Un artículo muy comentado de la revista Nature exponía hace poco las deficiencias de las políticas europeas de conservación de la biodiversidad y planteaba que su aplicación había resultado contraproducente, tanto en Europa como en el resto del mundo. El estudio analizaba en particular tres enfoques muy difundidos para reducir los impactos negativos de la agricultura sobre la biodiversidad: el land sharing (compartir la tierra), el rewilding (reintroducir especies y recuperar ecosistemas) y la agricultura orgánica. Estos enfoques han sido promovidos durante años en lugares como la Unión Europea, el Reino Unido, Japón y México como alternativas más amigables con el medio ambiente, pero los resultados muestran que, en lugar de frenar la pérdida de la biodiversidad, en algunos casos han llegado a acelerarla.
El land sharing es una técnica que busca aumentar la biodiversidad en las áreas de cultivo mediante la reducción del uso de pesticidas y fertilizantes, la adopción de cultivos más diversos y la creación de hábitats como márgenes de campos y pequeños parches de bosques. Aunque este enfoque ha logrado incrementar las poblaciones de especies comunes, no ha sido efectivo para proteger a las especies amenazadas que requieren hábitats más extensos. Además, el land sharing tiene un efecto colateral importante: al reducir la cantidad de alimentos producidos por unidad de área (rendimiento), se aumenta la dependencia de las importaciones de alimentos, lo que tiene un impacto negativo en la biodiversidad en otros países. Esto ha llevado, por ejemplo, a la destrucción de más de 11 millones de hectáreas de hábitat en algunos de los ecosistemas más biodiversos del mundo, como Brasil e Indonesia. Un claro ejemplo del traslado de externalidades negativas a países periféricos.
El ‘rewilding’ no considera los impactos en el extranjero y aumenta la demanda de importaciones de alimentos, lo que provoca daños a la biodiversidad en otras regiones.
Por su parte, el rewilding consiste en retirar grandes áreas de tierra de la agricultura para permitir la recuperación de ecosistemas y beneficiar a especies animales vulnerables o en peligro. Aunque esta estrategia puede tener beneficios para la biodiversidad en un determinado lugar, también puede tener consecuencias negativas. Al igual que el land sharing, el rewilding no considera los impactos en el extranjero y aumenta la demanda de importaciones de alimentos, lo que provoca daños a la biodiversidad en otras regiones.
Otra de las políticas promovidas en la Unión Europea es la agricultura orgánica. Este enfoque ha ganado popularidad en los últimos años debido a supuestos beneficios ambientales y a la reducción del uso de fertilizantes y pesticidas sintéticos. Sin embargo, la agricultura orgánica presenta enormes desafíos, tal como se ha señalado por ejemplo en este paper publicado hace más de diez años o en este otro artículo en Nature. Por ejemplo, bajarían muchos los rendimientos (un 25% según estudios recientes) y, por lo tanto, haría falta más tierras cultivables, lo que podría llevar a más deforestación y pérdida de biodiversidad. Además, la agricultura orgánica es más costosa, lo que podría resultar en un aumento de los precios de los alimentos.
Un ejemplo del desastre que puede generar la agricultura orgánica es Sri Lanka, donde el gobierno prohibió el uso de fertilizantes químicos a principios de 2021. La medida tuvo un impacto inmediato en los rendimientos agrícolas: en la temporada de siembra de ese año, la producción de arroz cayó un 20%, la de té un 30% y la de café, un 40%. Sin acceso a los fertilizantes químicos, la disminución de la producción agrícola llevó a una lógica escasez y a un aumento de precios, con su consiguiente crisis alimentaria, que afectó a millones de personas.
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Esta crisis tuvo, además, un efecto devastador en la salud de la población. Muchas personas perdieron el acceso a alimentos nutritivos y esto llevó a una disminución de la inmunidad, lo cual disparó enfermedades como la malaria y la diarrea, además del lógico aumento de la desnutrición. La crisis alimentaria y humanitaria en Sri Lanka terminó cuando el gobierno revocó la prohibición de los fertilizantes químicos, en abril de 2022. La medida fue tomada después de protestas masivas en las calle y la renuncia del presidente. Todo este penoso episodio puede considerarse como un claro ejemplo del fracaso de la agricultura orgánica, que podría ser quizás sostenible a largo plazo, pero que requeriría para ello de un cambio gradual y una planificación cuidadosa.
Una alternativa más eficaz
Frente a estas limitaciones, el enfoque llamado land sparing podría emerger como una alternativa más efectiva y rentable. Esta práctica implica agrupar áreas de hábitats en bloques más grandes y adoptar prácticas de alto rendimiento en las áreas aún usadas para agricultura. Esto permite una mejor protección local de los hábitats sin desplazar la producción a otros países. Estudios y modelos han demostrado que el enfoque de land sparing (que se puede traducir como “preservación de tierra”) resulta en poblaciones más grandes de especies silvestres en comparación con el land sharing. Además, el land sparing puede generar beneficios adicionales, como la captura y el almacenamiento de gases de efecto invernadero y la provisión de áreas recreativas.
En el sur de Brasil, por ejemplo, se ha implementado esta práctica para proteger el Bosque Atlántico y aumentar la producción agrícola. Los agricultores han adoptado técnicas de agricultura de precisión para aplicar fertilizantes y pesticidas de manera más eficiente, lo que les permite obtener mayores rendimientos y reducir la necesidad de expandirse a áreas naturales cercanas. Otro ejemplo lo encontramos en Costa Rica con la Reserva Biológica Bosque Nuboso Monteverde, en donde se ha protegido una vasta área de bosque nuboso de alto valor ecológico mientras se ha permitido que las áreas circundantes sean utilizadas para la agricultura y otras actividades humanas. Por su parte, el Parque Nacional Defensores del Chaco, en Paraguay, si bien no fue originalmente concebido específicamente a este efecto, como todo parque nacional bien podría ser considerado como un caso válido.
Para que el land sparing sea efectivo, sin embargo, es necesario que en los sitios dedicados a la agricultura se promuevan prácticas que maximicen la producción por unidad de superficie. Esto es: agricultura tradicional y uso de cultivos que expresen el máximo potencial de crecimiento en un ambiente determinado. Curiosamente, gran parte de los países de la Unión Europea prohíben el uso de algunos productos fitosanitarios esenciales para la producción, además de prohibir el cultivo de transgénicos. Los cultivos transgénicos, por ejemplo, han mostrado sobrada capacidad para incrementar la producción por unidad de superficie reduciendo el uso de agroquímicos y permitiendo, en algunos casos, incluso prescindir de ellos. En un reciente metanálisis de 147 estudios los autores concluyeron que el uso de transgénicos resulta en un incremento del 22% en los rendimientos, una reducción del 37% en la cantidad de pesticidas utilizados y un incremento del 68% de la renta.
Los subsidios agrícolas suelen beneficiar a los agricultores más grandes y ricos, lo que dificulta el cambio hacia enfoques más efectivos.
Una de las principales limitaciones señaladas en este último artículo es la influencia de los grupos de interés en las políticas agrícolas. Los subsidios agrícolas suelen beneficiar a los agricultores más grandes y ricos, lo que dificulta el cambio hacia enfoques más efectivos. En este sentido, la escala y los subsidios enmascaran ineficiencias propias de estos sistemas. El artículo también destaca la necesidad de evaluar los impactos globales y a largo plazo de las intervenciones de conservación, instando a los investigadores y responsables de la toma de decisiones a considerar los impactos a nivel mundial, incluyendo el comercio internacional y los efectos en la producción de alimentos, para tomar decisiones más informadas y evitar consecuencias negativas no deseadas.
Parte de esta “agenda verde” europea está comenzando a afectar los sistemas de producción de países subdesarrollados a través de medidas virtualmente para-arancelarias. Una de las más comentadas en el último tiempo es la ley antideforestación que prohíbe la importación de materias primas asociadas a la deforestación en productos como aceite de palma, soja, ganado, madera, cacao, café y caucho, así como sus derivados. Esta ley se aplica a todos los países con los que la Unión Europea mantiene relaciones comerciales, pero debido a que la UE es el principal socio comercial e inversor del Mercosur, su impacto es particularmente relevante para estos países.
La ley exige que las empresas exportadoras a la UE proporcionen pruebas concluyentes y verificables de que sus productos están libres de deforestación y cumplen con la legislación local de los países exportadores. Esto requerirá una trazabilidad completa de todos los proveedores, algo difícil de cumplir para algunas empresas y pequeños productores. Además, existe la preocupación de que la deforestación pueda migrar hacia áreas no cubiertas por la ley, lo que podría desencadenar un fenómeno conocido como “migración por deforestación”. También se plantea la incertidumbre sobre cómo se aplicará la ley y qué sucederá con los países considerados de alto riesgo en la evaluación que realizará la UE antes de 2025.
Es también curioso que Europa señale la deforestación que ocurre en Sudamérica y olvide su historia reciente.
Asimismo, es también curioso que Europa señale la deforestación que ocurre en Sudamérica y olvide su historia reciente. En los últimos 5.000 años, Europa ha perdido entre un 50% y 60% de su cobertura boscosa. El principal responsable de esta pérdida de bosques fue el hombre, y esa deforestación propició el desarrollo económico del continente a partir de la expansión agrícola y urbana.
En resumen, se puede concluir que las políticas europeas de conservación de la biodiversidad están, en realidad, contribuyendo a su pérdida, especialmente en los países en desarrollo. Estas políticas trasladan sus externalidades negativas —como la destrucción de hábitats y la pérdida de biodiversidad— a países periféricos. De todos los enfoques presentados, el land sparing se presenta como la única estrategia efectiva y rentable para la conservación de la biodiversidad. Agrupar áreas de hábitats en bloques más grandes para luego adoptar en el resto de las áreas prácticas agrícolas que permitan maximizar el rendimiento por unidad de superficie lograría una protección más eficiente generando menos problemas en países periféricos. En este sentido, la agricultura convencional y los cultivos genéticamente modificados desempeñan un papel central al permitir una mayor producción de alimentos por unidad de área, reduciendo así la presión sobre los ecosistemas naturales. Esta combinación de estrategias ofrecería una solución más equilibrada para la conservación de la biodiversidad y la seguridad alimentaria global.
Creemos que es importante comenzar a plantear esta cuestión entre productores, entidades agropecuarias, empresas y gobiernos, teniendo en cuenta que tanto la Argentina en particular como el Mercosur y toda Sudamérica en general constituyen regiones netamente exportadoras de materias primas y productoras de alimentos. La protección del medio ambiente es una cuestión tan crucial como el impacto de ciertas medidas en el desarrollo de los países y sus comunidades. Debemos tomar conciencia de la posibilidad de que se puede propiciar un desarrollo sustentable que no implique un avance de la frontera agrícola, que logre no sólo mantener sino aumentar nuestros niveles de productividad, con la idea de la seguridad alimentaria global siempre presente. Todo esto debería considerarse prioritario en futuras conversaciones o negociaciones con la Unión Europea, más aún cuando el tan necesario Acuerdo de Asociación con el Mercosur continúa en un limbo incierto del que parece difícil que pueda salir en el corto plazo.
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