Si Julio Ramos viviera, habría titulado Ámbito Financiero con su clásico “Bueno para el país”, en referencia al entendimiento entre Argentina y el Fondo Monetario Internacional anunciado el viernes. Y de verdad es bueno, dado que hasta el jueves estábamos cortando clavos sobre un potencial default, que nos habría llevado a una casi segura crisis con más inflación, devaluación, brecha y recesión.
Nunca sabremos si la amenaza de default fue una puesta en escena o si decidieron acordar porque se asustaron cuando el dólar blue tocó los 223 pesos y el contado con liqui los $233 y ya lo veían arriba de $250. La verdad, a esta altura no importa. Casi que uno está tentado de decir que este acuerdo es bueno porque entre los que putearon con la noticia estaba Cynthia García y entre los que se oponían estaban Fernanda Vallejos y Leopoldo Moreau. En general, no falla la regla que dice que, si estás en las antípodas de Moreau y Vallejos, estás en el buen camino.
Pero la verdad de la milanesa es que faltan muchos detalles para dar una opinión definitiva, si bien la conferencia de prensa del ministro de Economía Martín Guzmán y el comunicado del FMI nos dieron pistas preliminares. Las próximas tres semanas serán clave porque ahí se definirá mucho del “cómo” se llega a los objetivos planteados, y casi seguramente habrá sorpresas. Algunos tuvimos una primera impresión de “acuerdo light”, con relativamente poco ajuste, pero la segunda impresión es que puede haber mucho más ajuste de lo que el Presidente y el ministro se animaron a admitir en público.
Ninguna de las partes habló de reformas estructurales. Sólo sabemos que no habrá reforma laboral ni privatizaciones (igual no hay nada vendible en el Estado, a menos que alguien piense que hay gente dispuesta a pagar por Aerolíneas Argentinas o Correo Compras). Pero las reformas estructurales son en primer lugar una obligación en los acuerdos de facilidades ampliadas y mucho más importante es que varios somos los que creemos que la Argentina no va a ninguna parte sin reformas estructurales. Hay muchos lugares por donde empezar: desde abrir la economía a transformar el Estado, pasando por la cuestión impositiva, educativa y, por qué no, también una reforma laboral.
El análisis técnico: ¿le gustó o no le gustó?
Los cuatro bloques en que se divide este acuerdo están todos relacionados. Empecemos por el que Guzmán señaló como el más difícil de acordar: el fiscal. Aquí la meta es pasar del 3% del PBI de déficit primario de 2021 al 0% en 2025, con escalas en 2,5%, 1,9% y 0,9%. Una primera lectura dice el próximo gobierno tiene más ajuste (1% en 2024 y 0,9% en 2025) que lo que le toca a Alberto, que suma 1,1% en dos años. Esto es aritméticamente cierto, pero con muchos asteriscos.
Se acordó que aumentarán los gastos en infraestructura (algo bueno, porque la Argentina gasta poco y mal en este rubro) y se protegen gastos sociales, algo que con 40% de pobreza parece totalmente justificado. Entonces ¿cómo bajás 0,5% de déficit cuando tus ingresos van a ser menores en 2022 respecto del 2021, ya que no habrá impuesto a la riqueza? En mi estimación, los ingresos del Estado caerán 0,6%, es decir que hay que bajar el gasto 1,1% para cumplir la meta, y eso con más infraestructura.
La respuesta a esto la tendremos cuando veamos el programa, pero si hay vocación de cumplir no hay muchas alternativas al tarifazo eléctrico y a cortar un poco las transferencias a las provincias, habida cuenta de que ahora tienen carta blanca para subir Ingresos Brutos. La única gran diferencia entre lo que dijo Alberto y el comunicado del FMI estuvo ahí. Mientras unos decían “no a los tarifazos”, los otros ponían por escrito “acordamos que una estrategia para reducir los subsidios a la energía de manera progresiva será fundamental para mejorar la composición del gasto público”.
Si hay vocación de cumplir no hay muchas alternativas al tarifazo eléctrico y a cortar un poco las transferencias a las provincias.
Igual no será fácil bajar subsidios energéticos. Porque, aunque bajen los subsidios energéticos y de transporte a los hogares, el gasto del Estado en energía sube por otras vías. El gas importado, por ejemplo, será carísimo este año. Otro tema es la dinámica del gasto previsional. A los jubilados se los fumaron en pipa en el primer semestre del 2021, pero mejoraron en la segunda mitad dejando un arrastre positivo para el gasto previsional de 2022. Esto quiere decir que, si no sube la inflación, el principal ítem de gasto (jubilaciones y pensiones) se puede disparar. Para ponerlo en castellano: si no sube la inflación la meta fiscal, por más light que sea, no la cumple ni Mandrake. Guzmán no habló de inflación, pero si fuera del 33%, como decía su fallido presupuesto, el déficit vuela.
A todo esto, hay una cuestión técnica adicional. Son los famosos PIPs (programas de inversión prioritaria), un invento contable argentino que pone una parte del gasto por afuera de las cuentas públicas (“por debajo de la línea”, en la jerga). Ya el FMI obligó a Nicolás Dujovne, en 2018, a poner los PIPs dentro del déficit. Es decir que, si se hace esto nuevamente, el ajuste deberá ser todavía mayor.
Guzmán recitó lo que 15 quince ministros intentaron y no pudieron: cerrar las cuentas con crecimiento y reducción de la evasión. Cualquiera que haya estado involucrado en cuentas macro sabe que cuando el Excel no cierra, le metés más crecimiento, asumís que los contribuyentes argentinos son suizos y ahí sí las cuentas cierran maravillosamente bien. Puedo explicar por qué la reducción significativa de la evasión necesita años y años de legitimidad y credibilidad, pero les ahorro el tiempo: no va a ocurrir.
En resumen: o se bajan los gastos o se inventan nuevos impuestos o no van a cumplir las metas. La única opción buena es la primera, la más probable es la tercera. La oposición no debería bendecir cerrar las cuentas con más impuestos. Resultado: no existe programa del fondo sin ajuste. Dunga dunga o muerte.
Tasa, tasa
El segundo bloque es la financiación del déficit. Y ahí el Chapo nos sorprendió positivamente sugiriendo que de un déficit de 4 puntos (2,5 primario más 1,5 de intereses) el Banco Central sólo va a poner 1 punto, cuando en el 2021 puso 3,7 de 4,5. Pasaría de financiar más del 80% del gasto a un 25%. Ahí la movida está dada porque el mercado local financie una parte más grande del déficit y para eso el Banco Central los va a inducir a pasar de Leliq a bonos del Tesoro, algo que tiene mucha implicancia monetaria.
Es decir, lo que el Central no le da al Tesoro lo emite para recomprarles las Leliqs a los bancos. Es más transparente, pero no cambia la ecuación monetaria. La otra parte de la historia es cuánto ponen los organismos internacionales. ¿Puede ser que pongan 5.000 millones de dólares netos, es decir 1 punto del PBI? No es lo que vienen haciendo. Pero hay una frase en el comunicado del FMI que dice: “También hemos acordado que el apoyo financiero adicional de los socios internacionales de Argentina ayudaría a reforzar la resiliencia externa del país y sus esfuerzos para asegurar un crecimiento más inclusivo y sostenible”. Eso da la pauta de que alguna cosa se arregló.
Lo que puede ayudar a cumplir el objetivo de financiamiento del mercado local es el tercer punto que marcó el ministro: tasas de interés real positiva.
El tema es que, si no se cumple el objetivo de déficit, se caen los otros pilares como un castillo de naipes. Lo que puede ayudar a cumplir el objetivo de financiamiento del mercado local es el tercer punto que marcó el ministro: tasas de interés real positiva. Obviamente esto es importante para que haya financiamiento para el Estado, y como a veces la codicia es más fuerte que el miedo debería seducir al menos a algunos argentinos a quedarse en pesos.
La cuestión de la tasa siempre es controversial. ¿Tasa positiva contra la inflación pasada? ¿Contra expectativas de un mes, de tres meses, de un año? Todo eso lo sabremos en los detalles. Pero a priori diría que es una de las cosas más importantes y a la que es más difícil oponerse, salvo que seas Vallejos. El kirchnerismo siempre se caracterizó por descubrir teorías económicas ad hoc. Tener tasa positiva sería pensar como piensa el mundo. De hecho, cuando asumieron las actuales autoridades dijeron que querían tasa real positiva y nunca lo cumplieron.
Pero ahora tenemos al FMI de auditor y cada tres meses tendremos el parto de las revisiones. Algo más de fe hay que tener. Y sin pasar por esa prueba de las revisiones, no habrá desembolsos. Y los desembolsos son lo que se necesita para pagar los vencimientos que siguen cayendo pesados como juicios.
Abróchense los cinturones
El último punto del menú técnico es el de la acumulación de 5.000 millones de dólares de reservas sin salto cambiario. Mi interpretación es que los 5.000 millones es lo que hay que comprar en el mercado y no se cuentan los 4.500 millones que le devolverá el FMI cuando se firme el programa (los pagos de capital de septiembre, diciembre y enero) para la cuenta de acumulación de reservas. Si mi impresión es correcta, será muy difícil comprar 5.000 palos sin devaluación. Quizás se puede evitar el salto cambiario, pero como mínimo tendrán que acelerar la devaluación, que en enero cerró en torno del 2%, muy por debajo de la inflación, luego de que el peso se fortaleciera 20% en 2021.
No hay ningún ministro en el planeta que diga: “Voy a hacer un salto cambiario, abróchense los cinturones”. Es decir, el hecho de que digan que no lo van a hacer no implica que no lo hagan. Siempre hay una Shell para echarle la culpa. Lo cierto es que reservas no hay y lo que el FMI devuelva no va a poder ser usado para intervenir en el mercado. La verdad es que no tengo claro cómo se manejará el mercado de cambios, pero tengo dos premisas: la inflación será alta y no se puede seguir apreciando el tipo de cambio por mucho tiempo más.
No hay ningún ministro en el planeta que diga: “Voy a hacer un salto cambiario, abróchense los cinturones”.
No sé si es salto o deslizamiento acelerado, y lo más probable es que ellos tampoco. Muchos dicen que estos tipos no devalúan ni locos y si no llegan meten una mamushka de cepos para llegar. Eso es posible en el corto plazo, pero te deja la brecha muy alta. Con brecha alta no hay estabilización de la economía ni salto exportador ni ganamos en Qatar. No hay muchas chances de que el FMI no pida un objetivo de ir gradualmente liberando el cepo y cerrando la brecha. Eso para mí es consistente con un peso más débil. Cuánto y cómo, podemos discutirlo.
En resumidas cuentas, los detalles nos darán mucha más información, pero Guzmán no la tiene fácil. Habrá ajuste o no se cumplirá el programa. Si hay ajustes serios en 2022, la economía se estabiliza y puede mejorar en 2023, año electoral, y el Gobierno puede intentar pelearla. Pero también es bueno para la oposición porque en el caso de llegar al gobierno encontraría una macro que, si bien tendrá sus problemas, no tendrá tantos desajustes como los que heredó en 2015. Al menos tendrá algo de reservas, un déficit que será la mitad que entonces y no tendrá que subir 600% las facturas de luz. No es poco.
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