Esta semana en una reunión escuché que alguien se preguntaba lo siguiente: “Todo bien con Milei y su batalla cultural, pero ¿cuándo empieza a gobernar?”. La cuestión me dejó pensando y me llevó a esta breve reflexión al respecto. Veamos.
En primer lugar: ¿qué es “gobernar”? En una Argentina polarizada, gobernar presenta múltiples desafíos, que demandarán la comunicación efectiva y la gestión eficaz como dos caras de la misma moneda. En este contexto, la capacidad de un líder para comunicar efectivamente es tan crucial como su habilidad para gobernar. La comunicación no es sólo una herramienta, es el eje central de una gestión. El liderazgo exitoso se construye sobre una narrativa clara y convincente que resuena con la sociedad, influye en la opinión pública y refuerza la legitimidad del gobierno.
En segundo lugar, podría mencionarse el valor de la batalla cultural. En un panorama polarizado como el argentino, la batalla cultural se convierte en una arena donde se disputan los valores, creencias y narrativas que moldean la identidad y el futuro de la sociedad. Pero las narrativas no sólo se construyen desde el poder, sino también desde la sociedad civil. Los líderes pueden ser pioneros en arrancar esas batallas, pero los verdaderos artífices del cambio están cada vez menos en el poder político y cada vez más en la sociedad.
Los líderes pueden ser pioneros en arrancar esas batallas, pero los verdaderos artífices del cambio están cada vez menos en el poder político y cada vez más en la sociedad.
Hay un rol en el que no se lo puede dejar solo al político: el de hablarle a la sociedad. Todos los líderes deben ocupar su lugar y animarse a expresar sus narrativas. En un entorno en el que “Argentina está mal contada” y prevalecen narrativas equivocadas, la capacidad de comunicar la narrativa correcta y conectar con la sociedad es fundamental. Este enfrentamiento no es sólo ideológico, sino estratégico para ganar el apoyo popular y sostener un proyecto político a largo plazo. Como dijo Terry Eagleton: “La cultura es la continuación de la política por otros medios”, lo que subraya la importancia de dominar esta batalla para influir en el rumbo de una nación.
Luego debemos considerar el posicionamiento y la gestión, el legado de un gobierno. El posicionamiento de un gobierno se construye principalmente a través de su narrativa, pero las acciones y logros tangibles son fundamentales para cimentar un legado duradero. Para sostener esas políticas en el tiempo, es crucial demostrar tanto la capacidad de gestión como la habilidad para ejecutar una campaña efectiva. Esto requiere una comunicación constante y coherente que resalte los logros y proyectos futuros del gobierno.
Pero atención: es vital que los líderes puedan “hacer lo que dicen”. En la comunicación actual, es fundamental sostener lo que se dice con acciones concretas. La consistencia genera credibilidad y confianza: las promesas cumplidas y los resultados tangibles son la base de una comunicación efectiva. Además, la incapacidad de cumplir con lo prometido puede volverse un boomerang, erosionando la confianza y la credibilidad del Gobierno. Los buenos comunicadores generan expectativas y esperanza, lo que es una ventaja significativa. Sin embargo, el riesgo radica en que si esas expectativas no se cumplen debido a una gestión deficiente, se genera desilusión, se rompe el vínculo emocional y se pierde la credibilidad. Simon Sinek, en sus charlas sobre liderazgo, afirma que “las palabras pueden inspirar, pero sólo la acción crea un cambio”, enfatizando que la verdadera influencia proviene de cumplir con las promesas hechas.
¿Empezó a gobernar?
Enfocarse en el presente, entonces, para asegurar el futuro. Muchas veces se cree que la única sustentabilidad de una política, o un rumbo, depende de la capacidad para lograr que las decisiones se sostengan con leyes, pero es tan importante lograr sanciones legislativas como perforar la cultura de la sociedad con narrativas afines.
Si uno mira la situación más crítica que tenía el Gobierno cuando asumió, se pueden ver múltiples acciones y decisiones que generaron impacto en la sociedad. Hablo de la economía, desde el cambio de tendencia en el fenómeno inflacionario hasta la paulatina apertura de la economía a través del desarme del entramado de las SIRA y la maraña proteccionista del comercio exterior argentino. Eso definitivamente es gobernar. Claramente todavía no se percibe una gestión aceitada en todas las áreas y se enfrenta el desafío de tener un porcentaje grande de posiciones aún por ocupar (algunos hablan de hasta un 50% de puestos de gestión vacantes).
Esta situación representa tanto una vulnerabilidad como una oportunidad para introducir nuevas ideas y fortalecer la estructura gubernamental. Construir desde la gestión una cantera de líderes para sostener políticas en el largo plazo es casi un deber. Quizás confunde ver en medio de esta situación algunas acciones y movimientos de actores del Gobierno orientados a conformar una fuerza política hacia las elecciones del año próximo. Para los gobiernos nuevos, se recomienda como prioritario consolidar su gestión antes de preocuparse por futuros candidatos. Peleas por el poder e internas entre candidatos cuando todavía se está conformando un gobierno parece un sinsentido, pero en nuestro país el sistema de elecciones cada dos años muchas veces lleva a confundir el foco. La estrategia de ocupación de estos puestos debe alinearse con una narrativa clara que subraye la capacidad del gobierno para implementar cambios significativos y conectar con las demandas de la sociedad.
Enfrentar la batalla cultural, construir un legado tangible y asegurarse de que el equipo de gobierno esté completo y alineado con una visión estratégica son pasos fundamentales.
En conclusión, gobernar en una Argentina polarizada, con estructuras de gobierno pesadas y poco eficientes, llenas de entramados burocráticos orientados a sostener la maraña regulatoria proteccionista y el corporativismo de infinitos sectores, implica enfrentar retos casi imposibles. Para superar estos desafíos es necesario e imperioso un acto de constante comunicación y adaptación. Enfrentar la batalla cultural, construir un legado tangible y asegurarse de que el equipo de gobierno esté completo y alineado con una visión estratégica son pasos fundamentales para una gestión exitosa y políticas sustentables en el tiempo.
La consistencia de la narrativa y la acción deben ir de la mano para asegurar un impacto duradero y positivo en la sociedad. Gobernar es comunicar. Hacer y no contar es tan ineficaz como contar sin hacer. Nuestra historia nos lo demuestra. Se requiere un esfuerzo titánico en ambos frentes.
La comunicación seduce, pero los logros de gestión enamoran, porque, a fin de cuentas, son los que cambian vidas.
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