JACKIE ELSZTEIN
Domingo

Los mapuches ya ganaron

Aunque las agrupaciones fueron desalojadas de Villa Mascardi, el reconocimiento implícito de sus reclamos sienta un precedente peligroso.

La triste saga de Villa Mascardi llegó a un posible final el pasado 4 de octubre a las siete de la mañana, cuando el comando conjunto de fuerzas de seguridad federales expulsó del lugar (¿definitivamente?) a los integrantes de la lof Lafken Winkul Mapu. En términos de Netflix y otras plataformas por el estilo, deberíamos estar en presencia de un final de temporada. Pero, como todos sabemos, la vida es desprolija. De aquí en adelante podría ser también el inicio de un interminable spin-off mapuche.

La firma de esta derivación la puso la misma jueza federal, Silvana Domínguez, quien había ordenado el desalojo tan suplicado por los más de 50 vecinos que viven en los alrededores. “Requeriré a la APN que conserve debidamente la talla antropomorfa y su espacio circundante por ser un lugar utilizado como espacio de culto mapuche (rewe)”, señala la magistrada en su última resolución, mediante la cual requiere además la devolución de las propiedades a sus auténticos dueños. La orden de la magistrada está más o menos al final del documento, entre las citas de los pedidos realizados por la fiscal federal María Cándida Etchepare acerca de la necesidad proteger el medioambiente, junto a otras consideraciones propias.

No fue casual que esta especie de cláusula al pie del contrato pasara desapercibida en las primeras horas de su publicación. De modo curioso —pero también sorprendente— la jueza obró un milagro jurídico al transformar lo recuperado en un nuevo espacio “digital”, permeable, discutible, ampliable, una vez más y con líneas de interés para los mapuches. Porque convertir el sector del rewe en espacio sagrado por mandato judicial fue como entregarle la soberanía a la lof de un modo más profundo o más alto, según se quiera. Justo es esto lo que los mapuches tanto habían reclamado a lo largo de cinco años de agresiones, ataques y desmanes al por mayor. Pero volvamos al principio de todo esto.

Convertir el sector del ‘rewe’ en espacio sagrado por mandato judicial fue como entregarle la soberanía a la ‘lof’ de un modo más profundo.

En septiembre de 2017 algunos vecinos comenzaron a detectar movimientos sospechosos en un predio de Parques Nacionales de unas seis hectáreas, a unos 35 kilómetros de Bariloche: derribo de árboles que no se podían cortar, interrupciones en la distribución de luz (por ahí cerca pasa una estructura de alta tensión), intromisiones. A los costados del terreno se ubican el Automóvil Club Argentino (ACA), un predio del Obispado de San Isidro y las cabañas La Escondida, La Cristalina y Los Radales; un poco más allá, en dirección a El Bolsón, los demás vecinos en casas levantadas hace 50, 60 o más años.

Para noviembre de aquel año era un hecho que el lote desocupado tenía quien lo ocupara. Se supo que eran integrantes de las familias Colhual y Nahuel, ambas originarias del barrio Virgen Misionera, ubicado a unos 30 kilómetros de ahí y a unos seis kilómetros del centro de Bariloche. La líder de la toma fue identificada como María Nahuel, una militante mapuche que ya cargaba con un historial de conflictos por espacios en su barrio. Los vecinos la han acusado de apropiarse de una plaza pública en el sector y de ponerle cercos. En total, hasta donde se sabe, María tiene seis propiedades, entre ellas un galpón.

Cinco años más tarde, algo similar sucedió en Villa Mascardi, cuando los miembros de Lafken Winkul Mapu levantaron un extenso paredón de madera y lata a todo lo largo de varias propiedades que, según expresaron, pasaban a ser suyas. Nunca quedó claro si ese “suyas” se refería a ellos como lof o a ellos como familia. Sí quedó claro con el tiempo que no se trataba de una recuperación territorial mapuche global. Sus constantes amenazas con armas de fuego a la familia Montenegro, de la lof Wiritray, son un ejemplo de sus pretensiones escasamente solidarias.

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María Nahuel tenía por entonces una hija adolescente, Betiana. A sus 16 años, en la versión de su madre, ya se mostraba preparada para convertirse en machi. María aseguró que desde niña su hija tenía visiones y que eso la postulaba para convertirse en la única machi de la Patagonia. Pasados unos años, Betiana formó pareja con Matías Santana, conocido como el mapuche de los binoculares del caso Maldonado, con quien tuvo dos hijos. La comunidad llevó adelante una potente campaña de marketing cultural y, sin más demoras, anunció la conversión de una machi en el sur argentino. Algo que en su relato no ocurría desde hacía siglos. Casi al mismo tiempo la machi tuvo un diálogo con el newen o energía del bosque, y éste le indicó que allí debía ejercer su reinado. “Allí” era un lote de Parques Nacionales fácilmente ocupable. En Bariloche aseguran que gente del propio parque les pasó el dato.

“La aparición de una machi en estas tierras no se registraba en el pueblo mapuche de este lado de la Cordillera desde la época de la conquista del desierto, y es por eso que todo el pueblo mapuche está movilizado por esta machi que se encuentra en la tierra sagrada de Villa Mascardi”, declaró a Infobae en noviembre de 2017 Amancay Quintripueo, de la comunidad mapuche Lof Kinxiwen, en Villa Langostura. Se vieron figuras del universo mapuche chileno en Mascardi, y con ellos camionetas y ayuda de diverso tipo: colchones, comida y otros enseres. Esta parte de la historia concluye con Betiana ungida en un ritual en el lugar.

La verdad es que al interior de Neuquén y General Roca hay mujeres que también dicen ser machis y cumplen con la labor de curanderas y puente espiritual de sus comunidades. Aunque la conflictividad es otra y su rol, distinto. No es tan común encontrar una machi guerrera que aliente las agresiones o las justifique como ha hecho la joven en entrevistas públicas. Esto tiene una explicación: la machi debe resguardar la seguridad de los suyos. En general, no siempre.

Verdades y relatos

¿Y qué es una machi? “La machi ejercía y ejerce aún funciones muy distintas a las de la médica o curandera. En primer lugar, deben comprenderse sus técnicas curativas y sus rituales dentro de una cosmovisión y cultura específica, la mapuche. En ella se resume buena parte de la cultura religiosa mapuche”, indica el sitio web de contenidos culturales Memoria Chilena.

Recordemos aquel momento político brevemente. El 1° de agosto del 2017 falleció ahogado Santiago Maldonado en Cushamen, una toma de 1.200 hectáreas de la agrupación radicalizada Resistencia Ancestral Mapuche (RAM) fundada por el lonko Facundo Jones Huala, hoy prófugo de la Justicia chilena.
En noviembre los mapuches empezaron a tender lazos con referentes kirchneristas no sólo en El Bolsón, lugar convulsionado por la pérdida de Maldonado y la usurpación en tierra de los Benetton, sino también en Bariloche. Hubo personajes reconocidos en la localidad que se movilizaron hasta el barrio Alto de Bariloche, el más humilde, y ofrecieron 500 pesos por jornada en Mascardi a jóvenes con apellidos mapuches. Es decir, pagaban para mantener la ocupación.

Si el relato ficticio según el cual Maldonado fue detenido y secuestrado por Gendamería Nacional apuntaba a desestabilizar el gobierno de Mauricio Macri, el relato espiritual de Mascardi apunta en la misma dirección, pero con nuevos elementos. Estos elementos recuperados durante los últimos años permiten entender que hubo una convergencia de intereses. Para la lof, obtener territorio; para el cuerpo político opositor, continuar con tácticas de desestabilización pública alimentando el conflicto social y cultural en el sur.

El relato ficticio según el cual Maldonado fue detenido y secuestrado por Gendamería Nacional apuntaba a desestabilizar el gobierno de Mauricio Macri.

La machi, sus visiones indiscutibles desde lo judicial y la reivindicación violenta mapuche (un elemento propio de Chile y no de la Argentina) formaron parte de este discurso que devino en hechos concretos. Uno de quienes fue a Mascardi a hacer una “changuita” fue Rafael Nahuel, en palabras de su propio padre Alejandro. Nahuel estaba dentro del grupo que se enfrentó a un equipo Albatros en un sector de la montaña en Mascardi y murió en este marco. Los Albatros patrullaban el área el 25 de noviembre de 2017, dos días después del primer desalojo ordenado por el juez federal Gustavo Villanueva, cuando se encontraron con un grupo de unas 20 personas pertrechadas con palos, piedras y armas de fuego. Los mapuches Fausto Jones Huala y Lautaro González, bajaron con el cuerpo de Nahuel y aseguraron que no tenían armas y no habían disparado. Dos estudios realizados en Bariloche y Salta revelaron que los tres tenías restos de fulminante en las manos.

Con esto, la composición de lugar, la escena propiamente dicha, ya estaba armada: una lof con una machi reclamaba un territorio ancestral y se mostraban a defenderlo incluso con armas. Además, el territorio ahora poseía su mártir.
La Justicia Federal por primera vez en su historia se enfrentaba a grupos radicalizados mapuches que del otro lado de la Cordillera ya eran denominados como organizaciones terroristas. Y fue terror lo que implantaron los miembros de la lof en estos 5 años. El terror para vecinos mapuches y no mapuches, desarmados, muchos adultos mayores; y el terror para ellos mismos porque rápidamente se fueron cargando de denuncias, causas y estigmas.

Hay que advertir que al momento de ser escrito este artículo ninguna causa parece haber prosperado. El tiempo dirá si las pocas que encontraron sustento llegarán al final del proceso. El obstáculo probatorio sigue siendo el mismo que en Cushamen, Chubut: todos saben quiénes son pero la Justicia entiende que no están cabalmente identificados los responsables en cada una de las acciones.

Entonces y ahora

El problema de fondo de este violento enredo es que ya no estamos en 2017. Expulsar a los usurpadores de entonces era un trámite judicial contra un grupo de personas agresivas que se basaban en argumentos aún frescos en el tiempo. Para 2022 la lof Lafken Winkul Mapu ya se había blindado con una machi, una larga estadía, un rewe y ahora una orden judicial que blanquea su estancia en Mascardi. ¿Cuáles son los alcances del rewe? Ya se verá, pero todo indica que puede ser amplio y abarcar las mismas 40 o más hectáreas que quedaron comprometidas bajo su usurpación.

Ahora bien, ¿qué es en definitiva un rewe? “El rewe es un objeto ceremonial, un centro donde confluye la oración. Un altar donde se limpia, se renueva la energía, y se dirige hacia el mundo de arriba”, explica el filósofo y erudito en cultura mapuche Ziley Mora. A partir de la orden judicial, existe un aval claro y difícilmente rebatible para que los miembros de la lof y los integrantes de otras comunidades acudan y permanezcan en el territorio por numerosos motivos. Los rituales de sanación que deberá ejecutar Betiana son permanentes por lo cual no sería raro que levanten una vez más construcción en la zona con propósito sanitarios, siguiendo la costumbre en Chile. Por otro lado, hay que pensar en los rituales propios de la comunidad mapuche que podrán ser realizado allí como parte de su cosmos.

Sin ir más lejos, el 10 de octubre pasado un grupo de mapuches de distintas comunidades concretó una oración, nguillatún, a orillas del lago Mascardi y frente a la toma. Primero hubo desorden, agresiones, la Policía Federal lanzó gases y al final, el ritual del fuego junto al agua se hizo. Apenas un anticipo de lo que vendrá, opinan algunos en el sur. Mientras tanto, el Comando Conjunto continúa operando en la zona y los controles mantienen relativamente alejados a los miembros de la lof. El operativo que convocó a 250 agentes no logró detener a ninguno de los líderes conocidos, pero sí metió en prisión a cinco mujeres. ¿Hay testigos de que las mujeres atacaron la casilla de Gendarmería Nacional el 25 de diciembre por la noche? La justicia federal lo debe saber, porque de lo contrario la defensa de las mujeres, como ya lo está haciendo, insistirá en su inocencia. Aquella noche, un grupo atacó con disparos de escopeta a los gendarmes destacados en la cabaña Los Radales. Luego la incendiaron. Quedaron las perforaciones de los tiros en la casilla para demostrar la virulencia de la agresión. Alguien pudo morir, sin duda alguna.

Los mapuches en esta ocasión avanzaron sobre la soberanía nacional de manera tan concreta como simbólica.

La casilla había sido llevada después de que la gobernadora Arabela Carreras le reclamara al ministro de Seguridad, Aníbal Fernández, un operativo de contención en Mascardi. Para el ministro no era una buena idea, pero accedió. El ataque no fue “al voleo”. Los mapuches en esta ocasión avanzaron sobre la soberanía nacional de manera tan concreta como simbólica. La jueza Domínguez ordenó el desalojo pensando en este ataque más que en los cinco años de padecimientos de los vecinos. Al menos esta conclusión puede desprenderse de sus escritos.

Hace unos días los vecinos de Mascardi se quejaron públicamente en un comunicado por la decisión de la magistrada de sostener el rewe. “Habilitar mediante el reconocimiento de este falso lugar de culto la presencia y permanencia de quienes consideran a los ciudadanos argentinos sus enemigos por habitar y transitar el Parque Nacional en Villa Mascardi, es una medida sin fundamentos válidos que mantiene vigente el terror en la zona e impide el uso y goce de la propiedad”, dice el documento conjunto. Por estos días Mascardi recuerda una zona de guerra por la presencia constante de agentes federales fuertemente armados y por el paisaje que aún muestra secuelas de la brutal intervención. Los federales desmantelaron las precarias construcciones.

Es curioso el dato de que en otras comunidades en Chile y la Argentina se levantan viviendas que respetan la cultura mapuche y utilizan materiales indicados para tal fin, como madera cruda, barro y piedras. En Mascardi, en cambio, los miembros de la lof hicieron cabañas con ventanas de vidrio y les instalaron heladera, lavarropas y una antena satelital. Durante estos cinco años lo que menos respetó la lof fue el ambiente que ocupaban. La tierra prácticamente virgen quedo cubierta de basura, materiales peligrosos en una zona de incendios forestales, restos de la destrucción y el vandalismo.

 

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Claudio Andrade

Periodista, cocinero y amante infiel del vino chileno. Trabajó en Página/12, el diario Río Negro y Clarín. Recibió el Premio Fopea al Periodismo en Profundidad 2018 por su cobertura del caso Maldonado. Actualmente vive entre Puerto Natales (Chile), Punta Arenas, Bariloche y Buenos Aires.

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