ELÍAS WENGIEL
Domingo

El show de la nueva vieja política

Javier Milei como el modelo de la política convertida en puro espectáculo del antagonismo.

Lo nuevo nunca será el espectáculo de lo novedoso. La superficialidad de la política del espectáculo no puede reproducir la esencia de la acción política, la verdadera acción que moviliza y transforma sociedades de manera permanente. Esta expresión podría ser un dogma de fe o la ilusión que produce la repetición histórica de procesos excesivamente similares de populismo y excepción. A pesar de ello, hoy nos resulta difícil distinguir lo político: identificar dónde radica realmente la esencia de lo político. El antagonismo dejó de ser un asunto de la política a ser la política misma, como concepto. Hoy hacer acciones de antagonismo es interpretado como hacer política, y ahí es donde aflora la superficialidad.

El presidente Milei se presenta a sí mismo como la expresión más acabada de la nueva política. Tan acabada, que incluso se considera la única expresión de la nueva política frente a la totalidad de un sistema anticuado y corrompido. Sin embargo, nada está completamente fuera de todo. El antisistema funciona dentro del sistema, es teoría del conjunto. El sistema se produce y reproduce a sí mismo con diferentes niveles y matices, los cuales permiten el cambio del cuerpo social. Podría ser o no cierto que el presente esté estancado, pero lo que seguro no es cierto es que lo estancado fluye de forma espontánea. Todo fluye, en consecuencia, la historia nunca se estanca.

Si alguien hoy cree que conoce una definición exacta de populismo, entonces esa persona se miente a sí misma o les miente a los demás. Porque el populismo pasó de ser una metodología de abuso del significante vacío a ser un significante vacío en sí mismo. El populismo es hoy una idea populista. La cuestión acá es la dificultad de definir los procesos. Se pueden entender, se puede establecer su mecánica a partir de la práctica forense del pasado e incluso describir alertas o señales de alerta políticas para identificar esas ideas. A pesar de ello, nadie puede decirte cuándo, dónde y, menos aún, por qué suceden.

El populismo pasó de ser una metodología de abuso del significante vacío a ser un significante vacío en sí mismo.

Ésta es la era del populismo. Milei no es un hecho aislado, sino una representación más de un tiempo caliente de la historia. Las sociedades están dispuestas a hacer cambios radicales y a tomar decisiones que se aparten del normal funcionamiento de la acción política. Hasta acá estaríamos bien. Pero nos encontramos con un problema: nuestra definición de lo político. La falta de un “para qué” nos condena a la superficialidad. Estamos en un antagonismo sin sentido.

Los hechos en la historia nos permiten narrar, pero no entender. El disparo al archiduque desencadenó la Primera Guerra Mundial y la confusión de María Antonieta respecto de cómo se produce un pastelito desencadenó la Revolución Francesa. Ambas afirmaciones son igualmente incorrectas, por distintos motivos y en distintos niveles, pero son igualmente incorrectas porque reducen un clima de época a un único hecho. Los acontecimientos específicos son intrascendentes porque las personas, individualmente, lo somos para los sucesos de la historia. Es paradójico, porque no hay punto en el que la pérdida de una persona más o una persona menos suponga una desviación trascendente del cuerpo social. Esta paradoja filosófica puede generar mucha discusión, pero no será suficiente para explicar el problema de Chubut con Milei.

Política , convivencia, antagonismo

Asumida nuestra trascendente intrascendencia, cabe preguntarse por la naturaleza de los hechos y de la acción política. Algunos entienden a la política como un arte, que se expresa a partir de la unión de visiones diferentes en torno a la cooperación. Es la construcción de una identidad común que nos permite asumir, ambos, una reducción de nuestra pretensión individual para lograr la convivencia. Podemos intentar hablar del aura de la política como una manifestación irrepetible de una lejanía. La fuerza poética del aura es una expresión basada en la experiencia de algo que no podemos definir.

La acción política pierde su definición al abandonar todo esfuerzo de cooperación. Se ha restringido la cooperación y convivencia al ámbito privado, dejando en el ámbito de lo público el puro antagonismo. El espacio común se vuelve hostil y nos refugiamos en el reforzado abrazo de nuestro timeline. No podemos acusar a los líderes populistas de crear el populismo. Sería menospreciar la enorme dificultad que supone la convivencia y la cooperación en la diversidad, es un ejercicio diario que cansa a la gente.

Confundir a la política con el populismo y al populismo con el mero antagonismo nos puede llevar a querer eliminar el antagonismo como tal. Esto sería equivalente a eliminar la diversidad para implantar un orden. El deseo reprimido de las sociedades es el orden en sacrificio del diferente, sólo el amor por la libertad genuina es lo que autolimita a las sociedades y sus líderes.

La falta de respuesta institucional a las necesidades de resolución armónica de los antagonismos pone a la institucionalidad en el lugar del enemigo.

A todo fenómeno político, le caben las generales de la ley. Primero necesitas una ventana de oportunidad, un contexto. No hay dudas de que el populismo emerge frente a una crisis institucional. No creo que sea posible establecer que sea el populismo el que produce la crisis; parece más bien que la causalidad es en sentido inverso. La falta de respuesta institucional a las necesidades de resolución armónica de los antagonismos pone a la institucionalidad en el lugar del enemigo.

En Matrix, la primera y autoconclusiva película de la saga, la existencia de Neo y la Matrix estaba unida en la profecía. La profecía de la liberación era contada por un programa antiguo del mismo sistema. Tal es así, que el advenimiento de un mesías era la principal razón por la que no existía una rebelión contra el sistema. En consecuencia, la profecía del fin del sistema era la herramienta más poderosa de protección del sistema mismo. La crisis de creencia de Neo hacia la profecía es lo que habilitó su decisión de desafiarlo y producir los efectos de liberación. ¿Sólamente Neo podía gestar tal rebelión? Nadie lo intentó jamás.

El populismo no es más que una herramienta política. No es necesariamente manipulable por el líder popular. Cuando no hay antagonismo en crisis, no hay un contexto de oportunidad populista. Si no hubiera insatisfacción, no estarían dadas las condiciones objetivas. El decisionismo se retroalimenta entre el líder y la sociedad que se organiza en torno al mito que propone el líder. Digamos, el mito mayoritario, o al menos el más aceptado. Puede tratarse de una minoría movilizada, pero si muchos aceptamos que esa minoría es más fuerte, alcanza con la sumisión de una parte para el avance de ese mito. Toda construcción humana de comunidad se basa en mitos. No todos los mitos son decisionistas; de hecho, hay mitos que logran sostener la continuidad, como las premisas sociales de las religiones.

La red flag más roja es el mito con relación al cambio. La excepción es un cambio de orden por reacción: Chávez, Kirchner y Evo Morales, pero también lo son Milei, Trump y Bolsonaro. Con el paso de los años el mito se desacraliza y se transforma en un mero relato que decae en segundos mandatos, sustitutos patéticos e incluso dictaduras despojadas de toda fuerza poética.

Dune, Matrix, Game of Thrones

Dune llega a los cines en un contexto mundial donde los mitos y el mesías populista vuelven a ser parte del debate político. Se me ocurren pocos momentos más idóneos para ver la saga de Dune. Es la épica de lo terrorífico y de lo despreciable. Paul Atreides es la construcción de un hombre sintético producido para un fin o profecía igual de sintética que él. Representa la implantación de una idea estabilizadora de un sistema que espera ser impuesto para la construcción de un nuevo grupo de poder. La idea sintética de protagonismo mata a la persona para que nazca el protagonista.

No debemos confundir el legalismo con el institucionalismo. La institución refiere a los cimientos mismos de la organización social, cultural, legal y económica. El legalismo fue la implantación de un nuevo orden sobre el caos. Subrayo la idea de implantar. No hay una transición orgánica sino sintética de un orden a partir de la fuerza de la ley.

La espectacularidad de la clarividencia atemporal de Paul se contrasta con su tentación a cumplir con la profecía de Morfeo. Su advenimiento moldea y atrasa la rebelión frente al sometimiento del imperio, la decadencia, la norma implantada, el colonialismo o la Matrix. La contradicción de liberación y sometimiento se presentan en la profecía de forma irreflexiva, aparentan no ser contradictorias, pero lo son. Se perfecciona la transición frustrada del personaje de Daenerys en el final trunco de Game of Thrones. Dune salva las papas culturales al rojo vivo que nos dejó acelerar el final de esa maravillosa saga política. Nos pone frente al mesías engañoso, el que se impone con la fuerza de una narrativa conveniente hasta un declive abrupto que revela lo que ese personaje nos oculta.

El modelo de acumulación de poder de Milei es bastante similar al construido durante años de populismo argentino.

Si queremos pensar en Argentina y en Milei, entonces hay que pensar en su contradicción básica. Su modelo de acumulación de poder es bastante similar al construido durante años de populismo argentino. El modelo basado en la excepcionalidad frente a un enemigo que en las sombras boicotea. Un cliché.

El mito del hombre gris que nace en la tergiversación de las redes sociales y un tatuaje de un especialista en marketing se confunde en sus elementos esenciales con el mito del anterior hombre gris: Kirchner. La confusión o propuesta gris que los asemeja es el vacío de poder que los precede y la búsqueda de salidas a partir de extremar los antagonismos que los apaña. La superficialidad reproduce los efectos del aura de la política. Quienes lo ven suceder pueden sentir una confusión. Es la fotografía de una gran obra, te da una idea emocional, pero la vacía de cualquier sentimiento real.

El problema es que venimos haciendo una transición digital. Donde antes sentíamos una mirada presente o un abrazo real, la pandemia nos dejó los estragos de videollamadas y microvideos. La política salió de los espacios comunes y se refugió en los laberínticos algoritmos de nuestros celulares, donde el mensaje individual gana terreno al despojarse de producir el mismo significado colaborativo. El mensaje perdió el aura y la política la perdió al abandonar todo propósito. El principio de revelación de Milei para diferenciar a propios de ajenos, a corruptos de comprometidos y a enemigos de amigos desordena a todos en una misma bolsa. Engendra el caos.

Para quien aborrece las instituciones y no tiene poder, el caos es una escalera. Es la oportunidad de subir pisando cabezas de los caídos en el apocalipsis del desorden.

Para quien aborrece las instituciones y no tiene poder, el caos es una escalera. Es la oportunidad de subir pisando cabezas de los caídos en el apocalipsis del desorden. El sistema creó un antisistema que lo fortalece. Entre tanto espectáculo, hay organizadores. Los que organizan el circo siguen ahí, en el mismo lugar que antes, y dichosos de que, mientras los reflectores están encendidos, nadie mira la puerta de salida.

La crisis de los antagonistas nos lleva a la crisis de la convivencia. En el extremo, nos lleva a preguntarnos si queremos efectivamente convivir con el otro. Ésa es la verdadera crisis institucional porque la institución que da origen a todas las instituciones es la de la convivencia, el sentido de vivir con otros. La puerta está donde la dejamos al entrar. La política puede ser lo nuevo cuando se anime a enfrentar el antagonismo con un propósito: lograr la cooperación. Necesitamos recuperar el significado a lo político.

Se trata de pensar un plan de estabilización institucional. Poner de manifiesto nuestra crisis sistémica y ofrecer un nuevo orden de reglas que reviva las reglas que hemos abandonado. El tema es reconocer la norma, en el sentido de volver a conocerla. La Constitución no perdió vigencia. La solución está exactamente en el mismo lugar donde siempre estuvo: en nosotros. En aceptar el orden basado en nuestra estructura de ideas de convivencia. ¿Vamos a aceptar la profecía del Mesías que nos despoja de la responsabilidad de ejercer nuestra propia liberación o nos vamos a liberar?

 

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Federico Esswein

Director de la Comisión de Asuntos Constitucionales de la Legislatura de la Ciudad. Abogado y docente en la Universidad de Buenos Aires y máster (tesis pendiente) de Derecho Empresario por la UDESA. En Twitter es @fesswein.

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