LEO ACHILLI
Domingo

Lo que aprendí

Ocho lecciones para los negocios y la vida.

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Cada persona es un mundo y cada vida, distinta de las demás. Esas diferencias biológicas y culturales hacen muy difícil dar lecciones de experiencias propias que sirvan a los demás. Un zapato ajeno, aunque de excelente calidad, puede hacer doler el pie de quien no fue su dueño original.

Yo fui hijo de un criollo esforzado (el Negro Bustamante Alsina), con raíces correntinas, que careció de padre y tuvo que mantener a su madre y hermana desde pequeño. Nadie le regaló nada: escuela nocturna, cena en la cocina y empleo adolescente. Pero llegó a ser profesor emérito de derecho civil y académico de número. Y mi madre, alegre y luminosa, fue hija de españoles, fruto típico de esa inmigración entusiasta que creía en el progreso individual sin empleo público. Hija de un zapatero de Logroño que fabricó alpargatas en Argentina, se graduó en la Escuela Normal Nº 1 como profesora de letras, con las notas más altas de su promoción. La madre que yo conocí años más tarde se ocupaba de su hogar, sin olvidar las lecturas, los idiomas y el buen humor.

Obviamente, estuvo en mi ADN el ejemplo de ambos, la necesidad de estudiar y trabajar como forma natural de insertarme en sociedad. Cumplí con ese mandato, cursando derecho mientras era empleado bancario. Al graduarme, mi profesor de Economía, Enrique Pinedo (padre de Federico), me dijo: “Si le gusta viajar a Europa, estudie en Estados Unidos”. Así lo hice, obteniendo mi máster en Columbia Law School. Al regresar con mi título bajo el brazo, preferí no trabajar con mi padre a pesar de su prestigio como civilista (le dolió, pero aplaudió mi decisión) e ingresé en Marval O’Farrell en 1970, donde llegué a ser el socio más joven, a los 32 años. Me tocó la época más dura pues los clientes eran internacionales y arreciaba la subversión. 

En 1976 tuve otro cruce de caminos vital. Dejé el estudio y me incorporé al gobierno de Corrientes, junto a mi amigo Alejandro Reynal, quien también había dejado una carrera brillante en el banco JP Morgan. Años antes, en tiempos del Cordobazo y del asesinato de Aramburu, nos habíamos comprometido a hacer algo por el país y no sólo ocuparnos de nuestras carreras. Y así fue. Ambos nos dedicamos con pasión, durante tres años, a los problemas de salud, educación, vivienda e infraestructura de Corrientes. Tuve así mi primera exposición a los temas públicos y también, a los obstáculos que los intereses creados ponen a la realización del bienestar general.

Recuerdo también mi paso posterior por la Secretaría de Industria de la Nación y luego como Subsecretario de Economía de Roberto Alemann, cuya sabiduría y hombría de bien me formaron como persona y como ciudadano. Llegué a viajar a las Malvinas en abril de 1982, después del desembarco, pero eso será otro relato. A partir de ese año y durante más de tres décadas (hasta 2015) fui banquero de inversión, socio fundador de MBA Banco de Inversiones.

Primera lección. Tratar de que el trabajo coincida con la vocación, para que cada lunes sea una fiesta y no una pesadilla. Obviamente, esta lección es más aplicable a quien ha tenido una formación universitaria que para quien solo cuenta con sus manos para ganarse el sustento. Y agrego: no se trata de dar mil vueltas con un orientador vocacional, pues la vida es dura, se necesitan ingresos y no hay oportunidades perfectas. Siempre he creído que todas las disciplinas, cuando se las ahonda con curiosidad, tienen interés. Desde ya, quien aborrezca los números no podrá ser ingeniero, ni químico, ni programador, aunque se pregunte por el número de Euler o la constante de Planck como curiosidades teóricas. Pero el espectro de carreras es muy amplio y, como la música, hay que aprender a escucharlas para poder amarlas.

Segunda lección. Mirar el largo plazo sobre el corto pues “todo vuelve” y, en algún punto, las decisiones (las malas y las buenas) cobran su precio o entregan un premio. Yo siempre elegí trabajar con personas íntegras, de quienes nunca podría desconfiar, para construir en conjunto el intangible de una buena reputación. Ese fue mi caso con los O’Farrell al comienzo de mi carrera y con Alejandro Reynal (y demás socios) durante el medio siglo que trabajamos juntos. Jamás una disputa por plata, respeto por nuestras personalidades y consideración a las diferencias. Anécdota: cuando llegaba el momento de decidir los bonos de fin de año, yo prefería salir de vacaciones pues sabía que mi inclinación sería minimizar mi aporte al resultado del banco, mientras que mis socios lo sobrevalorarían. Y así fue. Todos los años cobré un bono superior a mis expectativas… por no estar presente. 

Tercera lección. La plata importa, pero no debe angustiar. Por mi propia formación, siempre consideré que debía ser la retribución de un servicio y no una ganancia por una posición financiera afortunada. Eso no es un mérito personal, sino una “tara” incorregible que no tengo por qué recomendar a otros. Como profesional, mi dedicación fue resolver problemas de los demás, prestando poca atención a la gestión de mis ahorros. Con el tiempo, aprendí que las posiciones especulativas terminan dominando la atención de quienes las toman hasta sacarles el sueño o pelearse con amigos. Desde ya, quienes tienen un talento especial como traders y lo hacen casi como diversión, es su forma de ser felices y adelante con ello. Pero no es mi caso y tampoco de muchas personas que quieren emular a los exitosos y terminan angustiadas, mirando sus celulares, siguiendo el sube y baja de los mercados.

Cuarta lección. Es importante la reputación cuando la actividad se basa en la confianza. En mi experiencia de fusiones y adquisiciones, solía decir a los más juniors: “Sabés que te ganaste la confianza del cliente cuando te deja entrar a la reunión de familia donde debaten internamente la oferta recibida”. Es decir, cuando sienten que no tenés un interés distinto al de ellos, acicateado por las ganas de cerrar la transacción, como ocurre con los intermediarios de inmuebles, que no tienen deber de lealtad a ninguna de las partes y solo “acercan puntas”. Nuestra primera transacción bancaria fue representando a la familia Ocampo en la venta del Banco Ganadero. Ante su sorpresa, les recomendamos no vender hasta que mejorasen la gestión y los resultados del banco. Al año siguiente, en 1986, nos contrataron y la entidad fue absorbida por el Banco Rio.

Quinta lección. Dime con quién andas. Hay que ser cuidadoso con los clientes que se toman, no para mantener la calidad de los tombstones sino por las consecuencias de equivocarse. En M&A, un mal cliente quizás nos esconda el verdadero propósito de habernos contratado. Como falso comprador en un proceso de venta, puede solamente querer información confidencial de un competidor o hacerle fracasar el proceso con una oferta inviable. En una reestructuración financiera, un mal cliente puede solo querer “comprar” tiempo usando nuestra reputación al anunciar a los acreedores que lo representaremos, como maniobra dilatoria para detener embargos, pero sin verdadera voluntad de pago, arrastrándonos en la crisis de credibilidad posterior.

Sexta lección. Más vale pecar de ingenuo que de vivo. Es cierto que el mundo de los negocios es riesgoso y expuesto al oportunismo. Nadie puede circular por ahí con los brazos abiertos y sin ninguna prevención, pues será desplumado. Pero tampoco es aconsejable desconfiar de todos para aprovecharse de todo. Quien gana fama de pícaro genera prevención de los demás y será incapaz de desarrollar vínculos estables de confianza recíproca con socios, empleados y clientes indispensables para construir una organización duradera y exitosa.

Séptima lección. No quedarse demasiado enganchados con la vida empresaria sin otros intereses personales para cuando llegue el momento de retirarse. Es verdad que no pueden predicarse fórmulas de felicidad válidas para todo el mundo. A algunos les bastará con jugar al golf, pasear a los nietos, coleccionar automóviles o salir a navegar. Pero no es el caso de todos: muchos retirados solo recuerdan su actividad pasada y se dejan caer en pozos depresivos cuando se les quita la estamina de la gestión. La vida tiene sus ciclos y hay que saber aprovechar cada etapa. La clave es adaptarse a la nueva realidad, buscando la plenitud, la sensación de logro interior aún en tiempos jubilatorios. 

Octava lección. Cuidar la familia, dialogar con la esposa, interesarse por los hijos. Cuando se es joven, no se tiene noción de las consecuencias que tendrán, para el resto de las vidas, los errores cometidos cuando todavía no se peinan canas. No hay éxito profesional que valga un divorcio por exceso de viajes o de horas laborales y mucho menos, descubrir tardíamente que los hijos han sufrido el vacío por la ausencia paterna – o por peleas domésticas. Quien esto escribe, también lo aprendió tarde.

* * *

Nota final. Las mejores lecciones de vida, llenas de sentido común, fueron aquellas que hace más de 400 años dio Polonio a su hijo Laertes, antes de embarcar a Francia (Hamlet, I, iii, 55-81). Acá van:

Llévate mi bendición
y graba en tu memoria estos principios:
No le prestes lengua al pensamiento,
ni lo pongas por obra si es impropio.
Sé sociable, pero no con todos.

Al amigo que te pruebe su amistad
sujétalo al alma con aros de acero,
pero no embotes tu mano agasajando
al primer conocido que te llegue.

Guárdate de riñas, pero, si peleas,
haz que tu adversario se guarde de ti.
A todos presta oídos; tu voz, a pocos.
Escucha el juicio de todos, y guárdate el tuyo.

Viste cuan fino permita tu bolsa,
mas no estrafalario; elegante, no chillón,
pues el traje suele revelar al hombre,
y los franceses de rango y calidad
son de suma distinción a este respecto.

Ni tomes ni des prestado, pues dando
se suele perder préstamo y amigo,
y tomando se vicia la buena economía.

Y, sobre todo, sé fiel a ti mismo,
pues de ello se sigue, como el día a la noche,
que no podrás ser falso con nadie.
Adiós. Mi bendición madure esto en ti.

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Jorge Bustamante

Abogado (UBA), becario Fulbright, máster en Derecho por la Universidad de Columbia (1969). Socio fundador de MBA Lazard, docente universitario y ex subsecretario de Economía.

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