ELÍAS WENGIEL
Domingo

Presidente Mishíguene

La cercanía de Milei con el judaísmo incomoda a una parte de la comunidad, que teme un aumento del antisemitismo. Comprendo estas dudas, pero prefiero otro camino.

Hay un chiste muy conocido que dice que ahí donde hay dos judíos, hay tres opiniones. Y un gran ejemplo de que, como todo chiste, esconde una gran verdad que es que por estos días los judíos no podemos ponernos de acuerdo siquiera en si nos sentimos cómodos con que el presidente Javier Milei se muestre tan cercano a nuestros ritos, nuestras costumbres y nuestra filosofía. No puedo imaginar a un hindú incómodo por un presidente cercano al hinduismo o a un budista incómodo por un presidente cercano al budismo (menos me puedo imaginar a un católico o a un musulmán incómodos por un presidente cercano al catolicismo o al islam), y sin embargo nosotros, como caricaturas de Woody Allen, vemos a Milei con una kipá y exclamamos ¡oy vey!

No todos, claro. El problema es que esto es difícil de cuantificar. A ojo de buen cubero, yo diría que son una minoría, aunque puedo estar sesgado porque pertenezco al otro grupo, al de los judíos que se alegran porque en tiempos de antisemitismo rampante el Presidente se muestra amigo de la comunidad. Pero como toda voz disonante, la de los otros es la que los medios replican y amplifican, dando a entender que en el mejor de los casos somos 50% y 50%.

Todo esto empezó después de las PASO con la carta que firmaron varios “intelectuales judíos” diciendo que Milei no los representaba y que estaba haciendo “uso político del judaísmo, de sus textos y sus símbolos”. Escribieron: “Queremos expresar de forma clara: la ética judía que aprendimos y que aspiramos a poner en práctica en nuestras vidas está íntimamente vinculada a la noción de igualdad y de justicia social, la misma que Milei tilda de aberrante. Por lo tanto, nuestro judaísmo se encuentra en las antípodas de Javier Milei y su proyecto político”.

Kevin Ary Levin, el mismo que llevó adelante la iniciativa de esa carta, entrevistó hace dos semanas al activista y periodista de izquierda (pero sionista) Bruno Bimbi, con el que hablaron del antisemitismo de la izquierda y después, para equilibrar, se vieron obligados a decir que igual la derecha defiende a Israel por motivos espurios (porque todo lo que hace la derecha lo hace por motivos espurios, como es de público conocimiento). Y Bimbi dice lo siguiente:

Creo que Milei, con su sobreactuación, su inclusión de Israel en actos y discursos, enviando a su rabino como embajador, tiene el potencial de generar lo mismo en Argentina y hacer crecer el antisemitismo en Argentina. Es, por lo tanto, muy importante que las instituciones de la comunidad judía que la representan ante la sociedad se pongan a pensar cómo dejar claro que Milei no representa ni a la comunidad ni a Israel. El comunicado de la DAIA sobre la designación de Barra fue espantoso en este sentido. Entiendo que a sectores de la comunidad les pueda entusiasmar tener un presidente pro-judío y pro-israelí, pero que la sociedad asocie la defensa de Israel con personajes como Milei –como ocurrió con Bolsonaro– es muy peligroso. Hoy, él está en la cresta de la ola, pero mañana, cuando sean visibles las consecuencias sociales de sus políticas, va a ser visto como un monstruo. Y va a ser un monstruo que apoya a Israel.

Las quejas de los judíos progresistas tienen que ver menos con el judaísmo que con el progresismo. En el último tiempo están viendo cómo sus compañeros de ruta históricos claman por su exterminio mientras son defendidos por sus enemigos de siempre, como los Milei y los Bolsonaro. ¿Cómo afrontar esta situación sin que se resquebrajen los cimientos de todo su sistema de creencias? No estamos hablando de opiniones políticas, de aprobar o no un DNU, de regular o no los alquileres, de subir o bajar retenciones: acá es la vida o la muerte, la nuestra, la de nuestro pueblo. No quisiera estar en sus zapatos.

En el último tiempo están viendo cómo sus compañeros de ruta claman por su exterminio mientras que sus enemigos de siempre, los Milei y los Bolsonaro, los defienden.

Por eso vemos contorsiones dialécticas como el título de la entrevista: “La izquierda antisemita y la ultraderecha proisraelí tienen una misma idea sobre Israel”. En la nota, la frase sigue así: “La única diferencia es que a algunos les parece bien y a otros les parece mal esa idea”. Es decir: unos quieren borrar a Israel del mapa y otros no. ¡Pequeña diferencia!

En el mismo diario, Pablo Stefanoni publicó una nota de opinión con un título que parece paródico: “Anti-antisemitismo y des-diabolización de la extrema derecha”. Una posible respuesta podría ser: “Anti-anti-antisemitismo y el llanto de la izquierda que para seguir siendo la buena de la película tiene que recurrir a piruetas argumentales”. En suma, a las quejas del progresismo no hay que tomarlas muy en serio porque no son sinceras y están en su propia debacle. Como está de moda decir ahora: no la ven.

Las quejas sinceras

Pero no son sólo los progresistas quienes sienten resquemor por la cercanía de Milei, y acá sí es más interesante detenerse. El rabino Uriel Romano vive en Miami, votó a Milei en el balotaje y tampoco le gusta verlo con kipá. Al día siguiente del shabat en el que el presidente compartió la ceremonia junto con el rabino David Pinto Shlita, publicó un hilo en Twitter (luego levantado por el diario Perfil) expresando su preocupación.

Cómo judío y argentino quiero decir que me da un poco de miedo la estrecha relación (pública y mediática) de nuestro nuevo presidente con el judaísmo. Con un antisemitismo creciente en la Argentina, desde el Partido Obrero y la izquierda hasta el fascismo de la extrema derecha (algunos dentro de la La Libertad Avanza) creo que la exhibición del judaísmo y su “alineación” con el presidente de turno será un nuevo motor del antisemitismo. A los antisemitas no hay que darles excusas, siempre van a odiar, sin embargo creo que esto los va a potenciar (va a fomentar sus teorías conspirativas), avivará a un sector dormido del antisemitismo católico en la Argentina y creará una nueva ola de nuevos antisemitas.

Estos cason no son aislados, reflejan una inquietud que existe y se siente en el runrún en los grupos de WhatsApp. Transcribo dos diálogos reales:

–Che, una colega joyera hoy me comentó que no le gusta tanta exposición con los Lubavitch porque puede generar más antisemitismo. Yo creo lo contrario, es mejor. ¿Vos qué pensas?
–Lo escuché por varios lados. Me da bronca esa postura paranoica. Si genera antisemitismo es problema de los antisemitas, es como decir que usar kipá o poner una mezuzá en la puerta genera antisemitismo.

–No es necesario hacer tanto show sobre su fe en los rabinos ultraortodoxos. Estas actitudes sólo siembran más antisemitismo. Que sus actos de fe los lleve a cabo en privado.
–Con todo respeto, nada siembra antisemitismo. El antisemitismo es causa, no consecuencia. No deberíamos ni dar miedo ni tener miedo. Creo que pasó la época en que los judíos volábamos por debajo del radar para no llamar la atención. En mi caso, soy judío, ando con el maguen orgulloso, frente en alta y, de ser posible, con la remera de Tzahal.

En una charla vía Zoom que tuve con el rabino Romano, justificó sus cuitas con una cita del Talmud. En el último capítulo del Tratado de Yoma (las prescripciones de Yom Kipur) correspondiente al orden de Moed (festividades) de la Mishná, se lee:

La Guemará pregunta: ¿Cuáles son las circunstancias que causan la profanación del nombre de Dios? Rab dijo: Por ejemplo, en el caso de alguien como yo, puesto que soy una figura pública importante, tomara carne de un carnicero y no le diera el dinero inmediatamente, es probable que la gente pensara que no tenía intención de pagar en absoluto. Me considerarían un ladrón y aprenderían de mi comportamiento que está permitido robar.

Para Romano esta historia alerta sobre la cercanía de Milei con los símbolos judíos ante cualquier posible hecho negativo de su Gobierno (o que alguien perciba como negativo) y menciona específicamente el día en que el ministro de Economía, Luis Caputo, anunció el plan de ajuste y pocos minutos después Milei asistió a la ceremonia de jánuca (combinación que, por supuesto, fue destacada por los medios).

En el corazón de la fábula talmúdica está la cuestión del “ser y parecer”, porque el Rab no dice que por ser una persona pública no debe robar sino que tampoco debe dar lugar a que la gente crea que robó. Y acá llegamos al elefante en la habitación, a lo que hermana a los sociólogos progres con los rabinos de Miami, a los joyeros de la calle Libertad con los psicólogos de Villa Freud y a los humoristas con los sepultureros: el terror atávico del pueblo judío a ser calumniado de las más diversas maneras, que van desde la acusación de deicidio (matamos a Jesucristo) hasta la actual de genocidio, pero que puede incluir las denuncias más variopintas, como que usamos sangre de niños cristianos para hacer matzah, que robamos órganos de palestinos o, como temen Bimbi y Romano, que influimos en el Presidente y llevamos al país a la ruina.

Larry David ilustró como nadie este miedo un poco neurótico. En el primer episodio de la serie Comedians In Cars Getting Coffee (Netflix) dialoga en un bar con Jerry Seinfeld:

Jerry: –La ansiedad por las propinas… creo que es algo judío.
Larry: –Solía hacer un chiste con eso para representar a la tribu, en cierta forma. Tenés que dejar una cantidad aceptable, para que no piensen que sos un judío avaro. Pero tampoco podés dejar demasiado, para que no piensen que sos un judío ostentoso. Tenés que hacer equilibrio en una línea muy fina, porque te agarrarán en cualquiera de los extremos.
Jerry: –¿Un mozo va a ver una propina abundante y le va a resultar desagradable? ¿Como puede pasar eso?
Larry: –Si ya es antisemita.

Después del escándalo de Harvey Weinstein, abrió Saturday Night Live con este monólogo:

Últimamente hubo muchas noticias sobre acoso sexual, y no pude evitar darme cuenta de que está surgiendo un patrón muy inquietante: muchos de los acosadores, no todos, pero muchos de ellos, son judíos. Y tengo tres palabras que decir al respecto: oy vey iz mir. No me gusta cuando los judíos estamos en los titulares por cuestiones de mala fama. Quiero: “Einstein descubre la teoría de la relatividad”. “Salk cura la polio”. Lo que no quiero: “Weinstein la sacó de la bragueta”. Sé que me esfuerzo constantemente por ser un buen representante de los judíos. Cuando la gente me vea quiero que digan: “¡Oh, ahí va un buen judío! ¡Qué buen judío! ¡Margaret! ¡Vení acá! ¡Quiero que conozcas a este maravilloso judío! ¡No hay nada estereotipado en él! Si no fuera por el autodesprecio y el colon irritable, ¡ni en un millón de años te darías cuenta de que es judío!”

Lo genial de este monólogo es que Larry David reconoce una realidad, que los judíos sentimos aprensión cuando se nos relaciona con algo malo porque sabemos que lamentablemente estamos en la mira, y a la vez ridiculiza la intención de querer pasar desapercibidos y hacer una exagerada buena letra.

La realidad es que los antisemitas no necesitan ninguna excusa o, mejor dicho, pueden encontrar excusas en cualquier lado. El propio Romano lo reconoce en su hilo. Pero es cierto que cuando el judaísmo es trending topic, también lo son los antisemitas. Aceptar una realidad no tiene por qué significar rendirse ante ella.

De hecho, más que pedirle al presidente que deje de mostrarse con nuestros símbolos, sería pertinente pedirle que no sólo se muestre con nuestros símbolos y pase a la acción: que declare organización terrorista a Hamás y rechace la acusación de genocidio en La Haya, por ejemplo.

También nos quieren

Tampoco tenemos que ser tan pesimistas. Dejemos por un rato esa visión apocalíptica (justificada, ya sé), ignoremos aquella máxima de la mamá de Fran Fine (“el nuestro no es un Dios misericordioso”) y miremos el lado bueno, que lo hay. En tiempos en los que parece que los antisemitas salen de abajo de las piedras (la última, la tenista Paula Ormaechea), fue reconfortante ver la reacción positiva al discurso del rabino Axel Wahnish el día de la asunción de Milei. Selecciono algunos tuits representativos del ánimo general, pero quien quiera comprobar que no exagero ni un poco puede entrar acá.

Ya sé que esto es la gloria o Devoto, que la gente es veleta y que si no baja la inflación el mismo que lloró con el rabino en diciembre es capaz de ponerse a leer el Mein Kampf en agosto. Pero si pasa eso, como le dijo Larry David a Jerry Seinfeld, es porque ya era antisemita. Tengo la convicción de que la solución nunca es pasar desapercibidos. Entiendo el recelo, pero hoy más que nunca hay que ponerse la camiseta. Y si se la pone el presidente, mucho mejor.

 

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Diego Papic

Editor de Seúl. Periodista y crítico de cine. Fue redactor de Clarín Espectáculos y editor de La Agenda.

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