, encuentra en Milei una serie de atributos personales que lo transforman en una herramienta para esta Argentina cuyas élites han defeccionado.
Activismo silencioso
En este marco general, el viejo clivaje central que organizó la política argentina desde 2008 a la elección de noviembre de 2023 (kirchnerismo versus antikirchnerismo) se ha visto desplazado por un nuevo clivaje ordenador: reforma versus veto. Es decir, mientras Milei cumpla con su principal mandato electoral (bajar la inflación), una sociedad en estado constituyente ha decidido apoyar la construcción de nuevas reglas de juego en la economía argentina, no por “idiotez” o “por atentar contra sus propios intereses”, sino porque entiende que Argentina necesita un nuevo parámetro de funcionamiento capitalista-popular, sin privilegios gubernamentales, aunque duela. Como expresamos en un ensayo reciente escrito con Pablo Touzon, la correlación de fuerzas favorable a Milei no se basa en la obra política del poder libertario (hasta acá muy fallido) sino en un activismo silencioso estrictamente social, silvestre y viral que se condensó en el resultado del ballotage.
Entre los rasgos de este nuevo “sistema Milei” construido desde abajo, surgen nuevas visiones de la realpolitik callejera que modifican algunos parámetros “normales” sobre los que operó la política hasta aquí: por un lado, la noción de reforma es vista por la sociedad como la única salida de la crisis y por el otro, Milei es un presidente que, por el momento, no paga costo político por su impericia institucional y por desconocer los códigos del poder político. El caso de la caída de la primera Ley Bases es un buen ejemplo: la sociedad no se la atribuyó a la falta de pericia o al amateurismo del team libertario, sino a la morfología corporativista que asume la política tradicional. El partido social del cambio versus la corporación política del veto.
¿Se trata de la demostración, de que, en la Argentina democrática, las reformas de mercado sólo son posibles por la vía populista?
Con cierta inteligencia intuitiva, Milei cabalga esta mayoría emergente por fuera de la lógica antiperonista con la que la derecha ilustrada argentina buscó promover o instaurar reformas estructurales. La figura de Menem es sintomática. ¿Se trata de la demostración, de que, en la Argentina democrática, las reformas de mercado sólo son posibles por la vía populista? En todo caso, la política libertaria se comporta como un nuevo populismo, que expresa el divorcio entre el peronismo y los nuevos pobres de la economía informal. En palabras de Luciano Chiconi, una “derecha” más crítica del peronismo por lo que hace que porque existe. El mileísmo, de esta manera, pretende inteligentemente reconstruir en clave digital la vieja mayoría menemista: pobres y ricos versus sectores medios “ilustrados” de los grandes centros urbanos, con la novedad de su primer pueblo, que son los jóvenes de menos de 25 años que ya no sueñan con ser capitanes de la industria o trabajadores calificados del SMATA, sino dueños de una startup tecnológica, youtubers, influencers o minadores de cripto. Decía Marx: “El pensamiento de la clase dominante es también, en todas las épocas, un pensamiento dominante; dicho de otra manera, la clase que constituye la potencia material dominante es también la potencia espiritual dominante”.
Política escarpada
Si nos alejamos de la sociedad y nos focalizamos en la política, el territorio se empieza a escarpar. Milei no ha logrado en estos seis meses construir una diagonal práctica para abordar el dilema de un Estado colapsado. Sigue aferrado a su marco conceptual (el libertarismo), que contiene una teoría de la sociedad, de la economía y de la comunicación, pero que carece de una tecnicatura de la gestión gubernamental. Ese desinterés epistemológico se expresa en un vacío práctico y en la continuidad de la gobernanza frentetodista. Entre el Estado militante del kirchnerismo y el Estado criminal de Milei existe una conexión profunda: el abandono y el menosprecio de cualquier intento por reconstruir la unidad, la funcionalidad (o propósito), la autonomía relativa y la capacidad operativa del Estado, condiciones sine qua non para cualquier programa de estabilización económica (corto plazo) y de desarrollo (mediano plazo). El episodio de Leila Gianni es una metáfora perfecta para narrar esa continuidad. Con tatuaje del Nestornauta o del León, el Estado sigue profundizando su colapso operativo. Incluso, si le fuera bien con su principal mandato (bajar la inflación), el gobierno libertario necesitará un nuevo Estado para proyectar y ejecutar una etapa más sofisticada de gobierno.
Este desinterés sobre el funcionamiento de nuestro leviatán incluye, en otros capítulos, la dificultad para colonizar la maquinaria gubernamental y, por lo tanto, para reconstruir la cadena de mandos que Alberto Fernández dejó rota. Para lidiar con este problema de “recursos humanos”, los outsiders de otras geografías, anidaron en viejas estructuras. LLA dispone de dos estructuras potencialmente cooperativas en Argentina: el peronismo no kirchnerista y el PRO. Hasta el momento, sin embargo, Milei se ha negado a negociar y sistematizar la construcción política de una corporación libertaria, con resultados negativos elocuentes, salvo donde habilitó “excepciones a la regla”: Francos (peronismo no kirchnerista) y Bullrich (PRO). ¿Logrará Francos alterar este impulso disfuncional inicial y conformarse en algo así como el primer ministro de un gobierno que implora un ordenamiento de la política y la gobernanza? La tarea que tiene por delante es enorme, sobre todo porque implica fabricar ese sistema en un acuerdo estable con un presidente que ejerce algo así como un liderazgo de ideas indolente y desprovisto de preocupaciones “mundanas”. Otro parecido de familia con el kirchnerismo, esta vez con Cristina Fernández. Dos líderes más preocupados porque la realidad se adapte a sus ideas que por adaptar sus ideas a la realidad. Creo que, en este tablero –el político– se juega la suerte de la experiencia libertaria (tanto o más que en la economía).
Hasta el momento, Milei carece de o no ha expuesto su estrategia de desarrollo para el país.
Avancemos al campo de la economía política emergente. Hasta el momento, Milei carece de o no ha expuesto su estrategia de desarrollo para el país, pero el Proyecto Bases, y sobre todo el RIGI, nos brindan algunas pistas al respecto: el sueño de la Argentina mineral. Esto es, la idea de que, a partir de una superexplotación minera, petrolera y gasífera, dinamizada por inversiones extranjeras, el país resolverá su problema de balanza comercial externa y por esa vía se evitará reestructurar el viejo sistema fordista imperante en nuestra anacrónica estructura productiva. Los empresarios que Pagni caracteriza como especialistas en mercados regulados. Quisiera plantear algunos contrapuntos con esta noción implícita de desarrollo.
En primer lugar, si bien Argentina necesita con urgencia un régimen de inversiones que nos permita neutralizar el desastre reputacional que desde 2007 (intervención del INDEC) para acá arrastra la época organizada en torno al kirchnerismo, el régimen de inversión debe tener como objetivo estratégico el desarrollo de capacidades empresariales glocales. En otros términos, el régimen debería salirse de la hoja de ruta exclusivamente extractivista y permitir radicar diez inversiones distribuidas regionalmente a lo largo del país, que sirvan para eslabonar y desarrollar ecosistemas empresariales dinámicos e internacionalmente competitivos en cada subregión. No estoy diciendo que el régimen deba tener proveedores nacionales exclusivos (nuevas protecciones). Estoy diciendo que la promoción de capacidades glocales debe ser un objetivo central, no auxiliar.
En segundo lugar, el régimen debería incluir además del objetivo de federalizar la incubación de capacidades glocales, el costo social de la infraestructura y el tratamiento de los pasivos ambientales. Paradójicamente (o no), este sueño de la Argentina mineral que está expresado en el RIGI era también compartido por el candidato presidencial de UxP, Sergio Massa. Ambas posiciones (la del Massa candidato y la de Milei gobernando) conducían y conducen, de no mediar volantazos, a una suerte de paraguayización de la economía Argentina. En Massa ese destino transcurría por la vía política (un cartesismo de Estado) y en Milei transcurre por la vía societalista (el anarco-populismo). No es casual que los encuentros del líder libertario con Elon Musk obedezcan más a una geopolítica internacional (la superación de los Estados nacionales por la vía digital) que a una estrategia de desarrollo nacional (nunca se reunió con Migoya, de Globant, ni con Galperin, de Mercadolibre).
Si el RIGI no se modifica, probablemente estemos dándole al país un empujón más en el sentido de la fragmentación, la desintegración, la desigualdad y la violencia.
En síntesis, si el actual RIGI no se modifica (la ley final y la reglamentación serán centrales) y termina primando el sueño mineral, probablemente estemos dándole al país un empujón más en el sentido de la fragmentación, la desintegración, la desigualdad y la violencia. Cuidado con los cantos de sirena del Mar Muerto. Por el contrario, si el RIGI se modifica en un sentido bioeconómico, puede ser un paso muy importante para un país como la Argentina, con el potencial para posicionarse en el mundo como una potencia productiva verde. Sería un RIGI que apueste a la conformación de una democracia jeffersoniana de empresarios y trabajadores dinámicos.
Puertas corredizas
Quisiera terminar este ensayo intentando pensar qué caminos le quedan a la oposición en el sistema Milei. Al respecto, creo que el clivaje reforma-veto no es sólo un “éxito hegemónico”, que Milei usa para sostenerse en el poder a costa de la mala reputación acumulada por el kirchnerismo dentro del electorado independiente, sino que abre una oportunidad política para que nazca un nuevo sistema de alianzas que “deje el pasado” y, sobre la vocación reformista que Milei comparte con la sociedad, permita crear una oposición que discuta sobre las reformas que Milei no haga, no pueda hacer o se equivoque al hacer. Para ser una realidad efectiva, deberá ser una nueva oposición (nuevos liderazgos, nuevas ideas, nueva morfología), que posiblemente tendrá que buscar más allá del AMBA a sus referentes y protagonistas. Milei es, por el momento, la única novedad que tiene la política luego de la implosión del sistema en 2023. Argentina necesita que no sea la única novedad. El vacío que vemos es una oportunidad que se abre y cierra como las puertas corredizas.
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