LEO ACHILLI
6 Meses Milei

El gobierno de mi generación

Hasta que desbarranque o tenga un tropiezo irremediable en lo económico lo voy a seguir apoyando.

Mi primera impresión es que estamos ante un cambio de época. Más allá de si me gusta o no, las charlas sobre política con mis amigos, mi familia o viejos conocidos cambiaron mucho en el último tiempo. La coyuntura económica acapara la mayor parte de los debates acerca del Gobierno, y si otro tema se cuela en la discusión probablemente haya sido instalado por obra del Gobierno. De repente en mesas en las que antes la economía se tocaba solo por arriba, ahora escucho a gente que pregunta por los pasivos remunerados del Banco Central. Incluso mis amigos que votaron a Massa el año pasado hablan cada vez más en el idioma de Milei. También en el humor y las redes se pueden ver sus huellas. Hasta el más colgado de mis amigos usa el “no hay plata” y cualquiera que tenga Twitter (detesto decirle X) puede notar que la plataforma se mueve al compás de la agenda del Gobierno. En la famosa batalla cultural, las fuerzas del cielo van ganando, y no por poco.

Cada vez escucho o leo a menos gente hablando de este Gobierno como una dictadura o quejándose de la calidad de la democracia argentina. Ese hit no pegó. En cambio, por culpa de la voluntad reformista de este gobierno me vi involucrado en discusiones sobre temas de los más diversos. También me reí, para no llorar, de los muchos escándalos o declaraciones bizarras de funcionarios. A veces me da la sensación que La Libertad Avanza no tiene una ideología homogénea en la mayoría de los debates públicos y que cada día estamos ante un sketch nuevo de algún personaje marginal que genera mucha polémica, y también bastante rechazo. Sin embargo, todos estos episodios o debates no alteraron hasta ahora mucho mi percepción del Gobierno, ni tampoco la de mis conocidos. La única excepción fue el conflicto con las universidades públicas, más precisamente con la UBA, cuando varios neutrales que venían siendo tolerantes se dieron vuelta. Pero la madre de todas las batallas se juega en el plano económico. Mientras la gente no pierda las esperanzas de que la situación mejore, creo yo, la mayoría va a seguir apoyando sin importar lo que pase en las demás áreas, como hizo en estos primeros seis meses.

También me reí, para no llorar, de los muchos escándalos o declaraciones bizarras de funcionarios.

Un aspecto interesante de estos seis meses es el comportamiento de la oposición. Creo que los opositores se vieron ante una dicotomía difícil. Tuvieron que elegir entre acompañar a Milei y asumir su rol secundario o asumirse como una oposición intransigente no dispuesta a aceptar ni el más mínimo cambio, incluso en áreas que claramente necesitan ser reformadas.

El peronismo tuvo una reacción esperable y acorde al deseo de sus votantes. Por un lado, los gobernadores defendieron sus intereses y, salvo Kicillof, acompañaron bastante al Gobierno en el Congreso. Pero el peronismo que pelea en el frente nacional se opuso a toda propuesta oficialista con argumentos dudosos. Cuestionaron la constitucionalidad del DNU cuando el gobierno anterior había abusado del mismo recurso, incluso sin votar los decretos después en el Congreso. También se opusieron a la derogación de la Ley de Alquileres, cuando era evidente que la ley era muy nociva para todos los agentes del mercado inmobiliario. No es anecdótico el recambio en los aspirantes a comandar al peronismo. Diría que hay tres variantes, o modelos, de futuros dirigentes peronistas. Está Kicillof, como un reciclaje de izquierda pero con posible poder de La Cámpora. Por otro lado está Moreno, con la intención de revivir al peronismo “old school”. Y por último aparece Grabois, como el representante de lo que se ha convertido en un colectivo importante del peronismo, los beneficiarios de un plan social.

Sucursales de jxc

Más interesante me parece lo sucedido en el ¿ex? Juntos Por el Cambio. La estrategia en este caso era mucho más difícil. Los políticos de los partidos de la coalición tuvieron que navegar sin brújula y tratar de adivinar la intención de sus votantes en cada debate propuesto por el Gobierno. Incluso, en muchos casos sus votantes probablemente no tenían una opinión homogénea. El PRO probablemente tuvo la tarea más difícil. Convertirse en oficialistas en la mayoría de los casos significó no traicionar sus propuestas de campaña y la intención de sus votantes, pero también asumirse como una sucursal de LLA. Sin embargo, algunos (por motivos más o menos honestos) se hicieron más papistas que el Papa, y personalmente no creo que sea una gran elección. No hay demanda para una segunda marca del mileísmo. Nobleza obliga, muchos otros acompañaron en todas las propuestas razonables del Gobierno pero marcaron sus diferencias cuando el gobierno metió la pata. Por otra parte, pienso que el radicalismo está jugando con fuego. Ante el miedo de someterse a las directivas del Pro, el radicalismo se arriesga a no representar a nadie. Así como no hay demanda para una segunda marca de LLA, tampoco la hay para una segunda marca del kirchnerismo. Tampoco parece efectivo el apoyo tibio de algunos de sus integrantes, como Tetaz o De Loredo. Honestamente, a los jóvenes esta gente que habla de “correligionarios” nos huele un poco a viejo. Quizás soy el único veinteañero que se fija en la Coalición Cívica, sin ánimos de ofender a nadie, pero su posición me gustó más. Bastante rigurosa con la agenda reformista, incluso en algunos casos empujando al Gobierno más allá de sus propuestas. Por último, espero que cuando pase la tormenta de los primeros meses de gobierno muchos ex integrantes de Juntos por el Cambio, y si se quiere sumar alguien más también, converjan en una coalición profundamente liberal y reformista, aunque también lo suficientemente sexy para atraer multitudes. Ahí sí creo que hay una demanda no satisfecha.

Para cerrar: yo, como la mayoría de mis amigos que votaron a Milei en noviembre, no perdí las esperanzas. No creo que sea una creencia totalmente irracional. Hay argumentos válidos para sostener que la economía argentina va a mejorar. Pero sin dudas hay un componente emocional. Porque aunque solo lo haya votado en el balotaje, este es el gobierno de mi generación. El de los pibes que se cansaron de no tener esperanzas, como el sueño de la casa o el auto propio, y vieron a este loco verborrágico y despeinado como la única salida posible. Y eso abarca desde el que votó a Milei para que venga H&M hasta el que se hartó de laburar por dos mangos. Así que hasta que desbarranque o tenga un tropiezo irremediable en lo económico lo voy a apoyar. Sobre todo porque el fracaso de este gobierno no solo significaría volver a un gobierno peronista donde no hay esperanza alguna de progresar, sino que también se llevaría consigo a la tumba la posibilidad de realizar reformas estructurales necesarias. Y quizás esta sea la última buena oportunidad de enderezar el barco que tengamos.

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Javier Schargrodsky

Estudiante de economía (UTDT).

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