Entrevistas

Diana Mondino

La economista cordobesa dice que el acuerdo con el FMI sólo le permitirá al gobierno persistir en sus errores. Las ventajas del shock frente al gradualismo y su viabilidad política.

Diana Mondino (Córdoba, 1959), economista, directora y profesora de Finanzas de la Universidad del CEMA, cree que del acuerdo con el Fondo no le preocupa tanto si se aprobará o no en el Congreso, sino que le permitiría al gobierno kirchnerista continuar con déficit fiscal y endeudamiento sin que nadie sepa cuáles serán los instrumentos para financiarlo. Decidida partidaria de las políticas de shock, advierte que las condiciones en las que deberá asumir el próximo gobierno en 2023 (sea éste del signo que fuere) hacen que los intentos gradualistas se vuelvan mucho más difíciles de implementar. Sus razones para no creer que “cuanto peor, mejor” y cómo lograr que la sociedad acompañe los cambios necesarios.

La principal discusión política y económica en las últimas semanas gira en torno al acuerdo del gobierno con el FMI. ¿Cuál es su impresión acerca del acuerdo y qué cree que pueda suceder en el Congreso?

Desde el punto político, no tengo idea. La deuda con el Fondo no era un asunto relevante cuando fueron las PASO y las elecciones generales de 2019, no lo era el día que asumió el gobierno de Alberto Fernández. Desconozco cuáles fueron las razones para haber demorado dos años esta negociación, más allá de que nadie podía imaginar que nos iba a tocar enfrentar una pandemia. Recordemos que a poco de asumir el gobierno actual declaró nueve emergencias (energética, previsional, administrativa, laboral, sanitaria, etc.), con lo cual se suponía que contaría con los instrumentos suficientes como para hacer todo tipo de cambios, en alguna dirección. Fue sorprendente que se eligiera renegociar en primer lugar la deuda con los tenedores privados y discutir recién ahora con el Fondo, que es la deuda más barata que tenemos. Como profesora de Finanzas te puedo asegurar que lo mejor es pagar primero lo más caro y mantener la deuda más barata, cuanto más tiempo, mejor. A mí no me preocupa tanto entonces esta deuda con el Fondo, sino el resto de la deuda, la deuda cara.

Más allá de eso, a partir de lo comunicado por el presidente y el ministro de Economía, lo más saliente que se observa es que hasta 2025 seguiremos con déficit fiscal sin ninguna explicación acerca de cómo se piensa reducirlo progresivamente y cómo se lo piensa financiar. ¿Se lo hará por el crecimiento de la economía, por baja del gasto, por suba de impuestos? Cada opción tiene efectos muy diferentes sobre la macroeconomía y sobre las finanzas familiares. Si al mismo tiempo que se piensa reducir la emisión monetaria y el financiamiento por parte del BCRA, se va reduciendo el déficit, eso es conveniente y necesario. Pero entonces de dónde se financia lo que falta: más deuda. No hay otra forma de hacerlo que no sea con más deuda o más impuestos, entre ellos el inflacionario. Entonces si vamos a seguir tanto tiempo con déficit, sabemos que, hasta que éste se reduzca, el endeudamiento va a subir. La cuestión general termina haciéndose circular: si el problema político era por el endeudamiento, entonces ahora estamos anticipando un nuevo aumento del endeudamiento.

¿Es correcto decir entonces que la economía kirchnerista necesita de una alta inflación para financiarse?

Hay un límite para la cantidad de déficit que puede ser financiado con emisión. La emisión tiene un impacto inflacionario que se va espiralizando, incluso ante un nivel de emisión constante. Y además, como a los ministros les gusta decir que la inflación es multicausal, hay otros elementos que ellos mismos introducen que es la distorsión de precios relativos, como los subsidios energéticos o al transporte, los Precios Cuidados, el tipo de cambio oficial, las restricciones a las exportaciones, cuestiones que en algún momento habrá que liberar. Todo eso tiene efectos muy fuertes y sólo se puede solucionar de dos maneras: con un impacto recesivo o con mayor inflación. Lo que hace el gobierno es apretar todo lo que puede un resorte que en algún momento se deberá liberar. Más allá de la aparente intención de querer reducirle tensión al resorte con la reducción subsidios a la energía, con el resto de las cosas lo sigue apretando.

La segmentación de tarifas que se anunció en estos días no sólo es muy discutible, sino que en definitiva supone un ahorro de apenas 200 millones de dólares.

Pero cualquiera que sea la cifra, 200 o 2.000, da lo mismo: el tema es que simplemente está pasando de un bolsillo a otro. El Estado deja de gastar y lo pasan a gastar las empresas y las familias, o se le pasa el gasto a otra jurisdicción. Pero el gasto total sigue siendo el mismo, ése es el error espantoso de la economía argentina. El gasto total se tiene que reducir, y el estatal, no el privado, porque si se sigue reduciendo el privado nos quedamos sin actividad económica. En el tema energético hay algo mucho peor que las tarifas, que es la importación de gas. Estamos pagando a los productores locales una cifra muy inferior al gas que se importa. Además de que esas importaciones se pagan en dólares, qué sentido tiene tener la producción limitada (porque con los precios que se pagan no se cubren los costos) y pagar importaciones de gas.

Un caso no muy distinto al de las limitaciones a las exportaciones ganaderas.

Bueno, poneme esto de título: la limitación a exportar es robar. Porque para los productores —no importa si son agropecuarios, de carteras o de tuercas—, ¿cuál sería la diferencia entre que te roben un camión de mercadería y que no te dejen venderlo? Puede ser un poco fuerte esto, pero hay que empezar a llamar a las cosas por su nombre, y si en el sector privado no lo podemos decir, los políticos siempre van a preferir algún eufemismo.

¿Entonces cuánto tiempo más podría el gobierno seguir tensando ese resorte sin que se le escapen las variables?

¿Se pueden controlar mucho tiempo los precios? Sí, pero se te hacen pedazos las cantidades. El desabastecimiento se da porque no se produce o porque no se entrega. El gobierno puede llegar a mantener todo así hasta las elecciones, e incluso podría ganarlas, pero a costa de una recesión muy grande. ¿Qué pasaría si, por el contrario, no se pudieran controlar estas variables? Dependería de cómo quisieran liberar ese resorte, si fuera junto con otras modificaciones de expectativas y cambios en las reglas de juego de la economía, entonces quizás se podría crecer. Si se fuera liberando todo junto a la economía le costaría acostumbrarse, aunque menos tiempo que si se fuera liberando de a poco.

Yo soy de las que piensan que el shock es mejor, siempre lo pensé.

Acerca de la discusión gradualismo o shock, tanto para este gobierno como para el anterior o el que venga, yo soy de las que piensan que el shock es mejor, siempre lo pensé. El shock puede no funcionar siempre, pero tiene una serie de ventajas. En Argentina vamos a un deterioro tal de tantos elementos que va a ser muy difícil administrar el gradualismo de decidir cuál es el más importante de mejorar primero. Suponete que tuvieras el 100% del poder y nadie pudiese objetarte ninguna decisión, ¿qué harías primero? ¿Subir las jubilaciones, bajar los subsidios, cambiar la estructura impositiva, reinsertar a Argentina en el mundo, liberar las exportaciones, cuál hacés primero? Por eso es bastante difícil armar algo que sea coherente. No hay dos países en el mundo que tengan las mismas estructuras, puede haber parecidos, pero no iguales, ¿cómo sabés cuál es el límite? Por ejemplo, en el mercado laboral, la gente cree que hacer una reforma laboral es poder despedir más fácilmente. Pero también es poder contratar más fácilmente. Y también que la persona pueda ser trasladada, o que se le cambie su tarea, o que se pueda capacitar.

Ese tipo de cosas no se hablan por el temor a que alguien crea que estás pensando en que lo importante sería poder despedir. No tenemos trabajo flexible en la Argentina, si vos necesitás tomar a alguien por tres horas, o por cinco, tenés que hacerlo en negro. En definitiva, los cambios conviene hacerlos todos juntos, explicando mucho y con claridad, para que la gente pueda ir entendiendo y viendo qué elementos la pueden ayudar. Si los hacés de a poquito, bueno, que Dios te ampare en elegir el camino correcto. Como total no hay ninguno correcto, espero que nadie te critique (risas).

Planteaba recién una situación hipotética de un gobierno sin limitaciones políticas, algo difícil de imaginar para un eventual nuevo gobierno de JxC, incluso si trasladáramos a 2023 los números de la última elección. ¿Cree que la oposición es consciente de estas limitaciones y de cómo enfrentarlas?

Es difícil de saber, si me guío por lo que trasciende en la prensa veo opiniones muy diversas según con quién hables. No veo que haya una unanimidad de criterios —que es imposible que la haya, desde luego, tampoco pido imposibles—, una dirección clara que apunte a lo que habría que hacer. Para mí hay una dirección que se podría plantear con toda claridad si vos identificaras el objetivo, pero en general en Argentina siempre se habla del instrumento, no del objetivo. Entonces es difícil, porque instrumentos hay muchos. ¿Qué es lo que estás buscando, más empleo, más crecimiento, mejorar los ingresos de la clase media, que son tus votantes naturales? No tenemos una manta corta, tenemos una bufandita así chiquita. Si no ponés en claro cuál es el objetivo no podés elegir los instrumentos.

En todo caso, en 2023 las condiciones van a ser peores que en 2019. Podés traer a la Madre Teresa o a Winston Churchill, y te va a costar un montón que la gente te crea, ha habido muchas expectativas defraudadas en Argentina. Es cierto que al gobierno de Macri le tocaron inundaciones, sequías y precios internacionales de la soja en promedio de la mitad de los de ahora, pero nadie puede confiarse a la buena suerte de un clima favorable o de buenos términos de intercambio. Eso además supone algo que está mal: que los recursos del fisco son más importantes que los del que trabaja. Qué pasa ahora con la sequía: la hay aquí, en Brasil y en Uruguay. “Qué bueno, la soja se va a 600, entonces los recursos del fisco no se deterioran tanto”. Ajá, ¿y el señor que perdió todo en su campo?

Siempre estamos pensando en lo fiscal, pero hay que ver que ese señor que perdió todo el año que viene pueda volver a sembrar, no reparamos en la continuidad del sector privado. Si le subimos mucho los impuestos al que este año ganó mucho, el año que viene no puede trabajar. Hay varias de estas creencias que son dogmas en la Argentina y hay que tratar de modificarlas. Ésas son cosas que sí se pueden cambiar con un shock, el primer día, por decreto, sin necesidad de que haya demasiada discusión. ¿La sociedad acompañaría? Todo lo que sea mejoras para el sector privado, reducciones de impuestos, baja del gasto, yo creo que sí, que acompañaría.

Suele decirse que en Argentina son necesarios eventos disruptivos (como una hiperinflación o el colapso de las empresas públicas en los ’80) para que luego haya consenso para las reformas y la desregulación. ¿Es necesario llegar a tanto?

Yo quiero creer que no, porque es terrible eso de “cuanto peor, mejor”, nunca sabés para qué lado va a salir la tortuga. Ojo, además que hay 100 países en el mundo que jamás han logrado desarrollarse, y no es porque no lo hayan intentado. O sea, una vez que estás en una muy mala situación, salir es extremadamente difícil. Las condiciones que tenemos hoy son dramáticamente peores que las que teníamos en 2002 y 2003: la infraestructura era nuevita, tenías el capital de trabajo de las empresas intacto. Ahora no hay nada de eso, menos aún rentabilidad. El deterioro actual no es sólo social (el nivel educativo de la gente, las expectativas, las costumbres), sino que hay un deterioro económico y financiero muy profundo. El nivel de endeudamiento argentino sólo se va a poder mantener estable (ni te pido reducirlo) si se genera superávit, lo necesitás para pagar los intereses. Y volvemos al principio, lo tenemos al FMI que nos permite continuar con déficit, por lo tanto vamos a sumar más deuda sin poder pagar la que ya tenemos.

Lo tenemos al FMI que nos permite continuar con déficit, por lo tanto vamos a sumar más deuda sin poder pagar la que ya tenemos.

Otro tema que la sociedad debería considerar: muchas de las actividades que el Estado realiza ahora seguramente ni deberían existir, no al menos de la manera que existen ahora: por qué el Estado debería ser el que decide qué película se puede hacer y cómo, por qué contrata a un cantante, de acuerdo a qué criterio y a qué precio, cómo sabemos cuánto vale, cuánto merece, cuánta gente habría de ir a verlo. Aun descartando corrupción o mala intención tenemos al Estado tomando decisiones que no son las que yo querría. Y las demandas sociales apuntan a veces a incrementar esto, no a disminuirlo, si total es “gratis”: si hay espectáculos gratis en la Costa Atlántica, ¿por qué no podría haberlos en Córdoba, o por qué no en Chilecito, en La Rioja?

En definitiva, creo que la sociedad aceptaría cosas que le den la convicción de que sus hijos van a estar mejor. Como la convicción y la comprensión pueden ser difíciles de lograr, necesitás dar la experiencia o la expectativa de que hay algunas cuestiones que pueden mejorar en el corto plazo, mañana mismo: desregular, sacar problemas, burocracias, facilitar trámites por internet, que las cosas resulten más fáciles y baratas de hacer. Con esas cosas el humor social podría cambiar, más aún si además los chicos tuvieran clases todos los días, si en algunos lugares los chicos pudiesen comer en la escuela todos los días, y ni te digo si llegaran a aprender algo. Más allá de eso, lo que más preocupa hoy es la seguridad y la inflación, y eso no se va a solucionar con rapidez, va a tomar varios años para que haya una mejoría contundente.

Por último, su presencia en Twitter no ha pasado desapercibida en los últimos meses, ¿cómo fue que se convirtió en una estrella de las redes?

Ah, pero me estoy tratando de moderar, porque veo cada cosa que… “no, mejor lo borro” (risas). Pero bueno, he aprendido un montón, fijate que yo publico artículos en los diarios con bastante frecuencia. Pero tuiteo un chiste y tengo un montón de likes y comentarios, en cambio tuiteo alguna cosa con datos y meh, no pasa nada. Es impresionante, el chiste moviliza, tengo tuits en chiste con 10.000 likes y otros en serio con 100. En fin, es así.

 

 

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Eugenio Palopoli

Editor de Seúl. Autor de Los hombres que hicieron la historia de las marcas deportivas (Blatt & Ríos, 2014) y Camisetas legendarias del fútbol argentino (Grijalbo, 2019).

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