Cuando Javier Milei fue consagrado presidente de los argentinos, comenzó este nuevo ciclo electoral que se aproxima a completar su medio año. Un ciclo tan peculiar como lo es el presidente, que con velocidad de vértigo irrumpió en la política argentina a golpes de tuits en las redes sociales, entrevistas en los sets televisivos y panelista en programas como Intratables, actor en obra el teatro y presentador de sus libros mientras la pandemia y la condena a una interminable cuarentena nos volcaba al mundo virtual de las tribus pendencieras: el mundo Milei.
Un personaje excéntrico, este economista rockero y ex futbolista, afiliado a la internacional de la ultraderecha, es una rareza que hoy concentra la atención mundial viajando por el mundo sin cesar. Su hermana inseparable, El Jefe, el Arón de la Biblia y la encargada de administrar mientras él se concentra en la economía y en propagar la marca argentina en el mundo desde su visión anarco-libertaria que exhuma el viejo círculo de la escuela austríaca de economía y sus maestros cuyos nombres llevan sus hijos de cuatro patas. Que habla con sus muertos queridos, que su hermana tarotista lo ayuda también en esa empresa, que juntos afrontaron la desgracia de un padre golpeador: gobierna una díada en nombre de un partido personal, sin equipos previos, sin experiencia, sin apoyo territorial y con gran debilidad en el Congreso. Un outsider nos introdujo en Terra ignota.
Moisés en el desierto
Al grito de “Viva la libertad, carajo”, un Milei iracundo y sin ahorrar insultos ni temer a la prepotencia, con una vara planetaria y bíblica para medirse al compás del rugido del león que pretende ser, vino para enseñarles a los argentinos a ser arquitectos de su destino. Defensor del liberalismo de mercado y de valores conservadores tradicionales, para Milei el Estado es una organización criminal a destruir, y la justicia social, una estafa. La metáfora de la motosierra define su programa. Las fuerzas del cielo le proveen el combustible para ponerlo en marcha. Su política es una religión, una cuestión de fe. Como Moisés, es un elegido de Dios para atravesar el desierto.
Así se define Milei: vino a combatir a la casta de privilegiados que tiene al Estado como botín y a los zurdos del colectivismo, donde a socialdemócratas, fascistas y nazis por igual. Los hace responsables de la decadencia no sólo de Argentina –decadencia que se remonta a un siglo atrás– sino del Occidente todo, como pregonó ante los poderosos del mundo en el foro de Davos, estrenándose como presidente.
Darle el voto era un “no va más” a quienes con mentiras y corrupción rampante nos empobrecieron tanto que sólo dejaron la alternativa de la motosierra para el escarmiento, porque Milei no se entiende sin un pasado de fracasos, sin casi dos décadas de la utopía regresiva kirchnerista a la que los jóvenes dijeron basta, condenados como lo están a la playa de estacionamiento de un país sin futuro. No se entiende su triunfo sin el telón de fondo del enojo y el sufrimiento ante un futuro vivido como pura amenaza, sobre todo de los jóvenes navegantes de Internet.
No se entiende su triunfo sin el telón de fondo del enojo y el sufrimiento ante un futuro vivido como pura amenaza.
En campaña, Milei era alguien que venía a resolver los problemas porque estaba dispuesto a hacer lo que otros no se habían atrevido a hacer y lo anunciaba: atravesar un valle de lágrimas, vivir un tiempo de sacrificios. El candidato que supo dirigir la frustración colectiva contra la casta, responsable del infortunio de “los argentinos de bien”. Movilizados para un combate se fueron soldando las lealtades y apagando el miedo al futuro. Milei les proveyó de una fuente de identificación: los indignados, los desamparados encontraron contra quiénes luchar. Importó entonces a quiénes iba a castigar antes que hacía dónde habría de conducirnos.
Transcurridos seis meses de su gobierno, el presidente aún no logró que su proyecto se convierta en leyes. Su DNU desregulador de una economía trabada por privilegios corporativos sigue vigente mientras no lo veten las dos cámaras, aunque fue recortado en su alcance por el fuero laboral. Su Ley Bases, en evocación alberdiana, llega muy reducida a la espera de que el Senado finalmente se pronuncie. Con marchas y contramarchas se tejieron acuerdos que recortan las ambiciones iniciales de sus proyectos. Pero aún no hay sanción. El Pacto de Mayo quedó en suspenso. Una administración paralizada, tanto por la carencia de equipos con experiencia como por los cargos aun vacantes y los despidos diarios de funcionarios de breve paso por la función pública, incluido el jefe de Gabinete. Internas oscuras hablan de profunda incompetencia, desconfianza e improvisación.
O ajuste mais grande do mundo
El sacrificio exigido por la difícil transición para estabilizar una economía que Milei heredó en el ojo de una tormenta hiperinflacionaria, es la consecuencia de una destrucción creadora shumpeteriana que arroja a la intemperie a muchos desprotegidos. “El ajuste más grande de la historia de la humanidad”, en una sociedad con la mitad de la población en la pobreza, adquiere proporciones inquietantes. Preocupa que la corrupción ya no sea un blanco de combate de su batalla cultural. La propuesta de nombramiento del juez Ariel Lijo como miembro de la Corte Suprema de Justicia es una muy mala señal: ha sido acusado retiradamente de procrastinar causas de corrupción en medio del silencio cómplice de la mayoría de las dirigencias partidarias. Mientras tanto, los mismos que necesitan justicia social sostienen a quien la considera una estafa. Aun así, Milei y su gobierno mantienen alta su popularidad. Aupado en el aguante, cualidad que los argentinos ya ejercieron en la crisis de 2001, Milei sigue adelante atravesando cielos para encontrarse con los poderosos de la tecnología e imagina un polo de inteligencia artificial, sumado al flujo de inversiones sobre nuestras riquezas que aguardan ser explotadas para despegar.
Mientras tanto, se especula si la inflación seguirá bajando, si las inversiones llegarán, si seguirá cayendo el consumo, si éste no será otro intento fallido de crear las condiciones para el crecimiento de la economía, si acaso es un capítulo más de la larga agonía de la Argentina peronista descripta por Tulio Halperin. Pero la persistencia en el aguante nos habla de un deseo profundo. Confiar en Milei, para muchos, es una carta de salvación, porque si Milei fracasa en quien podríamos confiar, se preguntan.
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